jueves, 28 de febrero de 2013

SUBSUELO VIII




- ¡Detengan a esos infractores! – El Guardián de Plaza Strummer gritó señalando a Enter y Moniz con su vara sinestética de mando, un artefacto mucho más potente y mayor que la barra usual , haciéndola oscilar de arriba abajo y encendiendo su punta rojiza.
- ¡Naaadie! ¡Nadie puede estar ausente de mis dominios,….. mientras se celebra El Ángel Exterminador! –Volvió a gritar de forma contundente, enérgico y marcando el tono imperativo. Una sonrisa lasciva impregnada de hiel afloró a sus labios al cruzar la mirada con Moníz. Sacó un frasquito de un líquido rojo de su bolsillo y se lo bebió sin dejar de observarla.
- Ahora no podemos hacer nada Enter -agarrando sus manos con fuerza le habló Moníz de forma pausada y serena. -Ya tendremos nuestra oportunidad; o eso espero.
Seis guardias S.C. salieron de no se sabe dónde y los detuvieron.

Enter tenía la cara pálida y el ánimo arrastrándose por el suelo tras él. Moníz conservaba su aire de entereza y sobriedad ante los insultos y empujones de los guardias. El Guardián de Plaza Strummer encabezaba la comitiva que se adentraba por puertas y pasillos ocultos, siempre avanzando en sentido descendente, hacia lo profundo, por inacabables senderos cada vez más estrechos y peor iluminados, hasta que llegaron ante una puerta de acero macizo con la palabra en relieve INFRA grabada en color rojo.
El jefe del grupo activó su vara de mando a media potencia y la fue colocando sobre cada letra, encajando sobre ellas perfectamente en algún lugar concreto. Al terminar en la A, la puerta se abrió emitiendo un ruido seco y oscuro, igual de tenebroso que el olor que salía desde dentro.

- Ya hemos llegado a las mazmorras. Aquí seguro que aprenderéis a obedecer sin pensarlo. –Dijo el Guardián cruzando la puerta y penetrando en una estancia circular y abovedada, con siete puertas numeradas.
- ¿Qué me traes Guardián? –Una voz resonó desde lo alto; se trataba de un enano que estaba de pie sobre una plataforma suspendida en el aire. Manejaba unos mandos a modo de joystick sobre una pantalla que le permitían moverse en el aire con su aparato, desafiando la gravedad a su antojo.
- Dos infractores, Comandante. Abandonaron mi plaza durante la celebración del Ángel Exterminador.
- Bien, ya decidiré si van a la cadena de producción selectiva. Allí hace falta personal.
- Comandante Infra, creo que a estos dos pajaritos les vendría mejor antes una temporada en el aislamiento intensivo.
- Ya lo decidiré yo, Guardián. No es asunto suyo. –Contestó moviéndose con la plataforma en el aire, alrededor de los presos.

El hombrecillo llevaba unas gafas anudadas de un color indefinido pues según le llegaba más o menos intensidad de luz, cambiaban de tonalidad. Sus ojos estaban totalmente ocultos. Tenía el cabello pajizo, el rostro agrietado y hierático mantenía una expresión cuasi eterna de media sonrisa. Sus dedos ágiles sobre los mandos le permitían manejar la pequeña plataforma voladora y al mismo tiempo le servían de sujeción en sus desplazamientos aéreos.
En la sala de acceso a las mazmorras la temperatura había subido unos cinco grados. Enter se quitó su chaqueta, que estaba empapada de sudor, Moníz se desabrochó el cinturón de su gabardina sin desprenderse de ella al observar que el jefe del grupo la miraba con ojos empapados de lujuria.
- ¿Tenéis calor pajaritos? Pronto podréis sentir el frescor si el Comandante Infra os destina a la cadena de producción selectiva. Necesitaréis ir abrigados.
- ¡Silencio, Guardián! Los reos no deben saber nada sobre el destino que les pueda aguardar –dijo el Comandante de forma seca y cortante, haciendo descender su plataforma móvil y colocándose cerca del grupo pero sin llegar a estar a su alcance.
- Creo que en principio los infractores irán a la puerta siete. Mientras tanto usted y sus guardias pueden pasar a reponer fuerzas, ahora son mis invitados. Y de paso me cuenta detalles del próximo aspirante al “Ángel Exterminador”.
Seguidamente accionó un botón de su panel de mandos y la puerta número 7 se abrió lentamente. Dos guardias cogieron a los dos reos haciéndoles entrar donde un hombre de unos dos metros de altura con la cara cubierta con la capucha de verdugo los agarró por los cabellos y los introdujo en una celda de piedra húmeda y enmohecida, cerrando la puerta y dejándolos en una semioscuridad que teñía el alma de negritud.

