domingo, 14 de octubre de 2012

Subsuelo II

Él salio del vagón, se paró a unos pasos del andén, volvió su mirada hacia los demás pasajeros que salían aturrullados y presurosos. La escena le hipnotizó, dejándolo abstraído con la visión de la masa humana silenciosa vomitada por el gusano eléctrico.
El denso grupo vertido en el andén se disolvió dividido por unos que bajan con rapidez por una escalera, otros que se suben en una rampa mecánica que los lleva en línea recta hacia delante, perdiéndolos también de vista, y los últimos van colocándose en los escalones ascendentes de una escalera mecánica.
De alguna forma extraña le parece percibir cierta emoción en el vertido humano que asciende por las escaleras mecánicas, cree ver algo diferente en sus rostros, algo más relajados. Aunque sólo es una impresión de la que al instante desconfía.

Trata ahora de situarse, mira las tres opciones para continuar, lee los letreros, contempla cómo nuevas personas llegan al andén, y reemprende el paso con decisión, sin olvidar no aparentar ser un forastero. Toma el pasillo de la escalera mecánica ascendente en busca de su estación de destino.
Se sorprende al ver de repente la imagen de un bonito rostro femenino que le sonríe desde el pasamanos metálico de la escalera ascendente. Respira de nuevo al comprobar que se trata del reflejo de un cartel publicitario sobre la pared más próxima. Lo cierto es que le reconforta observar ese rostro perfecto, bello, rebosante de vitalidad, alegre y optimista. Igual podría ser que su estación final estuviera repleta de luz y armonía, algo que no ha logrado encontrar en su viaje por el subsuelo de la ciudad.

Termina el trayecto ascendente, llegando a un espacio más grande que los anteriores, a modo de centro vectorial, con tiendas, bares y lugares de encuentro. Ahora se sienta en un banco donde un aciano con sombrero blanco reluciente, traje igualmente de color blanco impoluto, apoyado con su mano izquierda en un bastón rojo carmesí y zapatos y corbata del mismo vivo color, le ofrece asiento. Lleva unas gafas muy oscuras y una medio sonrisa gentil acompaña sus gestos. Permanecen los dos en silencio aunque él mira de vez en cuando al elegante anciano con la intención de entablar conversación, pero algo le impide hacerlo, será la desconfianza, será la timidez, será el ambiente que le ha acompañado durante todo el recorrido desde que se adentró en el sótano de la urbe. Pero después de cada intento, algo le imide comunicarse, guarda silencio de nuevo y el anciano continúa observando a los transeúntes con su expresión medio sonriente.
El anciano se levanta, se coloca frente a nuestro personaje, se quita el pulcro sombrero diciéndole - ¡No hay escapatoria!
Seguidamente se marcha confundiéndose con la marea humana vertiginosa, que a nuestro hombre le parece que hayan acelerado el paso, que el ritmo frenético que deambula delante de él cobra una velocidad irreal e imposible. Intenta observar los rostros de las personas que circulan tan rápidamente pero no le es posible, no logra ver sus caras.

Aturdido, desorientado y desconfiando de cualquiera que esté a menos de dos metros de él, inicia el paso todo lo ligero que puede sin llamar la atención. Intenta vigilar a todo el que se cruza o circule cerca de él. Aviva todavía más el paso, con la certeza de que nadie le mira, es como si no estuviera allí, se siente casi invisible aunque extrañamente vigilado.
Ya está corriendo por un pasillo, siguiendo la flecha de “Salida”, el sudor corre por su frente, continúa mirando a derecha e izquierda en su carrera para salir de allí. Un silbido monótono del quejido de las vías resuena cada vez más lejano en sus oídos, haciéndole recobrar vigor, sobre todo cuando divisa cómo la luz del exterior penetra débilmente desde la boca de metro de Plaza Auster, es su salida más próxima y por fin ha llegado a las escaleras de subida al exterior.

Se detiene, contempla los escalones, mira hacia atrás intentando desprenderse de la sensación de ser un fugitivo; observa a las personas que se adentran bajando las escaleras y se queda petrificado, inmóvil, con la respiración cortada, un sudor helado le deja paralizado al comprobar que todos los que descienden hacia su lugar de destino le miran y sonríen.
No puede subir las escaleras, intenta adelantar el primer paso y al momento decide que no es conveniente, que no debe salir todavía. Algunas personas también le observan al cruzarse con él y con la mirada sonriente le invitan a continuar adentro.

Alguna fuerza dentro de él le retiene allí y allí permanece. En el subsuelo.




* Masmoc Utopía.

8 comentarios:

  1. ME GUSTA. TRASMITE MISTERIO CON LO CUAL ENGANCHE.DESEO CONTINUAR LEYENDO.

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  2. Aunque con algo de retraso, respondo al comentario anónimo. Disculpe mi tardanza.
    Misterio, desencanto e incluso esperanza esperamos plasmar en el relato.
    Esto va ya por el cuarto capítulo, y avanza.
    Gracias por tus palabras.
    Baobalianos del mundo comentadle algo a nuestro personaje, por favor. Está muy solo..

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  3. Hace tiempo que no entraba y me he sorprendido gratamente. Animo a vuestro personaje a que siga adelante, tal vez encuentre algo positivo en el subsuelo que le sirva de experiencia en esta encrucijada que es la vida. Lo hacéis los dos estupendamente.

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    1. Gracias Loli por tus ánimos constructivos.
      Aportan siempre.

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  4. Yo lo animo a volver y adentrarse en un mundo de misterio, fantasía, temor y desconfianza, seguiremos por el tercer capítulo..Un saludo Macmoc, siento el retraso, prometo aunque sea un capítulo por noche...
    Kal-El

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    1. Un mundo prisionero de su propio mundo.
      El temor, la desconfianza, la soledad, el egoismo.
      Adentrados donde no hay salida.
      Espero que no quedes atrapado y que llegues a la luz...

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  5. Aunque algo tarde, yo, Manu Muabdi hago mi comentario: me gusta esta Escalera de Jacob, impregnada de colores con aromas de Koyaanisqatsis, con sus mareas de flujo humano fagocitado por escaleras mecanicas que suben y bajan y puertas giratorias que, cual pinball, lanzan a las personas a camara rapida a las arcanas profundidades del metropolitano. Todo esto, claro esta, sin olvidar al primer genio del underground contemporaneo... del terror del abismo... el gran H.P. Lovecratf. Un abrazo desde las estepas de Arrakis, mi querido Masmoc... seguiremos profundizando en lo mas hondo del Subsuelo.

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    1. Nunca es tarde para engrandecer el subsuelo con la presencia de Manu Muabdí. Se echaba de menos.
      Howard Philips me susurra en sueños por vericuetos de las profundidades.
      Se aventura una tormenta arrakena para el capítulo 9, con letanía incluida.
      Gratitud que reinspira.

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