Solo la mañana,
cubriendo de silencio
tu luz, tu imagen.
Se recrea un velo sobre ti,
estruendo de pisadas invasivas.
¿Cómo entrar en ti sin lastimarte?
Ensueño de nebulosas en el horizonte,
la cadencia de un sonido acompasado.
Solo la mañana,
desaparece el silencio
ni tu luz, ni tu imagen.
El Caminante de la Axarquía
domingo, 21 de agosto de 2011
viernes, 29 de julio de 2011
Rendición Eterna
Sólo la guadaña de tu condena
arranca de mí toda mi esencia.
Sólo el aliento de tu negación
inunda mi alma en tu presencia.
Aire gris, rendición eterna,
cubres de temor tus ojos,
apagas el calor en tu voz
y no oyes crujir la tierra.
* Masmoc Utopía
arranca de mí toda mi esencia.
Sólo el aliento de tu negación
inunda mi alma en tu presencia.
Aire gris, rendición eterna,
cubres de temor tus ojos,
apagas el calor en tu voz
y no oyes crujir la tierra.
* Masmoc Utopía
viernes, 8 de julio de 2011
Diario apócrifo de E.Sinclair 3
¿Qué melodía llega a mis oídos? Me retrotrae a momentos pasados, tan lejanos en el tiempo como en mi memoria.
Nunca creí volver a escuchar esa música que me acunaba cuando aún mi camino no
había tomado un rumbo; y seguía esclavo de la necesidad de otros seres que se
autoproclamaban mis tutores.
Creían que me gustaba, pero en realidad era a ellos a los que apasionaba aquella música, yo tan solo la soportaba, nunca me preguntaron.
Parece que suena distinta tras tantos años de silencio musical en mi vida, tan distinta que podría asegurar que distingo cada nota y puedo separar instrumento por instrumento en mi cerebro y volverlos a unir, como si de un consagrado director de orquesta se tratara.
No me dejaban decidir, todo lo que yo quería estaba mal, era incorrecto, no sabía lo que decía… TODO; ni una sola de mis decisiones de infancia y adolescencia podían ser tomadas sin la censura de unos padres excesivamente protectores.
Así fue como me rebelé; nada más tener capacidad legal, desaparecí, nadie de mi anterior vida supo más de mí.
¿Feliz, que si he sido feliz? Libre eso es lo que he sido, libre. ¡No feliz!
A veces uno no es quien quiere ser, pero al menos lo intenta.
Y ahora este sitio, vuelvo a ser esclavo, vuelvo a ser controlado, y lo peor de todo, empiezo a dudar del camino que tomé, de mi forma de actuar ante el mundo, dudo incluso si en realidad aquella música que vuelve a mis oídos y llegue incluso odiar, en realidad me gustaba tanto o mas que a mis padres.
¿Qué pasa? ¿Cambia de sonido? No, no es música lo que escucho, tan solo es el silbar del viento por las rendijas…
Creían que me gustaba, pero en realidad era a ellos a los que apasionaba aquella música, yo tan solo la soportaba, nunca me preguntaron.
Parece que suena distinta tras tantos años de silencio musical en mi vida, tan distinta que podría asegurar que distingo cada nota y puedo separar instrumento por instrumento en mi cerebro y volverlos a unir, como si de un consagrado director de orquesta se tratara.
No me dejaban decidir, todo lo que yo quería estaba mal, era incorrecto, no sabía lo que decía… TODO; ni una sola de mis decisiones de infancia y adolescencia podían ser tomadas sin la censura de unos padres excesivamente protectores.
Así fue como me rebelé; nada más tener capacidad legal, desaparecí, nadie de mi anterior vida supo más de mí.
¿Feliz, que si he sido feliz? Libre eso es lo que he sido, libre. ¡No feliz!
A veces uno no es quien quiere ser, pero al menos lo intenta.
Y ahora este sitio, vuelvo a ser esclavo, vuelvo a ser controlado, y lo peor de todo, empiezo a dudar del camino que tomé, de mi forma de actuar ante el mundo, dudo incluso si en realidad aquella música que vuelve a mis oídos y llegue incluso odiar, en realidad me gustaba tanto o mas que a mis padres.
¿Qué pasa? ¿Cambia de sonido? No, no es música lo que escucho, tan solo es el silbar del viento por las rendijas…
Tartessus Baobab
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domingo, 26 de junio de 2011
DIARIO DE DEMIAN PILGRIM 3
Definitivamente me encuentro bien en mi celda. Sigo sin comunicarme con nadie, aunque a veces el viento me trae sonidos que a mí me parecen lamentos de alguien. Las pocas veces que he creído oírlos, de forma casi mecánica, he comenzado a cantar a pleno pulmón. Invento las estrofas dentro de la melodía, repito
estribillos, doy palmadas y en mi cerebro escucho los instrumentos que acompañan a mi voz. Suena fuerte dentro de mi alma y al cabo de unos minutos acabo la canción, extasiado y sudoroso, despertando de cuasi un trance emocional. Soy un pájaro ahora, he vuelto a mi jaula donde me mantienen confortablemente. No sé si alguien podrá escuchar mi voz; es más, da igual si alguien la escucha o no. Lo cierto es que mi espíritu despierta, reacciona y me impulsa hacia arriba al intuir escuchar lamentos de alguien en el viento.
Soy un camaleón en la sombra de la noche............
*Masmoc Utopía
*Masmoc Utopía
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jueves, 5 de mayo de 2011
HAZAÑAS BÉLICAS
El
teniente me hace señales para que retroceda unos metros y me una a él. La
situación de nuestra misión está empeorando por momentos. Me arrastro por el
suelo evitando los disparos de las dos grandes
ametralladoras, fijadas a tierra, que ya han acabado con las vidas de
dos de los nuestros. Acompañado por mi buena suerte, al fin llego a la
trinchera donde me espera el teniente York.
-
Sargento, no conseguimos avanzar. –El teniente me grita para salvar el ruido de las continuas descargas de balas.
–Tenemos que tomar esa colina antes del anochecer, si no es así todo nuestro
pelotón se irá a criar malvas.
-
Teniente, ya sólo quedamos nosotros
dos.
El
sol está ya muy alto, el calor sigue creciendo, la garganta reseca por falta de
agua. El teniente se quita el casco y se seca el sudor de la frente con un
pañuelo, mirándome como si estuviera esperando que saliera un milagro de mi
boca.
-
Teniente, creo que debemos hacer un
ataque a la desesperada, es nuestra única opción de cumplir la misión y, con
algo de suerte, podremos salir vivos de esta.
-
Sargento, avanzaremos directos por el
camino más corto hacia el enemigo.
-
Yo iré primero, mi teniente. Cúbrame.
Salto
de la trinchera e inicio una carrera zigzagueando a izquierda y derecha, a la
vez voy lanzando granadas de mano que me allanan el camino.
El enemigo se ve
sorprendido ante esta acción suicida y cuando las dos ametralladoras intentan
volver a escupir su fuego de muerte, el teniente las mantiene a raya con su
continua descarga de disparos.
Por fin, llego a cobijarme tras un gran árbol,
fuera de la línea de tiro de los nazis. Siento un dolor en mi hombro izquierdo
y compruebo que una bala me ha alcanzado, aunque no es demasiado profunda la
herida y puedo seguir en pie. Me subo al
gran árbol con rapidez y, desde mi privilegiada posición, observo que la ametralladora más cercana guarda silencio para siempre; una
de las granadas de mano que lancé acabó con su rugido de muerte y con sus
conductores. Le hago señales al teniente de lo que he visto desde la copa del
árbol; mi situación no ha sido detectada por los dos soldados, que continúan
haciendo vomitar al otro monstruo de hierro y acero en dirección a la trinchera
donde se encuentra mi compañero.
El
teniente York deja de disparar y nuestros enemigos cesan su ataque. El calor es
asfixiante y brota por todas partes. Este silencio suena como música celestial
dentro de mi cabeza, y su melodía impulsa a mi voluntad a emprender una
andanada de disparos febriles, desde las alturas del árbol, que sorprenden a
los nazis.
De
inmediato, el teniente lanza su casco por los aires y salta de la trinchera,
sabiendo aprovechar mi ataque sorpresa, y llevando dos granadas de mano logra
avanzar lo suficiente para lanzarlas, les quita el seguro con la boca y estas
vuelan hacia los soldados enemigos….
-
¡Niñooo! Baja del árbol que la comida
ya está en la mesa. ¿Cómo podéis estar en el patio con este calor? – Mi madre
nos mira inquisitorialmente esperando nuestra reacción.
-
Monti, se acabó la batalla – le digo a
mi amigo, al tiempo que de un salto bajo desde el árbol níspero, dejo mi
metralleta de plástico dentro de la pileta del centro del patio de mi casa,
donde antes estuvo el teniente usándola como trinchera.
-
Me voy corriendo a mi casa que mi madre
debe estar esperándome. –Me dice mi amigo Monti rápidamente, cuando ya andamos
en dirección a la cancela del corredor de mi casa que da a la calle Virgilio
Mattoni, nuestra calle. –¿Nos vemos
después y vamos a coger zapateros?
-
Vale, hasta luego. –Le digo mientras
tiro del mecanismo que permite abrir la cancela a distancia y mi amigo inicia
la carrera desafiando al sol del verano.
Cerramos
un capítulo inacabado en nuestra aventura imaginaria de Hazañas Bélicas, a
nuestra manera.
En
nuestra mente se dibuja “continuará…”
Tenemos
el tiempo y el espacio; y sabemos cómo amoldarlos a nuestro antojo.
Jugamos.
Todavía
sigo jugando……….
*Masmoc Utopía
viernes, 22 de abril de 2011
Diario apócrifo de E. Sinclair 2
Pasa lentamente el tiempo recluido en esta celda, ¿Cuánto ha pasado? no sabría contabilizarlo, hasta hoy nunca había pensado que el tiempo se pudiese medir.
Tanto tiempo paseando por este mundo y jamás se me hizo tan pesada mi vida como
en estos días.
Tener que darle un sentido a esto no entra en mi filosofía. No se la busqué nunca a mi paso por el mundo y sin embargo mi mente busca un sentido a esta reclusión. Necesito respuestas, por primera vez necesito y exijo respuestas a mi cabeza.
Naturaleza y cultura, en esto se divide el ser humano; siempre eludí la cultura y me dedique en cuerpo y alma a la naturaleza. Los instintos sin ataduras, libres de toda cultura, rodeado de seres esclavos de ella, ese era yo.
Ahora todo es diferente, algo o alguien me tiene recluido, me alimenta, me cobija, le debo seguir vivo, pero tengo que pagar lo mas preciado que tengo; mi libertad.
¿Quien es? ¿Qué es? ¿Cómo se llama? ¿Existe de verdad? ¿O todo es fruto de mi imaginación buscando sentido a mi reclusión?
Sé que necesito de él para seguir, pero dudo que me ayude a volver a ser como fui, nada volverá a ser como antes, sin duda este es un camino sin retorno…
Tener que darle un sentido a esto no entra en mi filosofía. No se la busqué nunca a mi paso por el mundo y sin embargo mi mente busca un sentido a esta reclusión. Necesito respuestas, por primera vez necesito y exijo respuestas a mi cabeza.
Naturaleza y cultura, en esto se divide el ser humano; siempre eludí la cultura y me dedique en cuerpo y alma a la naturaleza. Los instintos sin ataduras, libres de toda cultura, rodeado de seres esclavos de ella, ese era yo.
Ahora todo es diferente, algo o alguien me tiene recluido, me alimenta, me cobija, le debo seguir vivo, pero tengo que pagar lo mas preciado que tengo; mi libertad.
¿Quien es? ¿Qué es? ¿Cómo se llama? ¿Existe de verdad? ¿O todo es fruto de mi imaginación buscando sentido a mi reclusión?
Sé que necesito de él para seguir, pero dudo que me ayude a volver a ser como fui, nada volverá a ser como antes, sin duda este es un camino sin retorno…
El viento me habla, pero no consigo entenderlo, parece traer sonidos de otras celdas,
¿Hay alguien ahí?......
Tartessus Baobab
jueves, 21 de abril de 2011
Diario apócrifo de E. Sinclair 1
Qué lugar es éste que me obliga a pensar. Dudo que exista, dudo que me libere, ¡dudo que esté despierto!, ¡dudo de mí!
Solo quiero vivir, vivir sin pensar, sin sentir, sin valorar, sin tener
conciencia de nada, porque nada es lo que yo necesito para evadirme de este
mundo y disfrutar de todo.
Pero no puede ser, ¡vuelvo a pensar y eso me frustra!
Ya hace demasiado tiempo que decidí ser banal, me incorpore a los seres que pasan por este mundo sin dejar nada, tan solo se aprovechan de lo que otros han creado, ¡ese seria yo! Y lo llevaba a cabo con total éxito, hasta ahora, ahora me encuentro en este lugar que me obliga a pensar.
Aquí el vacío que llenaba mi vida se confunde dando paso a momentos de conciencia y perturbación.
No quiero ser consciente de nada, si mi actitud ofende, pues que se ofendan; si mi actitud perjudica, pues que se perjudiquen…
Nada puede manejar mi vida, mi vida es mía y no de mi conciencia.
Pero ¿dónde me encuentro? , ¿qué nueva bifurcación ha aparecido en mi camino para que llegara hasta aquí?. Alguien me forzó a emprender este nuevo camino, tengo que averiguar quien fue, realmente no me interesa tampoco eso, tan solo quiero salir de él y volver al mío, al camino que otros llaman de perdición y yo denomino de realidad. Realidad es todo camino que me haga disfrutar cada instante en este absurdo mundo sin pensar en nada más…
Tartessus Baobab
Pero no puede ser, ¡vuelvo a pensar y eso me frustra!
Ya hace demasiado tiempo que decidí ser banal, me incorpore a los seres que pasan por este mundo sin dejar nada, tan solo se aprovechan de lo que otros han creado, ¡ese seria yo! Y lo llevaba a cabo con total éxito, hasta ahora, ahora me encuentro en este lugar que me obliga a pensar.
Aquí el vacío que llenaba mi vida se confunde dando paso a momentos de conciencia y perturbación.
