domingo, 16 de diciembre de 2012

SUBSUELO VI



Enter miraba a Moníz sorprendido por sus palabras, se dirigió a ella gesticulando con las manos.
- Está ahí, Moníz. ¿Pero es que no lo ves igual que yo? Está sentado en el banco y ahora ¡Nos está observando! ¡Está mirándonos!
- Algo raro debe ocurrirte, puede que sea la fatiga de un día demasiado extraño para ti. En ese banco no hay nadie sentado. – Dijo su compañera mirando el sitio que él señalaba y observando indistintamente una pantalla con la imagen del lugar.
- Esto ya es de locos; ahora se levanta del asiento, va vestido con un traje blanco, me saluda con su sombrero y se está alejando. Moníz, por favor dime que lo estás viendo igual que yo.. Estás bromeando conmigo, ¿no?
Señalaba hacia abajo, a través del transparente suelo del compartimento observatorio de Plaza Auster. Hacía gestos nerviosos, se frotaba los ojos, se tocaba los cabellos. Se sentó en el suelo transparente, se cruzó de brazos y musitó en voz baja.
- No entiendo nada. Ayúdame a comprender algo de lo que sucede aquí por favor.

Moníz se sentó junto a él, le pasó su brazo por los hombros, cogió su barbilla con su mano derecha y giró su cabeza hasta atraer la mirada de él a la claridad serena de sus ojos. A Enter le pareció que el tiempo se había congelado, que se adentraba en un mar de tranquilidad iridiscente, llegando al islote de su pupila con la luz de un nuevo día. Se sintió muy calmado, después de la tensión provocada por la visión del anciano.
- Moníz, conocerte es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Eres mi luz del subsuelo.
Cerró los ojos un instante y de nuevo los abrió buscando consuelo y paz en sus ojos.
Ella sonrió sonrojándose antes de levantarse y tenderle la mano para que se incorporara.
- Y tú, Enter, sigues siendo la esperanza de un nuevo amanecer para todos.

Desde el observatorio se podía ver in situ la Plaza Auster a través del suelo transparente. Moníz le contó que descubrió el lugar y que lo encontró abandonado y olvidado por otro nuevo con más medios por lo S.C.. Además se podían observar la mayoría de las diferentes zonas y pasillos por medio de varias pantallas que Moníz había trucado y conseguido conectar al centro de mando de Seguridad Central. No conocían de su existencia ni de su nueva operatividad.
También lo había acondicionado para poder vivir; con sus limitaciones, pero le servía.

Moníz se sentó en la mesa de control y fue mostrando en las doce pantallas todos los ángulos de visión de la totalidad de las cámaras del subsuelo, aunque no lograron ver al anciano del traje blanco.
- De todos modos, hay algunas zonas a las que las cámaras no llegan – dijo Moníz al observar que el rostro de perplejidad de él iba en aumento. – Chico, pues entonces vamos a dar un paseo a buscar a tu “amigo imaginario”.

Bajaron por la escalera de caracol en semioscuridad gracias a la pequeña linterna que ella portaba. En el corto descenso Enter interiorizó y acepto que su vida se deslizaba hacia profundos cambios, que el concepto del mundo existente ya no le servíría, que de su interior surgiría un nuevo ser imbuido de criterio y percepción de la realidad hasta ahora desconocido.
Al llegar a la salida,Moníz hizo el ritual disciplinario acostumbrado para no ser descubiertos; observó la pantalla de la cámara oculta que había instalado en el pasillo de salida, esperó hasta que la zona estuvo solitaria, accionó una palanca y salieron tras el cartel publicitario.

Se sentaron en el banco donde él le contó que tuvo su primer encuentro con el anciano del traje blanco que estaban buscando. Enter pensó que se encontraba muy bien acompañado por Moníz, contrastando la amarga experiencia de palpar el subsuelo con su dulce presencia junto a él. Mientras comían una pizza familiar Enter recuperaba ánimos para continuar la conversación.
- Comes poco – le dijo mientras él devoraba porción tras porción -. ¿No tienes hambre? - Soy de poco comer y hay cosas como la fruta que ni la pruebo. Debería, ¿no? pero es superior a mí. Las verduras sí que me atraen más, son fáciles de digerir y me mantienen ligera y vital.
Sostenía en su mano el resto del único trozo que cogió y que ya terminaba de comer a pequeños bocados.
Enter acabó de comer y observó como ella aún mantenía un pequeño trozo que acabó por introducírselo en la boca lentamente, para luego sonreírle al ver que él la observaba.
- Estás para hacerte una foto y enmarcarla en tu observatorio.

Dos guardias de S.C. que pasaban cerca detectaron las risas y la alegría inusual y llamativa por esas profundidades. Se dirigieron hacia ellos, uno se adelantó para hablarles mientras su compañero llamó al mando, sin dejar de mirarlos.
Moníz se puso tensa, sus sentidos estaban alerta observando a los guardias, calibrando el entorno, evaluando las posibilidades de salida, las probabilidades de éxito en caso de conflicto y lucha.
A Enter se le cambió el rostro, parecía que hubiera encogido sentado en el banco, que rebuscara en sus adentros un espacio donde desaparecer. Él miraba al guardia fornido que avanzaba hacia ellos con paso decidido y enérgico, y su mente se esforzaba en ralentizar lo que su visión le mostraba, esperaba que las leyes físicas se alteraran en ese mismo instante, que se pudiera avanzar en el espacio-tiempo y así sortear lo que se les venía encima.

Moníz agarró su mano diciéndole en voz baja – Tranquilo, no hay que preocuparse, que no detecten el miedo.
Enter guardó silencio y no movió un músculo cuando el hombre de uniforme se detuvo delante del banco en el que permanecían sentados.
- Señorita, está usted armando jaleo. ¿Tienen algún problema usted y su amiguito, o lo están buscando?
- En absoluto agente. – Moníz se puso de pie tirando de la mano a Enter para que se incorporara. Quedó a la altura de sus ojos y ella le mantuvo la mirada en silencio.
El otro guardia acabó la conversación con el móvil y le hizo señas de que no había ninguna información para detenerlos. Este, con la barra sinestética en la mano la dirigió señalando a los dos y diciéndoles – Tened cuidado.
En ese momento el otro guardia avanzó también hasta su altura y con un tono seco y tajante habló.
- Deben abandonar la plaza de inmediato para poder llegar a tiempo a Plaza Strummer. Dense prisa si no quieren infringir la norma. El Ángel Exterminador estará presente en media hora.

