martes, 3 de diciembre de 2013

EN MI MULTITUD


En la multitud.
Busco tus gestos,
escucho paciente las voces, desde la lejanía.
En la multitud.
Miro los rostros,
observo anhelante las miradas, como árbol muerto.
En la multitud.
Persigo una utopía,
palpo suplicante el espacio, por caminos angostos.

Tormentas de distancia nos separan,
océanos de tiempo que nos quema.
Ojalá estuvieras aquí.

Truenos de fuego nos engalanan,
desiertos de luz que nos cercena.
Ojalá estuvieras aquí.

En vuelo libre enlazaremos arcoíris,
alimentado por tu eterna voz
reteniendo mi alma
para que no caiga.

En mi multitud..
Susurro a los vientos
y aguardo expectante tu eco en la noche fría.

En mi multitud...
Silencio de otoño
que muerde sin piedad mi espíritu incierto.

En mi multitud...
Abismos día a día
sobre un puente de cascotes y destrozos.

Ojalá estuvieras aquí
llenando con el jugo de tu luz
mi bosque encantado.......
Reteniendo mi alma
para que no caiga.



* Masmoc Utopía

miércoles, 30 de octubre de 2013

PROFECÍAS DEL SUBSUELO I

* CONECTADO CON ETIQUETA SUBSUELO


Escribo las profecías del Subsuelo
que se desvanecen con la luz.
Atentos a su mirada afilada,
acero que rasga y quema.
La toma de conciencia
será más cruel aún.
De las ciénagas
nacerá la vida
que vendrá.


* JARR  (Poeta del amanecer)

lunes, 9 de septiembre de 2013

HAZAÑAS BÉLICAS DEL BAOBAB Y UNA REFLEXIÓN SOBRE LA VIOLENCIA

* Conectado con etiqueta "Caballitos de cañas",  Hazañas Bélicas.



Mi compañero Adler se encontraba al mando del otro nido de ametralladora. Tanto él como yo estábamos bajo las órdenes del inepto oficial Karl, poco apreciado entre los soldados alemanes. Si nuestra misión fracasaba, la culpa debería, sin duda, recaer sobre él, puesto que se trataban de maniobras sencillas las que había que ejecutar y órdenes simples las que había que dar, ya que las circunstancias se nos habían mostrado favorables durante todo el transcurso de la batalla. Adler y yo disparábamos con furia hacia los judío-comunistas que pretendían avanzar hacia nuestra posición. Casi habíamos conseguido, desde nuestra privilegiada situación, eliminar al escuadrón enemigo -uno de tantos- que nos hacía frente, pues apenas quedaban escasos componentes. Adler y yo calculábamos que no superarían la decena.
De repente, en medio de estos pensamientos, nos vimos sorprendidos por el que probablemente fuera el último ataque enemigo, el cual contaba con un alto riesgo de muerte, posibilidad que sin duda habrían barajado, pero por la que se habían decidido debido probablemente a las cuantiosas bajas que habíamos ocasionado a los enemigos de la esvástica, así como a la falta de munición y de recursos. Era un ataque a la desesperada que teníamos que repeler como fuese. Un soldado avanzaba hacia nosotros lanzando granadas que nos impedían apuntar con precisión, apoyado además por otro que estaba atrincherado a lo lejos y le proporcionaba fuego de cobertura. Inesperadamente, el soldado que avanzaba hacia nosotros desapareció de entre el humo, por lo que dejamos de disparar, sin tener claro si lo habíamos abatido o había encontrado un resquicio en el que esconderse, por lo que no podíamos bajar la guardia. En este momento, se produjo el instante más trágico que he tenido que vivir: sin saber muy bien de donde provenía, una granada se alojó en el nido de ametralladora de Adler, abatiendo a mi compañero de viaje en esta travesía que es la vida...
-¡Friedrich! ¡Ya está bien de batallas!- Con esas palabras, mi padre rompió el maravilloso mundo que yo, como todo niño que se precie, había creado mediante mi imaginación sin ningún esfuerzo.


