jueves, 25 de febrero de 2010

Dueño de mi propio mundo

Capítulo V: Renaín

La Maniobra de aterrizaje fue tomada con la máxima precisión, Euritión era un piloto experto en cualquier tipo de situaciones. El lugar había sido elegido como el mas idóneo para mantener la nave oculta, un calvero en un bosque de álamos temblones que Eritra rápidamente bautizó como El gigante Tembloroso, (según ella todo aquel bosque pertenecía a un mismo organismo viviente).
La distancia de seguridad que se había elegido era de dos días a pie hasta llegar al poblado.
La indumentaria elegida fue diseñada de acuerdo a las imágenes tomadas del poblado, de tal forma que pudiésemos pasar por forasteros de algún poblado lejano. El único medio que nos mantendría en contacto con la nave era un transmisor camuflado en un medallón con la figura de un sol que colgué de mi cuello.
Antes de abandonar la nave volvimos a comprobar la composición de la atmósfera de aquel planeta: 21% oxigeno, ningún gas que pudiese perjudicar mi respiración y una presión atmosférica de 1024 mb., por lo que nada evitaría mi exploración de aquel planeta.
Nos despedimos de Euritión y avanzamos por el bosque de álamos gigantes y temblorosos que ocultaba la visión de un cielo negro azabache repleto de miles de diamantes que esperaban ansiosos la llegada de una luna que eclipsara su belleza por unas horas.
Un caminar incesante nos hizo olvidar el paso de las horas, solo tuvimos conciencia del tiempo transcurrido, cuando un rayo atravesó la espesura de los álamos iluminando nuestro camino, y manteniendo durante todo aquel día un viaje lleno de claroscuros provocados por pequeños calveros del bosque.
La oscuridad se adueñaba de nuevo del planeta, cuando la espesura del bosque se paró violentamente formando una línea de álamos limitando su territorio y dando paso a una dehesa, donde la principal protagonista era la encina.
Recorrimos algunos kilómetros por aquel paisaje solo acompañados de un cielo estrellado, delante de nosotros apareció una pequeña laguna que parecía mantener secuestrada a una luna ya que nada mas acercamos se asomó a sus aguas, provocando una noche con luz de plata suave que daba descanso a los diamantes de la noche.
Me aparte de Eritra para probar un agua cristalina dueña del embrujo de la luna, y en aquel momento el reflejo me mostró un animal con dimensiones de buey y furia de toro bravo que me envestía celoso de que le robara aquel paisaje.

Solo pude volverme y mi cuerpo quedó inerte frente al animal, mi mente si actuó con rapidez, y repasó una vida llena de búsquedas, siempre en pos de un descubrimiento que me encumbrara, como los ídolos de mi niñez en la historia de una civilización ya caduca. Y cuando ese objetivo estaba tan cerca, dejo la vida en un planeta sin descubrir siquiera su nombre.
Ya atravesaba el animal la última encina para llegar a su objetivo, cuando alguien saltó sobre su cabeza, aferrándose a las astas y desviando su trayectoria unos centímetros antes de alcanzarme. El animal cayó en la orilla de la laguna, fruto de la agilidad del pequeño ser que llevaba sobre él.
La lucha fue a vida o muerte, sabía exactamente como forzar la sumisión de aquel gigantesco animal, y cuando tras unos minutos de intenso esfuerzo, por parte de los dos, el astado animal mostró su sumisión, con un rápido movimiento, el pequeño ser sacó una espada pequeña parecida a una antigua falcata y degolló al animal dejándolo en un sueño eterno junto al reflejo de una luna que posiblemente también lo había visto nacer.
Los siguientes movimientos fueron dos cortes rápidos y precisos con los que cortó unos cuernos afilados que guardó minuciosamente en una pequeña bolsa de piel que llevaba colgada.
Eritra ya se encontraba junto a mí y lo habíamos observado todo con perplejidad
Hasta entonces no pareció haber reparado en nuestra presencia, se levantó y se dirigió hacia nosotros; era un chico de unos diecisiete años, de estatura media y complexión atlética. .
Su mirada se centró en el colgante que yo llevaba en mi pecho, el sol que nos mantenía en contacto con Euritión, cuando estuvo junto a nosotros dijo algo señalándolo en un idioma ininteligible para mi, miré apresurado a Eritra para pedirle ayuda, sabía todas las lenguas conocidas en nuestro planeta; la cara de desconocimiento en ella me frustró y solo pude escuchar de su boca:
- No existe en la tierra ninguna lengua parecida.
El silencio que se creo fue tal, que solo fue roto cuando el chico dijo:
- Conozco perfectamente vuestro idioma, el maestro de tarde me lo enseñó……


