lunes, 13 de noviembre de 2017

CARRETERA INFINITA II


Llevo todo el día caminando por esta carretera, arreciado por un sol que ya comienza a decirme adiós desde un horizonte neblinoso. Detengo mi paso lento sobre la rayas centrales y discontinuas del asfalto. La monótona ventisca sigue subyugando mi cuerpo, aunque esté bien protegido de pies a cabeza por mi traje de piel de oso pardo, que yo mismo confeccioné, las oleadas de arena persisten en su empuje y ya siento un latente vibrar dentro de mis arterias que comienza a golpear mi mente en un ritmo galopante, cansino e imparable. Mis ojos, tras las gafas aislantes, llevan un tiempo entrecerrándose y ya noto que mi cuerpo se balancea más de la cuenta, y no por la compañía del viento arenisco; mis fuerzas están flaqueando y tengo que parar mi avance por este asfalto infinito.
La luz del ocaso cae fulminante, volviéndose densa y oscura, o a mí me lo parece, aunque pienso que igual ha pasado más tiempo del que aprecio desde que el astro sol inició su despedida. Mis pensamientos circulan con lentitud, al compás de mis movimientos sobre la carretera. Tengo que encontrar un lugar donde pasar la noche fuera de peligros. Conecto la posición nocturna en mis lentes buscando algún desnivel entre rocas y dunas que pueda ser propicio. Entre dos solitarios pinos, no lejos de la carretera, observo unas rocas que pueden ser adecuadas para descansar. Al llegar al lugar, me felicito porque es perfecto para lo que buscaba, un hueco entre las rocas de unos cuatro metros de profundidad y altura suficiente para estar sentado y echar mi cuerpo a tierra, sin la espada del viento pinchándome por todos lados.

Como viene ocurriendo desde hace…, ya no sé cuántas noches, al ir abandonándome las fuerzas y comenzar a acercarme a la orilla del sueño, suena en mi mente el sonido del gong hipnagógico avisando del comienzo de la comunicación con El Sentir.
-         La noche nos envuelve –oigo nítidamente cómo suena la voz grave en mi cerebro.
-         La noche nos cobija –respondo de forma automática en silencio, mentalmente.
-         ¿Sigues sin recordar tu pasado más allá de unos pocos días atrás? –me pregunta El Sentir.
-         Así es. –respondo alzando mi mano izquierda y tocando la roca grisácea que me sirve de techo para mi descanso nocturno.
-         Hoy te has cruzado con alguien en tu avance por la carretera. ¿Era conocido?
-         Yo diría que no, aunque no me fío de mi memoria puesto que está ausente de recuerdos, como no sean de esta carretera y este caminar por esta tierra desolada e inhóspita. –Entrecruzo mis manos detrás de la nuca y continúo mi conversación mental con un ente del que sólo sé que se hace llamar El Sentir y que cada noche nos comunicamos sin que yo me lo proponga, es algo que surge natural y nítido.
-         Sabes que eres un ser especial puesto que tu esencia llegó a mí, capté tu energía vital y podemos conectar cada noche. Es tu privilegio. Mañana podrá ser un mar de descubrimientos bajo tu barcaza. Serena tu espíritu y recupera tus fuerzas. La noche nos aguarda.
-         La noche nos cobija.

La oscuridad total y el silencio denso me engulle como una tormenta a un insecto confiado, de repente, sin aviso, cortante y definitivo con su velo negro.



      *Masmoc Utopía