Porque otro punto de vista es posible siempre.
No podemos negar, pues hacerlo sería extirpar una parte fundamental de la vida, que la violencia es un elemento crucial, en la naturaleza humana en particular y en la naturaleza en general. Negar que la violencia es una expresión natural de cualquier ser vivo que se precie no es estar ciego, sino hacérselo. Por eso, creo que lo más conveniente es relacionarla con el niño; el niño debe jugar la violencia, sentirla en todo su esplendor, para que en un futuro sea consciente del instrumento tan poderoso del que dispone así como de cuando debe usarlo. Puede ocurrir que, como pasa con el sexo, si la violencia es ocultada al niño, el día que la descubra -evidentemente habiendo dejado de ser niño-, sienta una embriaguez de tal calibre que no quiera volver a apartarse de ella. Por eso considero necesario que debe ser mostrada, con sus ventajas y sus inconvenientes, a una temprana edad.
Sean felices.


     * Migue Terrible.

jueves, 1 de agosto de 2013

domingo, 2 de junio de 2013

SUBSUELO XI


La intensidad de este sol, ya casi olvidado por mis pupilas ávidas de luz, me obligan a tener un parpadeo constante. Resuena la música de Bjork, entremezclada con el estruendo de la lucha en mis oídos; esa música, ¡con qué fuerza me hace avanzar por la ciudad!, repleta de urbanitas que deambulan de un sitio a otro, con prisas, con la celeridad que da el creer ir a alguna parte.

Ahora me doy cuenta de la ínfima diferencia que existe entre el subsuelo y la calle; tan solo la luz, esa luz que aún no dominan mis ojos, ni tan siquiera mi cerebro se acostumbra al brillo que da la mañana.
Me siento observado; todos los actores de este nuevo escenario parecen estar esperando a que yo consiga salvarlos, sin palabras me dicen: corre no pierdas más tiempo, termina con este carrusel que nos asfixia.
Acelero mi paso empujado por el temor a ser descubierto en cualquier momento y devuelto al subsuelo.

Frente a mí, aparece Diamond Dogs, impresiona su visión desde la distancia. Surge como del subsuelo y se eleva tan alto, que me obliga a reclinar mi cuerpo hacia atrás para poder divisar su cima. Unas instalaciones recubiertas de espejos que repelen la imagen de la ciudad devolviéndosela con un brillo más intenso.
Me acerco a la entrada pensando en una excusa razonable que haga creíble mi retraso, hasta este momento no lo había tenido en cuenta. No sé cuanto retraso llevo, días seguro, pero ¿cuántos?

Ya la imagen del vigilante está visible frente a mí y aún mi cerebro no ha encontrado la excusa adecuada.
  - Buenos días, ¿Qué desea?
Una sonrisa aparece pintada sobre un rostro abrupto y en cierta manera agresivo, que se me asemeja al de cualquier S.C. de los sufridos en el subsuelo.
  - Venía para una entrevista...
Aún no sabía las disculpas que expondría por mi retraso, cuando una señorita, vestida de un blanco resplandeciente, apareció junto al guardián y con una afabilidad inhabitual, se interpuso entre nosotros.
  - ¿Enter? ¿es usted el profesor Enter K?
  - Si, soy yo ¿Y usted es?
  - Mi nombre no es importante, pero si mi cometido, le acompañaré a su entrevista, ¿viene a ver al Director de investigaciones Dr. Publio Cornelio, verdad? Llega usted algo pronto, podrá esperar en la sala de reuniones.
¿Pronto? La expresión de mi cara tuvo que cambiar bruscamente, porque no fue pasada por alto a mi simpática cicerone.
  - ¿Le pasa algo?
Busqué a un lado y otro de la recepción, sin duda sobre alguna de aquellas paredes tenía que haber algún calendario, algún reloj, algo que me sacara de la incertidumbre de mi pronta llegada a mi cita con Diamonds Dogs.
Techos, suelo, paredes, mostradores y escritorios, todo de un blanco que dañaba mis aún dilatadas pupilas, tan solo las grandes pantallas sobre paredes y techos cambiaban la tonalidad de la estancia.
El día y la hora exacta corrían por debajo de lugares exóticos que reflejaban las pantallas. Quince minutos antes de la hora prefijada para mi cita con el Director de investigaciones.
¿Un sueño? Imposible, todo había pasado, el subsuelo existía, Célix, Caroncero, el Ángel Exterminador, todos existían. Moniz había pasado sus últimos minutos en aquella oquedad sobre mis brazos, pero entonces, el tiempo, ¿qué había pasado con el tiempo?

