Capítulo II: Maestro de Tarde Godbluf
Renaín caminaba junto a su Maestro de Tarde por la orilla del ancho rio en un día igual de claro y soleado que los anteriores. La conversación de la tarde giraba en torno a la inmensidad del cielo, a la lejanía del astro sol y de las estrellas, y también a su presencia real aunque inalcanzable para ellos.
Renaín era muy joven, todavía le quedaban algunos años para llegar a obtener los votos de Hermano del Sol. Él se esforzaba cuanto podía para estar a la altura que su Maestro de Tarde demandaba pero a veces esas horas pasaban lentamente, sobre todo cuando las comparaba con las jornadas acompañado de su Maestro de Día, que solían discurrir veloces y dinámicas.
-Si pudieras observar a tu gente, a tu poblado desde el cielo, ¿de qué forma los verías?-preguntó el Maestro de Tarde.
Renaín miró de nuevo al cielo, luego al suelo y después al hombre de avanzada edad,de cabeza afeitada y pequeña barba blanca en forma de perilla. Guardó silencio unos segundos como esperando una aclaración a la pregunta, sin dejar de mirar a su Maestro de tarde.Este le mantuvo la mirada esperando la respuesta.
-Hormigas-dijo Renaín.-Los vería igual que veo ahora a una colonia de hormigas.
-¿Conoces a las hormigas?-preguntó el Maestro de Tarde.
-Sabemos como se organizan y su estructura productiva.Por la continuada observación de su comportamiento tenemos todos esos conocimientos.
-Pero, ¿conoces a las hormigas?
-Es lo que sé por los datos que tenemos, Maestro de Tarde.
-Está claro pues.
El Maestro de Tarde alzó los brazos hacia arriba, los bajó lateralmente al mismo tiempo haciendo un circulo en el aire y posó sus manos en el centro de su pecho, a la altura del dibujo del sol en su túnica de color amarillo y le dijo.-Debe estar muy claro también para tí.
-¿A qué se refiere, Maestro de Tarde?-preguntó Renaín.
-Está claro Renaín que no conoces a las hormigas aunque las hayas observado en su forma de obrar.
-Es a lo que podemos llegar.Observarlas.
-Está claro pues.No las conoces porque no te has podido comunicar con ellas.Reflexiona sobre ello, Renaín.
Renaín posó sus manos en su túnica blanca a la altura del centro de su pecho.Un profundo silencio quedó respetado entre maestro y aprendiz durante unos diez segundos.
El murmullo del agua del rio acompañaba con su cadencia y el ocaso de la tarde les anunciaba el final de la jornada cuando un sonido continuo, como una especie de silbido extraño proveniente de las alturas les alarmó.Pudieron ver en los cielos una enorme figura de metal, brillante, tan grandiosa que parecía que la noche había caido.Se desplazaba a velocidad constante en linea recta.Igual que apareció se fue alejando de su vista lentamente.
Renaín se quedó sin palabras, mirando al cielo, como una figura de cera.Por fin miró al Maestro de Tarde cuando este dijo-Han tardado mucho tiempo.............
Masmoc Utopía
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Esto va tomando forma,espero impaciente el proximo capítulo.
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