No quiero ser consciente de nada, si mi actitud ofende, pues que se ofendan; si mi actitud perjudica, pues que se perjudiquen…
Nada puede manejar mi vida, mi vida es mía y no de mi conciencia.
Pero ¿dónde me encuentro? , ¿qué nueva bifurcación ha aparecido en mi camino para que llegara hasta aquí?. Alguien me forzó a emprender este nuevo camino, tengo que averiguar quien fue, realmente no me interesa tampoco eso, tan solo quiero salir de él y volver al mío, al camino que otros llaman de perdición y yo denomino de realidad. Realidad es todo camino que me haga disfrutar cada instante en este absurdo mundo sin pensar en nada más…
Tartessus Baobab
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La senda de Demian y Edmundo
viernes, 15 de abril de 2011
DIARIO DE DEMIAN PILGRIM 2
Yo le hablo al viento y desde lo alto de la torre me responde. En este tiempo no me comunico con nadie. Nadie viene a visitarme ni yo voy a visitar a nadie. Realmente no sé si hay alguien más en esta fortaleza.
Cuando llegué lo hice por propia voluntad, sabía a lo que renunciaba de mi
anterior vida, conocía la pérdida y pensaba encontrar caminos. Abandoné Aja y
dejé atrás el hábito de recurrir constantemente a la apariencia rutinaria de un
sentido literalmente ocupado en el día a día, de no percibir lo fútil y trivial
de una vida. No alejaba al vacío, no lo calmaba, pero conseguía que lo olvidase
durante largos periodos.
Aunque negar la esencia es negar el silencio profundo para luego sustituirlo por el vacío, solamente para escapar del desasosiego repleto de vértigo.
El vacío. El vacío me seguía a todos lados, iba notando cómo se adhería a mi piel llegando a convivir conmigo.
Fue entonces cuando escuché de nuevo el estribillo de la canción de Jarrx “..quiero sumergirme en momentos que valen por mi vida..” Y descubrí que el vacío era un amante que se había apoderado de mi voluntad y estaba presto a destrozar mi alma.
Ahora, después de estos dos meses recluido en mi celda ha llegado el momento de saber si hay alguien más en esta fortaleza.
¿Hay alguien ahí?............
* Masmoc Utopía
Aunque negar la esencia es negar el silencio profundo para luego sustituirlo por el vacío, solamente para escapar del desasosiego repleto de vértigo.
El vacío. El vacío me seguía a todos lados, iba notando cómo se adhería a mi piel llegando a convivir conmigo.
Fue entonces cuando escuché de nuevo el estribillo de la canción de Jarrx “..quiero sumergirme en momentos que valen por mi vida..” Y descubrí que el vacío era un amante que se había apoderado de mi voluntad y estaba presto a destrozar mi alma.
Ahora, después de estos dos meses recluido en mi celda ha llegado el momento de saber si hay alguien más en esta fortaleza.
¿Hay alguien ahí?............
* Masmoc Utopía
lunes, 24 de enero de 2011
DIARIO DE DEMIAN PILGRIM 1
Llevo diez días aquí. Durante este tiempo de completa soledad en mi celda he llegado a entender porqué estoy aquí, porqué no me he marchado de vuelta a mi antiguo lugar. Sé que podré descifrar el jeroglífico, he logrado atisbar una pequeñísima llama de luz en lo más profundo del silencio y el frío. Estoy ardiendo y siento frío. He penetrado en el corazón del silencio, donde fluye la quietud; y desde allí he desplegado mis alas para volar hacia adentro, y también he revisado todo lo de afuera. He encontrado páginas que olvidé que un día leí y también libros desgastados y maltratados. Estoy aquí para existir. Existo para vivir. Vivo para sentir. Siento que no soy yo, que aún no soy yo…
* Masmoc Utopía
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martes, 28 de diciembre de 2010
Bienvenidos todos al abismo
Desalojo mi yo externo que me enmascara, actuando día a día para mantener una apariencia banal, y penetro en los abismos de la razón interior.
Me sentencio con la necesidad de actuar ante un mundo vacío de bondad y empatía; pero repleto de egoísmo y violencia.
¡Asignatura pendiente digna de potenciar es la empatía!
No poner la otra mejilla, pero comprender lo que le mueve a abofetearme poniéndome en su lugar; no abofetear su otra mejilla, pero sentir el impacto en la mejilla de la persona que abofeteo.
Seres de todas las épocas lucharon por encontrar utopías de sociedad. Imposibles de encontrar ante la necesidad de mantener aquel que las hace todas imperfectas:
“El ser humano”.
Bienvenidos todos al abismo, ante él y sobre todo tras él, solo se puede encontrar conformismo y necesidad de ser feliz, con el convencimiento de vivir un presente, y rechazando un futuro irreal e imperfecto.
Tartessus Baobab
Me sentencio con la necesidad de actuar ante un mundo vacío de bondad y empatía; pero repleto de egoísmo y violencia.
¡Asignatura pendiente digna de potenciar es la empatía!
No poner la otra mejilla, pero comprender lo que le mueve a abofetearme poniéndome en su lugar; no abofetear su otra mejilla, pero sentir el impacto en la mejilla de la persona que abofeteo.
Seres de todas las épocas lucharon por encontrar utopías de sociedad. Imposibles de encontrar ante la necesidad de mantener aquel que las hace todas imperfectas:
“El ser humano”.
Bienvenidos todos al abismo, ante él y sobre todo tras él, solo se puede encontrar conformismo y necesidad de ser feliz, con el convencimiento de vivir un presente, y rechazando un futuro irreal e imperfecto.
Tartessus Baobab
sábado, 11 de diciembre de 2010
DESIERTO INFINITO
Líneas paralelas que avanzan
a través de la luz
de un desierto infinito.
Todo el ocaso de la noche
se refleja en las arenas.
Todo el frío de las estrellas
hiela la sangre en mis venas.
La ilusión se amordaza
al alba de negritud
de un océano proscrito.
El aire mortecino,
la lúgubre estancia,
el ritmo cansino...
La emoción echa anclas.
El desierto, con su eterna danza
hace bailar al corcel temeroso
y a su jinete malherido.
Lineas paralelas,
ocaso que amordaza
la emoción del mañana.
Desierto infinito,
luz que amenaza.
* Masmoc Utopía.
a través de la luz
de un desierto infinito.
Todo el ocaso de la noche
se refleja en las arenas.
Todo el frío de las estrellas
hiela la sangre en mis venas.
La ilusión se amordaza
al alba de negritud
de un océano proscrito.
El aire mortecino,
la lúgubre estancia,
el ritmo cansino...
La emoción echa anclas.
El desierto, con su eterna danza
hace bailar al corcel temeroso
y a su jinete malherido.
Lineas paralelas,
ocaso que amordaza
la emoción del mañana.
Desierto infinito,
luz que amenaza.
* Masmoc Utopía.
sábado, 23 de octubre de 2010
Surcando los mares
Aún se me eriza la piel cuando recuerdo aquel día. Pudo empezar de cualquier forma, incluso no se bien como llegamos, solo tengo imágenes desde el instante en el que abordábamos la embarcación desde un pequeño pantalán.
El patrón, mi padre, nos situó para que el viaje fuese lo mas agradable posible, y no sufriéramos ningún percance grave con el vaivén de las olas.
Luisa, mi vecina, nos acompañaba aquel día, y su retrato aún se mantiene en la retina de mis ojos, con un cabello negro y liso que mesaba una brisa marinera. Una imagen perdura en mí, inerte justo delante de nosotros se transformó en el mascarón de proa más bello que ningún navío tuvo nunca.
Unos nervios rebosantes de ilusión me hacían moverme más de lo apropiado y sufría diversos tipos de advertencia por parte de mis padres.
Recorrimos sitios fabulosos, puertos que yo imaginaba llenos de piratas, creía ver ciudades llenas de encanto y monumentos increíbles que jamás volvería a visitar, pasamos por puentes que sobre nosotros albergaban seres que parecían apuntarnos con sus armas.
Todo aquel viaje fue capitaneado por un padre que demostraba marinería en cada viraje, mientras yo desde la popa, donde me habían situado, gritaba a los cuatro vientos:
¡A estribor gira a estribor grumete que nos atacan!
Como todo momento que nos toca vivir, este también llega a su fin, y envuelto en la magia del viaje no me doy cuenta hasta que ya ha terminado.
Ya voy por el camino de tierra que linda el muelle, y un último recuerdo me quiero llevar de aquel día. Me vuelvo mientras aprieto con fuerza sobre mi pecho un sobre de papel donde todo un ejercito de soldaditos de plástico se apretujan unos contra otros, soldaditos que poco antes de mi viaje me había comprado mi padre, y veo unas barquitas que se despiden de mi junto a ese lugar tan maravilloso que Aníbal González fraguara para el disfrute de un niño como yo.
Tartessus Baobab
El patrón, mi padre, nos situó para que el viaje fuese lo mas agradable posible, y no sufriéramos ningún percance grave con el vaivén de las olas.
Luisa, mi vecina, nos acompañaba aquel día, y su retrato aún se mantiene en la retina de mis ojos, con un cabello negro y liso que mesaba una brisa marinera. Una imagen perdura en mí, inerte justo delante de nosotros se transformó en el mascarón de proa más bello que ningún navío tuvo nunca.
Unos nervios rebosantes de ilusión me hacían moverme más de lo apropiado y sufría diversos tipos de advertencia por parte de mis padres.
Recorrimos sitios fabulosos, puertos que yo imaginaba llenos de piratas, creía ver ciudades llenas de encanto y monumentos increíbles que jamás volvería a visitar, pasamos por puentes que sobre nosotros albergaban seres que parecían apuntarnos con sus armas.
Todo aquel viaje fue capitaneado por un padre que demostraba marinería en cada viraje, mientras yo desde la popa, donde me habían situado, gritaba a los cuatro vientos:
¡A estribor gira a estribor grumete que nos atacan!
Como todo momento que nos toca vivir, este también llega a su fin, y envuelto en la magia del viaje no me doy cuenta hasta que ya ha terminado.
Ya voy por el camino de tierra que linda el muelle, y un último recuerdo me quiero llevar de aquel día. Me vuelvo mientras aprieto con fuerza sobre mi pecho un sobre de papel donde todo un ejercito de soldaditos de plástico se apretujan unos contra otros, soldaditos que poco antes de mi viaje me había comprado mi padre, y veo unas barquitas que se despiden de mi junto a ese lugar tan maravilloso que Aníbal González fraguara para el disfrute de un niño como yo.
Tartessus Baobab
martes, 19 de octubre de 2010
PARTIDITO
Me tomo el pan con
mantequilla y el vaso de leche, con ganas de terminar ya la merienda. Me
separan unos minutos para salir a la calle y encontrarme con los amigos para
jugar al fútbol. Las clases de la tarde, hoy han sido especialmente pesadas en
el colegio Santas Justa y Rufina. La pelota parece mirarme desde un rincón de
la cocina, como diciéndome que ha llegado el momento de salir pitando a la
calle. Entonces, me levanto de la silla, dejo el vaso vacío en el fregadero y,
caminando hacia la sonriente pelota, le digo a mi madre que salgo fuera un rato
antes de hacer los deberes. A esta hora de la tarde incluso en la segunda
cadena de la tele emiten programas, y eso juega a mi favor, por lo que solamente
oigo el sonido del telefunken como despedida.
Mis amigos me ven
llegar con la pelota bajo el brazo y algunos saltan y corren hacia mí.
Lorencito camina detrás de ellos dando palmas y repitiendo a voz en grito
“partidito, partidito…”. Les pregunto que quién echa pie conmigo para elegir
equipos, a lo que Félix responde “pie entero, quepa o no quepa, las medias pa
las mujeres” y se sitúa frente a mí, sonriente. Comenzamos a elegir jugadores.
Mi amigo, y compañero de clase, Beja ha podido venir con su amigo Carlete. Mis
amigos de la calle no saben lo bien que retiene el balón y los malabarismos que
hace; lo elijo sin dificultad diciéndole “Beja, ya sabes, a hacer paredes igual
que en el recreo del cole”.
En la carretera hemos
colocado las dos piedras a modo de postes de portería de fútbol, midiendo antes
la distancia similar en pasos. Hoy tenemos tres coches aparcados al lado de los
adoquines, a los que también habrá que driblar, al igual que a los árboles de
las dos aceras. Seguimos la regla no escrita por las que si viene un coche o
una moto se para el juego, reanudándose cuando pase; si personas mayores entran
en nuestro terreno de juego detenemos de igual modo el partido hasta que salgan
de la zona. Comentamos que debemos tener cuidado con que la pelota no caiga en
el balcón de la casa de en frente porque no volveríamos a verla. Monti avisa
del peligro de que la pelota entre en el patio donde la Sara descansa tras las
rejas, estirada en el suelo con sus cuatro patas, su hocico negro y su pelaje
canela y azabache. Da miedo.
Comienza el partidito.
Lorencito, cuando juega, es un fijo en mi equipo para la portería. Beja y yo
hacemos varias jugadas con paredes cortas que desorientan al equipo contrario.
Nos distanciamos en el marcador, ya vamos 5 a 2 a favor. Monti es muy veloz en
carrera y aprovecha dos buenos pases para anotar dos goles más. Lo malo es que
en el último de ellos se pegó un trancazo con un árbol y, al sangrar por la
nariz, tuvo que retirarse, quedándonos con un jugador menos.
Joaqui, que es más
listo que el hambre, aprovecha la situación. Se coloca en la defensa y cada vez
que un ataque nuestro sale fuera de gol, Rogelio, el portero de su equipo, le pasa rápidamente el balón y Joaqui lanza
un puntapié a Leo, que espera pacientemente para quedarse solo ante Lorencito y
este poco puede hacer para evitar varios goles. Claro que aquí no existe la
regla del Fuera de juego.
Ahora, en mi calle, no
existe otro mundo más que la pelota, los amigos, driblar, defender, correr,
atacar y luchar por ganar el partidito. Para mí, no hay nada más allá del
sentido de equipo junto con el esfuerzo con los demás, la armonía y el
desarrollo del juego.
