miércoles, 31 de diciembre de 2014

EN ALGÚN LUGAR, EN ALGÚN TIEMPO


Llega a mis oídos una voz lejana, cubierta de susurros que aturden mis sentidos, empapada de una melancólica embriaguez de dulzura, llena de verdad sincera que se cuela de improviso en mi consciencia. Sus palabras traen consigo un atisbo de alegría, de renovada ilusión por los nuevos días.
Me giro hacia atrás, busco con la mirada y sólo veo unos ojos claros y una sonrisa. Los ojos se abren aún más y la boca encarminada se mueve como si me hablara, pero no logro distinguir sonido alguno. Ya no siento la voz, sólo percibo el eco lejano reverberando en mi alma.

Alrededor solamente hay oscuridad, y frío. Intento palpar con las manos en todas direcciones, sin éxito. Un vacío silencioso donde flotan los ojos y la sonrisa, acompaña mis movimientos.
“Había perdido la capacidad de sonreir”. oigo claramente que las palabras provienen de arriba y abajo, de un suelo que no veo y de un techo inexistente sin perspectiva.
"Había perdido la capacidad de sonreir", de nuevo llegan a mis oídos las palabras pronunciadas en cascada cristalina. Avanzo a ciegas, siguiendo la imagen de los bellos ojos claros y los generosos labios color carmesí.
-          ¿Por qué? –consigo decir sorprendiéndome de mi voz.

"La alegría se evaporó. Fue un proceso lento y discreto, sin estridencias ni dramas, un gris devenir repetido y aumentado pacientemente día tras día. Y me dejó; no podía sentir el impulso de reir, no podía percibir ni emitir gestos de alegría. La fuerza interior que acciona el resorte de la alegría, se desterró de mi ser. Me acostumbré a ser no siendo, habité con el ocaso perpetuo de todos los días tristes. No sabía sonreir, era algo del pasado, de otro ser, no de mí. Había perdido la capacidad de sonreir".

Como una lenta canción soul las palabras se colaban en mis oídos, transpiraban mi piel y punzaban mi corazón.
"Había perdido la capacidad de sonreir aunque ahora, al encontrarte en la Nada, me ha llegado el olvidado recuerdo de cuando dije a los vientos que tus impulsos vitales me hacen sentirme libre".

Un aroma húmedo de mar con arena de playa mojada golpea mi rostro en mi caminar silencioso dentro de la oscuridad. Busco y rebusco sus ojos, sus labios. Abro una puerta cubierta de flores que llega hasta mí y me sumerjo en el océano de su calor, crucificado en la dulce euforia del reencuentro humedecido por sus labios, iluminado por un sol de medianoche que logra sacarme una sonrisa juvenil.

Logras mi rendición, me sonríes como nadie lo haría, me miras con una paz ajena a estos tiempos.  Y encontramos la forma de sonreir, encontramos el resorte de hacerlo juntos, cazando nubes.......en algún lugar, en algún tiempo.

Habíamos perdido la capacidad de sonreir.

-         ¿Por qué? –me digo a mí mismo




              * MASMOC  UTOPÍA



jueves, 25 de diciembre de 2014

PUNTO Y CALLE


* Conectado con Etiqueta Caballitos de Cañas,
PARTIDITO

Mi calle, o mejor dicho "la calle", de esas que sólo puedes tener una idea escuchando un nostálgico tango argentino, era todo un concentrado de humanidad, de vivencias, de historias de amores prohibidos, de relatos clandestinos, de idas y retornos, de posguerra, de tragedias y alegrías, de miseria y riquezas. De hombres trabajadores y de hombres iluminados. De mujeres que nunca se dieron por vencidas. Todo ello contenido en el aparente y dignificado silencio. Esas calles ya no existen porque ahora carecen de identidad y por lo tanto no pueden ser objeto de historias.