Durante el trayecto para acudir a la ineludible cita con el Ángel Exterminador ella le recordó que al entrar en Diamond Dogs debería esforzarse en averiguar las claves ocultas del Proyecto Omnius, que no olvidara la existencia del subsuelo. El ya lo había conocido gracias a Caroncero, que lo desvió hacia las profundidades ocultas del sistema represivo que imperaba en el mundo. Él se iba acercando a la verdad de la realidad y no a lo que había vivido hasta ahora. Él sabía que la existencia del subsuelo no era una pesadilla, no era un mal sueño febril; todo lo contrario, era una cárcel que amenazaba con subir a la superficie en cuanto que los que controlaban todo así lo decidieran.

Moníz y Enter bajaron del tren y llegaron al sector de mayor confluencias de líneas de todo el subsuelo, un lugar de enormes dimensiones de forma circular y con una luz más intensa y potente que en el resto. Habían llegado a Plaza Strummer.

En el centro de la plaza se encontraba un estanque circular coronado con una fuente florentina, algo acomplejada dada la enormidad del espacio. Alrededor del estanque se alinearon guardias de S.C cada dos metros, mirando a la multitud que se iba agolpando con rapidez. Unas vallas de seguridad los separaban del gentío, cada vez más numeroso y excitado.
El latente rugido ambiental del griterío no permitía oír a Enter lo que Móniz le estaba diciendo. Él le hizo señas de que no escuchaba nada, ella sonrió y alzando mucho la voz logró hacerse entender diciéndole – Ya llega el Ángel Exterminador.

El estanque con la pequeña fuente central desapareció tragado por la tierra y en su lugar emergió un ring de forma pentagonal, protegido del exterior por fuertes paredes transparentes que permitían ver plenamente la zona de lucha. Levantado a unos tres metros, se podía ver perfectamente desde cualquier posición.
Todos los guardias levantaron sus barras sinestéticas que emitieron una luz roja avisando de su activación a máxima potencia. De inmediato el ruido ensordecedor cesó, todo el mundo guardó silencio mientras por megafonía una voz clara y potente se oyó.

“Bienvenidos al encuentro con el Ángel Exterminador.
Hoy, como cada diez días, nos congregamos aquí para aclamar a nuestro campeón.
Los dos aspirantes se enfrentan entre sí ante la presencia de nuestro poseedor del cetro.
El que venza tendrá mañana la oportunidad de disputar el título a nuestro campeón.
La lucha ya sabemos que es a muerte o abandono, aunque pocos eligen el abandono sabiendo lo que les espera al perder y renunciar a la posibilidad de ganar, el laboratorio cerebral.
Y ya sabemos que si el cetro exterminador permanece durante tres celebraciones consecutivas en manos de la misma persona, el Ángel Exterminador podrá pasar a formar parte del grupo avanzado de Seguridad Central.
Demos la bienvenida al Ángel Exterminador”.

Enter estaba absorto contemplando los prolegómenos del “espectáculo”. Mientras oía la megafonía y veía los rostros a su alrededor, ávidos de sangre , excitados y expectantes ante la muerte, Enter reflexionaba sobre que éste era el elemento compensatorio que daba “pan y circo” a la sociedad opresiva del subsuelo, la esperanza salvaje y animal teñida de espectáculo para las masas. El sinsentido individual encuentra cobijo en el sinsentido global.

Moníz cogió la mano de Enter y con lágrimas en sus ojos le dijo al oído.
- Acércate a mí, abrázame en mi noche eterna.




*Masmoc Utopía


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Subsuelo V


¿Que extraña fuerza me traería hasta este lugar?
No paro de darle vueltas a mi cabeza y cada vez encuentro mas inverosimil esta situación.
Yo, siempre rodeado de libros, rutinarios viajes que iban de mi casa a la universidad y de la universidad a mi casa,(previo paso por la librería donde recibía, casi a diario, los tratados sobre robótica, desarrollo plasitrónico y un sin fín de tendencias robotecnicistas que me ayudaban en mi proyecto), ahora me encuentro aquí...
Mi unica aventura hasta hoy pasaba por aquel día, ¡ese día si fue diferente!, creo que todo empezó alli en el vado del río Tuk, rodeado de un calor insoportable y deslumbrado por una belleza jamas estudiada en mis libros....

  • ¿Me oyes, Enter?
  • ¿Como?, perdona estaba en otro lugar.
  • Todos los que estamos aquí abajo querríamos estar en otro sitio. Te decía que si no tienes hambre.
  • Por supuesto, llevo horas incontables sin comer, pero no tengo dinero.
  • Por eso no te preocupes.
Seguía su silueta estudiandola en cada curva que insinúaba su falda ceñida de cuero negro, me tenía tan cautivado lo sensual de sus movimiento, que no pude ver como aquella pandilla de jovenes se apoderaban del pasillo por el que nos desplazabamos, uno de los usurpadores, quizas el mas bajito, pero musculoso y melenudo, me pegó un empellón que me hizo caer al suelo.

-¡Aparta estúpido!

Tardé en recuperarme de la conmoción unos segundos, los que necesitó aquel otro tipo rapado al cero para aproximarse a mi agresor y con un movimiento tan rápido como violento le incrustó una navaja en el cuello; la sangre, que salía a borbotones de su carótida, salpicó mi rostro hasta hacerme apartar la mirada.

    • ¡PELUSOS QUE HACEIS EN NUESTRO TERRITORIO, VENID Y MORIR TODOS COMO VUESTRO AMIGO!

Aquel grito me hizo reaccionar, me levanté lo mas rapido que mis articulaciones pudieron responder, pero ya era tarde; la batalla por la posesión del territorio había comenzado.
Las dos pandillas se agredía con una virulencia y un odio desmesurado, no digna ni de la conquista del territorio mas rico.
Moníz me agarró con fuerza y tiró de mi apartandome de una batalla en toda regla, sobre los restos del chico que yacía inundado por el reguero de su propia sangre
Moníz apartó un cartel de ¡Beba Coca-Cola! Y con su vigorosa fuerza me empujó hacia la oscuridad más absoluta y un silencio opresivo, por una cavidad escondida tras la publicidad. Todo pasaba con una celeridad no apta para mi tranquilo espiritu. Asido de la muñeca por una mano invisible, Moníz tiraba de mí hacia arriba, por unas escaleras en caracol.
La oscuridad fue transformandose paulatinamente en una turbidez, que acabó en una resplandeciente luz proveniente del suelo;suelo que desapareció bajo mis pies, provocandome un intento de retroceso, frustrado tan solo por la firmeza con la que Moníz tiraba de mí, ella se paró justo encima de la nada mas absoluta.
    • ¿Y el suelo?
    • Esta aquí ¿no lo ves? Es transparente, observa.