Tras un largo rato de
juego, la distancia del resultado se ha reducido hasta el 7 a 6 a nuestro
favor. Algunas madres ya se han asomado a la puerta para avisarnos de que ha
llegado la hora de recogerse. En ese momento Juani pega un potente chupinazo
que se colaba en nuestra portería, cuando me tiro al suelo y despejo el balón
con la mano, no sin antes patinar por el asfalto con mis rodillas. “Penalti,
Penalti,…” grita Javier, cerca de la jugada, mientras observo el color rojizo
que comienza a cubrir mis piernas. No hay duda, es penalti.
Acordamos que la
última jugada será el lanzamiento del penalti. Tendrán una posibilidad de
empatar o ganaremos nosotros el partidito. Algunos de mi equipo comentan que
debería ponerse otro portero más fiable para la jugada decisiva pero la mayoría
no aceptamos eso. Beja me pregunta cómo estoy después de ver que la sangre
llega ya a mis zapatos gorila. Le digo que estoy bien, que Monti está más
chungo que yo porque todavía está cubriéndose la nariz con un pañuelo.
La noche ha caído, y
escasas farolas iluminan débilmente la última escena del encuentro. Oímos el
característico silbido llamando a retirada del padre de Juani y Joaqui desde la
esquina de la calle con Santuario de las Cabezas. Mi madre se asoma a la puerta
de casa y me lanza un ultimatum para que vuelva ya, pero yo sigo apurando los
minutos finales. Joaqui, sonriendo, pone el balón en el punto de penalti
imaginario, a siete pasos de la portería. Lorencito se coloca en el centro del
marco, da una palmada y le dice que dispare cuando quiera. Joaqui inicia la
carrera y le pega con potencia un punterazo a la pelota, yendo esta rasera y
esquinada en dirección clara de gol.
Todos permanecemos en
silencio presenciando la jugada. Y aquí es cuando nos sorprende Lorencito,
lanzándose al suelo, haciendo chirriar el metal del aparato ortopédico que
acompaña a su pierna al chocar con el asfalto de la carretera, logrando
despejar la pelota con su zapato especial de suela gruesa. Impresionante.
Javier ayuda a
levantarse a Lorencito del suelo y todos los de mi equipo saltamos y gritamos
de alegría abrazando a nuestro héroe del partido, que sólo sabe reír
nerviosamente mirándonos a todos con su rostro pleno de emoción.
Gran partidito.
La mayoría nos vamos
retirando al tiempo que comentamos algunas jugadas ocurridas, sobre todo la
última gran intervención de nuestro portero.
Mañana esperamos
volver a jugar de nuevo; cualquiera puede ganar o perder, e incluso empatar,
pero siempre jugamos todos. Y lo hacemos con el entusiasmo y la alegría que
siempre nos da jugar un partidito de fútbol en nuestra calle.
Que nunca se acabe
esta dicha.
domingo, 3 de octubre de 2010
Caballitos de cañas
La niñez, mi niñez, perversos recuerdos inundan una mente que aún joven, se siente envejecer por la lejanía en el tiempo de las historias vividas.
Todos los detalles de momentos e incluso las historias completas que recuerdo de mi pasado, a veces me parecen ser imaginarias. Inventadas al amparo de un tiempo ya transcurrido, pero son mi pasado.
Toda una vida guiada por un hipotético destino que nos maneja a su antojo, al menos en eso nos basamos para justificar lo inapropiado de nuestra conducta en determinadas ocasiones.
Recuerdo un patio de vecinos, donde lo único en común que teníamos las familias que lo habitábamos era el servicio para hacer nuestras necesidades; yo privilegiado de mi tenía un trono blanco sobre el que depositaba mis sobras mientras toda una reina se encargaba de deshacerse de ellas.
Era un príncipe con dedicación absoluta a mi trabajo; este consistía en disfrutar de mi familia y de mis amigos, sobre todo pasando por la ineludible ocupación del juego continuo. Juego a cualquier cosa, a nada me negaba: piola, el coger, el esconder, palma arriba palma abajo…, y nuestro pasatiempo favorito, que consistía en saltar por bloques de mármol que junto a nuestra barriada, ya antigua para aquel tiempo, lindaba nuestro territorio.
¡Aprieta la caló! Niña tapona el desagüe que vamos a preparar una piscina para los crios. Y con un pequeño charco que se formaba en el patio disfrutábamos de una piscina imaginaria que desbordaba nuestra alegría.
Dicen que eran tiempos difíciles, que no poseíamos nada, que todas nuestras libertades estaban cercenadas; pero yo de eso no recuerdo nada, mis primeros años fueron tan felices que volvería a repetirlos sin saltarme ni siquiera el momento en el que mi madre, con alpargata en mano, me traía riñéndome desde la fábrica de mármoles.
Gracias doy una y mil veces a unos padres que me supieron dar lo único que de verdad necesita un niño, amor y un espejo digno en quien fijarse.
Tartessus Baobab
Todos los detalles de momentos e incluso las historias completas que recuerdo de mi pasado, a veces me parecen ser imaginarias. Inventadas al amparo de un tiempo ya transcurrido, pero son mi pasado.
Toda una vida guiada por un hipotético destino que nos maneja a su antojo, al menos en eso nos basamos para justificar lo inapropiado de nuestra conducta en determinadas ocasiones.
Recuerdo un patio de vecinos, donde lo único en común que teníamos las familias que lo habitábamos era el servicio para hacer nuestras necesidades; yo privilegiado de mi tenía un trono blanco sobre el que depositaba mis sobras mientras toda una reina se encargaba de deshacerse de ellas.
Era un príncipe con dedicación absoluta a mi trabajo; este consistía en disfrutar de mi familia y de mis amigos, sobre todo pasando por la ineludible ocupación del juego continuo. Juego a cualquier cosa, a nada me negaba: piola, el coger, el esconder, palma arriba palma abajo…, y nuestro pasatiempo favorito, que consistía en saltar por bloques de mármol que junto a nuestra barriada, ya antigua para aquel tiempo, lindaba nuestro territorio.
¡Aprieta la caló! Niña tapona el desagüe que vamos a preparar una piscina para los crios. Y con un pequeño charco que se formaba en el patio disfrutábamos de una piscina imaginaria que desbordaba nuestra alegría.
Dicen que eran tiempos difíciles, que no poseíamos nada, que todas nuestras libertades estaban cercenadas; pero yo de eso no recuerdo nada, mis primeros años fueron tan felices que volvería a repetirlos sin saltarme ni siquiera el momento en el que mi madre, con alpargata en mano, me traía riñéndome desde la fábrica de mármoles.
Gracias doy una y mil veces a unos padres que me supieron dar lo único que de verdad necesita un niño, amor y un espejo digno en quien fijarse.
Tartessus Baobab
viernes, 6 de agosto de 2010
lunes, 2 de agosto de 2010
Dueño de mi propio mundo
Capítulo XIV(Final): Enter K
Carmina Burana encrechendo, sonido que llega a mis oídos y me despierta de un sueño provocado; ¿todo ha sido un sueño? ¿Me encuentro aún en mi nave?
Me agito con impaciencia, pero mi cuerpo no reacciona ante las órdenes mandadas por mi cerebro y permanezco yerto ante la espera de acontecimientos.
Un líquido amargo penetra por mi boca y poco a poco mis sentidos se van despertando; la música que parecía fruto de mi imaginación, se sigue desarrollando en la lejanía. La estancia se manifiesta con una frialdad que penetra en mis huesos aún inmóviles. Y tras un despertar lento y sincronizado, escucho una voz familiar:
- Melkart, ya hemos llegado.
Miro con la impaciencia que me provoca el desconocimiento de los hechos, y encuentro ante mis ojos como Eritra, Renaín y Godbluf esperan que vuelva a Utobab.
- Estáis aquí, ¿Qué me ha pasado?
Godbluf, con la tranquilidad que lleva en su espíritu, me explicó cómo habían transcurrido los días siguientes a la batalla y el viaje que realizamos hasta llegar al lugar donde nos hallábamos.
Me ayudaron a levantar de unas parihuelas en las que había sido transportado hasta aquel lugar.
- Los Hermanos de Sol te han traído hasta aquí, a partir de esta puerta solo podremos entrar los cuatro.
Dijo Renaín con palabras amables.
Nos despedimos de aquellos cuatro amigos que flanquearían la puerta hasta que volviéramos.
Pude ver como aquella puerta de entrada a tan descomunal pirámide, se adentraba en una rampa descendente hacía la mas completa oscuridad.
Caminaba apoyado en Eritra y Renaín, eran un apoyo firme en el camino; a cada paso unas luces se iban encendiendo y guiándonos. Godbluf iba explicándome el motivo de nuestra visita a aquel lugar, y el porqué de no esperar a mi recuperación.
“El que Perdura” quería vernos y nos enseñaría el legado, al cual pertenecíamos, sin duda esa era la clave de todos aquellos misterios que nunca pude llegar a comprender, por lo que mi impaciencia por conocer todos los secretos de Utobab conseguía que volviera la fuerza a mi cuerpo rápidamente.
La música cada vez se podía escuchar con mayor claridad cuando una puerta nos flanqueaba el camino, un gran sol igual al que portaba junto a mi pecho presidía el centro de esta.
Godbluf y Renaín se colocaron unas gafas de cristal dorado, posaron sus manos sobre el dibujo durante unos segundos y al comenzar a oírse un silbido débil apartaron las manos. Desde el centro de la imagen del sol apareció un rayo de luz dirigido de igual modo a los ojos de los dos, la estela luminosa duró unos segundos y la puerta se abrió lentamente.
Todo a partir de aquella puerta me parecía familiar, como haber vivido antes el recorrer las estancias de aquel lugar.
- Ahora vamos a entrar en el Salón de Tablas, en este lugar los Hermanos del Sol presentan su Tabla de Honor a “El que Perdura”, aquí lo conoceréis.
Dijo Godbluf con su habitual voz parsimoniosa.
Frente a nosotros una gran sala en cuyo centro la pantalla atraía mis ojos y lo inundaban de incontables estrellas que brillaban sobre un universo infinito.
La cúpula celeste hacía aún más conocido el lugar, sin duda parecía una réplica de mi nave.
Ensimismado en todo aquello, tardé en descubrir la figura que se encontraba frente a nosotros envuelta en una capa azul.
- Sed bienvenidos.
En su pecho comenzó a brillar algo que colgaba de él y no había logrado distinguirlo aún qué era, cuando sobre mi pecho también brilló el sol que había portado durante todo este tiempo, sin duda ya estaban interconectados.
Miré a Eritra y me devolvió una mirada en la que reflejaba una conmoción inusual en ella.
“El que perdura” avanzó dos pasos invitando con un gesto a que tomaran asiento. Melkart no ocultaba su expresión de asombro escrutando el Salón de Tablas. Eritra continuaba absorta contemplando fijamente a “El que perdura”. Renaín se movía en su asiento con cierta impaciencia. Godbluf mantenía su aspecto sereno y relajado.
- No hay planetas en el universo en los que puedan caber los sentimientos de gratitud de un pueblo, de un mundo hacia la Luz
de Utobab y su Guardián
“El que perdura” hizo una pausa mirando a Eritra y Melkart continuando seguidamente.
- Godbluf comparte conocimientos conmigo sobre el Legado de las Estrellas, por su condición de Maestro de Tarde. Nuestro nuevo Maestro de Día todavía no ha tenido ocasión de adentrarse en los secretos de La Historia, por lo que algunas revelaciones serán nuevas para él.
Acarició el medallón y tomó asiento en el sillón giratorio que estaba frente a la gran pantalla.
- Es el momento de conocer el pasado, la realidad del presente y un futuro más claro para Utobab. Melkart, ¿te dice algo esta estancia?
- Con algunas diferencias, es similar a la sala central de mando de la nave espacial que nos trajo aquí.- Dijo Melkart.
- Exacto. Estamos en una nave parecida a la que llegasteis. Aunque esta tiene unas innovaciones tecnológicas que la hacen única. El más grande científico que haya habido en la Tierra la creó con avances en la conjunción con el medio natural y ecológico, dotándola de características muy especiales. Algunas de ellas las habéis vivido en las llamadas manifestaciones de Utobab.
- Pero hemos entrado a la Gran Pirámide, ¿está la nave oculta?-dijo Melkart.
- Cierto es. La nave se encuentra camuflada bajo la Gran Pirámide. Y puede ponerse en movimiento sin afectar la estructura de la edificación y sin que nadie externo lo note.
Renaín descubría secretos inimaginables antes de emprender la Gran Caza. Le parecía que habían pasado años desde entonces y que Eritra y Melkart formaban parte de su vida desde siempre.
- ¿Llegaron en esta nave desde la Tierra? – preguntó Eritra.
- Hace muchos años llegué aquí acompañado por una tripulación de veintiuna personas. Encontramos un poblado humano muy primitivo, con unas costumbres elementales y básicas. La misión que traía la expedición era similar a la que os trajo aquí, en principio.
- ¿También teníais que encontrar un planeta habitable para los habitantes de la agonizante Tierra?- preguntó Melkart.
- Así era en su origen el contenido de la misión. Pero la primera expedición en la que llegamos tenía unas características muy especiales.
“El que perdura” se puso de pie frente a la gran pantalla donde observaba las estrellas, se quedó callado durante unos cinco segundos, silencio total que fue respetado por todos. Se giró con parsimonia y continuó hablando.
- El creador de la nave bautizada cómo Exilum tenía su propia misión
fraguada en su interior. Su sabiduría le llevó a la conclusión de que había que buscar un nuevo renacer para la raza humana, en otro planeta. Pero a diferencia de la misión oficial que era localizar un planeta habitable, comprobar sus condiciones, conquistarlo si hiciera falta y regresar para trasladar a los habitantes de una Tierra moribunda; el Profesor Enter K. comprendió que todo ese proceso no sería posible, que la Tierra y el hombre estaban abocados a la destrucción y si se lograba encontrar un mundo habitable, el conocimiento de tal descubrimiento llevaría a la última gran guerra por conseguir billete al “paraíso”. Por ello se encargó del diseño y construcción del Exilum, una vez realizado destruyó los planos y las claves para lograr una nave igual de avanzada. Solamente dejó plasmado un segundo proyecto de nave espacial con las coordenadas secretas de configuración de vuelo espacial, disponiendo esta también de la posibilidad de llegar al mismo destino de la primera expedición. Aunque esta segunda nave no disponía de la nueva tecnología conjuntada con el medio natural. El Profesor Enter K. convenció a las autoridades de que dicha tecnología no se había desarrollado convenientemente y para una segunda expedición sería más seguro prescindir de ella.