Era fundamentalmente masculina, si le tuviera que dar un género. Los niños, los barones, eran su gran mayoría y los juegos dominantes eran el  fútbol, peniques, trompos, retos peligrosos e intercambios de estampillas.
Siendo  del otro género, la cosa a veces me disturbaba aunque los niños te podían enseñar en pocos minutos lo que las niñas guardaban en callado silencio para la eternidad. Compañerismo, juego de equipos, solidaridad, fidelidad, e incluso pequeñas lecciones de vida venían impartidas por los niños. Eran los últimos niños, una raza en extinción como las calles mismas.
Sí, de esos que jugaban por el barrio hasta el atardecer, de esos que iban buscando aventuras y misterios que en sus casas o dentro de las aulas de un colegio no podrían haber nunca descubierto. De esos que al doblar la esquina se pavoneaban pensando ya de ser adultos.

Como en cada calle que se respete no podían faltar sus personajes. Uno de ellos era Alberto,
Nadie sabe de dónde, cuándo y cómo llegó Alberto y abrió su famosa taberna denominada por los últimos niños “El punto”
A veces, lo veías caminado por la acera con su paso lento y cadencioso como aquel, sin ninguna arrogancia, al que la vida  le hubiese enseñado ya todo lo que tenía que saber. Otras veces podías encontrarlo  sentado en la puerta de su taberna como en el trono de un dios del Olimpo. Silencioso  como competen a las paternidades divinas que sólo observan compresivos y vehementes desde el alto de sus altares.
Su expresión no tenía ni edad ni tiempo y ninguna señal de derrota o acritud contra el mundo transpiraba en su rostro. Al contrario, su eterna sonrisa reflejaba todas las sonrisas de los últimos niños en un concentrado de bondad y casi de inocencia....



** Indaco.

jueves, 31 de julio de 2014

CINE CASABLANCA




-      He visto esta mañana en la Plaza de Abastos el carrito de Manolillo el de las carteleras y la peli tiene que estar guapa. –Nos dice Lorencito frotándose las manos sonriendo.
- ¡Hombre! A ti es que te encantan todas las películas de romanos. –Responde Rogelio cuando los cuatro  ya doblamos la esquina de nuestra calle con Santuario de la Cabeza.
Manolito “el Chico” viene andando por la otra acera de la calle comiéndose un helado napolitano, tan concentrado en ello que no nos ve.
-      Manolito, que  vas a tropezar con un árbol, mirando al napolitano. A ese ritmo no llega entero a tu casa. –Le digo haciéndole señas con la mano mientras seguimos caminando.
-      ¡Claro!, que si no mi madre me riñe si me ve con el helado, porque después me duele la garganta.

Dejamos atrás la Academia Rojas, ahora callada sin el bullicio de los días de clase escolar, pasamos por delante de la Plaza de Abastos, donde Lorencito vio las carteleras con fotografías de la película que veremos esta noche. Al pasar junto al kiosko de Vitoriano, Monti salta del grupo en silencio, como si algún dios romano le hubiera hecho señales que él sólo podía percibir, y se planta en el kiosko. Nosotros nos detenemos cerca de la Peña Sevillista y permanecemos en silencio, observando su regreso con el rostro sonriente, ondulando su cuerpo a ambos lados, saludando con la mano izquierda mientras con la derecha saborea un napolitano recién comprado.
-      ¡Anda que no eres nadie, Monti! –Le dice Lorencito mientras él saborea su helado en silencio, sonriéndonos.
-      Vamos a poner dos o tres pesetas cada uno, que vamos a comprar kikos. –Les digo a los tres.

  El albero, humedecido por el agua de la recalentada manguera media hora antes, nos recibe con cierto frescor, cuando la noche comienza lentamente a bajar y el olor penetrante de los jazmines en la entrada nos sitúa sensorialmente en el Cine Casablanca.
Una vez que el portero nos parte el ticket, buscamos el mejor sitio posible por el centro y no demasiado cerca de la pantalla. Una pantalla inmensa y blanca como el frío vaso de leche que tomé en la merienda. Las paredes encaladas dan un ambiente de frescura y pureza que al cobijarnos las estrellas nos envuelve en un mundo de aventura y misterio por el que el tiempo no traspasa.