  - Profesor, ¿está usted bien?
Las palabras de la amable azafata me devolvieron a la realidad.
  - Ya estamos aquí, avisaré al Dr.Aníbal, el ayudante del director, de que usted ha llegado.
La estancia, en la que me abandonó a mis incertidumbres, no se diferenciaba del resto del edifico, la blancura de sus paredes, incluso la mesa de reuniones que presidía la habitación era de un mármol tan puro como blanco. Una de sus paredes si atraía la visión de sus visitantes, estaba ocupada por una inmensa pantalla simulando ser un ventanal abierto a un paisaje, ¡ al vado del Tuk!.
Aquella imagen me relajaba, no me dejaba interrogarme: ni sobre el tiempo, ni sobre mi entrevista, ni siquiera sobre qué demonios hacía aquel paisaje, tan entrañable para mí, sobre la pared de Diamonds Dogs.

Sólo lo sentí; ni lo escuché, ni lo vi reflejado en ninguna sombra; sólo lo sentí detrás mía, sabía que era él, incluso antes de darme la vuelta.
Traje blanco, con sombrero en la cabeza escondiendo un tupido pelo cano, en su mano un bastón.
  - ¿Usted es el Dr. Publio Cornelio?
Una leve sonrisa neutra fue su respuesta. Se volvió hacia el paisaje, que cambiaba, reflejando el sol sobre el río Tuk.
  - Bonito lugar, sin duda.
  - ¿Lo conoce?
  - Bromeas, esta imagen siempre fue junto a mí, mi paz interior se refleja en este paisaje. Todos tenemos un lugar en nuestro interior en el que quisiéramos estar siempre, para mí el Vado del Tuk es ese sitio. Esta pantalla refleja ese sitio idealizado en la mente de cada uno.
  - ¿Quiere decir, que cada persona que observa esta pantalla ve un lugar diferente?
Me miró, como un padre mira a su hijo cuando ha comprendido su explicación, reflejaba ternura y gratitud.
  - Veo que lo has comprendido. Es bonito ¿verdad?
  - Una idea maravillosa, algo manipuladora, pero sí, podría clasificarlo de bonita.
  –  En algunos aspectos veo que aún eres aquel chico inocente que entró en el subsuelo.
  –  ¿A qué se refiere?
  –  ¿No recuerdas? “Nada es lo que parece ser”. Esta pantalla tan sólo es un medio; todo en Diamond Dogs está pensado para manipular, claro que sí, pero además está pensado para controlarnos, con esta pantalla conocen quien puede ser controlado. Esta imagen que tú ves también la ven ellos, con lo que obtienen información de tus pensamientos. Debes aprender a esconderlos, ellos sólo deben ver lo que tú quieras mostrarles, nada más.
  –  Pero, ¿quiénes son ellos? Y ¿cómo podré dominar mis pensamientos?
  –  Ellos son todos los que te encuentres en Diamonds Dogs; todos excepto Darshan y sus compañeros, sabrá mostrarte la forma de eludir tus pensamientos, a esconder tu verdadero yo hasta de ti mismo. Recuerda “nadie es lo que parece ser”.
  –  Si nadie es lo que parece, ¿cómo sabré que puedo confiar en Darshan?
  –  Lo sabrás
  –  ¿Y usted? ¿Quién es usted?
Una sonrisa cómplice apareció ahora en su rostro.
  –  ¿No te reconoces en mí?, ¿tanto se cambia con el paso del tiempo?
  –  Pero...
  –  Sí, soy tu futuro, necesitabas que volviera para enseñarte el camino. Te engañaron, o mejor dicho me engañaron, me manipularon y consiguieron sus objetivos gracias a mi trabajo. Contigo será diferente, tú tendrás mis conocimientos y al mismo tiempo conocerás la verdad a tiempo, es más, ya la conoces.

Intenté pronunciar alguna palabra, pero un pequeño movimiento de su mano me pidió que esperara.
  –  Supongo que te preguntas que cómo estoy aquí, la fórmula aún sería incomprensible para ti, pero lo conseguirás, el espacio-tiempo será tu dominio, de hecho creo que ya has sido consciente de sus resultados. Pero dominarás muchos más campos que ahora son incluso impensables: la robótica marcará un antes y un después con el profesor Enter K, la procreación, incluso la inmortalidad. Llegarás a ser “dueño de tu propio mundo” , ese será el momento para el que debes estar preparado, entonces sólo debes recordar una cosa  “no por tener el poder debes sentirte superior a nadie” , si dominas ese momento lo habrás conseguido, pero ante todo, recuerda que nada tendrá sentido si no consigues crear ese mundo diferente, en tu mano estará. En ese momento Diamonds Dogs dejará de ser útil y deberá ser exterminado.