- Entonces nosotros somos la segunda expedición.- Dijo Melkart.
- Sí, así es. El profesor, junto a un reducido grupo de científicos localizaron un punto en la galaxia que podría albergar vida, sólo que el llegar allí era muy complejo y peligroso. La ruta por el espacio descubierta no se basaba en patrones científicos hasta entonces conocidos. Si la primera expedición no regresaba, más tarde iría la segunda, aunque con un sentido militar más pronunciado.
- Yo no conocía la existencia de la primera misión. Para mí era la única expedición.-Dijo Melkart visiblemente afectado por su debilitamiento y las revelaciones que estaba oyendo.
- Por supuesto, todo se llevaba con el máximo secreto. El Profesor Enter K. comprendió que el final de la historia iba a ser muy diferente de su idea original e intentó hacer cambiar de opinión a los gobernantes de la Tierra. Todo fue inútil. Se asegurarían de que la expedición de la nave Dúox conseguiría el objetivo, con la fuerza militar exclusivamente. Entonces consiguió colocar en la tripulación a Eritra. Aunque la tripulación de esta nave era bien distinta; en la Exilum me acompañaban veintiuna personas, mientras que en la nave Dúox, Melkart, eras el único humano.
Godbluf y Renaín miraron con asombro y sorpresa a Eritra mientras “El que perdura” realizó una breve pausa. Eritra continuaba mirando a “El que perdura” como hechizada ante su visión.
- Exactamente así es caballeros. Cómo bien sabe Melkart, Eritra es un robot. Lo que él no conoce es que se trata de un modelo de única generación que fue creado por el Profesor Enter K, formaba parte del mecanismo de navegación de la Dúox; sin ella la nave no podría encontrar las difíciles coordenadas de este planeta. Aunque ni ella sabía que disponía de esas características tan especiales y asociadas obligatoriamente a la segunda misión. No existe en la Tierra un robot tan perfeccionado como nuestra Luz de Utobab; su aspecto externo es igual que un humano, su perfección de piel sintética es magnífica. Es casi imposible determinar que es un robot.
- ¿Por qué yo estaba unida al dispositivo de navegación de la nave? – preguntó Eritra algo conmocionada.
- Tu creador se aseguró de que fueras en la Dúox para, de alguna manera, compensar el peso militar de la expedición. Afortunadamente Melkart no actuó como esperaban aunque eso hizo que el dispositivo militar reserva se activase por sí solo.
Eritra se puso de pie, posó su mano en una de las dos columnas que adornaban la sala y mirando a Renaín ya Godbluf dijo.-Me hizo con unas cualidades muy especiales y exclusivas que incluso estoy descubriendo y creo que seguiré potenciando en el futuro, ¿no es así?
- Así es y así será.- Respondió “El que perdura”.
- Nuestro Legado de las Estrellas nos decía que vendrían unos extranjeros del espacio exterior.- Dijo Renaín
- El Legado de las Estrellas lo escribí yo. Los primeros exploradores del espacio llegamos en la Exilum hace ya ciento veintiséis años. Nos mezclamos con el grupo reducido de habitantes primitivos que encontramos a orillas del Gran Río. Reiniciamos entonces una nueva civilización basada en valores ya perdidos o en desuso en la antigua Tierra. Sabíamos que llegaría una segunda expedición y debíamos estar preparados para luchar o compartir.
- Pero cómo es posible que estés vivo desde hace más de cien años. ¿Te acompaña algún miembro más de la antigua tripulación?
- No, Melkart. Soy el único que puede contarlo.
- Sigo sin entenderlo.- Dijo el Guardián de Utobab.
- El Profesor Enter K. lo quiso así. Mi auténtico nombre es Adaner y él fue mi creador.
Realizamos el camino de vuelta en silencio, cada uno ensimismado en sus pensamientos. Godbluf descubrió cosas en aquella reunión que jamás hubiese imaginado; Adoraba a un robot; Eritra que era un robot único por encima incluso de aquel que había creado una civilización como Tull; Renaín que era descendiente directo de nada menos que Adaner un robot con capacidad para procrear; y yo, que me quedaría para siempre en Utobab, un planeta al que había llegado sin saber que no era otro que la Tierra en sus comienzos y nuestra misión consistiría en contribuir a que siglos después no volviera a acabar devastada por la influencia del ser humano. FIN
* Tartessus Baobab-Masmoc Utopia *
Carmina Burana encrechendo, sonido que llega a mis oídos y me despierta de un sueño provocado; ¿todo ha sido un sueño? ¿Me encuentro aún en mi nave?
Me agito con impaciencia, pero mi cuerpo no reacciona ante las órdenes mandadas por mi cerebro y permanezco yerto ante la espera de acontecimientos.
Un líquido amargo penetra por mi boca y poco a poco mis sentidos se van despertando; la música que parecía fruto de mi imaginación, se sigue desarrollando en la lejanía. La estancia se manifiesta con una frialdad que penetra en mis huesos aún inmóviles. Y tras un despertar lento y sincronizado, escucho una voz familiar:
- Melkart, ya hemos llegado.
Miro con la impaciencia que me provoca el desconocimiento de los hechos, y encuentro ante mis ojos como Eritra, Renaín y Godbluf esperan que vuelva a Utobab.
- Estáis aquí, ¿Qué me ha pasado?
Godbluf, con la tranquilidad que lleva en su espíritu, me explicó cómo habían transcurrido los días siguientes a la batalla y el viaje que realizamos hasta llegar al lugar donde nos hallábamos.
Me ayudaron a levantar de unas parihuelas en las que había sido transportado hasta aquel lugar.
- Los Hermanos de Sol te han traído hasta aquí, a partir de esta puerta solo podremos entrar los cuatro.
Dijo Renaín con palabras amables.
Nos despedimos de aquellos cuatro amigos que flanquearían la puerta hasta que volviéramos.
Pude ver como aquella puerta de entrada a tan descomunal pirámide, se adentraba en una rampa descendente hacía la mas completa oscuridad.
Caminaba apoyado en Eritra y Renaín, eran un apoyo firme en el camino; a cada paso unas luces se iban encendiendo y guiándonos. Godbluf iba explicándome el motivo de nuestra visita a aquel lugar, y el porqué de no esperar a mi recuperación.
“El que Perdura” quería vernos y nos enseñaría el legado, al cual pertenecíamos, sin duda esa era la clave de todos aquellos misterios que nunca pude llegar a comprender, por lo que mi impaciencia por conocer todos los secretos de Utobab conseguía que volviera la fuerza a mi cuerpo rápidamente.
La música cada vez se podía escuchar con mayor claridad cuando una puerta nos flanqueaba el camino, un gran sol igual al que portaba junto a mi pecho presidía el centro de esta.
Godbluf y Renaín se colocaron unas gafas de cristal dorado, posaron sus manos sobre el dibujo durante unos segundos y al comenzar a oírse un silbido débil apartaron las manos. Desde el centro de la imagen del sol apareció un rayo de luz dirigido de igual modo a los ojos de los dos, la estela luminosa duró unos segundos y la puerta se abrió lentamente.
Todo a partir de aquella puerta me parecía familiar, como haber vivido antes el recorrer las estancias de aquel lugar.
- Ahora vamos a entrar en el Salón de Tablas, en este lugar los Hermanos del Sol presentan su Tabla de Honor a “El que Perdura”, aquí lo conoceréis.
Dijo Godbluf con su habitual voz parsimoniosa.
Frente a nosotros una gran sala en cuyo centro la pantalla atraía mis ojos y lo inundaban de incontables estrellas que brillaban sobre un universo infinito.
La cúpula celeste hacía aún más conocido el lugar, sin duda parecía una réplica de mi nave.
Ensimismado en todo aquello, tardé en descubrir la figura que se encontraba frente a nosotros envuelta en una capa azul.
- Sed bienvenidos.
En su pecho comenzó a brillar algo que colgaba de él y no había logrado distinguirlo aún qué era, cuando sobre mi pecho también brilló el sol que había portado durante todo este tiempo, sin duda ya estaban interconectados.
Miré a Eritra y me devolvió una mirada en la que reflejaba una conmoción inusual en ella.
“El que perdura” avanzó dos pasos invitando con un gesto a que tomaran asiento. Melkart no ocultaba su expresión de asombro escrutando el Salón de Tablas. Eritra continuaba absorta contemplando fijamente a “El que perdura”. Renaín se movía en su asiento con cierta impaciencia. Godbluf mantenía su aspecto sereno y relajado.
- No hay planetas en el universo en los que puedan caber los sentimientos de gratitud de un pueblo, de un mundo hacia la Luz
de Utobab y su Guardián
“El que perdura” hizo una pausa mirando a Eritra y Melkart continuando seguidamente.
- Godbluf comparte conocimientos conmigo sobre el Legado de las Estrellas, por su condición de Maestro de Tarde. Nuestro nuevo Maestro de Día todavía no ha tenido ocasión de adentrarse en los secretos de La Historia, por lo que algunas revelaciones serán nuevas para él.
Acarició el medallón y tomó asiento en el sillón giratorio que estaba frente a la gran pantalla.
- Es el momento de conocer el pasado, la realidad del presente y un futuro más claro para Utobab. Melkart, ¿te dice algo esta estancia?
- Con algunas diferencias, es similar a la sala central de mando de la nave espacial que nos trajo aquí.- Dijo Melkart.
- Exacto. Estamos en una nave parecida a la que llegasteis. Aunque esta tiene unas innovaciones tecnológicas que la hacen única. El más grande científico que haya habido en la Tierra la creó con avances en la conjunción con el medio natural y ecológico, dotándola de características muy especiales. Algunas de ellas las habéis vivido en las llamadas manifestaciones de Utobab.
- Pero hemos entrado a la Gran Pirámide, ¿está la nave oculta?-dijo Melkart.
- Cierto es. La nave se encuentra camuflada bajo la Gran Pirámide. Y puede ponerse en movimiento sin afectar la estructura de la edificación y sin que nadie externo lo note.
Renaín descubría secretos inimaginables antes de emprender la Gran Caza. Le parecía que habían pasado años desde entonces y que Eritra y Melkart formaban parte de su vida desde siempre.
- ¿Llegaron en esta nave desde la Tierra? – preguntó Eritra.
- Hace muchos años llegué aquí acompañado por una tripulación de veintiuna personas. Encontramos un poblado humano muy primitivo, con unas costumbres elementales y básicas. La misión que traía la expedición era similar a la que os trajo aquí, en principio.
- ¿También teníais que encontrar un planeta habitable para los habitantes de la agonizante Tierra?- preguntó Melkart.
- Así era en su origen el contenido de la misión. Pero la primera expedición en la que llegamos tenía unas características muy especiales.
“El que perdura” se puso de pie frente a la gran pantalla donde observaba las estrellas, se quedó callado durante unos cinco segundos, silencio total que fue respetado por todos. Se giró con parsimonia y continuó hablando.
- El creador de la nave bautizada cómo Exilum tenía su propia misión
fraguada en su interior. Su sabiduría le llevó a la conclusión de que había que buscar un nuevo renacer para la raza humana, en otro planeta. Pero a diferencia de la misión oficial que era localizar un planeta habitable, comprobar sus condiciones, conquistarlo si hiciera falta y regresar para trasladar a los habitantes de una Tierra moribunda; el Profesor Enter K. comprendió que todo ese proceso no sería posible, que la Tierra y el hombre estaban abocados a la destrucción y si se lograba encontrar un mundo habitable, el conocimiento de tal descubrimiento llevaría a la última gran guerra por conseguir billete al “paraíso”. Por ello se encargó del diseño y construcción del Exilum, una vez realizado destruyó los planos y las claves para lograr una nave igual de avanzada. Solamente dejó plasmado un segundo proyecto de nave espacial con las coordenadas secretas de configuración de vuelo espacial, disponiendo esta también de la posibilidad de llegar al mismo destino de la primera expedición. Aunque esta segunda nave no disponía de la nueva tecnología conjuntada con el medio natural. El Profesor Enter K. convenció a las autoridades de que dicha tecnología no se había desarrollado convenientemente y para una segunda expedición sería más seguro prescindir de ella.
- Entonces nosotros somos la segunda expedición.- Dijo Melkart.
- Sí, así es. El profesor, junto a un reducido grupo de científicos localizaron un punto en la galaxia que podría albergar vida, sólo que el llegar allí era muy complejo y peligroso. La ruta por el espacio descubierta no se basaba en patrones científicos hasta entonces conocidos. Si la primera expedición no regresaba, más tarde iría la segunda, aunque con un sentido militar más pronunciado.
- Yo no conocía la existencia de la primera misión. Para mí era la única expedición.-Dijo Melkart visiblemente afectado por su debilitamiento y las revelaciones que estaba oyendo.
- Por supuesto, todo se llevaba con el máximo secreto. El Profesor Enter K. comprendió que el final de la historia iba a ser muy diferente de su idea original e intentó hacer cambiar de opinión a los gobernantes de la Tierra. Todo fue inútil. Se asegurarían de que la expedición de la nave Dúox conseguiría el objetivo, con la fuerza militar exclusivamente. Entonces consiguió colocar en la tripulación a Eritra. Aunque la tripulación de esta nave era bien distinta; en la Exilum me acompañaban veintiuna personas, mientras que en la nave Dúox, Melkart, eras el único humano.
Godbluf y Renaín miraron con asombro y sorpresa a Eritra mientras “El que perdura” realizó una breve pausa. Eritra continuaba mirando a “El que perdura” como hechizada ante su visión.
- Exactamente así es caballeros. Cómo bien sabe Melkart, Eritra es un robot. Lo que él no conoce es que se trata de un modelo de única generación que fue creado por el Profesor Enter K, formaba parte del mecanismo de navegación de la Dúox; sin ella la nave no podría encontrar las difíciles coordenadas de este planeta. Aunque ni ella sabía que disponía de esas características tan especiales y asociadas obligatoriamente a la segunda misión. No existe en la Tierra un robot tan perfeccionado como nuestra Luz de Utobab; su aspecto externo es igual que un humano, su perfección de piel sintética es magnífica. Es casi imposible determinar que es un robot.