Bajo mis pies todo un andén lleno de personas dispuestas a embarcarse en los gusanos eléctricos que oradaban el subsuelo, por el pasillo del fondo se podían adivinar carreras y gritos, provocados por la batalla de las dos pandillas, y sin duda reforzada con la aparición de los S.C, raudos a disolver el problema a base de sus barras sinestéticas.

    • Si, esto es un observatorio
    • ¿Un qué?
    • Un observatorio, un lugar desde el que se vigila el comportamiento de todos los viajeros del subsuelo. Desde aquí y muchos mas lugares como este, los S.C. nos observan.
      Por eso llegan siempre a tiempo, por eso todo esta controlado.
    • ¿Todo esta controlado?
    • Si, todo, nada pasa al azar,la causalidad no existe para ellos, prueban sus teorias sobre: la sociabilidad, sobre las reacciones a epidemias(provocadas por ellos mismos) y tantas otras cosas que se les ocurra.
      No somos mas que ratas de laboratorio al servicio de los que mandan.
    • ¿Los que mandan?¿quienes?
    • ¿Que quienes?, los que mandan en el mundo de arriba, los que mandan en el subsuelo.Los que te contrataron, la empresa Diamond Dogs, y otras  grandes corporaciones.
      Mantienen arriba un mundo creado para que todos sean felices, felices para poder consumir, para que todo sea perfecto, viviendo esclavos de unas normas de las que no te puedes apartar.
      Al menor paso en falso que hagas, te envían aquí,si , aquí venimos todos los deportados, la escoria de la sociedad la envían a los subsuelos donde nos esconden de su maravilloso mundo.
    • Pero, sigo sin entenderlo, entonces si a mi me contrataron, ¿porque me enviaron aquí?.
    • Aqui no te enviaron ellos, es más no saben aún que estas aquí, somos nosotros los que te hemos traido.
    • ¿Como?
    • ¿Recuerdas el hombre tan amable que te ayudó a sacar el billete? Su nombre es Caroncero, gracias a él, tú pudiste entrar.
    • ¿Y para que lo hicisteis?
    • Para que conocieras la verdad, ellos te quieren para algo importante, no sabemos exactamente lo que tú puedes aportarles, pero sabemos que es esencial en sus nuevos proyectos, tú puedes cambiarlo todo.
    • ¡No hay escapatoria!
    • ¿Como dices Enter?
    • Ese anciano que esta sentado ahí abajo, en el banco junto al expendedor de bebida, me dijo esas palabras.
Moniz siguió mi mirada hasta un banco que se encontraba a nuestros pies, abajo junto al anden.
    • ¡Enter, en ese banco no hay nadie!...

    Tartessus Baobab

jueves, 22 de noviembre de 2012

SUBSUELO IV


Dos guardias de Seguridad Central llevaban a un mendigo arrastrándolo por el suelo. De su cabeza un reguero de sangre llegaba a manchar sus ropas, ya de por sí sucias y harapientas, dándole una aspecto ruinoso. El hombre trataba de hablar a los transeúntes, gesticulaba en el aire con una mano, implorando atención, pero no emitía sonido alguno, sus ojos estaban casi cerrados .A punto de desvanecerse, logró pedir ayuda con un hilo de voz cuando un guardia le golpeó con la barra sinestética mientras el otro le propinó una patada en las costillas.
Enter contemplaba boquiabierto cómo los guardias levantaban al indigente con suma facilidad, cada uno agarrándolo por un brazo abrían una puerta roja con las iniciales S.C. adentrándose tras ella, no sin antes uno de los guardias percatarse de la mirada fija de nuestro hombre, y avanzando en su dirección le dijo:
– Ten mucho cuidado con lo que ves.
Al mismo tiempo le señalaba con su barra sinestética moviéndola de arriba a abajo. Él continuó inmóvil y callado, como un poste de luz. Las personas que circulaban cerca de la escena aceleraban el paso y seguían con la mirada perdida al frente. El amenazante guardia se dio la vuelta y cerró con un portazo.

Una capa de tristeza y congoja le cubrió el alma. Un vértigo candente inundó su ser. Se dejó caer lentamente en el suelo, recostando su espalda en la pared. Recordó entonces cuando tenía unos once años, al salir de clase un día en que tres niños bravucones le apremiaban a que le entregaran el reloj y lo que llevara de valor, y cómo se deshizo de la amenaza en una veloz carrera por las calles que lindaban con el río. Una sonrisa triste se le escapó al recordar que uno de los chicos cayó a las frías aguas al tropezar con una red de pescadores que puso en su camino, lo que hizo que los otros dos cesaran la persecución.

Una suave voz femenina suena por los altavoces sacándolo del agradable calor de su pasado; comunica que no deben pararse en zonas de tránsito continuo, que deben respetar las líneas de color que indican destinos, que deben no elevar la voz, que no deben comer ni beber salvo en lugares destinados a ello, que deben, que no deben.. Una larga letanía que resuena en todas partes cada cierto tiempo para que a nadie se le olvide. También anuncian que si encuentran “algo inadecuado deben denunciarlo a S.C.” Todo ello siempre “por el bien de la comunidad”.

Frente a él, justo delante de una valla publicitaria de Coca Cola un hombre muy delgado y con los ojos hundidos con la vista fija en el infinito, sostenía entre sus brazos extendidos una pancarta blanca con grandes letras en rojo formando la palabra “HAMBRE”. Un pañuelo blanco con dos monedas se posaba en el suelo delante de él..

Enter había llegado a la ciudad donde iba a comenzar a trabajar en la mayor empresa de desarrollo aeroespacial y plasitrónico. Había estudiado mucho para llegar hasta el comienzo de su nueva vida, había salvado inconvenientes económicos, dificultades familiares pues se quedó huérfano a los quince años, y en la etapa de selección para su nuevo trabajo tampoco le fue fácil pese a su extraordinario expediente académico. Recién acabado sus estudios de astrofísica nuclear y de ciencias plasitrónicas no le faltaron ofertas de trabajo, incluso antes de finalizarlos, pero Enter tenía claro que quería formar parte del ambicioso Proyecto Omnius en la empresa Diamond Dogs. Ahora estaba en disposición de comenzar su sueño, ayudar a mejorar las condiciones de vida de la Tierra, a potenciar las capacidades humanas y aminorar las diferencias injustas entre los pueblos. Era una ardua tarea, ambiciosa, con su toque cuasi utópico que le gustaba encontrar en los retos a lo largo de su vida. Él tenía una determinación en su horizonte vital e iba a por ello, por muy lejos que apareciera en un desierto calcinado.

Enter se incorporó del suelo observando cómo el hombre que sostenía la pancarta la recogía plegándola con rapidez, se guardaba el pañuelo con las escasas monedas en un bolsillo y emprendía la carrera por una pasillo lateral, intentando esquivar a un guardia de Seguridad Central.