Esas palabras resonaron en mis oídos comprendiendo que nuestra conversación había finalizado. Mientras se alejaba hacia la puerta, ésta se abrió y por ella entraron dos tipos con corbatas, camuflados por una bata de un blanco inmaculado.
Mi mirada perpleja divisaba a mi viejo amigo ignorado por los nuevos visitantes. Se quitó el sombrero en gesto de saludo, y cuando ya sus canas eran tapadas por este, vi cómo desaparecía por la puerta, justo cuando uno de los personajes que había entrado, me extendía la mano diciendo:
  -  Buenos días, profesor K, espero que haya tenido un buen viaje, mi nombre es Publio Cornelio y mi compañero es el Dr. Aníbal.


Enter asimiló su encuentro exclusivo con su otro yo de un futuro, que ya sería diferente, desde un presente que había sido alterado por él mismo al entrar en el subsuelo. Comprendió que de alguna manera su otro yo había logrado controlar el trasvase en el tiempo aunque sólo era perceptible por él mismo. Lo sentía, lo veía, había podido comunicarse; era como una proyección holográfica conectada sólo con él mismo, consigo mismo del futuro que ahora pretendía cambiar para él y el resto de la humanidad.
  -  Buenos días. –Enter estrechó sus manos con cierta rigidez y sonrisa dubitativa.
  -  Nos alegra tenerle con nosotros. Es una gran noticia el poder contar en la gran familia de Diamond Dogs con el científico joven más prometedor de los últimos tiempos.

El misterioso anciano del subsuelo había comprimido el tiempo durante su estancia allí. Lo había ralentizado. De alguna forma, en su senectud había conseguido cierto dominio del espacio-tiempo. Mientras permaneció en el subsuelo observando las andanzas de su otro yo del presente, el Enter del futuro provocó que el desarrollo de la duración del tiempo allí fuera más lento.
Había realizado el viaje en el tiempo, podía observar lo que ocurría en el tiempo actual aunque nadie lo pudiera percibir dentro del subsuelo, era invisible para todo el mundo excepto para su propio yo del presente.
El Enter del presente comprendió lo que había sucedido, y lo hizo mientras realizaba la entrevista de trabajo. Se sentía más firme, más seguro de lo que nunca había estado en su vida, en su cabeza fluían ideas sobre algunas teorías que había publicado en revistas científicas. Ahora sabía que era posible el gran sueño de su vida, y ahora dispondría de los medios y el convencimiento para mejorar aún más lo que había descubierto el Enter del futuro.

Las personas con las que mantenía la entrevista laboral no sabían de la profundidad del conocimiento que ya tenía Enter sobre Diamond Dogs. Era inimaginable para ellos que el candidato mejor situado para el puesto de mayor trascendencia en el área de la investigación en la corporación conociera la existencia del subsuelo, y menos aún que hubiera estado allí.
  -  ¿Está claro entonces que la responsabilidad del Proyecto Omnius será dirigido por mí y el equipo científico que elija? –Preguntó Enter con sobriedad.
  -  Así es. –Dijo Publio Cornelio, el jefe absoluto de las investigaciones científicas, con sonrisa de hiena.
  -  De acuerdo entonces. Por mi parte acepto el cargo. Estoy deseando empezar a trabajar para el futuro. –Dijo Enter muy seriamente, haciendo énfasis en su última palabra.
  -  Estupendo. Dr. Aníbal, si es tan amable, firme los documentos necesarios y gestione su incorporación inmediata a la dirección del Proyecto Omnius.
  -  Por supuesto señor. –Dijo Aníbal extrayendo de su carpeta los documentos precisos.
  -  Bien, si me disculpan, tengo otros asuntos que atender. –Dijo Publio Cornelio con expresión gatuna y estrechando la mano de Enter.