- ¿Estás bien, Moníz?
- Sí. He estado en sitios peores, aunque según decían lo peor está por llegar cuando lo decida el hombrecito.
- ¿Sabías de este lugar?
- No, no conocía las mazmorras del subsuelo. Una vez escuché a un S,C. hablar de este agujero carcelario y esa era la única referencia que tenía. Se trata de un secreto muy bien guardado. Ahora me explico el destino de las personas que son apresadas por los S.C. y porqué no se les vuelve a ver.
Se sentaron en el suelo, uno junto al otro, de espaldas a la pared más alejada de la puerta. Enter resopló mirando al techo y siguió hablando.
- No hay escapatoria. Esas fueron las palabras del anciano misterioso la primera vez que me crucé con él. Por lo que se ve, tenía razón, no hay escapatoria.
- Igual te retaba a encontrarla, ¿no lo has pensado?
- Lo cierto es que su rostro me resulta vagamente familiar, pero no lo sitúo en ningún momento de mi pasado. Y me habla a mí, es como si me conociera, y muy bien para saber que los retos casi imposibles son los que me han hecho avanzar en mi vida.
- Pues salir de las mazmorras lo es. Es un reto casi imposible.
Un halo de tristeza asomó al rostro de Moníz al decir sus últimas palabras, un peso de culpa lacerante y agónica. Se llevó sus manos al rostro para tapárselo.
- Perdóname Enter, no calibré bien los riesgos de tu incursión en el subsuelo. Y este lugar ya nos supera…
Guardaron silencio mirándose uno al otro ya habituados a la escasa luminosidad de la celda, Enter sonrió a Moníz diciéndole – Cómo me gusta oír tu voz.

Enter se puso en pie de forma brusca y repentina y fue palpando las paredes, inspeccionando las piedras. Acercó su oído a una esquina en la parte baja, casi pegado al suelo. Moníz hizo ademán de levantarse pero él le hizo señas para que se quedara quieta y en silencio.
- Hay alguien aquí detrás de esta pared que está intentando decirnos algo – dijo él en voz baja pegando su oreja a la pared.
- Igual es tu anciano misterioso –dijo ella incorporándose con una amplia sonrisa y guiñando un ojo.
Los dos se pegaron a la pared intentando captar algún sonido proveniente del otro lado del muro. Débilmente se oía una voz lejana, casi inaudible.
- Soy Niquaoj Ajeb. ¿Hay alguien ahí?
Moníz agarró a Enter del brazo haciendo que la mirara de frente y así mostrarle su cara de asombro ante lo que había oído. El que estaba en la celda contigua era Niquaoj Ajeb, el “Ángel Exterminador” que pretendió utilizar su cetro para ayudar a suavizar las condiciones de vida en el subsuelo, el que se rebeló y renunció a su corona de privilegios comandando una resistencia a los S.C. que tuvo una corta vida. Moníz le explicó a Enter quién era el poseedor de la voz misteriosa.
- Debéis intentar escapar a la primera ocasión que se presente. Ahora todavía estáis a tiempo, cuando os designen un destino fuera de la puerta siete ya será imposible. Os mantendrán atados con cadenas sinestéticas que os impiden abandonar las mazmorras con vida –la cadencia débil de la voz de Niquaoj Ajeb, el “Ángel Exterminador” que mayor tiempo llevó el cetro por no acceder a los privilegios del poder, llegaba con poca fuerza pero con claridad.
- ¿Cómo podemos escapar? –preguntó Enter.
- El verdugo de las siete puertas; su punto débil está en la cabeza y la luz le trastorna, necesita estar en la penumbra y la oscuridad, si no es así enloquece. No perdáis la ocasión cuando venga a trasladaros. Será vuestra única posibilidad.
- ¿Por dónde podremos salir de las mazmorras? –preguntó Moníz.
- Lo fundamental es que no os coloquen las cadenas sinestéticas, si no, estáis perdidos. Os introducirán a través del oído una microcapsula que será vuestra cadena a las mazmorras; si abandonáis la zona la energía sinestética se activa en vuestro cerebro y os convierte en un vegetal.
- ¿Hay alguna escapatoria?
- No lo sé. La puerta 3, en la cadena de producción es el sitio donde creo que podréis tener alguna opción ya que vienen a recoger la producción y debe existir comunicación con el exterior. No puedo seguir hablando, oigo pasos. Siento no poder ayudaros más. Recordad que la única lucha que se pierde es la que se abandona. ¡Suerte!