“Malos tiempos; esto tiene que cambiar; esta deshumanización debe acabar; este vértigo oscuro no debe tener futuro. La luz aparecerá por los recónditos rincones del subsuelo”. Sus pensamientos caldeaban en su mente la sensación desagradable de desencanto que le acompañaba de forma creciente a lo largo de su recorrido por los sótanos de la mayor urbe del planeta. Todo lo contrario a lo que se le antojaba iba a encontrar; un día ilusionante, esperado y esperanzado en tiempos mejores.

Cuando se disponía a reanudar el paso para intentar salir del subsuelo y llegar a su destino, observó que una mujer le miraba fijamente desde el andén contrario. Le sorprendió que comenzara a andar hacia la pasarela que permite acceder a su andén, sin dejar de mirarlo con intensidad y misterio, como si le estuviera pidiendo que lo esperara, o eso le parecía percibir. Al perderla en su ángulo de visión, reaccionó y comenzó a andar, abandonando su peregrina impresión anterior.

Un río humano se cruza con él, de un lado para otro, vienen unos bajando a toda prisa por escaleras, otros ascienden, carreras y carreras, vallas publicitarias sugestivas, luces cansinas, guardias de S.C. patrullando haciendo ondular sus barras sinestéticas, susurro de raíles sin engrasar, gusanos mecánicos que horadan el mundo… hermética sinfonía del subsuelo.

Desde detrás de una gran columna salió de repente la mujer misteriosa y se paró a dos metros delante de Enter. Iba vestida con ceñida gabardina de cuero negro hasta las rodillas, se dejaba ver una ajustada falda del mismo estilo, medias y zapatos de tacón del mismo color. Llevaba guantes de color carmesí.

- Podremos escapar de este horizonte sombrío, Señor Enter.
- No entiendo. ¿La conozco?
- Ahora es el momento de que me conozca y de que conozca la verdad.

Enter se quedó inmóvil, no sabía cómo reaccionar, no encontraba explicación a sus palabras, no comprendía porqué se dirigía a él esa bella mujer. La inesperada mujer comenzó a andar alrededor de él, de forma pausada, en círculos, mirándolo. El silencio intenso surgido entre los dos le sirvió a Enter para observar su cuerpo, la seguridad que irradiaba a cada paso que daba. Medía un metro setenta, era morena y de ojos claros. Su rostro emanaba una fiera curiosidad, algo que te hacía desear apartar la mirada y al segundo su belleza te capturaba con sus ojos serenos. Había en ella una elegancia cautelosa que despedía con su atractiva figura y sus movimientos sinuosos.

Los sonidos del subsuelo volvieron a ser conscientes para Enter cuando ella se paró frente a él, muy cerca, casi tocándose, y con una amplia sonrisa que despedía triunfo e inmensa alegría volvió a hablarle.

- Le iré dando información mientras paseamos, si le parece.
- ¿Pasear? Yo lo que quiero es llegar a mi primer día de trabajo, señorita. Por cierto, ¿cuál es su nombre? Ya que sabe el mío, no estaría mal que supiera el suyo.
- Mil perdones. Mi nombre es Moníz.

Ella le cogió del brazo con un elegante y cercano gesto que a Enter le pareció de lo más natural que fueran andando por el subsuelo entrelazados.

- Debo llegar a la empresa donde comienzo a trabajar, no dudo de que es agradable pasear con usted pero..
- Enter, llegarás hoy, te lo aseguro. Aunque antes permíteme mostrarte un sitio especial en el subsuelo que nadie conoce.
- ¿Un sitio especial que nadie conoce?
- Sí. Allí podrás comprender mejor lo que te voy a contar.

Sus palabras sonaban tan melódicas y sugerentes que Enter nada más que pudo guardar silencio cuando Moníz comenzó a contarle su historia mientras avanzaban por el subsuelo....





* Masmoc Utopía.

lunes, 29 de octubre de 2012

Subsuelo III


¿Que me ha pasado? Esas miradas me invitaban a continuar aquí dentro, a seguir viviendo esta miseria que me asfixia e inunda mis sentidos provocandome nauseas.
Volveré a integrarme en la marea humana que vierte cada cavidad, ya sea ascendente como descendente, y buscaré el motivo de mi ilógica decisión.
Las voces de las pantallas gigantes que cubren las paredes publicitan productos que nos ayudaran a vivir mejor, a ser mas bellos, mas fuertes, mas inteligente..., llenan el espacio de mensajes subliminales que taladran a los transeúntes.
Al girar uno de tantos pasillos subterráneo me encuentro con un suelo por el que parece correr un río de aguas turbulentas, y que a su vez esta resbaladizo.
A unos metros de mi, una señora resbala y cae dándose un golpe en la cabeza, unos chicos que van junto a ella se inclinan y para asombro de unos ojos incautos, veo como le quitan el bolso que llevaba y el mas pequeño se ensaña con un collar, que se aferraba al cuello de su dueña, arrancándolo con una violencia inusual.
Corrí hacia ellos gritando improperios, pero tan solo me valieron para ser recibido por el chico mayor con un palo que saco de no se donde, y lo estrelló sobre mi cabeza, mientras los demás transeúntes pasaban por mi lado esquivando la situación; hasta que no perdí la conciencia no paró de golpearme.
Desperté tras un tiempo incontable, solo, dolorido y humillado me encontraba en aquel suelo azul y luminoso. Miré a mi alrededor, nadie, ni siquiera la señora; si no sintiera tanto dolor, pensaría que habría sido un sueño, pero no, había sucedido, había sido real, los moratones en mi cuerpo y la lógica desaparición de mi cartera, que antaño tanto había protegido, me aseguraban que no había sido un sueño.
Pero, ¿como no había acudido nadie a ayudarnos?¿donde estaba la señora a la cual había intentado defender?

-SENSECIONS, LA NUEVA CREMA QUE LE HACE REJUVENECER EN 3 DIAS

Las pantallas reflejaban como viejas arrugadas lucían una eterna juventud nada mas ser embadurnadas con la crema milagrosa; en aquel momento desee tener una crema de esas, pero para que desaparecieran los dolores que tenía.
Me levanté como pude y me dirigí hacia algún lugar mas transitado, quizás en aquella plaza donde me encontré con el viejo vestido de blanco, quizás el me pudiera explicar algo sobre estos comportamientos tan incivicos, ¿se querría referir a algo de esto con sus palabras?, ¿como dijo?
¡No hay escapatoria!


