sábado, 29 de mayo de 2010

lunes, 24 de mayo de 2010

Dueño de mi propio mundo

Capítulo XI: Exipión

Mis palabras aún resonaban en el aire de Utobab, cuando una sombra fue cubriendo nuestras cabezas e inundando nuestros corazones de oscuridad.
Lentamente fue pasando la nave y nos sentimos observados y estudiados, sin poder llegar a comprender como no éramos destruidos.
Esta se alejó y aterrizó sobre la cima de la colina más próxima hollando un terreno agreste al refugio de la furia de El Gran Río.
Godbluf se volvió hacia mí con una mirada interrogante, y solo reaccioné a una voz que tras de mí sonaba con seguridad de sus palabras:
-No pueden atacar directamente sin asegurarse de que Melkart no sufrirá daño alguno. Él es el comandante de la expedición y por el código de los droides, un jefe solo puede morir tras un juicio militar.
-Entonces aún tenemos una esperanza.
Contestó Godbluf a las palabras pronunciadas por Eritra.
El pueblo de Tull se puso en marcha con celeridad al mandato de Renaín.
Maresma parecía no estar nunca a nuestro alcance, ya cuando conquistábamos nuestro objetivo, las primeras legiones de droides se avistaban en lontananza.
Starless nos habló a todos con la parsimonia que en los Hermanos del Sol era habitual, pero también con mensajes claros y escuetos:
-Godbluf dirigirá a Tull por Maresma sin mirar atrás y nos esperaréis en la Laguna del Ensueño hasta la aurora de un nuevo día. Melkart y Eritra id con ellos. Renaín, tú te quedaras con la fuerza de choque y conmigo.
-Ni hablar yo me quedo con vosotros, puedo ser de mucha ayuda.
Dijo Eritra con energía, y desafiando la autoridad de Starless, nadie se atrevió a llevarle la contraria, ni siquiera Renaín que no pareció contento con la decisión.
Justo en el momento que empezábamos a introducirnos en Maresma, vi como sacaban unas mascaras de sus bolsas que dibujaba una imagen del animal que nos atacó en la laguna y se la colocaron todos los guerreros sin excepción, Eritra cogió una ofrecida por Renaín.
Me volví a Starless y le dije:
-Con una máscara como esa, yo tambien puedo ser de gran ayuda aquí. Si me dejo ver unos segundos y luego me mezclo con todos, no utilizaran sus pistolas láser sin estar seguros de que su victima no soy yo.
Starless y Godbluf se miraron durante unos segundos, sin duda estaban decidiendo y sopesando el riesgo que se afrontaba, dejábamos desvalidos al pueblo de Tull, si éramos apresados en las orillas de Maresma. Sin pronunciar palabra Starless me lanzó una mascara y Godbluf me ofreció su falcata.
Coroné la pequeña duna sobre la que nos habíamos apostado y me dejé ver con claridad, aunque la tarde ya forzaba a un próximo crepúsculo que nos ayudaría en la batalla.
Rápidamente fui reconocido y el mandato llevó a los droides a sustituir sus pistolas láser, que tanto Eritra y como yo sabíamos de su eficacia, por unas espadas láser que les obligaría a afrontar el cuerpo a cuerpo.
-Pero esas espadas desintegraran nuestras falcatas.
Dije mientras me escondía tras aquella máscara de toro.
-No conoces la dureza de nuestros materiales, sin duda nuestras espadas resistirán.
Dijo Starless con seguridad.
Eritra se adelantó a la formación que se preparaba para lanza la primera andanada de flechas:
-Existe algo que debéis de conocer, recordad en todo momento que son robots, y acabar con ellos no es como acabar con un ser humano.
Solo podéis hacerlos de dos formas: la primera cortándoles la cabeza, por el cuello pasa toda la información hacia su ordenador central que actúa en consecuencia.
La segunda ir directamente al ordenador y este se encuentra en el vientre, pero recordad tenéis que atravesarlo.
De otra forma solo mermareis su capacidad pero no acabaría con ellos.