Tartessus Baobab

domingo, 21 de febrero de 2010

Dueño de mi propio mundo

Capítulo IV: Maestro de Día Starless

Con la respiración agitada,sudoroso y cansado Renaín se sentó sobre una roca.El sol ya dominaba las alturas con claridad y su intensidad se dejaba notar, todavía más en él después de cubrir la mayor parte de las clases de la mañana.Tras unos segundos,abrio los brazos para tomar aire y se puso de pie mirando a la torre, donde una figura atlética le observaba inmóvil.
-¿Sí? Maestro de Día.
-Excelente Renaín, sería dificil hacer ese recorrido en menos tiempo.Por ello considero que ya estás preparado para acceder a La Gran Caza -dijo el Maestro de Día desde su puesto de observación, acompañado de una gran sonrisa.
Renaín hinchó el pecho inundado de alegría y sus ojos verdemar se humedecieron por la emoción. Una emoción que al segundo dominó y controló, tal y como le habían enseñado sus dos maestros principales.
Era un hecho muy importante en su vida, un día señalado, un momento grande y esperado, un camino duro de esfuerzo y preparación que le habían llevado hasta allí. Cerca de cinco años de diario entrenamiento físico, de preparación atlética, de habilidades tácticas de batalla, de rigurosa práctica en las diferentes artes de combate.
-No olvidaré este momento, Maestro de Día es un gran honor ser tu aprendiz-dijo Renaín poniendo ambas manos entrecuzadas sobre el centro de su pecho y mirando hacia lo alto de la torre de madera de unos diez metros de altura.
El Maestro de Día continuaba inmóvil. Enfundado con un atuendo de color azul, ajustado en la cintura por un cordel amarillo y terminando en pantalones ceñidos en los tobillos con franja amarilla, a la altura del pecho el distintivo del dibujo del sol. La piel bronceada de sus fuertes brazos descubiertos relucía en contraste con sus ropas, su pelo oscuro y recogido con una pequeña coleta detrás hacía bien visible un rostro noble y curtido, de ojos marrón brillante, frente despejada y una pequeña barba negra en forma de perilla.
Con silenciosa velocidad saltó desde la torre y agarró una cuerda que prendía de esta,se deslizó por ella con felina agilidad llegando a posarse a un metro frente a Renaín, alzó sus manos hacia arriba marcando un circulo al bajarlas y colocarlas después sobre su pecho diciendo -Es un gran honor ser tu Maestro de Día, Renaín.
Permanecieron unos pocos segundos quietos y en silencio, entonces el Maestro de Día estrechó en un fuerte abrazo a Renaín diciendo -Es un honor, es un gran honor-, repetía estas palabras y reían los dos a grandes carcajadas una y otra vez.
Caminando los dos en silencio hacia la salida de la zona de entrenamiento Renaín pensaba en el futuro más cercano que le esperaba, "La Gran Caza", su última prueba de aprendizaje. La voz de su acompañante le sacó de sus pensamientos -Mañana, al alba, tu Maestro de Tarde y yo mismo te acompañaremos para que puedas conocer a "El que perdura" y le presentes tu Tabla de Honor.
-¿Tan pronto Maestro de Día?- preguntó Renaín.
-La visión que todos vimos en los cielos ayer tarde lo exige. Ha sido decisión de "El que perdura".
-¿Qué relación tiene?
-No sabemos. Solamente te puedo decir que "El que perdura" se interesó por el estado de tu adiestramiento y al saber que estaba llegando a su última fase se congratuló.Nos dijo que cuando estuvieras preparado accederiamos al Salón de Tablas al día siguiente.
-Pero eso nunca se ha producido, siempre hay que esperar los tres días y tres noches de ayuno y recogimiento.
-Cierto es. Aunque tú sólo estarás lo que queda del día y la noche hasta mañana al alba.
-No logro entenderlo, Maestro de Día- dijo Renaín deteniendose frente a su acompañante y esperando alguna respuesta convincente.
-No alcanzaremos a comprenderlo, los motivos sólo lo sabe "El que perdura".
El sol ya quemaba al descubierto, un pequeño lagarto se esconde entre las rocas velozmente cuando reanudan la marcha para salir de las instalaciones de entrenamiento. Renaín mira al cielo y piensa en su futuro inmediato, lo percibe de forma diferente a como lo esperaba, él se siente fuerte y lleno de determinación para el dia de La Gran Caza aunque hay un protocolo diferente para él. Mañana llegará el día señalado en el que podrá presentar su Tabla de Honor y ver por primera vez a "El que perdura"...........