Tartessus Baobab

domingo, 14 de octubre de 2012

Subsuelo II

Él salio del vagón, se paró a unos pasos del andén, volvió su mirada hacia los demás pasajeros que salían aturrullados y presurosos. La escena le hipnotizó, dejándolo abstraído con la visión de la masa humana silenciosa vomitada por el gusano eléctrico.
El denso grupo vertido en el andén se disolvió dividido por unos que bajan con rapidez por una escalera, otros que se suben en una rampa mecánica que los lleva en línea recta hacia delante, perdiéndolos también de vista, y los últimos van colocándose en los escalones ascendentes de una escalera mecánica.
De alguna forma extraña le parece percibir cierta emoción en el vertido humano que asciende por las escaleras mecánicas, cree ver algo diferente en sus rostros, algo más relajados. Aunque sólo es una impresión de la que al instante desconfía.

Trata ahora de situarse, mira las tres opciones para continuar, lee los letreros, contempla cómo nuevas personas llegan al andén, y reemprende el paso con decisión, sin olvidar no aparentar ser un forastero. Toma el pasillo de la escalera mecánica ascendente en busca de su estación de destino.
Se sorprende al ver de repente la imagen de un bonito rostro femenino que le sonríe desde el pasamanos metálico de la escalera ascendente. Respira de nuevo al comprobar que se trata del reflejo de un cartel publicitario sobre la pared más próxima. Lo cierto es que le reconforta observar ese rostro perfecto, bello, rebosante de vitalidad, alegre y optimista. Igual podría ser que su estación final estuviera repleta de luz y armonía, algo que no ha logrado encontrar en su viaje por el subsuelo de la ciudad.

Termina el trayecto ascendente, llegando a un espacio más grande que los anteriores, a modo de centro vectorial, con tiendas, bares y lugares de encuentro. Ahora se sienta en un banco donde un aciano con sombrero blanco reluciente, traje igualmente de color blanco impoluto, apoyado con su mano izquierda en un bastón rojo carmesí y zapatos y corbata del mismo vivo color, le ofrece asiento. Lleva unas gafas muy oscuras y una medio sonrisa gentil acompaña sus gestos. Permanecen los dos en silencio aunque él mira de vez en cuando al elegante anciano con la intención de entablar conversación, pero algo le impide hacerlo, será la desconfianza, será la timidez, será el ambiente que le ha acompañado durante todo el recorrido desde que se adentró en el sótano de la urbe. Pero después de cada intento, algo le imide comunicarse, guarda silencio de nuevo y el anciano continúa observando a los transeúntes con su expresión medio sonriente.
El anciano se levanta, se coloca frente a nuestro personaje, se quita el pulcro sombrero diciéndole - ¡No hay escapatoria!
Seguidamente se marcha confundiéndose con la marea humana vertiginosa, que a nuestro hombre le parece que hayan acelerado el paso, que el ritmo frenético que deambula delante de él cobra una velocidad irreal e imposible. Intenta observar los rostros de las personas que circulan tan rápidamente pero no le es posible, no logra ver sus caras.

Aturdido, desorientado y desconfiando de cualquiera que esté a menos de dos metros de él, inicia el paso todo lo ligero que puede sin llamar la atención. Intenta vigilar a todo el que se cruza o circule cerca de él. Aviva todavía más el paso, con la certeza de que nadie le mira, es como si no estuviera allí, se siente casi invisible aunque extrañamente vigilado.
Ya está corriendo por un pasillo, siguiendo la flecha de “Salida”, el sudor corre por su frente, continúa mirando a derecha e izquierda en su carrera para salir de allí. Un silbido monótono del quejido de las vías resuena cada vez más lejano en sus oídos, haciéndole recobrar vigor, sobre todo cuando divisa cómo la luz del exterior penetra débilmente desde la boca de metro de Plaza Auster, es su salida más próxima y por fin ha llegado a las escaleras de subida al exterior.

Se detiene, contempla los escalones, mira hacia atrás intentando desprenderse de la sensación de ser un fugitivo; observa a las personas que se adentran bajando las escaleras y se queda petrificado, inmóvil, con la respiración cortada, un sudor helado le deja paralizado al comprobar que todos los que descienden hacia su lugar de destino le miran y sonríen.
No puede subir las escaleras, intenta adelantar el primer paso y al momento decide que no es conveniente, que no debe salir todavía. Algunas personas también le observan al cruzarse con él y con la mirada sonriente le invitan a continuar adentro.

Alguna fuerza dentro de él le retiene allí y allí permanece. En el subsuelo.