La puerta de la celda se abrió de repente. El verdugo de las siete puertas les miraba con sus ojos achinados tras la capucha, en su mano derecha llevaba el manojo de llaves de las celdas y en su izquierda empuñaba una pequeña pistola comprimida para colocar la cadena sinestética. La imponente altura y volumen de su cuerpo, su rostro invisible por la tenebrosa capucha, la ausencia de voz y sus movimientos rudos y cortantes; todo ello emitía un temor que paralizaba los sentidos ante su presencia.
El gigante avanzó dos pasos, agarró a Enter por los pelos inmovilizándolo en el suelo y acercó la pistola comprimida a su cabeza. Moníz actuó con rapidez, se quitó el cinturón de su gabardina y clavó su hebilla en la cabeza del verdugo antes de que pudiera usar la pistola.
Cayó de inmediato de cara al suelo, sin emitir sonido alguno, se quedó inmóvil y sin vida. Moníz cogió las llaves del verdugo y la pistola. Enter continuaba absorto ante la determinación y agilidad de Moníz.
- No perdamos tiempo, busquemos a Niquaoj. No podemos abandonarle –dijo Moníz sacándolo de su asombro.

Abrieron la celda contigua con una de las llaves del gigante. Niquaoj estaba de pie frente a la puerta de la celda; de pelo rizado y castaño, complexión atlética y un metro ochenta de altura aproximadamente. Su expresión sonriente no transmitía la visión de su cuerpo lleno de moratones, cicatrices y heridas que pudieron contemplar debido a que sólo llevaba puesto un ruinoso pantalón de lucha carcomido. Su poblada y descuidada barba, y su delgadez hacían difícil que Moníz pudiera reconocer al hombre que se enfrentó a la organización represiva del subsuelo.
- Démonos prisa. Hay que aprovechar la sorpresa. Están tan confiados que no esperan algo así. Hay que salir de aquí antes de que puedan reaccionar –dijo Ajeb saliendo de su celda con rapidez y agarrando el manojo de llaves que le tendió Moníz. Después rebuscó en la ropa del cuerpo inerte del verdugo y sacó un artefacto pequeño –Nuestra llave maestra.

Llegaron a la sala abovedada, ahora desierta, y se colocaron delante de la puerta 3. Niquaoj Ajeb proyectó el mando de apertura hacia la puerta que les conduciría a la cadena de producción selectiva y lo accionó.
- ¿Qué podemos encontrarnos? –preguntó Enter.
- No he estado aquí; solamente sé que es el lugar donde entra y sale mercancía de las mazmorras pero no conozco lo que nos espera – afirmó Ajeb colocando a sus acompañantes detrás de él y poniéndose en guardia ante la apertura de la puerta 3.