- ¿Por qué yo estaba unida al dispositivo de navegación de la nave? – preguntó Eritra algo conmocionada.
- Tu creador se aseguró de que fueras en la Dúox para, de alguna manera, compensar el peso militar de la expedición. Afortunadamente Melkart no actuó como esperaban aunque eso hizo que el dispositivo militar reserva se activase por sí solo.
Eritra se puso de pie, posó su mano en una de las dos columnas que adornaban la sala y mirando a Renaín ya Godbluf dijo.-Me hizo con unas cualidades muy especiales y exclusivas que incluso estoy descubriendo y creo que seguiré potenciando en el futuro, ¿no es así?
- Así es y así será.- Respondió “El que perdura”.
- Nuestro Legado de las Estrellas nos decía que vendrían unos extranjeros del espacio exterior.- Dijo Renaín
- El Legado de las Estrellas lo escribí yo. Los primeros exploradores del espacio llegamos en la Exilum hace ya ciento veintiséis años. Nos mezclamos con el grupo reducido de habitantes primitivos que encontramos a orillas del Gran Río. Reiniciamos entonces una nueva civilización basada en valores ya perdidos o en desuso en la antigua Tierra. Sabíamos que llegaría una segunda expedición y debíamos estar preparados para luchar o compartir.
- Pero cómo es posible que estés vivo desde hace más de cien años. ¿Te acompaña algún miembro más de la antigua tripulación?
- No, Melkart. Soy el único que puede contarlo.
- Sigo sin entenderlo.- Dijo el Guardián de Utobab.
- El Profesor Enter K. lo quiso así. Mi auténtico nombre es Adaner y él fue mi creador.
Realizamos el camino de vuelta en silencio, cada uno ensimismado en sus pensamientos. Godbluf descubrió cosas en aquella reunión que jamás hubiese imaginado; Adoraba a un robot; Eritra que era un robot único por encima incluso de aquel que había creado una civilización como Tull; Renaín que era descendiente directo de nada menos que Adaner un robot con capacidad para procrear; y yo, que me quedaría para siempre en Utobab, un planeta al que había llegado sin saber que no era otro que la Tierra en sus comienzos y nuestra misión consistiría en contribuir a que siglos después no volviera a acabar devastada por la influencia del ser humano. FIN
* Tartessus Baobab-Masmoc Utopia *
sábado, 31 de julio de 2010
Dueño de mi propio mundo
Capítulo XIII: El Gigante Tembloroso
¡Hay que luchar!...
Palabras que retumbaban en mi cabeza, reverberadas por el eco del bosque ensordeciendo mis sentidos.
El pueblo de Tull reaccionó con tal celeridad que cuando volví a la escena del preludio de la batalla, me encontré con una formación de defensa digna del más fiero ejército romano; en el centro los niños y ancianos, todos ellos flanqueados por las mujeres, y recubriendo el envoltorio perfecto de batalla se podía encontrar a los mas fieros tuluníes, a los que me uní junto a Renaín.
Que larga puede parecer la espera ante un momento como este, miradas tras unas mascaras que expresan más que mil palabras juntas, sentimientos de hermandad que se funden entre todo un pueblo que afronta su destino.
Los primeros efectivos de droides comenzaban a sacudir mandobles hacía nuestros guerreros, justo en el momento que la nave era utilizada por los droides como elemento de intimidación, con vuelos rasos sobre nuestras cabezas.
La fiereza de la lucha mostraba imágenes dantescas, sin la más minima muestra de piedad por parte de las hordas mecánicas, cualquier ser por debajo de 1.80mtros.podía ser destruido sin contemplación, no podía ser yo.
A pesar de la actitud combativa del pueblo tuluní, ver la muerte de pequeños junto a ellos fueron provocando debilitamiento en nuestras fuerzas y retrocedíamos hacía los álamos mas cercanos empujados por un ejército que cada vez era más diestro en el ataque.
En mi búsqueda del comandante en jefe de los droides, mis ojos se clavaron en Godbluf, desde el centro de la ya mermada formación alzaba los brazos hacía el hueco de cielo que dejaba a la vista el calvero del bosque. Creí que era un acto de rezo ante un final inevitable; pero no acababa de conocer a aquellos seres tan especiales.
De las ramas de aquellos álamos llorones apareció una bandada de aves rapaces que embistieron la nave que tanto daño nos estaba causando.
La nave se precipitó sobre los árboles fruto de la sorpresa y cayó seguida por la mirada de todos los droides que parecieron quedar petrificados.
Como un baile perfecto en todos sus movimientos sincronizados, el bosque emitió un mugido infernal que paralizó aún más a un ejército ya inerte sobre el campo de batalla. Y de entre aquellos álamos perfectamente alineados que formaban el Gigante Tembloroso, aparecieron decenas de toros-buey que embistieron al grupo de combate droide. Sobre los dos primeros, subidos como perfectos jinetes, venían Eritra y el pequeño Alexio, el grito de Godbluf fue una nueva arenga a todos los que quedaban en pie:
- ¡La Luz de Utobab ha conseguido que los Geniones vengan en nuestra ayuda!.
Esto provocó en el pueblo de Tull tal fuerza, que la embestida de estos sobre los droides fue aún mayor que la de los Geniones.
El momento era decisivo, las falcatas chocaban con unas espadas láser cada vez más debilitadas, reducíamos el número de estos. Nadie había vuelto a mirar hacía la nave, hasta que un grito de guerra proveniente de esta resonó sobre el estruendo de la lucha y volvió a dar brío a unos droides más mermados.
Miré y pude verlo, sobre la nave destruida, la imagen que buscaba con ansiedad durante toda la batalla. Altivo y desafiante, sin un brazo pero dispuesto a acabar con muchos tuluníes con su espada láser y la mano sobre la que la sostenía.
Supe que era la única forma de acabar aquello y me dirigí hacia el encuentro de mi destino.
- Hemos venido a este mundo con una misión que cumplir y lo haremos….
Luchad y venced…. Aniquilar al enemigo…. Es mi única orden.- Exipión gritaba al resto de sus tropas, al tiempo que corría hacia la zona de batalla esgrimiendo su espada láser con su único brazo disponible.
Melkart comprendió que su vida había sido una peregrinación vital para llegar a ese momento preciso, que el destino de su mundo se enmarcaba en el futuro de Utobab. Supo que el sentido de su existencia se dirigía hacia él a toda velocidad y se sintió cómo antes nunca se había sentido. El todo o la nada frente a frente. Supo que era el servidor de su propio mundo, el guardián de Utobab.
Recogió una espada láser del suelo con su mano izquierda, en la derecha portaba una falcata, e inició una carrera endiablada en línea recta hacia Exipión. Este lo vio y aceleró el ritmo. Antes de chocar cuerpo a cuerpo, Melkart se tiró al suelo rodando, aprovechando la gran velocidad que traía, y expandiendo sus brazos arriba y abajo cada vez que no tocaban el suelo.
Exipión no esperaba esa acción de lucha y su reacción para esquivarla fue tardía. La espada láser había conseguido cortar una pierna mecánica en dos, a la altura de lo que sería su rodilla. La falcata se clavó dos veces en la otra pierna.
Exipión perdió el equilibrio y cayó a tierra, no sin antes cruzar una herida en el brazo derecho de Melkart, donde empuñaba la falcata.
El guardián de Utobab se puso rápidamente en pie, encarando a su adversario, se quitó la máscara que cubría su rostro mostrando a Exipión su enérgica mirada.
- Comandante Melkart, entenderá que tengo una misión que cumplir. Mis ordenes son que llegados a una situación límite como la que nos encontramos, siempre prevalecerá cumplir la misión. Por lo tanto tendré que acabar con usted.
Exipión se puso de pie sosteniéndose con una pierna mientras por el resto de la otra iba goteando fluido amarillento. Se puso el puño de la espada láser en la boca para sostenerla mientras desabrochó dos botones de su casaca, mostrando un tórax de metal, abrió una pequeña tapa en su vientre donde se alojaba su ordenador central y pulsó un botón rojo.
La espada láser de Melkart quedó desactivada, inservible. Al mismo tiempo las espadas láser de los droides corrieron la misma suerte, dejándolos indefensos. Estos reaccionaron mirando a su jefe y permaneciendo inmóviles, sin atacar. Godbluf hizo señales para que cesara la batalla.
Todos observaban a Melkart y Exipión.
Melkart ya sólo empuñaba la falcata y Exipión se impulsó con su única pierna para golpearle con esta en el hombro. El robot se incorporó de nuevo con gran agilidad, Melkart permanecía en la hierba aturdido por el fuerte golpe. Su rival aprovechó ese instante para saltar de nuevo, ahora directamente hacia su pecho. Melkart logró moverse a tiempo de evitar el fatal impacto pero no logro salvar un duro golpe en el costado.
Exipión permanecía en pie al lado del humano semiinconsciente caído en la hierba, abrió con rapidez su ordenador central y de nuevo pulsó el botón rojo. Todas las espadas láser se reactivaron incluida la de Melkart, aunque ya no estaba en su poder. Los droides seguían observando la escena de la pelea junto a los tuluníes, esperando el inminente desenlace.
Exipión alzó su espada láser mirando al resto de sus tropas, diciendo:
- Aniquilad al enemi….
No pudo terminar su bélica frase. Se quedó sin energía.
Melkart asestó un golpe certero con su falcata al ordenador central que estaba alojado en su vientre, atravesándolo hasta clavarse los puños con el metal.
Melkart, exhausto, volvió a dejar caer su espalda sobre la hierba.
Exipión era ya historia…..
Me falta el aire, no siento dolor, tan sólo una fuerte opresión en el pecho que se va diluyendo a medida que mis sentidos parecen abandonarme.
Aquel cielo que me contempla parece enturbiarse cada vez más y utilizo mi última exhalación para desviar una mirada enturbiada y ver la escena final de la batalla.
Los droides han caído al suelo desactivados tras el final de su comandante en jefe. El pueblo de Tull ha vencido la guerra, pero ha perdido niños, mujeres y bravos guerreros; nada es euforia, tan solo sentimientos encontrados entre felicidad y tristeza que engloban en un día los sucesos de toda una vida.
Mis ojos ya reflejan una blancura encalada, mis oídos perciben pasos acercándose y una voz junto a mi cuerpo inerte:
- Ha llegado el momento de que conozcan a El que Perdura…
* Tartessus Baobab-Masmoc Utopía *
¡Hay que luchar!...
Palabras que retumbaban en mi cabeza, reverberadas por el eco del bosque ensordeciendo mis sentidos.
El pueblo de Tull reaccionó con tal celeridad que cuando volví a la escena del preludio de la batalla, me encontré con una formación de defensa digna del más fiero ejército romano; en el centro los niños y ancianos, todos ellos flanqueados por las mujeres, y recubriendo el envoltorio perfecto de batalla se podía encontrar a los mas fieros tuluníes, a los que me uní junto a Renaín.
Que larga puede parecer la espera ante un momento como este, miradas tras unas mascaras que expresan más que mil palabras juntas, sentimientos de hermandad que se funden entre todo un pueblo que afronta su destino.
Los primeros efectivos de droides comenzaban a sacudir mandobles hacía nuestros guerreros, justo en el momento que la nave era utilizada por los droides como elemento de intimidación, con vuelos rasos sobre nuestras cabezas.
La fiereza de la lucha mostraba imágenes dantescas, sin la más minima muestra de piedad por parte de las hordas mecánicas, cualquier ser por debajo de 1.80mtros.podía ser destruido sin contemplación, no podía ser yo.
A pesar de la actitud combativa del pueblo tuluní, ver la muerte de pequeños junto a ellos fueron provocando debilitamiento en nuestras fuerzas y retrocedíamos hacía los álamos mas cercanos empujados por un ejército que cada vez era más diestro en el ataque.
En mi búsqueda del comandante en jefe de los droides, mis ojos se clavaron en Godbluf, desde el centro de la ya mermada formación alzaba los brazos hacía el hueco de cielo que dejaba a la vista el calvero del bosque. Creí que era un acto de rezo ante un final inevitable; pero no acababa de conocer a aquellos seres tan especiales.
De las ramas de aquellos álamos llorones apareció una bandada de aves rapaces que embistieron la nave que tanto daño nos estaba causando.
La nave se precipitó sobre los árboles fruto de la sorpresa y cayó seguida por la mirada de todos los droides que parecieron quedar petrificados.
Como un baile perfecto en todos sus movimientos sincronizados, el bosque emitió un mugido infernal que paralizó aún más a un ejército ya inerte sobre el campo de batalla. Y de entre aquellos álamos perfectamente alineados que formaban el Gigante Tembloroso, aparecieron decenas de toros-buey que embistieron al grupo de combate droide. Sobre los dos primeros, subidos como perfectos jinetes, venían Eritra y el pequeño Alexio, el grito de Godbluf fue una nueva arenga a todos los que quedaban en pie:
- ¡La Luz de Utobab ha conseguido que los Geniones vengan en nuestra ayuda!.
Esto provocó en el pueblo de Tull tal fuerza, que la embestida de estos sobre los droides fue aún mayor que la de los Geniones.
El momento era decisivo, las falcatas chocaban con unas espadas láser cada vez más debilitadas, reducíamos el número de estos. Nadie había vuelto a mirar hacía la nave, hasta que un grito de guerra proveniente de esta resonó sobre el estruendo de la lucha y volvió a dar brío a unos droides más mermados.
Miré y pude verlo, sobre la nave destruida, la imagen que buscaba con ansiedad durante toda la batalla. Altivo y desafiante, sin un brazo pero dispuesto a acabar con muchos tuluníes con su espada láser y la mano sobre la que la sostenía.
Supe que era la única forma de acabar aquello y me dirigí hacia el encuentro de mi destino.
- Hemos venido a este mundo con una misión que cumplir y lo haremos….
Luchad y venced…. Aniquilar al enemigo…. Es mi única orden.- Exipión gritaba al resto de sus tropas, al tiempo que corría hacia la zona de batalla esgrimiendo su espada láser con su único brazo disponible.
Melkart comprendió que su vida había sido una peregrinación vital para llegar a ese momento preciso, que el destino de su mundo se enmarcaba en el futuro de Utobab. Supo que el sentido de su existencia se dirigía hacia él a toda velocidad y se sintió cómo antes nunca se había sentido. El todo o la nada frente a frente. Supo que era el servidor de su propio mundo, el guardián de Utobab.