* Masmoc Utopía.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Subsuelo I


Hoy me he sentido solo, en una ciudad tan cosmopolita como esta,  rodeado de personas de diferentes edades e innumerables nacionalidades, me sentí aislado de todos mis semejantes.
Llegue a La gran ciudad con el suficiente tiempo como para preferir viajar, a mi lugar de destino, rodeado de toda una población que a aquellas horas se desplazaban a sus trabajos, recorriendo las entrañas de la ciudad. No me apetecía montarme en un taxi y escuchar durante media hora todo un monólogo sobre lo mal que va el país, al taxista de turno, mientras yo procuro recordar las calles por las que me desplazo, e intento averiguar si estoy siendo estafado u honradamente llevado a mi destino.
La única persona que me demuestra ciudadanía se encuentra junto a unas maquinas expendedoras, donde encontrar tu lugar de destino para poder sacar el billete ya merece toda una gran capacidad de deducción,  y a eso contribuye esta persona, a que nadie se equivoque y saque su billete correctamente.
Tras pasar unos tornos me engulle unos pasillos llenos de carreras digna de cualquier competición, como cada recoveco me obliga a corroborar la dirección que debo tomar en carteles diseminados por todas las paredes, me aparto para no ser arrollado.
En el anden se posicionan todos salvando distancias entre unos y otros, conservando cada uno su espacio vital, y preparados para el asedio de un tren que aparece luminoso y ruidoso saliendo de una cavidad oscura y misteriosa.
Se abren las puertas y sin apenas ser desalojados los vagones, entramos todos en avalancha. Todo mi espacio vital acaba en ese momento, unas sobre otras se apiñan las personas, cada pequeño resquicio del vagón es rellenado por una masa de carne perteneciente a cualquiera de los concurrentes.
Yo, debido a mi inexperiencia en estos avatares, me dejo llevar por la marea y tan solo me preocupo por rodear mi cartera con la mano,  para no ser desvalijado, ya habréis deducido que soy de natural desconfiado.
Así las paradas se eternizan y solo me quedan ojos para ver un señor que en medio de esa amalgama de articulaciones humanas que sobresalen de nuestra cabezas para agarrarse a las barras, en la mano que le queda libre porta un libro entreabierto del que parece estar leyendo. Para mi la lectura es un placer, cada vez que he visitado la orilla de un río, lo alto de una montaña, un parque o cualquier sitio que haya desprendido tranquilidad y paz de espíritu, he pensado: aquí ahora solo me falta un libro y soy el hombre mas feliz; pero ¿en medio de ese amasijo de seres?, ¿en medio de tanto vaivén? 
Esto me sirvió para entretener mi mente hasta que los altavoces anunciaron mi parada. 
Tras salir expulsado del tren, me dirigí hacia la salida del anden, cada vez mas integrado en corrientes de personas que se desplazaban por las cavidades subterráneas, pero con el lógico cuidado del que mide cada paso para no parecer forastero.
Al llegar al próximo anden donde tenía que coger el otro tren, todo parecía mas tranquilo, sin lugar a dudas esta línea de metro no tenía tanta concurrencia.
Igual que en el caso anterior el tren apareció de la nada mas profunda e inundo con un estruendo el anden donde nos encontrábamos.
Entré junto a varias personas, pero el vagón no se encontraba lleno, por lo que pude posicionarme para observar a todos mis compañeros de viaje.
Y fue en ese momento cuando me di cuenta; estaba solo, si solo, y no me refiero a que no conocía a nadie, eso era lógico si estaba en una ciudad como esta donde confluyen varios millones de personas, difícil sería que me encontrara a alguien conocido y mas teniendo en cuenta que yo era de fuera.
Me refiero a que nadie se interesaba lo mas mínimo por mi, ni por mi ni por cualquier otro que tuviese a su alrededor. Para ser exacto lo que hacia cada persona era eludir el más mínimo contacto, tanto verbal como visual.
A mi derecha se situaba una pareja, esas eran las únicas personas que parecían no haber sido envueltas en aquel estado de individualismo y abstracción en el que estaban todo el resto de seres de aquel vagón.
Frente a ellos, dos chicos sentados uno junto al otro cada uno con sus móviles escribiendo no se que y con unos cascos que adornaban sus orejas, abstracción absoluta de un entorno poco atrayente.
Sentada junto a mi se encontraba una señora que postraba sobre su faltriquera un libro abierto que combinaba con el constante teclear de su móvil, debido a mi cotilleo os puedo asegurar que no paso la hoja de su libro en todo el viaje.
Frente a mi un chico saco de un pequeño bolso una psp y con unos cascos que colgaban de sus orejas se internó en el mundo de los juegos.
A mi izquierda otro chico chaqueteado, tipo vendedor de centro comercial importante, leía muy ensimismado un libro "tipo tocho" como yo los llamo, que yo tan solo suelo leer sobre una mesa, ya sabéis por evitar el posible esguince de muñeca.
Pocos más eran los habitantes fugaces que portaba dicho vagón, todos eludiendo el contacto con los vecinos de viajes.
Recuerdo viajes por el campo, a tempranas horas de la mañana, paseos vespertinos de verano a la orilla de una playa ya desierta, y siempre me sentí participe del medio, en cualquier momento alguien aparecería y seguro que me hablaría, se preocuparía de recordarme que estaba allí, que yo era alguien y que ese alguien le interesaba.
En aquel vagón todos tenían indiferencia, les era indiferente relacionarse, les era indiferente el prójimo, solo les interesaba su estación de destino, nada más.
Eso me producía soledad, soledad y desesperanza, nada puede producir más dolor que la indiferencia, en una ciudad donde tantos millones de personas conviven, y en su subsuelo se cuece el mayor cardo de cultivo para acabar con los seres humanos, el aislamiento del prójimo, el hombre un animal colectivo pasa a ser en el cénit del progreso, "un indiferente".
Estación en curvas, suena una voz por los altavoces, segundos antes de que el frenazo del tren me haga volver en mi, y corro fuera del vagón hacia mi destino.

Tartessus Baobab

miércoles, 18 de julio de 2012

¿TE IMAGINAS?



-         El Jabato es el que más me ha gustado desde que fui dejando de leer los Tío Vivo, Pulgarcito, TBO y demás. –Dice Luiso con claridad.
-         Hombre, Luiso, El Jabato está guapo, pero con el que mejor me lo paso es con El Capitán Trueno. Es parecido al otro guerrero, pero además se encuentra con más historias fantásticas, con personajes extraños…… y Sigrid está de miedo. –Le digo, ondeando con mis manos en el aire la figura y las curvas de la novia de mi héroe favorito.
-         Pues yo me quedo con Hazañas Bélicas. Las historias de la 2ª Guerra Mundial son más cercanas y reales. Las batallas son emocionantes. –Asevera Monti con una sonrisa.
-         Ya.. –Les digo, apoyado en el 850 de mi padre, aparcado en la puerta de casa.

Desde la puerta de la taberna El Punto se acerca hacia nosotros Alberto, con su andar cansino y gastado. Nos observa, con su mirada torva y los brazos en jarra; remangada la camisa blanca se aprecia claramente su tatuaje en el brazo, recuerdo de su antigua época de marino. Monti, Luiso y yo nos quedamos en silencio a ver por dónde sale.
-         ¿Hoy no queréis un vaso de casera fresquita? Hace calor y es lo que pega ¿no?
-         Es que no tenemos dinero, Alberto. –Le  dice Luiso, secamente.
-         No importa, el que quiera beber su vaso de casera fresquita que lo haga, y mañana pagará la peseta. –Responde con rotundidad.
-         Vale, me apunto.

Monti y yo guardamos silencio y también nos adentramos tras ellos en la taberna El Punto. La alfombra de virutas bajo nuestros pies nos hace sentir en territorio extraño, el olor concentrado por Baco en la estancia llega a su mayor intensidad a la altura del mostrador, su aroma se mastica. Alberto sirve un vaso de gaseosa La Casera y Luiso se lo bebe de un tirón, mientras algunos pajarillos revolotean entrando y saliendo del establecimiento.
Félix se asoma a la taberna desde la calle buscándonos, nos llama, y al verlo también Alberto le grita con énfasis –¡Felicín, mórdiles! –Félix  echa a correr en dirección a su casa y desaparece como una bala.
Sonreímos, nos despedimos de Alberto y volvemos a nuestro mundo perfecto, la calle.

Doy una palmada al aire diciendo –Asiento  "patrés" –y  al oír los demás la clave, nos dirigimos en silencio hasta nuestro lugar señalado, el escalón de entrada a un piso alto, junto al "Zapa", donde sólo cabemos tres, y algo apretados. Con el calor del comienzo del verano el denso olor a cuero y betún nos llega a oleadas intermitentes.