Se adentraron lentamente y en completo silencio observando como la puerta volvía a cerrarse a sus espaldas. Desde la pasarela alta de entrada en la que se encontraban podían divisar perfectamente la cadena de producción selectiva. Un amplio espacio dividido en tres grandes estancias comunicadas por un pasillo central muy iluminado y aséptico. En la zona más cercana a la entrada un grupo de unas diez personas seleccionaban el material cárnico en tres diferentes contenedores despiezando y cortando, en la sala central unos veinte operarios envasaban los alimentos y aplicaban diferentes etiquetas; en el espacio más alejado a la entrada se encontraba la zona de recepción de animales para matadero y la salida de los productos. En el centro de la zona tres, pegado al techo se hallaba un centro de vigilancia con dos S.C. que controlaban y observaban el proceso productivo desde arriba.
La temperatura era muy baja y algunos llevaban escasa ropa para soportar el frío. El aspecto de los que manipulaban los futuros alimentos era penoso, a algunos se les veía al límite de sus fuerzas para soportar el ritmo frenético de producción. Un chico joven se desmayó emitiendo temblores espasmódicos hasta que quedó inmóvil. Los que se encontraban a su lado se quedaron quietos mirando arriba a los S.C.
- ¡Comprobad! –se oyó por megafonía la orden de un guardia.Los dos que se encontraban cerca se agacharon y le palparon el pulso, el que iba más abrigado le hizo la señal del pulgar hacia abajo a los S.C del centro de vigilancia.
- ¡Recuperad! ¡Deprisa!
Cogieron el cuerpo del joven entre los dos y lo llevaron hasta la puerta de acceso a la gran plataforma ascensor, le despojaron del chaleco y los pantalones que llevaba. Desde el centro de vigilancia un guardia accionó el mando de apertura abriendo sus puertas y allí lo depositaron.
- ¡Continúa la producción!
Todos continuaron con la rutina productiva, soportando la baja temperatura, notando en su cerebro el dolor cuando se paraban sin una orden, debido a la cadena sinestética que les acompañaría durante su penosa existencia, la cadena que les controlaba y les doblegaba haciéndoles esclavos obreros ausentes de cualquier posible futuro que albergara esperanzas.

Los tres fugados comprendieron que cuando algún habitante del subsuelo era apresado por los S.C. su destino sin retorno siempre sería acabar en las mazmorras. Y que la puerta 3 era un especial “matadero” que producía productos cárnicos para alguna empresa perteneciente a Diamond Dogs y que a su vez eliminaba a infractores del subsuelo exprimiéndole la vida. Comprendieron que la única escapatoria posible pasaba por subir a la plataforma ascensor, con vida y sin cadena, y no abandonarían esa lucha.

Un aire enrarecido impregnado de desolada resignación inundaba todo el “matadero”.
- Ellos han abandonado la lucha, han olvidado lo que significa resistir y no doblegarse…… y han perdido, como siempre ocurre –dijo Niquaoj en voz baja señalando abajo.
- Tenemos que intentar escapar, pronto nos buscarán –apremió Enter.
- Ya deben estar haciéndolo. Sólo hay una salida, y ésta es la pasarela ascensor. Hay que cruzar la sala y poder subir. Colocaos tras de mí, tenemos que actuar con rapidez –Niquaoj descendió sigilosamente seguido por Enter y Moníz.
Cuando llegaron al final de la rampa, Enter que iba el último en la fila, vio como se abría la puerta 3. El Comandante Infra entró a gran velocidad subido en su plataforma voladora dirigiéndose hacia lo más alto del “matadero” para colocarse junto al puesto de vigilancia. Hizo una señal con la mano a los guardias y al instante se oyó por megafonía la orden.