-      La que vimos la semana pasada de El Santo Enmascarado de Plata sí que estuvo bien. –Nos comenta Rogelio.
-      Las pelis de Fuman Chú sí que están guapas. –Alza  la voz Monti con determinación, mientras nos sentamos en las recalentadas sillas.
-      La última que vi de Maciste estuvo regular. –Le digo a los amigos.
-      A mí me gustó. –Salta rápido Lorencito.
-      Es que a tí te gustan todas las que salgan romanos y espadas. Y si salen peleas de gladiadores, "no te digo ná", te vuelves loco.  –Le apunta Rogelio oportunamente, a lo que todos nos reímos.
-      Pero si Maciste cogía unos pedruscos enormes y los lanzaba a los “malos”, y se veía claramente que eran de goma por los botes altos que pegaban en la tierra. –Insisto en lo mío.
-      Eso es verdad. –Apunta Monti mirando la pantalla del cine de verano.
-      A mí me gustó. –Se reafirma Lorencito, sin dejar de moverse en su asiento.
-      Bueno,  a ver si la película de hoy, "Maciste guerrero de Esparta" está bien. –Les digo poniéndome de pie, mirando hacia las filas de atrás por si veo a alguna chica conocida..
-      Pasa los kikos. –Le dice Monti a Rogelio, sin dejar de sonreír..

Ha caído la noche, las canciones de Simon y Garfunkel que despiden los altavoces dejan de sonar, encienden el proyector, dos salamanquesas corretean por la pantalla antes de ser “destrozadas” por Maciste, nos miramos sonrientes y contemplamos el gran espectáculo de nuestro verano que comienza en el Cine Casablanca.

Así, nuestro particular espectáculo vivencial continúa, cuando el verano nos abre sus puertas como una película de aventuras y descubrimientos, siempre lleno de momentos especiales y únicos que perdurarán el resto de nuestras vidas.


          * Masmoc Utopía





           

sábado, 31 de mayo de 2014

SOLO, CON EL TIEMPO


Estoy solo.

Después de volver de mi paseo matutino por la playa, me dispongo a preparar el almuerzo. Hoy toca ensalada de pulpo rociado con tintilla reserva.
Corto una verde y fresca lechuga de mi pequeño huerto, distribuyo en el cuenco trozos del pulpo que capturé muy temprano y que después herví, medio hipnotizado por las llamas del fuego, algo de especias, un poquito de sal, aceite de oliva virgen extra y removerlo todo enérgicamente.

 Ahora viene el toque maestro, que descubrí por casualidad una noche turbia en la que, algo ebrio, volqué el vaso de vino de tintilla sobre la ensalada recién preparada. Aquella noche no cené, me quedé dormido sentado en un taburete con la cabeza reposada sobre la mesa de la cocina. Al día siguiente desperté con hambre y un regusto infantil y azucarado en mi boca. Al volver de la playa después de darme un baño en el mar me fijé en la ensaladera de plata llena de la ensalada de pulpo preparada en la noche anterior. La removí un poco con el tenedor y gustosamente la probé.
Una sensación exquisita, una novedad gustativa, un sabor no encontrado anteriormente. Me incorporé y dí dos vueltas a la mesa pensando en los ingredientes cuando golpeé con uno de mis pies descalzos una copa moribunda en el suelo, y mi memoria me rescató de la confusión al mostrarme la botella de vino de tintilla reserva  totalmente vacía.

El tiempo. El tiempo necesario para que adquiriera ese sabor macerado, a mar profundo y a campiña primaveral, sabor a barcas y redes de pesca y también a silenciosas bodegas de dioses antiguos. El tiempo transcurrido de la noche al día con un sol en lo más alto del cielo le dio el noble y complejo sabor que embriagó mi deleite.

Hice la ensalada de pulpo otro día y repetí los ingredientes, incluida la copa de tintilla final, pero no conseguí el fulgurante sabor. Volví a intentarlo varias veces y no lo logré. Hasta que una noche hice la receta cuidadosamente y brindando con mi licor preferido esparcí el contenido de la copa sobre la ensalada, seguidamente salí al porche a contemplar las estrellas e intentar situar a algunas por su nombre. Al día siguiente, nada más despertar y aún desvaneciéndose mi último sueño con multitudes, probé la ensalada de pulpo con tintilla reserva y mi paladar volvió a danzar y jugar con los dioses. Era de gloria refulgente.

Necesitaba su tiempo para complementarse y dar todo su sabor.
Y tiempo es todo lo que tengo.