Recogió una espada láser del suelo con su mano izquierda, en la derecha portaba una falcata, e inició una carrera endiablada en línea recta hacia Exipión. Este lo vio y aceleró el ritmo. Antes de chocar cuerpo a cuerpo, Melkart se tiró al suelo rodando, aprovechando la gran velocidad que traía, y expandiendo sus brazos arriba y abajo cada vez que no tocaban el suelo.
Exipión no esperaba esa acción de lucha y su reacción para esquivarla fue tardía. La espada láser había conseguido cortar una pierna mecánica en dos, a la altura de lo que sería su rodilla. La falcata se clavó dos veces en la otra pierna.
Exipión perdió el equilibrio y cayó a tierra, no sin antes cruzar una herida en el brazo derecho de Melkart, donde empuñaba la falcata.
El guardián de Utobab se puso rápidamente en pie, encarando a su adversario, se quitó la máscara que cubría su rostro mostrando a Exipión su enérgica mirada.
- Comandante Melkart, entenderá que tengo una misión que cumplir. Mis ordenes son que llegados a una situación límite como la que nos encontramos, siempre prevalecerá cumplir la misión. Por lo tanto tendré que acabar con usted.
Exipión se puso de pie sosteniéndose con una pierna mientras por el resto de la otra iba goteando fluido amarillento. Se puso el puño de la espada láser en la boca para sostenerla mientras desabrochó dos botones de su casaca, mostrando un tórax de metal, abrió una pequeña tapa en su vientre donde se alojaba su ordenador central y pulsó un botón rojo.
La espada láser de Melkart quedó desactivada, inservible. Al mismo tiempo las espadas láser de los droides corrieron la misma suerte, dejándolos indefensos. Estos reaccionaron mirando a su jefe y permaneciendo inmóviles, sin atacar. Godbluf hizo señales para que cesara la batalla.
Todos observaban a Melkart y Exipión.
Melkart ya sólo empuñaba la falcata y Exipión se impulsó con su única pierna para golpearle con esta en el hombro. El robot se incorporó de nuevo con gran agilidad, Melkart permanecía en la hierba aturdido por el fuerte golpe. Su rival aprovechó ese instante para saltar de nuevo, ahora directamente hacia su pecho. Melkart logró moverse a tiempo de evitar el fatal impacto pero no logro salvar un duro golpe en el costado.
Exipión permanecía en pie al lado del humano semiinconsciente caído en la hierba, abrió con rapidez su ordenador central y de nuevo pulsó el botón rojo. Todas las espadas láser se reactivaron incluida la de Melkart, aunque ya no estaba en su poder. Los droides seguían observando la escena de la pelea junto a los tuluníes, esperando el inminente desenlace.
Exipión alzó su espada láser mirando al resto de sus tropas, diciendo:
- Aniquilad al enemi….
No pudo terminar su bélica frase. Se quedó sin energía.
Melkart asestó un golpe certero con su falcata al ordenador central que estaba alojado en su vientre, atravesándolo hasta clavarse los puños con el metal.
Melkart, exhausto, volvió a dejar caer su espalda sobre la hierba.
Exipión era ya historia…..
Me falta el aire, no siento dolor, tan sólo una fuerte opresión en el pecho que se va diluyendo a medida que mis sentidos parecen abandonarme.
Aquel cielo que me contempla parece enturbiarse cada vez más y utilizo mi última exhalación para desviar una mirada enturbiada y ver la escena final de la batalla.
Los droides han caído al suelo desactivados tras el final de su comandante en jefe. El pueblo de Tull ha vencido la guerra, pero ha perdido niños, mujeres y bravos guerreros; nada es euforia, tan solo sentimientos encontrados entre felicidad y tristeza que engloban en un día los sucesos de toda una vida.
Mis ojos ya reflejan una blancura encalada, mis oídos perciben pasos acercándose y una voz junto a mi cuerpo inerte:
- Ha llegado el momento de que conozcan a El que Perdura…
* Tartessus Baobab-Masmoc Utopía *
domingo, 25 de julio de 2010
Dueño de mi propio mundo
Capítulo XII: Alexio
Renaín se dirigió a los que todavía continuaban con vida. –Este camino aún no ha terminado, seguimos adelante. Hemos perdido a bastantes seres queridos. Para despedirnos de ellos y honrar su memoria, permitidme que entone mi plegaria.
Todos se acomodaron en el suelo y guardaron silencio. Godbluf hizo señales invitando a Eritra y Melkart a sentarse a cada lado suyo.
Renaín apoyó su espalda sobre el árbol más próximo y con la vista hacia los cielos comenzó a recitar de forma melodiosa, lentamente, con alegre tristeza en su voz y en sus ojos.
Cierro los ojos y sigues ahí, inmutable,
le hablo a los vientos y mi voz no llega a ti,
palpo en el aire el hueco indescifrable
y oigo en mi alma el ruego de tu canto.
Liso es el sendero
por el mar del futuro.
Llano es mi cielo,
por mi viento, el tuyo.
Aplaca mi desconsuelo
que no llego a mi mundo,
agárrame…, ya no espero.
Da a mi camino un rumbo.
Todo el grupo permaneció en silencio, inmóviles y con la mirada puesta en el nuevo Maestro de Día, como espectadores de una obra teatral que esperan un siguiente acto. Godbluf giró su cabeza para observar a Eritra, esta le devolvió la mirada un segundo e inmediatamente se puso de pie y avanzó hacia Renaín con una amplia sonrisa en su rostro y lo abrazó. Renaín le devolvió el abrazo fundiéndose los dos invadidos por la emoción.
- Nuestro legado nos dice que el guía no estará solo, que se unirá a él, su más firme apoyo en el camino del futuro.- Godbluf continuaba hablando con la emotividad que desprendía el instante, a los que quedaban del pueblo de Tull -. Nos dice, como todos sabéis, que será alguien muy especial que encontrará un nuevo rumbo en el camino de nuestro guía.
Eritra y Renaín permanecían agarrados de la mano escuchando a Godbluf. Eritra no sabía porqué había reaccionado de esa forma, porqué se había levantado y unido al guía de Tull, pero allí estaba junto a él, percibiendo en sus circuitos plasitrónicos algo nuevo e imprevisto en su fuente de datos. Al ver los rostros de admiración hacia ella por parte de los tuluníes supo que hizo lo adecuado.
Godbluf se dirigió hacia Eritra y la abrazó diciéndole – Eres la Luz de Utobab.
De repente un silbido monótono, suave y creciente se oyó procedente de la Laguna del Ensueño. Desde el agua emergió a gran velocidad algo que parecía una pequeña nave espacial elevandose hacia los cielos hasta desaparecer. Todos quedaron en silencio sin encontrar explicación, miraban a Renaín y a Godbluf buscando en su mirada una respuesta, cuando este dijo – Utobab se manifiesta y está con nosotros.
Godbluf miró a Renaín para explicarle mentalmente el porqué de esa aparición; este sonrió y le comentó a Eritra en voz baja que ya habría un momento oportuno para hablar sobre lo ocurrido en la laguna.
Acamparon en la Laguna del Ensueño.
Melkart se dirigió a la tienda donde descansaba Renaín para fraguar un plan de ataque a las tropas de Exipión.
- Creo que es nuestra única posibilidad. Debemos reunirnos con Euritión en la nave.-dijo Melkart.
Cuando estaban debatiendo la fórmula correcta de afrontar la situación de ataque sorpresa llegaron Eritra y Godbluf que aportaron estrategias e ideas nuevas para ponerlas en práctica.
Salieron los tres de la tienda de Renaín, se despidieron de él y marcharon a descansar para afrontar el siguiente paso en el camino.
Melkart permaneció un momento a solas, observando el campamento, mirando el resplandor de la luna reflejada en el agua de la laguna, de cuando en cuando miraba el firmamento inagotable de estrellas y pensaba……
“Siento que hace tiempo que deje de ser dueño de mi propio mundo, ya tan sólo me considero parte de él, parte que quizás pueda ser la culpable de su destrucción.
Esta buena gente están unidas a mi destino como yo estoy unido al de ellas, raros sentimientos se debaten en mi cabeza ¿Cómo puedo estar mas unidos a ellos que a mis raíces?; sé que algo se esconde en Utobab, algo que aún no puedo llegar a comprender.
Ahora lo importante es ganar la última batalla, con ella la guerra será nuestra….
Curioso el firmamento que observo, desde un punto tan lejano de mi primaveral casa, la ventana que se abre sobre nosotros me muestra un paisaje tan maravilloso y lleno de inagotables mundos que me devuelven a noches de mi juventud, juventud en la que soñaba con conquistarlas todas, sin llegarme a preguntar por sus moradores; ahora la simetría que encuentro con aquel momento se parte en mi mente, provocada por una empatía que descubre lo equivocado de aquel afán de descubrimiento y conquista en mi lejano amanecer.
Los pensamientos se multiplicaban en mi cuando mi cuerpo me pidió descanso para poder afrontar un día lleno de nuevos acontecimientos, ya Morfeo había poseído parte de mí cuando aún en mi mente retumbaba la pregunta ¿qué era esa nave aparecida sobre la Laguna del Ensueño?, y la complacencia de todos a las palabras de Godbluf, Utobab se manifiesta y está con nosotros…”
Al alba del día siguiente Renaín dio la señal de partida y todo el grupo inició la marcha. Durante el trayecto Godbluf fue explicando la estrategia de ataque a algunos del grupo. La intención era llegar a la nave que custodiaba Euritión e inmediatamente contraatacar con ella al diezmado ejército de Exipión. Según Melkart explicó, era la única posibilidad de derrotarlos.
Tras abandonar la Laguna del Ensueño y siguiendo el camino trazado por Melkart, esperaban llegar pronto a la zona donde ocultaron la nave en la que llegaron a Utobab.
- Melkart, ¿has podido comunicarte con Euritión? – preguntó Godbluf.
- No es posible, parece que está nublado y mi sol no aparece – señalando a la figura de sol pendiendo de su cuello.
- Es posible que se haya estropeado en la última batalla contra los droides.- Renaín se incorporó a la conversación.- No perdamos la esperanza.
Eritra se distanció con rapidez unos metros adelante del grupo, se subió a una gran roca enmohecida y miró el paisaje que tenía a unos trescientos metros, un calvero en el bosque de álamos temblones. Se giró con una amplia sonrisa hacia el grupo que ya se encontraba muy cerca, las manos apoyadas en la cintura y dijo: - Hemos llegado al Gigante Tembloroso.
Renaín la miraba desconcertado, miró a Godbluf esperando respuestas pero este le devolvió la mirada igual de sorprendido. Ambos dirigieron su mirada interrogante a Melkart, mientras Eritra bajó de la roca de un salto realizando un giro completo en el aire y cayendo de pie justo al lado de Melkart.
- El Gigante Tembloroso es el nombre que Eritra puso a este bosque de álamos, en el centro se encuentra un calvero donde escondimos la nave. Euritión debe estar esperándonos, démonos prisa.- Dijo Melkart iniciando el paso.
Aceleraron el ritmo con Melkart y Eritra en la vanguardia del grupo.
El sol ya comenzaba a quemar, la ausencia de algo de viento aumentaba la sensación de calor y cansancio. Los álamos permanecían extrañamente rígidos y silenciosos, muy diferentes al día en que se despidieron de Euritión tras camuflar la nave de reconocimiento. Ya se encontraban en el calvero cuando Renaín y Godbluf se miraron y comentaron mentalmente, para no alarmar al resto, que la profunda quietud y ausencia de sonidos del bosque les avisaba para que avanzaran con sumo cuidado.
- Caminad todos en silencio y vigilad en todas direcciones.- Dijo Renaín en voz baja.
Eritra se detuvo en seco, levantó una mano y todos se pararon menos Melkart, que avanzaba con sigilo. La Luz de Utobab se dejó caer de rodillas en el suelo, de espaldas a Melkart. Cuando este llegó a su altura vio como sostenía entre sus brazos la cabeza de Euritión y unos metros más adelante permanecía el cuerpo sin energía del que fuera un excelente robot de combate, gran piloto y experto explorador.
Renaín y Godbluf llegaron a su altura y contemplaron la escena, el resto del grupo continuó parado, en silencio y vigilantes.
Renaín hizo señales a dos hombres del grupo para que exploraran y buscaran sobre el terreno la nave de reconocimiento. No la encontraron, sólo hallaron huellas y señales de la pelea que Euritión había librado con sus atacantes; seis droides de combate ausentes de energía estaban diseminados varios metros alrededor, algunos tenían la cabeza desprendida del cuerpo. Eritra se unió a la inspección de los restos que quedaron, cogió un brazo mecánico diferente a los demás, pues estaba recubierto de piel sintética a la altura de la mano, y lo llevó ante sus compañeros.
- Euritión luchó como el excelente guerrero que era. No pudo evitar que se llevaran la nave de reconocimiento pero aquí dejó seis bajas del enemigo y algo más, el brazo de Exipión.
- ¿La mano no es mecánica?- preguntó Renaín.
- Sí lo es. Solamente que está recubierta por piel sintética muy parecida a la de un humano. Al ser un componente altamente sofisticado y caro en su producción, para el resto del brazo no es necesario al estar bajo el ropaje militar.- Aclaró Melkart a Renaín y a Godbluf, aunque a este no pareció sorprenderle tanto.
Los tuluníes aguardaban en silencio agrupados aunque sus rostros desprendían la preocupación y el temor ante este nuevo revés de los acontecimientos.
Melkart observó al grupo y sintió esa preocupación y el fuerte temor dentro de sí, se volvió hacia Renaín y le dijo – Nuestra oportunidad falló. Estamos sin rumbo en el camino.
Un niño de unos seis años salió corriendo del grupo hacia Renaín gritándole:
- Eres nuestro guía, Renaín. Contigo está la Luz de Utobab. ¿Daréis a nuestro camino un rumbo?
Llegó hasta Renaín y se paró a un metro de él, mirando a Eritra repitió:
- ¿Daréis a nuestro camino un rumbo?
- ¿Cómo te llamas?
- Mi nombre es Alexio.