- ¡Continuad con la producción! ¡Nadie mira hacia arriba!
El hombrecito volador, desde su posición, divisó a los fugados y reaccionó inmediatamente lanzándose en picado hacia ellos. Los guardias dieron la alarma y comenzaron a llegar más S.C.
- Hay que separarse –gritó Ajeb iniciando una carrera por la zona central de envasado.
Enter aceleró el paso y comenzó a sortear operarios en la zona de despiece, logrando agarrar un gran cuchillo de matarife.
Moníz emprendió una veloz carrera en dirección a la zona más alejada, donde se encontraba la pasarela ascensor.

El Comandante Infra dirigió su máquina voladora hacia Moníz. Ajeb se subió a un contenedor de carne y comenzó a arrojarle todo lo que encontraba a mano al pequeño jefe de las mazmorras, sin éxito alguno pues estaba muy alejado de su distancia.
Enter se topó de frente con un S.C. armado con su barra sinestética preparada para usarla contra él, el guardia atacó con la punta de su arma buscando el contacto con el cuerpo de Enter, una sola sacudida bastaría para dejarlo inconsciente. Enter logró esquivarlo gracias a que un operario zancadilleó al S.C. haciéndole caer, lo que aprovechó Enter para golpearle en la cabeza y continuar avanzando.
- Infractor que pisa las mazmorras no puede abandonarlas con vida –dijo el hombrecillo volador a punto de atropellar a Moníz.

La enorme puerta de acceso a la plataforma ascensor estaba a escasos cincuenta metros de Moníz. Bruscamente detuvo su carrera, se dio la vuelta mirando cómo se acercaba la amenaza rugiente por el aire, se quitó la gabardina tirándola al suelo a sus pies y cuando la plataforma voladora conducida por el Comandante Infra estaba a punto de arrollarla, Moníz se dejó caer de rodillas, cogió su gabardina y la arrojó hacia arriba cubriéndolo por completo y logrando que perdiera la visibilidad y la orientación a la gran velocidad que iba, haciendo que se estrellara sobre la gran puerta de la plataforma ascensor.
- No tendréis… escapatoria…... –dijo el enano con su eterna media sonrisa en los labios antes de dejar de respirar.

Niquaoj y Enter llegaron hasta Moníz, la ayudaron a levantarse y los tres se dirigieron corriendo hasta la puerta de la pasarela ascensor. Guardías S.C. se acercaban desde todas posiciones acorralándolos. Ajeb cogió la llave maestra y la proyectó hacia la inmensa puerta delante suyo, ésta se abrió, Moníz y Enter entraron rápidamente en la plataforma ascensor, se volvieron esperando que su compañero les siguiera pero lo que hizo fue lanzarles la llave maestra con una sonrisa.
- Puede que os sea útil en el futuro, el mío es muy corto pero mi espíritu seguirá latiendo en vuestras vidas. Recordadme en el futuro y no abandonéis la lucha porque todos nos necesitamos – accionó el botón de subida y la enorme puerta comenzó a cerrarse delante suya. Enter le arrojó el cuchillo matarife y él lo agarró en el aire.
- Siempre estarás con nosotros….

La puerta terminaba de cerrarse cuando pudieron ver aún a Niquaoj Ajeb de espaldas a ellos, todavía protegiendo su huída, enfrentándose a todos los S.C. sin abandonar la lucha hasta el último aliento.


Moníz y Enter subían con una sensación de infinita soledad, empequeñecidos por la enorme pasarela ascensor, en silencio, comprendiendo que su héroe se había sacrificado por ellos, que él no podía escapar porque llevaba implantado la cadena sinestética y a pesar de ello luchó por lograr un futuro para los dos.

Continuaban ascendiendo hacia un lugar desconocido, sólo llevaban consigo la esperanza y la fuerte determinación de luchar hasta el final de sus fuerzas. No abandonarían la lucha.

Se paró la gran pasarela ascensor que los sacaba de las mazmorras, del infierno del subsuelo, Enter y Moniz se agarraron de la mano y la gran puerta comenzó a abrirse……….




*Masmoc Utopía