-         Los que sí me están gustando cada vez más son los nuevos, creo que les llaman comics, que tienen una forma diferente a los tebeos, es como un libro pero con las viñetas; los de superhéroes. Ya voy cogiéndole el rollo a los personajes y las historias son increíbles. –Les  comento, retomando la conversación de hace un rato.
-         A mí me gusta Spiderman. De superhéroe es la caña, y cuando no actúa como Spiderman, cuando es Peter Parker, no le salen las cosas demasiado bien. Dice Luiso.
-         A mí también es el que más me gusta y además tiene líos con las novias y se agobia bastante. –Confirma Monti.
-         Y lo que estaría guapo sería que vinieran en color, no sólo la portada. ¿No? –Monti y Luiso me dan la razón con un gesto de cabeza al unísono.
-         El superhéroe que más me gusta es Thor. –Les digo muy convencido. –Es diferente; llega a la Tierra a aprender de los humanos y a ayudarles. Me gusta su nobleza.

Nos quedamos unos instantes en silencio, cada uno de nosotros tres está recordando escenas de las historias de Marvel. Monti reinicia el diálogo.
-         Ahora, ¿os dais cuenta que hay poca gente que conozca a estos personajes superhéroes? Solamente a unos pocos nos interesa.
-         Sí. No son famosos como Superman, ni creo que lleguen a serlo.
-         O a lo mejor sí, Luiso. –Les digo, esperando su reacción.
-         ¡Anda ya! –Me  repiten los dos haciéndome gestos de que he perdido la cabeza.
-         Demasiada fantasía tienes tú. –Me dispara Monti.
-         Además, Superman es sólo uno. Aquí están Spiderman, Thor, Dan Defensor,La Patrulla X, Los Vengadores, Los 4 Fantásticos..... Muy complicado, demasiados superhéroes para este mundo. –Apostilla Luiso.

Se levantan los dos del asiento "patrés" casi al mismo tiempo.
-         Luiso ¿Te imaginas poder verlos en el cine?
-         Eso sería demasiado. –Me  contesta.
-         Eh, Monti ¿Te imaginas ir al cine a ver una peli de Spiderman o de Thor, o incluso de Los Vengadores? Poder ver a Spiderman en una pantalla de cine colgarse de sus telarañas y balancearse de un edificio a otro. Ver a Thor lanzar su martillo….
Me incorporo del asiento y me quedo mirándolos esperando alguna reacción.
-         Demasiada fantasía para eso. –Me dice Luiso, comenzando a andar.
-         Demasiada imaginación habría que tener. –Sentencia Monti con una sonrisa.

Junto a los adoquines, en la carretera de nuestra calle, unos zapateros revuelan cerca del charco dejado por un sifón medio vaciado de un camión de la fábrica de gaseosas La Juncal. La calle se va quedando solitaria. El calor sigue apretando. La sombra ya nos espera en casa. Es la hora del almuerzo.
Monti abre la cancela de su casa, adentrándose en el patio exterior diciéndonos. –¿Jugamos después una partida de monopoly?
-         Bien, buena idea – contesta Luiso.
Los dos me miran a ver qué digo, se quedan callados, esperando.
-         ¿Te imaginas verlos en el cine? ¿Te imaginas?
 Monti nos sonríe despidiéndose con un movimiento de su mano.

Luiso y yo caminamos en silencio rumbo a casa. Antes de entrar vuelvo al ataque.
-         ¿Te imaginas una peli de Los Vengadores?
-         Eso será cuando toree El Guindi. – Me dice iniciando una carrera.
-         Ya, pero...¿Te imaginas?.... –Y corro también intentando imaginar.



         *Masmoc Utopía



miércoles, 27 de junio de 2012

Aún queda esperanza

Hoy me invaden recuerdos, nostalgias, deseos aun por conseguir, cúmulo de sensaciones encontradas. El desarrollo de todo, camina impasible por un páramo oculto entre montañas tan altas que no dejan vislumbrar su final. Sosegar las ansias de vivencias banales, corregir la cólera de posiciones encontradas, destruir todo desprecio hacia mis semejantes y conseguir convivir con lo inaceptable, son logros arduos,  estos que se van consiguiendo batalla a batalla hacen que pueda sentirme más persona cada día. Deambular por pedregales descalzo hiere unos pies cansados amoratando las plantas de la base que me mantiene erguido. Una cadencia acompasada de amaneceres y crepúsculos bambolean mi ser y me embriagan postulando un futuro incierto en esa búsqueda continuada. Cierro este razonamiento totalmente irracional defendiendo lo único real que logro discernir: Si coincide en mi cabeza este galimatías puedo asegurar que aún queda esperanza. Tartessus Baobab

domingo, 24 de junio de 2012

OLVIDAMOS LA NADA

Perdimos el mar;
huyó por entre la arena de tus ojos
buscando rendijas de salida.
Perdimos la sal.

Olvidamos la llama;
se apagó al crecer las estrellas,
se inundó de lunas traicioneras.
Olvidamos la nada.

El mar nos encontraba
y nos balanceaba.

La nada nos buscaba
y nos cobijaba.

Sigo anhelando tu mar
bajo estrellas que se alejan.
Oigo crepitar el fuego
en mi alma soñolienta.

Olvidamos la nada
que nos hizo ser todo.

Y ahora...
naufragamos en el lodo.



*Masmoc Utopía




domingo, 27 de mayo de 2012

GRATITUD INQUEBRANTABLE



Una de mis estrellas del nuevo día
brilla con tu lealtad inquebrantable
que los años no lograron borrar.


Iluminas el rail de la vía,
rebosante con tu aliento inagotable
que sólo tú puedes realizar.

El destino del puzle no podría
ir llenando de colores imborrables
si no es con la pieza de tu amistad.


Gratitud que me invade,
lealtad inquebrantable.




* Masmoc Utopía.

AGRADECIMIENTOS-PROPUESTA

Agradecimientos a la Comunidad Baobaliana por sus comentarios y apuntes de ánimo y conexión. Es muy grato encontrar notas de comentarios en los escritos que vamos lanzando al espacio desde Utobab. Nuestro Universo se expande con vuestras aportaciones.
 Por ello pensamos que sería muy bien recibido por todos los Baobalianos que pudiérais participar aportando escritos que tuvieran relación, continuación, modulación o rasgos personales sobre personajes de nuestras historias, sobre nuevos relatos paralelos, relacionándolos y dádole riqueza. Buscamos agrandar las emociones, expandirlas y renovarlas con vuestros escritos relacionados con el Universo Baobaliano.
Nuestra mayor gratitud para Loli, M.Beltran, Anny, Montse B, Josefina, T.Gar, Sócrates Cerreño, JARR, El escriba de Thot, El Beja, Manu-Muabdib, Carla, MigueTerrible, Halada y a todos los anónimos que puedan dar color a la imaginación baobaliana.
 El método de transmisión sería a través de la dirección de correo de Tartessus o de Masmoc.
 "El que perdura" sonrió al conocer la propuesta y nos dijo que no tiene prisas, que dispone de todo el tiempo y recalcó - ¡Aventurarse! ¿Hay alguien ahí?

lunes, 26 de marzo de 2012

Asi me mantengo vivo

Llegué buscando lo que nunca había hallado,
llegué soñando lo que siempre había anhelado,
llegué esperando tener todo aquello que nunca había tenido...
Pero tras todo este tiempo aquí sigo;buscando, soñando y esperando tener lo que aún me falta...
Todo eso me hace saber que sigo vivo.