Cuando Renaín se disponía a contestarle, un hombre del grupo gritó:
- Alerta, nos atacan...
Desde los árboles frente al calvero del bosque el ejército droide se dirigía hacia ellos a toda velocidad y ya se encontraban a menos de cien metros.
Renaín llamó a todos a agruparse en círculo y luchar.
Desde la zona por donde habían venido observaron cómo se acercaba una pequeña nave espacial en dirección hacia ellos.
- Es la nave de reconocimiento que vinimos a buscar. Estamos rodeados.- Dijo Melkart con pesar.
El niño llamado Alexio tiró de la ropa de Eritra reclamando su atención, salió del círculo de defensa y se dirigió corriendo hacia la zona de arboles más cercana, situada a su izquierda. Eritra le siguió perdiéndose ambos de la vista de los demás.
- No hay salida, Renaín. Estamos perdidos...
- Hay que luchar.- Le contestó este a Melkart.
El Gigante Tembloroso comenzó a agitarse y danzar por primera vez en el día. Los sonidos chirriantes del avance droide acompasaban la avalancha mecánica, los álamos silbaban la melodía de la batalla, el monótono ulular de la nave espacial crecía en sus oídos hasta casi poder tocarlo cuando Renaín ordenaba que todos se pusieran las máscaras de combate y empuñaran arcos y falcatas. Dio un atronador grito:
- ¡Hay que luchar! ……………..
* Tartessus Baobab-Masmoc Utopía*
Renaín se dirigió a los que todavía continuaban con vida. –Este camino aún no ha terminado, seguimos adelante. Hemos perdido a bastantes seres queridos. Para despedirnos de ellos y honrar su memoria, permitidme que entone mi plegaria.
Todos se acomodaron en el suelo y guardaron silencio. Godbluf hizo señales invitando a Eritra y Melkart a sentarse a cada lado suyo.
Renaín apoyó su espalda sobre el árbol más próximo y con la vista hacia los cielos comenzó a recitar de forma melodiosa, lentamente, con alegre tristeza en su voz y en sus ojos.
Cierro los ojos y sigues ahí, inmutable,
le hablo a los vientos y mi voz no llega a ti,
palpo en el aire el hueco indescifrable
y oigo en mi alma el ruego de tu canto.
Liso es el sendero
por el mar del futuro.
Llano es mi cielo,
por mi viento, el tuyo.
Aplaca mi desconsuelo
que no llego a mi mundo,
agárrame…, ya no espero.
Da a mi camino un rumbo.
Todo el grupo permaneció en silencio, inmóviles y con la mirada puesta en el nuevo Maestro de Día, como espectadores de una obra teatral que esperan un siguiente acto. Godbluf giró su cabeza para observar a Eritra, esta le devolvió la mirada un segundo e inmediatamente se puso de pie y avanzó hacia Renaín con una amplia sonrisa en su rostro y lo abrazó. Renaín le devolvió el abrazo fundiéndose los dos invadidos por la emoción.
- Nuestro legado nos dice que el guía no estará solo, que se unirá a él, su más firme apoyo en el camino del futuro.- Godbluf continuaba hablando con la emotividad que desprendía el instante, a los que quedaban del pueblo de Tull -. Nos dice, como todos sabéis, que será alguien muy especial que encontrará un nuevo rumbo en el camino de nuestro guía.
Eritra y Renaín permanecían agarrados de la mano escuchando a Godbluf. Eritra no sabía porqué había reaccionado de esa forma, porqué se había levantado y unido al guía de Tull, pero allí estaba junto a él, percibiendo en sus circuitos plasitrónicos algo nuevo e imprevisto en su fuente de datos. Al ver los rostros de admiración hacia ella por parte de los tuluníes supo que hizo lo adecuado.
Godbluf se dirigió hacia Eritra y la abrazó diciéndole – Eres la Luz de Utobab.
De repente un silbido monótono, suave y creciente se oyó procedente de la Laguna del Ensueño. Desde el agua emergió a gran velocidad algo que parecía una pequeña nave espacial elevandose hacia los cielos hasta desaparecer. Todos quedaron en silencio sin encontrar explicación, miraban a Renaín y a Godbluf buscando en su mirada una respuesta, cuando este dijo – Utobab se manifiesta y está con nosotros.
Godbluf miró a Renaín para explicarle mentalmente el porqué de esa aparición; este sonrió y le comentó a Eritra en voz baja que ya habría un momento oportuno para hablar sobre lo ocurrido en la laguna.
Acamparon en la Laguna del Ensueño.
Melkart se dirigió a la tienda donde descansaba Renaín para fraguar un plan de ataque a las tropas de Exipión.
- Creo que es nuestra única posibilidad. Debemos reunirnos con Euritión en la nave.-dijo Melkart.
Cuando estaban debatiendo la fórmula correcta de afrontar la situación de ataque sorpresa llegaron Eritra y Godbluf que aportaron estrategias e ideas nuevas para ponerlas en práctica.
Salieron los tres de la tienda de Renaín, se despidieron de él y marcharon a descansar para afrontar el siguiente paso en el camino.
Melkart permaneció un momento a solas, observando el campamento, mirando el resplandor de la luna reflejada en el agua de la laguna, de cuando en cuando miraba el firmamento inagotable de estrellas y pensaba……
“Siento que hace tiempo que deje de ser dueño de mi propio mundo, ya tan sólo me considero parte de él, parte que quizás pueda ser la culpable de su destrucción.
Esta buena gente están unidas a mi destino como yo estoy unido al de ellas, raros sentimientos se debaten en mi cabeza ¿Cómo puedo estar mas unidos a ellos que a mis raíces?; sé que algo se esconde en Utobab, algo que aún no puedo llegar a comprender.
Ahora lo importante es ganar la última batalla, con ella la guerra será nuestra….
Curioso el firmamento que observo, desde un punto tan lejano de mi primaveral casa, la ventana que se abre sobre nosotros me muestra un paisaje tan maravilloso y lleno de inagotables mundos que me devuelven a noches de mi juventud, juventud en la que soñaba con conquistarlas todas, sin llegarme a preguntar por sus moradores; ahora la simetría que encuentro con aquel momento se parte en mi mente, provocada por una empatía que descubre lo equivocado de aquel afán de descubrimiento y conquista en mi lejano amanecer.
Los pensamientos se multiplicaban en mi cuando mi cuerpo me pidió descanso para poder afrontar un día lleno de nuevos acontecimientos, ya Morfeo había poseído parte de mí cuando aún en mi mente retumbaba la pregunta ¿qué era esa nave aparecida sobre la Laguna del Ensueño?, y la complacencia de todos a las palabras de Godbluf, Utobab se manifiesta y está con nosotros…”
Al alba del día siguiente Renaín dio la señal de partida y todo el grupo inició la marcha. Durante el trayecto Godbluf fue explicando la estrategia de ataque a algunos del grupo. La intención era llegar a la nave que custodiaba Euritión e inmediatamente contraatacar con ella al diezmado ejército de Exipión. Según Melkart explicó, era la única posibilidad de derrotarlos.
Tras abandonar la Laguna del Ensueño y siguiendo el camino trazado por Melkart, esperaban llegar pronto a la zona donde ocultaron la nave en la que llegaron a Utobab.
- Melkart, ¿has podido comunicarte con Euritión? – preguntó Godbluf.
- No es posible, parece que está nublado y mi sol no aparece – señalando a la figura de sol pendiendo de su cuello.
- Es posible que se haya estropeado en la última batalla contra los droides.- Renaín se incorporó a la conversación.- No perdamos la esperanza.
Eritra se distanció con rapidez unos metros adelante del grupo, se subió a una gran roca enmohecida y miró el paisaje que tenía a unos trescientos metros, un calvero en el bosque de álamos temblones. Se giró con una amplia sonrisa hacia el grupo que ya se encontraba muy cerca, las manos apoyadas en la cintura y dijo: - Hemos llegado al Gigante Tembloroso.
Renaín la miraba desconcertado, miró a Godbluf esperando respuestas pero este le devolvió la mirada igual de sorprendido. Ambos dirigieron su mirada interrogante a Melkart, mientras Eritra bajó de la roca de un salto realizando un giro completo en el aire y cayendo de pie justo al lado de Melkart.
- El Gigante Tembloroso es el nombre que Eritra puso a este bosque de álamos, en el centro se encuentra un calvero donde escondimos la nave. Euritión debe estar esperándonos, démonos prisa.- Dijo Melkart iniciando el paso.
Aceleraron el ritmo con Melkart y Eritra en la vanguardia del grupo.
El sol ya comenzaba a quemar, la ausencia de algo de viento aumentaba la sensación de calor y cansancio. Los álamos permanecían extrañamente rígidos y silenciosos, muy diferentes al día en que se despidieron de Euritión tras camuflar la nave de reconocimiento. Ya se encontraban en el calvero cuando Renaín y Godbluf se miraron y comentaron mentalmente, para no alarmar al resto, que la profunda quietud y ausencia de sonidos del bosque les avisaba para que avanzaran con sumo cuidado.
- Caminad todos en silencio y vigilad en todas direcciones.- Dijo Renaín en voz baja.
Eritra se detuvo en seco, levantó una mano y todos se pararon menos Melkart, que avanzaba con sigilo. La Luz de Utobab se dejó caer de rodillas en el suelo, de espaldas a Melkart. Cuando este llegó a su altura vio como sostenía entre sus brazos la cabeza de Euritión y unos metros más adelante permanecía el cuerpo sin energía del que fuera un excelente robot de combate, gran piloto y experto explorador.
Renaín y Godbluf llegaron a su altura y contemplaron la escena, el resto del grupo continuó parado, en silencio y vigilantes.
Renaín hizo señales a dos hombres del grupo para que exploraran y buscaran sobre el terreno la nave de reconocimiento. No la encontraron, sólo hallaron huellas y señales de la pelea que Euritión había librado con sus atacantes; seis droides de combate ausentes de energía estaban diseminados varios metros alrededor, algunos tenían la cabeza desprendida del cuerpo. Eritra se unió a la inspección de los restos que quedaron, cogió un brazo mecánico diferente a los demás, pues estaba recubierto de piel sintética a la altura de la mano, y lo llevó ante sus compañeros.
- Euritión luchó como el excelente guerrero que era. No pudo evitar que se llevaran la nave de reconocimiento pero aquí dejó seis bajas del enemigo y algo más, el brazo de Exipión.
- ¿La mano no es mecánica?- preguntó Renaín.
- Sí lo es. Solamente que está recubierta por piel sintética muy parecida a la de un humano. Al ser un componente altamente sofisticado y caro en su producción, para el resto del brazo no es necesario al estar bajo el ropaje militar.- Aclaró Melkart a Renaín y a Godbluf, aunque a este no pareció sorprenderle tanto.
Los tuluníes aguardaban en silencio agrupados aunque sus rostros desprendían la preocupación y el temor ante este nuevo revés de los acontecimientos.
Melkart observó al grupo y sintió esa preocupación y el fuerte temor dentro de sí, se volvió hacia Renaín y le dijo – Nuestra oportunidad falló. Estamos sin rumbo en el camino.
Un niño de unos seis años salió corriendo del grupo hacia Renaín gritándole:
- Eres nuestro guía, Renaín. Contigo está la Luz de Utobab. ¿Daréis a nuestro camino un rumbo?
Llegó hasta Renaín y se paró a un metro de él, mirando a Eritra repitió:
- ¿Daréis a nuestro camino un rumbo?
- ¿Cómo te llamas?
- Mi nombre es Alexio.
Cuando Renaín se disponía a contestarle, un hombre del grupo gritó:
- Alerta, nos atacan...
Desde los árboles frente al calvero del bosque el ejército droide se dirigía hacia ellos a toda velocidad y ya se encontraban a menos de cien metros.
Renaín llamó a todos a agruparse en círculo y luchar.
Desde la zona por donde habían venido observaron cómo se acercaba una pequeña nave espacial en dirección hacia ellos.
- Es la nave de reconocimiento que vinimos a buscar. Estamos rodeados.- Dijo Melkart con pesar.
El niño llamado Alexio tiró de la ropa de Eritra reclamando su atención, salió del círculo de defensa y se dirigió corriendo hacia la zona de arboles más cercana, situada a su izquierda. Eritra le siguió perdiéndose ambos de la vista de los demás.
- No hay salida, Renaín. Estamos perdidos...
- Hay que luchar.- Le contestó este a Melkart.
El Gigante Tembloroso comenzó a agitarse y danzar por primera vez en el día. Los sonidos chirriantes del avance droide acompasaban la avalancha mecánica, los álamos silbaban la melodía de la batalla, el monótono ulular de la nave espacial crecía en sus oídos hasta casi poder tocarlo cuando Renaín ordenaba que todos se pusieran las máscaras de combate y empuñaran arcos y falcatas. Dio un atronador grito:
- ¡Hay que luchar! ……………..
* Tartessus Baobab-Masmoc Utopía*
sábado, 29 de mayo de 2010
lunes, 24 de mayo de 2010
Dueño de mi propio mundo
Capítulo XI: Exipión
Mis palabras aún resonaban en el aire de Utobab, cuando una sombra fue cubriendo nuestras cabezas e inundando nuestros corazones de oscuridad.
Lentamente fue pasando la nave y nos sentimos observados y estudiados, sin poder llegar a comprender como no éramos destruidos.
Esta se alejó y aterrizó sobre la cima de la colina más próxima hollando un terreno agreste al refugio de la furia de El Gran Río.
Godbluf se volvió hacia mí con una mirada interrogante, y solo reaccioné a una voz que tras de mí sonaba con seguridad de sus palabras:
-No pueden atacar directamente sin asegurarse de que Melkart no sufrirá daño alguno. Él es el comandante de la expedición y por el código de los droides, un jefe solo puede morir tras un juicio militar.
-Entonces aún tenemos una esperanza.
Contestó Godbluf a las palabras pronunciadas por Eritra.
El pueblo de Tull se puso en marcha con celeridad al mandato de Renaín.
Maresma parecía no estar nunca a nuestro alcance, ya cuando conquistábamos nuestro objetivo, las primeras legiones de droides se avistaban en lontananza.
