Capítulo I: Melkart
Carmina Burana encrechendo, sonido que llega a mis oídos y me despierta de un sueño provocado que me mantiene inerte en este viaje pionero.
Como las ondas en el agua, el movimiento va desplazándose por mis articulaciones hasta conseguir que mi cuerpo se levante del letargo y acuda a la llamada de un ordenador que siendo inteligente para recorrer miles de kilómetros, necesita mi orden para decidir si este es el planeta que salvará una especie en extinción.
Años de entrenamiento me llevaron a ser el elegido, guardián de un ejercito que trasladado en una nave diseñada para la misión, sea la persona que decida que planeta conquistar para la continuidad de la especie humana.
Me pongo a verificar las imágenes grabadas por nuestro ordenador. Valles verdes bañados por corrientes de ríos de aguas cristalinas, que sus fondos se pueden estudiar desde el espacio. Bosques espesos por los que apenas entra un sol brillante que los baña. Montes altos y helados que ofrecen una blancura cegadora. Un mar que baña unas orillas de forma dulce, como si mesara el pelo de una linda muchacha.
Contemplando este mundo me siento descubridor, ahora si he realizado el sueño de mi vida, ser el primero en ver un mundo nuevo y ofrecérselo a los demás.
Las horas pasan y no me canso de pasear por los diferentes monitores que me enseñan este paraíso, ya se como se sentirían nuestros antiguos.
Considero que ya he retrasado lo suficiente el despertar a mi gente para proceder a bajar al planeta, y cuando estoy apunto de apartar la vista de los monitores, algo pasa por una pequeña planicie, fijo todo mi objetivo en descubrir que ha podido ser. Cuando los monitores me enseñan el lugar a mi mandato, veo como un pequeño poblado existe en aquel valle, junto a un río de aguas tranquilas.
Aquello me hace reaccionar de una forma diferente a la entrenada por tantos años de instrucción. (Si el planeta es el ideal, aunque este habitado se conquistará, necesitamos un planeta nuevo).
A mi cabeza vienen preguntas que no me quiero contestar, Griegos conquistando y matando en pos de culturizar el mundo, romanos destruyendo creencias para implantar las propias, españoles destrozando civilizaciones enteras por el vil metal, y tanto otros, siempre con la excusa de civilizar al bárbaro, sin pensar que quizás los bárbaros fueran ellos.
La sensación que me envuelve me hace sentirme como un Dios, dueño de mi propio mundo, en cuyas manos esta que estos seres primitivos puedan cumplir su destino o fraguarles uno invadiendo sus tierras, sus creencias y sus corazones.
¿Que ganarían, ser como nosotros, o ser destruidos por nosotros?
La decisión es tomada con rapidez, ellos tienen derecho a equivocarse como nos equivocamos nosotros, y doy las órdenes para que el viaje continúe hacia el segundo planeta en la lista.
Mientras se realiza el viraje de la nave, contemplo aún ese planeta idílico digno del mejor Edén imaginable, y con lágrimas en los ojos de emoción, veo como atravesamos una zona desértica y justo en el centro de la pantalla y unos segundos antes de la desconexión…. unas pirámides llenan la pantalla…
Tartessus Baobab
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¿Que pasa,ya habían llegado los Egipcios?
ResponderEliminar¿o estamos hablando de nuestro planeta?.
Esperamos resolver todas esas dudas, pero la paciencia es una virtud adquirida por los sabios desde tiempos inmemoriales.
ResponderEliminarEl tiempo dará respuestas.