          *Masmoc Utopía

miércoles, 17 de febrero de 2010

Dueño de mi propio mundo

Capítulo III: Euritión y Eritra


Aquella última visión reflejada en la pantalla cambiaba todas mis reflexiones radicalmente.
¿Como llegaron ellos hasta aquí?, esa era mi próxima misión, tenía que averiguarlo.
Mis manos volaban sobre el teclado intentando modificar el plan de vuelo programado con anterioridad. Sabía que si lo conseguía me sería imposible borrar todo lo acontecido en el ordenador, por lo que el rastreo que se produjera dejaría a la vista mis decisiones tomadas al amparo de mi propio criterio, y obviando, desobedeciendo el verdadero espíritu de la misión.
Conseguí abortar el nuevo destino, justo antes de entrar en aceleración máxima, por lo que la brusquedad de la maniobra me hizo caer y golpearme en la cabeza, lo que me tuvo en una semiinconsciencia durante un tiempo incontable en el que la nave fue a la deriva surcando el cielo de aquel planeta.
Cuando desperté, me levanté y observé la pantalla del ordenador, miré fijamente sin creer lo que estaba viendo…, la nave se encontraba justo encima del pequeño poblado. Nunca creí en los destinos prefijados de las personas, por lo que nada podía estar escrito antes de que sucediera, todos somos dueños de nuestros actos, el libro del futuro esta en blanco para que lo escribamos día a día…, si pero, aquella llamémosla casualidad no podía dejarla pasar, por lo que busque un sitio donde esconder la nave, y no conforme con lo encontrado, la trasladé tan alto que nadie pudiera verla y decidí bajar con la lanzadera de exploración.
Empezaría por tomar contacto con alguien de aquel poblado, no se conocen las hormigas solo con estudiarlas desde fuera, tendría que convertirme en una de ellas para conseguir saber que piensan.
La próxima decisión no fue fácil de tomar, pero no podía dejar la nave de exploración sola en el planeta, sin nadie, por lo que di la orden de despertar a mi equipo de exploración.
Tras el tiempo oportuno para el despertar, aparecieron en el puente de mando, los dos: Euritión, piloto, explorador y gran soldado, y Eritra, guapa y la mejor científica sobre el terreno, conocedora de tribus ancestrales de la tierra.
Era un equipo perfecto, lastima que no pudiesen compartir conmigo la sensación que me llevaba a aquella expedición, estaban adiestrados solo para su trabajo, eran robots…

Tartessus Baobab

sábado, 13 de febrero de 2010

Dueño de mi propio mundo

Capítulo II: Maestro de Tarde Godbluf

Renaín caminaba junto a su Maestro de Tarde por la orilla del ancho rio en un día igual de claro y soleado que los anteriores. La conversación de la tarde giraba en torno a la inmensidad del cielo, a la lejanía del astro sol y de las estrellas, y también a su presencia real aunque inalcanzable para ellos.
Renaín era muy joven, todavía le quedaban algunos años para llegar a obtener los votos de Hermano del Sol. Él se esforzaba cuanto podía para estar a la altura que su Maestro de Tarde demandaba pero a veces esas horas pasaban lentamente, sobre todo cuando las comparaba con las jornadas acompañado de su Maestro de Día, que solían discurrir veloces y dinámicas.
-Si pudieras observar a tu gente, a tu poblado desde el cielo, ¿de qué forma los verías?-preguntó el Maestro de Tarde.
Renaín miró de nuevo al cielo, luego al suelo y después al hombre de avanzada edad,de cabeza afeitada y pequeña barba blanca en forma de perilla. Guardó silencio unos segundos como esperando una aclaración a la pregunta, sin dejar de mirar a su Maestro de tarde.Este le mantuvo la mirada esperando la respuesta.
-Hormigas-dijo Renaín.-Los vería igual que veo ahora a una colonia de hormigas.
-¿Conoces a las hormigas?-preguntó el Maestro de Tarde.
-Sabemos como se organizan y su estructura productiva.Por la continuada observación de su comportamiento tenemos todos esos conocimientos.
-Pero, ¿conoces a las hormigas?
-Es lo que sé por los datos que tenemos, Maestro de Tarde.
-Está claro pues.
El Maestro de Tarde alzó los brazos hacia arriba, los bajó lateralmente al mismo tiempo haciendo un circulo en el aire y posó sus manos en el centro de su pecho, a la altura del dibujo del sol en su túnica de color amarillo y le dijo.-Debe estar muy claro también para tí.
-¿A qué se refiere, Maestro de Tarde?-preguntó Renaín.
-Está claro Renaín que no conoces a las hormigas aunque las hayas observado en su forma de obrar.
-Es a lo que podemos llegar.Observarlas.
-Está claro pues.No las conoces porque no te has podido comunicar con ellas.Reflexiona sobre ello, Renaín.
Renaín posó sus manos en su túnica blanca a la altura del centro de su pecho.Un profundo silencio quedó respetado entre maestro y aprendiz durante unos diez segundos.
El murmullo del agua del rio acompañaba con su cadencia y el ocaso de la tarde les anunciaba el final de la jornada cuando un sonido continuo, como una especie de silbido extraño proveniente de las alturas les alarmó.Pudieron ver en los cielos una enorme figura de metal, brillante, tan grandiosa que parecía que la noche había caido.Se desplazaba a velocidad constante en linea recta.Igual que apareció se fue alejando de su vista lentamente.
Renaín se quedó sin palabras, mirando al cielo, como una figura de cera.Por fin miró al Maestro de Tarde cuando este dijo-Han tardado mucho tiempo.............