Starless nos habló a todos con la parsimonia que en los Hermanos del Sol era habitual, pero también con mensajes claros y escuetos:
-Godbluf dirigirá a Tull por Maresma sin mirar atrás y nos esperaréis en la Laguna del Ensueño hasta la aurora de un nuevo día. Melkart y Eritra id con ellos. Renaín, tú te quedaras con la fuerza de choque y conmigo.
-Ni hablar yo me quedo con vosotros, puedo ser de mucha ayuda.
Dijo Eritra con energía, y desafiando la autoridad de Starless, nadie se atrevió a llevarle la contraria, ni siquiera Renaín que no pareció contento con la decisión.
Justo en el momento que empezábamos a introducirnos en Maresma, vi como sacaban unas mascaras de sus bolsas que dibujaba una imagen del animal que nos atacó en la laguna y se la colocaron todos los guerreros sin excepción, Eritra cogió una ofrecida por Renaín.
Me volví a Starless y le dije:
-Con una máscara como esa, yo tambien puedo ser de gran ayuda aquí. Si me dejo ver unos segundos y luego me mezclo con todos, no utilizaran sus pistolas láser sin estar seguros de que su victima no soy yo.
Starless y Godbluf se miraron durante unos segundos, sin duda estaban decidiendo y sopesando el riesgo que se afrontaba, dejábamos desvalidos al pueblo de Tull, si éramos apresados en las orillas de Maresma. Sin pronunciar palabra Starless me lanzó una mascara y Godbluf me ofreció su falcata.
Coroné la pequeña duna sobre la que nos habíamos apostado y me dejé ver con claridad, aunque la tarde ya forzaba a un próximo crepúsculo que nos ayudaría en la batalla.
Rápidamente fui reconocido y el mandato llevó a los droides a sustituir sus pistolas láser, que tanto Eritra y como yo sabíamos de su eficacia, por unas espadas láser que les obligaría a afrontar el cuerpo a cuerpo.
-Pero esas espadas desintegraran nuestras falcatas.
Dije mientras me escondía tras aquella máscara de toro.
-No conoces la dureza de nuestros materiales, sin duda nuestras espadas resistirán.
Dijo Starless con seguridad.
Eritra se adelantó a la formación que se preparaba para lanza la primera andanada de flechas:
-Existe algo que debéis de conocer, recordad en todo momento que son robots, y acabar con ellos no es como acabar con un ser humano.
Solo podéis hacerlos de dos formas: la primera cortándoles la cabeza, por el cuello pasa toda la información hacia su ordenador central que actúa en consecuencia.
La segunda ir directamente al ordenador y este se encuentra en el vientre, pero recordad tenéis que atravesarlo.
De otra forma solo mermareis su capacidad pero no acabaría con ellos.
Yo sabía que aquella información era básica para todos nosotros, ni yo la conocía; pero tambien sabía que Eritra acababa de desvelar un secreto que la convertiría en una traidora a su propia especie, nada sería igual para ella desde aquel momento.
El sonido de los arcos tensándose se mezclaba con un tenue caminar a nuestras espaldas sobre el barro de Maresma. Aquello parecía vaticinar un próximo estruendo de sonidos entremezclados durante la batalla.
La primera oleada de flecha hizo caer parte de la avanzadilla de droides levantándose la gran mayoría al instante.
Las siguientes tan solo consiguieron retrasar el encuentro cuerpo a cuerpo del ejército droide y los tulunies.
A una arenga rápida y firme de Starless salimos de nuestro refugio tras la duna y afrontamos una lucha desigual en número, pero que se veía compensada con la ferocidad de los tulunies.
Los droides tras la sorpresa de una lucha en la cual el enemigo sabía perfectamente sobre donde atacar, aprendieron una forma de contrarrestar.
Primero golpeaba sobre el rostro con el puño y tras desenmascarar al enemigo, lo atravesaba sin compasión con la espada si no era Melkart.
La mayoría eran torpes en su forma de actuar, los que nos dio gran ventaja en la batalla. Vi a Exipión que se abría paso con dos golpes certeros, con el primero de un fuerte puñetazo le quitaba la mascara a su oponente y con el próximo se recreaba cada vez que atravesaba a un tulú.
Yo luchaba con mucha más lentitud que mis compañeros, y veía como Renaín y Eritra se deshacían de droides con gran facilidad.
Fue un instante de descuido en la batalla, todos los sentidos son importantes para sobrevivir, la vista se desvió hacia Maresma, los últimos integrantes del éxodo llegaban a la otra orilla, algo me golpeó el rostro, me hizo tambalear y caer sobre la arena de Utobab, la máscara se desprendió de mi rostro, la vi caer junto a mi; miré hacia arriba y vi como me observaba descubriendo mi verdadera identidad, se volvió un solo instante para avisar a todos ¡Melkart había sido descubierto! Aproveché ese instante para soltar un mandoble que cruzó el rostro de Exipión haciéndolo caer junto a mi.
Actué con la rapidez que da el miedo incontrolado, cogí mi máscara justo en el instante que una cabeza, con la que me había golpeado la cara Exipión, rodaba junto a mí, la miré y vi la cabeza del Hermano del Sol que con tanta bravura había visto arengar a su gente momentos antes.
Al grito de Exipión, todos los droides habían sacado sus pistolas láser y estaban acabando con mis compañeros, pero con el último rayo de sol, aparecieron una bandada de rapaces que parecían haber salido de la misma Maresma y atacaron las fuerzas droides, permitiéndonos una retiradas hacía el abismo de Maresma.
-Seguid mi estela
Se oyó la voz inconfundible de Renaín y se adentró en la ciénaga. Nadie miró atrás, solo pendientes de los pasos de Renaín que apenas se veían en una noche solo iluminada por la luna.
A nuestras espaldas se escuchaban los gritos de nuestros perseguidores que eran tragados por Maresma.
De nuevo se escuchó su voz a lo lejos:
-Parad, no adentraros más en la ciénaga, esperaremos el día.
Atravesamos Maresma y todos nos desprendimos de las máscaras… Eritra y Renaín seguían con nosotros.
Renaín nos miró con lagrimas en los ojos y poniéndose de rodillas, dio un grito tan aterrador que hizo ensordecer Utobab.
Nadie habló durante un viaje triste y rápido que nos llevó hasta la Laguna de Ensueño cuando la aurora venció a la oscuridad de aquella infausta noche.
Renaín frente a Godbluf y todo el pueblo alrededor, silencio ensordecedor y tras unas lagrimas que recorren el rostro de los dos, los brazos de ambos se alzaron lateralmente dibujando un círculo en el aire y posando las manos sobre el centro de sus pechos; unas palabras inundan la escena:
-Se bienvenido, nuevo Maestro de Día…
Tartessus Baobab
Mis palabras aún resonaban en el aire de Utobab, cuando una sombra fue cubriendo nuestras cabezas e inundando nuestros corazones de oscuridad.
Lentamente fue pasando la nave y nos sentimos observados y estudiados, sin poder llegar a comprender como no éramos destruidos.
Esta se alejó y aterrizó sobre la cima de la colina más próxima hollando un terreno agreste al refugio de la furia de El Gran Río.
Godbluf se volvió hacia mí con una mirada interrogante, y solo reaccioné a una voz que tras de mí sonaba con seguridad de sus palabras:
-No pueden atacar directamente sin asegurarse de que Melkart no sufrirá daño alguno. Él es el comandante de la expedición y por el código de los droides, un jefe solo puede morir tras un juicio militar.
-Entonces aún tenemos una esperanza.
Contestó Godbluf a las palabras pronunciadas por Eritra.
El pueblo de Tull se puso en marcha con celeridad al mandato de Renaín.
Maresma parecía no estar nunca a nuestro alcance, ya cuando conquistábamos nuestro objetivo, las primeras legiones de droides se avistaban en lontananza.
Starless nos habló a todos con la parsimonia que en los Hermanos del Sol era habitual, pero también con mensajes claros y escuetos:
-Godbluf dirigirá a Tull por Maresma sin mirar atrás y nos esperaréis en la Laguna del Ensueño hasta la aurora de un nuevo día. Melkart y Eritra id con ellos. Renaín, tú te quedaras con la fuerza de choque y conmigo.
-Ni hablar yo me quedo con vosotros, puedo ser de mucha ayuda.
Dijo Eritra con energía, y desafiando la autoridad de Starless, nadie se atrevió a llevarle la contraria, ni siquiera Renaín que no pareció contento con la decisión.
Justo en el momento que empezábamos a introducirnos en Maresma, vi como sacaban unas mascaras de sus bolsas que dibujaba una imagen del animal que nos atacó en la laguna y se la colocaron todos los guerreros sin excepción, Eritra cogió una ofrecida por Renaín.
Me volví a Starless y le dije:
-Con una máscara como esa, yo tambien puedo ser de gran ayuda aquí. Si me dejo ver unos segundos y luego me mezclo con todos, no utilizaran sus pistolas láser sin estar seguros de que su victima no soy yo.
Starless y Godbluf se miraron durante unos segundos, sin duda estaban decidiendo y sopesando el riesgo que se afrontaba, dejábamos desvalidos al pueblo de Tull, si éramos apresados en las orillas de Maresma. Sin pronunciar palabra Starless me lanzó una mascara y Godbluf me ofreció su falcata.
Coroné la pequeña duna sobre la que nos habíamos apostado y me dejé ver con claridad, aunque la tarde ya forzaba a un próximo crepúsculo que nos ayudaría en la batalla.
Rápidamente fui reconocido y el mandato llevó a los droides a sustituir sus pistolas láser, que tanto Eritra y como yo sabíamos de su eficacia, por unas espadas láser que les obligaría a afrontar el cuerpo a cuerpo.
-Pero esas espadas desintegraran nuestras falcatas.
Dije mientras me escondía tras aquella máscara de toro.
-No conoces la dureza de nuestros materiales, sin duda nuestras espadas resistirán.
Dijo Starless con seguridad.
Eritra se adelantó a la formación que se preparaba para lanza la primera andanada de flechas:
-Existe algo que debéis de conocer, recordad en todo momento que son robots, y acabar con ellos no es como acabar con un ser humano.
Solo podéis hacerlos de dos formas: la primera cortándoles la cabeza, por el cuello pasa toda la información hacia su ordenador central que actúa en consecuencia.
La segunda ir directamente al ordenador y este se encuentra en el vientre, pero recordad tenéis que atravesarlo.
De otra forma solo mermareis su capacidad pero no acabaría con ellos.
Yo sabía que aquella información era básica para todos nosotros, ni yo la conocía; pero tambien sabía que Eritra acababa de desvelar un secreto que la convertiría en una traidora a su propia especie, nada sería igual para ella desde aquel momento.
El sonido de los arcos tensándose se mezclaba con un tenue caminar a nuestras espaldas sobre el barro de Maresma. Aquello parecía vaticinar un próximo estruendo de sonidos entremezclados durante la batalla.
La primera oleada de flecha hizo caer parte de la avanzadilla de droides levantándose la gran mayoría al instante.
Las siguientes tan solo consiguieron retrasar el encuentro cuerpo a cuerpo del ejército droide y los tulunies.
A una arenga rápida y firme de Starless salimos de nuestro refugio tras la duna y afrontamos una lucha desigual en número, pero que se veía compensada con la ferocidad de los tulunies.
Los droides tras la sorpresa de una lucha en la cual el enemigo sabía perfectamente sobre donde atacar, aprendieron una forma de contrarrestar.
Primero golpeaba sobre el rostro con el puño y tras desenmascarar al enemigo, lo atravesaba sin compasión con la espada si no era Melkart.
La mayoría eran torpes en su forma de actuar, los que nos dio gran ventaja en la batalla. Vi a Exipión que se abría paso con dos golpes certeros, con el primero de un fuerte puñetazo le quitaba la mascara a su oponente y con el próximo se recreaba cada vez que atravesaba a un tulú.
Yo luchaba con mucha más lentitud que mis compañeros, y veía como Renaín y Eritra se deshacían de droides con gran facilidad.
Fue un instante de descuido en la batalla, todos los sentidos son importantes para sobrevivir, la vista se desvió hacia Maresma, los últimos integrantes del éxodo llegaban a la otra orilla, algo me golpeó el rostro, me hizo tambalear y caer sobre la arena de Utobab, la máscara se desprendió de mi rostro, la vi caer junto a mi; miré hacia arriba y vi como me observaba descubriendo mi verdadera identidad, se volvió un solo instante para avisar a todos ¡Melkart había sido descubierto! Aproveché ese instante para soltar un mandoble que cruzó el rostro de Exipión haciéndolo caer junto a mi.
Actué con la rapidez que da el miedo incontrolado, cogí mi máscara justo en el instante que una cabeza, con la que me había golpeado la cara Exipión, rodaba junto a mí, la miré y vi la cabeza del Hermano del Sol que con tanta bravura había visto arengar a su gente momentos antes.
Al grito de Exipión, todos los droides habían sacado sus pistolas láser y estaban acabando con mis compañeros, pero con el último rayo de sol, aparecieron una bandada de rapaces que parecían haber salido de la misma Maresma y atacaron las fuerzas droides, permitiéndonos una retiradas hacía el abismo de Maresma.
-Seguid mi estela
Se oyó la voz inconfundible de Renaín y se adentró en la ciénaga. Nadie miró atrás, solo pendientes de los pasos de Renaín que apenas se veían en una noche solo iluminada por la luna.
A nuestras espaldas se escuchaban los gritos de nuestros perseguidores que eran tragados por Maresma.
De nuevo se escuchó su voz a lo lejos:
-Parad, no adentraros más en la ciénaga, esperaremos el día.
Atravesamos Maresma y todos nos desprendimos de las máscaras… Eritra y Renaín seguían con nosotros.
Renaín nos miró con lagrimas en los ojos y poniéndose de rodillas, dio un grito tan aterrador que hizo ensordecer Utobab.
Nadie habló durante un viaje triste y rápido que nos llevó hasta la Laguna de Ensueño cuando la aurora venció a la oscuridad de aquella infausta noche.
Renaín frente a Godbluf y todo el pueblo alrededor, silencio ensordecedor y tras unas lagrimas que recorren el rostro de los dos, los brazos de ambos se alzaron lateralmente dibujando un círculo en el aire y posando las manos sobre el centro de sus pechos; unas palabras inundan la escena:
-Se bienvenido, nuevo Maestro de Día…
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