Tartessus Baobab

viernes, 23 de marzo de 2012

Cesará la quietud

Cesará la quietud de la tarde,
los vientos del Norte helarán el Páramo,
y yo, seguiré aquí tras mi ventana
esperando una lucidez perdida en antaño
postergando mi final con esta nada.

Crepitar de llamas efimeras
reflejo de un atardecer crepuscular,
envidia de una levedad deseada,
deseada...para encontrarme con mi amada.

Tartessus Baobab

sábado, 25 de febrero de 2012

HAZME OLVIDAR

El aroma nevado va llamando..
a las puertas de mi alma
y sus pigmentos me llevan..
a la temporalidad que negamos.

Tu mano estrechando la mía
y mi espíritu en calma..
me llevan, en la distancia,
a un sueño incontrolado.

Sin remisión;
somos lo que recordamos
al cenit de la alborada.

Sin perdón;
somos lo que se esconde
en el ocaso de tu mirada.

Desátame...
Desátame y hazme olvidar.

Embriágame...
Aniquílame y huye
del fulgor que nunca fue.

Háblame...
Háblame y hazme olvidar.

Muéstrame...
Encuéntrame y hazme olvidar.


Hazme olvidar..............


* Masmoc Utopía

miércoles, 4 de enero de 2012

Diario apócrifo de E.Sinclair 6


Hiela la mañana en mí desperezar junto a la Laguna, y me rescata de sueños y recuerdos del pasado, sueños y recuerdos que tenía olvidado en lugares remotos de mi propio mundo.
El agua fresca me ayuda a sentir mi nuevo yo que despierta, y contemplo cómo la magia del día va ganando terreno a las sombras que se alejan por los claroscuros de la dehesa.
La Laguna disfruta de un silencio que solo es invadido por un respirar acompasado y cadencioso del Toro-Buey que nos acompaña en este reencuentro.

Sobre la Laguna mi compañero se refleja observándome:
     - ¿Quién eres? que en mis sueños me acompañas. – Solicito sus explicaciones.
     - ¿Aún no lo recuerdas?
     - ¿Fuiste tú el culpable de mi reclusión?
     - Aún no lo has comprendido.
     - Sólo comprendo que yo solía dormir como el gran animal que duerme junto a nosotros. Libre de todo, incluso de mi propio pensamiento; pero ahora no, ahora todo lo cuestiono, todo hasta a mí mismo…… y eso me devora.
     - Te quedas en lo que ves y obvias lo interior. Nada te asegura que ese ser tan fiero que junto a nosotros duerme, con esa serenidad que desprende, no lleve en su interior un enclaustramiento aún mas profundo que el tuyo; y todo él hubiera necesitado unirse a nosotros para encontrar su propio lugar en Utobab.
Existe un libre albedrío que nos hace a cada uno tener nuestra propia libertad de decidir. Decidir el camino a tomar, decidir obedecer a alguien, decidir adorar a alguien, decidir…, pero esa decisión te lleva a la soledad, la soledad de nuestro propio yo, que es en la mayoría de ocasiones más duro que la obediencia, más duro que la sumisión, más duro que la fe ciega en algo que nos aseguren que nos ayudará a vivir sin complicación y sin tener que ser dueños y responsables de nuestros actos.
En definitiva, tenemos miedo.
     -¿Miedo, miedo a qué?
     -Miedo a nuestra propia Libertad.
     -Quizás tengas razón, quizás sea eso.
     -Pero tenemos que decidir; nuestra decisión afecta a todo, todo se afecta de la decisión que tomemos. Podríamos haber sido uno de ellos, uno de nuestros compañeros en el viaje.
     -Son los de mis sueños en blanco y negro y mis difusos recuerdos ¿verdad?
     -Los mismos que sufrieron el implacable paso del tiempo y la levedad de unos cuerpos con fecha de caducidad. Tú eres diferente.
     -Y tú ¿Quién eres tu?
    -¿Pero sigues tan ciego aún? Sólo tienes que buscar en tu interior.
     -Tanto tiempo me llevé sin pensar que no logro asimilarlo todo.
     - Demian Pilgrim y Edmundo Sinclair, dos seres que se buscan así mismo, y sólo se encuentran en un sitio como La Laguna del Ensueño. Un solo ser cargado de futuro…

Me siento desvanecer viendo a mi compañero perder el conocimiento. Todo es borroso y una niebla plomiza nos envuelve mientras cerramos los ojos y caemos en la hierba.

Despierto con una vitalidad renovada que hacía tiempo no percibía.
Junto a la Laguna una fría brisa matutina hace ondular sus aguas en la superficie, difuminando la huidiza imagen de Demian y haciendo imposible apreciar su rostro.
El enorme Toro-Buey alza su cabeza posando su mirada en mí, fijamente, con una nobleza antes no apreciada. Inclino levemente la cabeza mirándolo, a modo de saludo, el animal repite el movimiento; a continuación desvía la mirada hacia la imagen reflejada en La Laguna del Ensueño, avanzo dos pasos hacia el agua, ya metido en la orilla distingo claramente el rostro, es la figura del ser que renace en mi interior; “El que perdura”.

Soy Adaner. Ahora sé que he superado el gran conflicto que mi creador presagió. Ahora sé que Edmundo y Demian también soy yo. El profesor Enter K ya me avisó de ello, ni siquiera una máquina tan perfecta puede esquivar tensiones "humanas" aquí en Utobab.
La asimilación de mi papel se ha revelado con nitidez después de recorrer mi viaje interior y renacer para el futuro.

Yo, Adaner, renazco como "El que perdura" para salvaguardar el conocimiento humano de tantos siglos y  transmitirlo a las nuevas generaciones, enseñarles "El Legado de las Estrellas". Debo guiar el futuro mostrándome e interviniendo lo menos posible en la vida diaria de Tull. Los pasos están dados y hay que seguir preparados para la llegada algún día de los extranjeros. Los Hermanos del Sol ayudarán a que sea posible.

"El que perdura" renace a la espera de lo que está por venir.
El camino está por delante…


                                                            FIN


  Masmoc Utopía y Tartessus Baobab