Estoy solo en mi mundo.

No recuerdo cuando fue la última vez que vi a alguien. Nadie pasa por aquí ni tampoco yo voy a encontrarme con nadie.
La espesa sensación de ser no siendo, continúa dándome compañía cada mañana al despertarme, cobijándome, meciéndome como a un bebé cuando abro mis parpados a la claridad matutina. Todo lo que tengo es el tiempo; el tiempo que me quede de vida, solitario y sin palabras compartidas, sin miradas que cruzar ni manos que agarrar.

Observando el océano y la espuma de las olas besar mis pies, pienso que el tiempo será el compañero que me permita dar reposo y paciencia a mi existencia
El ir y venir de las olas, el llegar y abandonarse para recrear una nueva llegada, me muestran mis días de renovación y abandono.
Me sugiero a mí mismo que degustar todo este tiempo en esta inmensidad tan vacía, podría conseguir complementar mi vida bañándome en la soledad profunda de todos mis días presentes y futuros.
Incluso podría dejar de sentirme tan contaminado por la culpa, acompañado sólo con el tiempo.
Puede ser que logre sentirlo.

Solo, con el tiempo.

Estoy solo con el mundo.




      * Masmoc Utopía.



sábado, 19 de abril de 2014

Paz Atemporal


Algo me despertó, una agitación inusual en mis desvelos de madrugada me hicieron saltar de la cama, el primer contacto con el suelo de mármol, me provocó un escalofrío que recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.
Un correr silencioso me llevó hasta la habitación de mi pequeño, el verlo con la sábana trenzada a su cuerpo provocó paz en mi alma.
Me acerqué, tras luchar para desenredar su cuerpecito de las sabanas, lo besé en la frente, me lo agradeció con una sonrisa angelical.
Tras unos instante la agitación me volvió, corrí hasta el cuarto de mi niña, al comprobar como un gesto de su cara me mostraba el placido sueño que tenía, volví a tener paz en mi ser. La besé, sin abandonar las desventuras de su mundo onírico, su mano acarició mi rostro.
Entonces, la agitación regresó, recordé que ella dormía junto a mí, había salido con tanta precipitación del dormitorio que no había mirado hacia su lado de la cama.

Volví a mi cuarto, la luz de la farola que penetraba por la ventana se reflejaba sobre su cara, descubría un respirar tranquilo.
Volvió a mí una paz en mi aura que me llevó a rodear la cama y postrarme sobre ella para besar unos labios secos por el frío de la noche.
Su cuerpo pasó de un sueño profundo a un duermevela que aproveché para decirle:
¡Gracias por todo!
Ella me correspondió en un susurro con un ¡te quiero! para volver a entregarse en los brazos de Morfeo.

La agitación volvió a mí, una luz cegadora inundó la habitación para descubrirme la silueta de mi cuerpo acostado junta a ella.
Me volví hacia la luz, envolviéndome en su manto y provocando en mi una...
¡paz atemporal de espíritu!



     * Tartessus Baobab


jueves, 6 de marzo de 2014

ELLA ES

Ella es la redención.
Ella es el aposento,
aire de vida al viento.

Ella es la emoción.
Ella es fluir silencios,
renacer en mis adentros.

Ella es la salvación.
Ella es música sin tiempo,
luz fulgente, mi alimento.

Cabezas parlantes
resuenan en mi alma
exánime y suplicante
para que no caiga.

Ritmo y melodía latente,
brújula que me salva
del Leviatán estridente;
sin navíos, sin plegarias.

Ella es mi creación.
Yo soy la expiación.


* Masmoc Utopía.

miércoles, 19 de febrero de 2014

ELLA NO ESTÁ

Promesas sugerentes brotan irreales
de tus húmedos labios,
sedientos en eterna espera.

Cuando voy a abrazarte
mis manos se cruzan en la nada
apretando mi espalda.

Cuando voy a hablarte
el silencio es una cruel garra
que aprisiona mi garganta.

No te respiro, hace demasiado tiempo
y aún sigo enfermo de amor.

En mi torre de farero espero paciente;
la soledad y las olas rompen........
rompen tu dulce imagen.

Solamente me queda esa música.................



* Masmoc Utopía