Yo sabía que aquella información era básica para todos nosotros, ni yo la conocía; pero tambien sabía que Eritra acababa de desvelar un secreto que la convertiría en una traidora a su propia especie, nada sería igual para ella desde aquel momento.
El sonido de los arcos tensándose se mezclaba con un tenue caminar a nuestras espaldas sobre el barro de Maresma. Aquello parecía vaticinar un próximo estruendo de sonidos entremezclados durante la batalla.
La primera oleada de flecha hizo caer parte de la avanzadilla de droides levantándose la gran mayoría al instante.
Las siguientes tan solo consiguieron retrasar el encuentro cuerpo a cuerpo del ejército droide y los tulunies.
A una arenga rápida y firme de Starless salimos de nuestro refugio tras la duna y afrontamos una lucha desigual en número, pero que se veía compensada con la ferocidad de los tulunies.
Los droides tras la sorpresa de una lucha en la cual el enemigo sabía perfectamente sobre donde atacar, aprendieron una forma de contrarrestar.
Primero golpeaba sobre el rostro con el puño y tras desenmascarar al enemigo, lo atravesaba sin compasión con la espada si no era Melkart.
La mayoría eran torpes en su forma de actuar, los que nos dio gran ventaja en la batalla. Vi a Exipión que se abría paso con dos golpes certeros, con el primero de un fuerte puñetazo le quitaba la mascara a su oponente y con el próximo se recreaba cada vez que atravesaba a un tulú.
Yo luchaba con mucha más lentitud que mis compañeros, y veía como Renaín y Eritra se deshacían de droides con gran facilidad.
Fue un instante de descuido en la batalla, todos los sentidos son importantes para sobrevivir, la vista se desvió hacia Maresma, los últimos integrantes del éxodo llegaban a la otra orilla, algo me golpeó el rostro, me hizo tambalear y caer sobre la arena de Utobab, la máscara se desprendió de mi rostro, la vi caer junto a mi; miré hacia arriba y vi como me observaba descubriendo mi verdadera identidad, se volvió un solo instante para avisar a todos ¡Melkart había sido descubierto! Aproveché ese instante para soltar un mandoble que cruzó el rostro de Exipión haciéndolo caer junto a mi.
Actué con la rapidez que da el miedo incontrolado, cogí mi máscara justo en el instante que una cabeza, con la que me había golpeado la cara Exipión, rodaba junto a mí, la miré y vi la cabeza del Hermano del Sol que con tanta bravura había visto arengar a su gente momentos antes.
Al grito de Exipión, todos los droides habían sacado sus pistolas láser y estaban acabando con mis compañeros, pero con el último rayo de sol, aparecieron una bandada de rapaces que parecían haber salido de la misma Maresma y atacaron las fuerzas droides, permitiéndonos una retiradas hacía el abismo de Maresma.
-Seguid mi estela
Se oyó la voz inconfundible de Renaín y se adentró en la ciénaga. Nadie miró atrás, solo pendientes de los pasos de Renaín que apenas se veían en una noche solo iluminada por la luna.
A nuestras espaldas se escuchaban los gritos de nuestros perseguidores que eran tragados por Maresma.
De nuevo se escuchó su voz a lo lejos:
-Parad, no adentraros más en la ciénaga, esperaremos el día.
Atravesamos Maresma y todos nos desprendimos de las máscaras… Eritra y Renaín seguían con nosotros.
Renaín nos miró con lagrimas en los ojos y poniéndose de rodillas, dio un grito tan aterrador que hizo ensordecer Utobab.
Nadie habló durante un viaje triste y rápido que nos llevó hasta la Laguna de Ensueño cuando la aurora venció a la oscuridad de aquella infausta noche.
Renaín frente a Godbluf y todo el pueblo alrededor, silencio ensordecedor y tras unas lagrimas que recorren el rostro de los dos, los brazos de ambos se alzaron lateralmente dibujando un círculo en el aire y posando las manos sobre el centro de sus pechos; unas palabras inundan la escena:
-Se bienvenido, nuevo Maestro de Día…

Tartessus Baobab