jueves, 31 de julio de 2014

CINE CASABLANCA




-      He visto esta mañana en la Plaza de Abastos el carrito de Manolillo el de las carteleras y la peli tiene que estar guapa. –Nos dice Lorencito frotándose las manos sonriendo.
- ¡Hombre! A ti es que te encantan todas las películas de romanos. –Responde Rogelio cuando los cuatro  ya doblamos la esquina de nuestra calle con Santuario de la Cabeza.
Manolito “el Chico” viene andando por la otra acera de la calle comiéndose un helado napolitano, tan concentrado en ello que no nos ve.
-      Manolito, que  vas a tropezar con un árbol, mirando al napolitano. A ese ritmo no llega entero a tu casa. –Le digo haciéndole señas con la mano mientras seguimos caminando.
-      ¡Claro!, que si no mi madre me riñe si me ve con el helado, porque después me duele la garganta.

Dejamos atrás la Academia Rojas, ahora callada sin el bullicio de los días de clase escolar, pasamos por delante de la Plaza de Abastos, donde Lorencito vio las carteleras con fotografías de la película que veremos esta noche. Al pasar junto al kiosko de Vitoriano, Monti salta del grupo en silencio, como si algún dios romano le hubiera hecho señales que él sólo podía percibir, y se planta en el kiosko. Nosotros nos detenemos cerca de la Peña Sevillista y permanecemos en silencio, observando su regreso con el rostro sonriente, ondulando su cuerpo a ambos lados, saludando con la mano izquierda mientras con la derecha saborea un napolitano recién comprado.
-      ¡Anda que no eres nadie, Monti! –Le dice Lorencito mientras él saborea su helado en silencio, sonriéndonos.
-      Vamos a poner dos o tres pesetas cada uno, que vamos a comprar kikos. –Les digo a los tres.

  El albero, humedecido por el agua de la recalentada manguera media hora antes, nos recibe con cierto frescor, cuando la noche comienza lentamente a bajar y el olor penetrante de los jazmines en la entrada nos sitúa sensorialmente en el Cine Casablanca.
Una vez que el portero nos parte el ticket, buscamos el mejor sitio posible por el centro y no demasiado cerca de la pantalla. Una pantalla inmensa y blanca como el frío vaso de leche que tomé en la merienda. Las paredes encaladas dan un ambiente de frescura y pureza que al cobijarnos las estrellas nos envuelve en un mundo de aventura y misterio por el que el tiempo no traspasa.

-      La que vimos la semana pasada de El Santo Enmascarado de Plata sí que estuvo bien. –Nos comenta Rogelio.
-      Las pelis de Fuman Chú sí que están guapas. –Alza  la voz Monti con determinación, mientras nos sentamos en las recalentadas sillas.
-      La última que vi de Maciste estuvo regular. –Le digo a los amigos.
-      A mí me gustó. –Salta rápido Lorencito.
-      Es que a tí te gustan todas las que salgan romanos y espadas. Y si salen peleas de gladiadores, "no te digo ná", te vuelves loco.  –Le apunta Rogelio oportunamente, a lo que todos nos reímos.
-      Pero si Maciste cogía unos pedruscos enormes y los lanzaba a los “malos”, y se veía claramente que eran de goma por los botes altos que pegaban en la tierra. –Insisto en lo mío.
-      Eso es verdad. –Apunta Monti mirando la pantalla del cine de verano.
-      A mí me gustó. –Se reafirma Lorencito, sin dejar de moverse en su asiento.
-      Bueno,  a ver si la película de hoy, "Maciste guerrero de Esparta" está bien. –Les digo poniéndome de pie, mirando hacia las filas de atrás por si veo a alguna chica conocida..
-      Pasa los kikos. –Le dice Monti a Rogelio, sin dejar de sonreír..

Ha caído la noche, las canciones de Simon y Garfunkel que despiden los altavoces dejan de sonar, encienden el proyector, dos salamanquesas corretean por la pantalla antes de ser “destrozadas” por Maciste, nos miramos sonrientes y contemplamos el gran espectáculo de nuestro verano que comienza en el Cine Casablanca.

Así, nuestro particular espectáculo vivencial continúa, cuando el verano nos abre sus puertas como una película de aventuras y descubrimientos, siempre lleno de momentos especiales y únicos que perdurarán el resto de nuestras vidas.


          * Masmoc Utopía