jueves, 14 de abril de 2016

MUNDO CAUSAL XIX "Anajata"


El lago, ese animal desaforado a veces, y el gran amigo que reconforta y escucha paciente en otras, quedaba atrás mientras el grupo caminaba hacia el refugio de Monchian, que en cabeza les animaba a seguir adentrándose por una zona nueva y desconocida para la mayoría. Un transporte improvisado con ramas y palos servía a Banton y Silvano para llevar a un Bennu malherido y apesadumbrado. Mara y Gabriel, en la cola del grupo, sin embargo iban recuperando algo de vitalidad cómo si se la transmitieran el uno al otro con su sola presencia. Tras un largo trecho caminando en sepulcral silencio, Mara reaccionó hablando vivamente. 
  
       - Monchian, ¿no íbamos a la cabaña?

     - La cabaña ya no existe. Sentí que desaparecía en pedacitos etéreos cuando conseguíamos que el cuerpo causal de Franz regresara y se fundiera en cohesión astral con su espíritu. No queda nada, ni rastro. La cabaña era algo que yo creé y que el aberrante vacío me la ha arrebatado con sus oleadas de maldad. –Respondió Monchian sin dejar de mirar hacia delante.

Subían por una ladera empedrada salpicada de arbustos musgosos y líquenes silvestres; algún que otro árbol solitario saludaba su avance casi procesional con un suave vaivén.

     - Esta zona me es familiar; es donde aparecí por primera vez en el mundo causal. ¿Nos dirigimos a un punto concreto por aquí? –dijo Gabriel.
     - El camino está por delante. –Sentenció Monchian atrayendo un silencio respetuoso al grupo que nadie osó quebrar hasta alcanzar una cima cubierta de grandes rocas graníticas, grisáceas y blanquecinas.
     - Aquí, en este preciso lugar desperté en mi nuevo mundo, aquí llegué desconcertado y lleno de temor. No había vuelto desde entonces. Me repelía la idea de sólo pensar en regresar, algo dentro de mí me alejaba instintivamente de este lugar como algún tipo de autodefensa, creo. -Gabriel habló como para sí mismo, como para otro yo que quisiera nacer y redescubrir...
     - La mayor parte de la gente desea ser conducida. Los instintos tribales nos acompañan desde el albor de los tiempos. –Monchian les habló deteniéndose y dándose la vuelta con un gesto delicado.– Sabéis  que no formáis parte de esa mayoría.

Se hizo un silencio de catedral gótica después de sus últimas palabras y Monchian leyó en sus rostros como adentraban en sus conciencias; esperó unos breves segundos y continuó.-
     -  Gabriel, has logrado salvar tu profundo temor interno, has vencido a tu propia desconfianza en tí mismo y en todo a tu alrededor. Y lo has conseguido con la presencia de todos en el ascenso del camino, de forma natural aunque sintieras la semilla del temor y el rencor cómo llamaba a la puerta de tu corazón.

 Gabriel se sentó en una reluciente y pulida roca, miraba uno a uno a sus acompañantes con una expresión en su rostro rebosante de inocencia y gratitud, que transmitía a los demás. Cruzó sus ojos con los de Monchian, se levantó y se acercó a ella, y al sostener su profunda mirada sintió en el interior de su pecho como si le introdujera su mano en su chakra anajata y agarrara con su mano izquierda una serpiente alada que luchaba por sobrevivir, dando dentelladas con sus fauces abiertas buscando una presa desvalida.
     - Haz lo que debas hacer, Gabriel. Eres tú. –Le dijo Monchian, sin parpadear lo más mínimo y con una exquisita expresión serena.

Súbitamente, Gabriel se giró con extrema velocidad desprendiendo su arco del hombro con su mano derecha y agarrando una flecha de su carcaj con su izquierda, plantó su rodilla en roca, tensó la cuerda del arco al máximo posible y disparó la flecha hacia un cielo neblinoso y traicionero. De inmediato cayó abatido por la flecha del joven, sobre la extensa zona rocosa donde se encontraban, un ser monstruoso y descomunal, mitad serpiente y mitad buitre, emplumado y escamoso por zonas anacrónicas. Todavía agonizante, la aberrante bestia, babeando de furia y rabia, emitiendo un espeluznante rugido agudo y ondulante que los envolvía a todos en el terror, intentaba incorporarse sacando una lengua bífida verdosa que escupía y salpicaba hacia todos lados, desprendiendo un veneno mortal. En su desesperado intento de atacar, el monstruo viró bruscamente serpenteando en dirección a Monchian y levantó una de sus alas con terminaciones de garras en sus puntas para aplastarla. Una nueva flecha lanzada por Gabriel entró por su pestilente boca abierta y acabó con su persistente maldad de manera fulminante.

Todo el grupo se unió junto a Monchian. Gabriel permanecía con su arco medio tensado observando los cielos plomizos. Mara se acurrucó junto a Bennu y le acarició sus plumas rebuscando en su interior un efecto purificador como el que sintió cuando emergió del lago, el águila la miró inundado de gratitud que ella percibió al instante. Silvano no dejaba de observar expectante la gran planicie de rocas como si esperara que algo o alguien apareciera. Banton daba pasos cortos a un lado y otro, casi rítmicamente. Un sol mortecino iba despidiéndose atrayendo un frío creciente.

     - Estamos derrotando a los fobios; siento cómo pierden poder sobre el grupo. Esperaremos aquí hasta que llegue nuestro conector; creo que no debe tardar. – Les dijo Monchian, girando su vista desde el inmóvil engendro maligno a la enorme planicie de rocas refulgentes, donde Banton fijaba su mirada en la densa niebla que crecía rápidamente.



    * Masmoc Utopía