Masmoc Utopía

sábado, 6 de febrero de 2010

Dueño de mi propio mundo

Capítulo I: Melkart

Carmina Burana encrechendo, sonido que llega a mis oídos y me despierta de un sueño provocado que me mantiene inerte en este viaje pionero.
Como las ondas en el agua, el movimiento va desplazándose por mis articulaciones hasta conseguir que mi cuerpo se levante del letargo y acuda a la llamada de un ordenador que siendo inteligente para recorrer miles de kilómetros, necesita mi orden para decidir si este es el planeta que salvará una especie en extinción.
Años de entrenamiento me llevaron a ser el elegido, guardián de un ejercito que trasladado en una nave diseñada para la misión, sea la persona que decida que planeta conquistar para la continuidad de la especie humana.
Me pongo a verificar las imágenes grabadas por nuestro ordenador. Valles verdes bañados por corrientes de ríos de aguas cristalinas, que sus fondos se pueden estudiar desde el espacio. Bosques espesos por los que apenas entra un sol brillante que los baña. Montes altos y helados que ofrecen una blancura cegadora. Un mar que baña unas orillas de forma dulce, como si mesara el pelo de una linda muchacha.
Contemplando este mundo me siento descubridor, ahora si he realizado el sueño de mi vida, ser el primero en ver un mundo nuevo y ofrecérselo a los demás.
Las horas pasan y no me canso de pasear por los diferentes monitores que me enseñan este paraíso, ya se como se sentirían nuestros antiguos.
Considero que ya he retrasado lo suficiente el despertar a mi gente para proceder a bajar al planeta, y cuando estoy apunto de apartar la vista de los monitores, algo pasa por una pequeña planicie, fijo todo mi objetivo en descubrir que ha podido ser. Cuando los monitores me enseñan el lugar a mi mandato, veo como un pequeño poblado existe en aquel valle, junto a un río de aguas tranquilas.
Aquello me hace reaccionar de una forma diferente a la entrenada por tantos años de instrucción. (Si el planeta es el ideal, aunque este habitado se conquistará, necesitamos un planeta nuevo).
A mi cabeza vienen preguntas que no me quiero contestar, Griegos conquistando y matando en pos de culturizar el mundo, romanos destruyendo creencias para implantar las propias, españoles destrozando civilizaciones enteras por el vil metal, y tanto otros, siempre con la excusa de civilizar al bárbaro, sin pensar que quizás los bárbaros fueran ellos.

La sensación que me envuelve me hace sentirme como un Dios, dueño de mi propio mundo, en cuyas manos esta que estos seres primitivos puedan cumplir su destino o fraguarles uno invadiendo sus tierras, sus creencias y sus corazones.
¿Que ganarían, ser como nosotros, o ser destruidos por nosotros?
La decisión es tomada con rapidez, ellos tienen derecho a equivocarse como nos equivocamos nosotros, y doy las órdenes para que el viaje continúe hacia el segundo planeta en la lista.
Mientras se realiza el viraje de la nave, contemplo aún ese planeta idílico digno del mejor Edén imaginable, y con lágrimas en los ojos de emoción, veo como atravesamos una zona desértica y justo en el centro de la pantalla y unos segundos antes de la desconexión…. unas pirámides llenan la pantalla…

Tartessus Baobab