Una vez que realizaron trámites de lectura de documentos, firmas, registro de huella dactilar, huella de iris y demás asuntos contractuales y de seguridad, el Dr. Aníbal y el profesor Enter K. se dirigieron a conocer a la persona que sería la mano derecha en el Proyecto Omnius. Alguien que trabajaba ya en el proyecto científico y que le sería de gran utilidad, según le había asegurado el Dr. Aníbal.
En el trayecto por las inmensas instalaciones Enter recordaba su incursión en el subsuelo; la violencia latente desde lo más profundo, la insolidaridad que se masticaba a cada paso entre sus pasillos y vagones, la densa soledad y ausencia de esperanzas, el inexorable final de las mazmorras, Moníz, Ajeb, Celix, el Ángel Exterminador, el Comandante Infra….
Se encontraba muy cansado y a la vez con su espíritu animado porque sabía que nada sería ya igual como el mundo del que había regresado su otro yo. Sus palabras “nada tendrá sentido si no consigues crear ese mundo diferente” ahondaban en su mente en busca de luz. Vértices de posibles futuros en los que él se disponía a emprender una nueva vía diferente, otra posibilidad en la que emprendería sus energías en combatir la sinrazón de la opresión manipuladora desde dentro de su núcleo, Diamond Dogs y todas las incontables ramificaciones que abarcaba la corporación.

- Bueno, ya hemos llegado hasta la sección donde se desarrolla el Proyecto Omnius. Por favor, haga el mismo procedimiento que yo para poder entrar, se trata del reconocimiento de seguridad. –Dijo Anibal; pronunció su nombre hacia una pantalla negra junto a una gran puerta de color azul, colocó su rostro a la altura de la pantalla unos segundos, un haz de luz cruzó sus ojos, luego puso sus dos manos sobre la misma hasta que la puerta se abrió hacia arriba con suma rapidez, como si hubiera desaparecido. Anibal entró y la puerta volvió a aparecer cerrada.
Enter repitió los mismos pasos y se introdujo de igual modo una vez la puerta se abrió.

Anibal estaba algo alejado de la zona de entrada hablando con alguien que llevaba una bata blanca y un casco de astronauta en la mano izquierda, era la única persona allí, Enter no podía ver su rostro y desvió su atención a la gran sala provista con todos los adelantos tecnológicos científicos para la investigación plasitrónica, equipos de dimensionado aleatorio fulgente, cabinas de expansión ultra-luz y otros elementos de máxima innovación científica. Estaba maravillado ante las posibilidades que se le presentaban en su visión.
  -  Profesor Enter K. me marcho, mi tiempo autorizado en esta zona es muy limitado. Le dejo ahora con la persona que trabajará estrechamente con usted, me ha pedido que obvie las presentaciones, así que le deseo un buen futuro en su nueva aventura científica.
  -  Gracias Dr, Anibal . Mi cometido será precisamente buscar un mejor futuro que nuestro presente actual.
Anibal repitió las pautas de seguridad identificativa y se marchó.

Enter se giró avanzando hacia la gran sala principal Omnius, se paró de nuevo para contemplarla con toda claridad, recreándose en sus detalles. Imaginó que su otro Enter del futuro habría pasado por algo muy similar en su vértice del tiempo, habría dispuesto de los mismos medios, sólo había cambiado el conocimiento y la experiencia de la existencia del subsuelo que él sí tenía. También la percepción de que podría desarrollar sus teorías científicas más increíbles relacionadas con el espacio-tiempo y la robótica: Desde el futuro había llegado él mismo para asegurárselo. ¡No! para aleccionarlo a conseguir los logros antes de lo que él mismo lo realizó.

- Cuando logres llegar a la encrucijada del volumen de dimensionado aleatorio fulgente en fase ultra-luz potencial, recuerda no tomar la dirección más evidente, rodéala, mantenla estacionada más tiempo del aconsejado. Luego tú decidirás la vía a tomar, es tu elección. Podrás llegar antes de lo que lo hice yo, o igual no. Yo lo hice algo tarde pero sí he conseguido al menos llegar a mi pasado interconectado conmigo mismo, es decir comunicado contigo. No puedo decirte nada más, mi tiempo se acorta y no creo que pueda volver para contemplar tus progresos. Mi tiempo vital llega a su fin.

El anciano del inmaculado traje blanco, corbata roja carmesí, bastón elegante y oscuras gafas le saludaba quitándose el sombrero y sonriendo bondadosamente, como un trueno silencioso, de nuevo desapareció.

Enter se sentó en la silla más cercana que encontró. A pesar de haberlo visto anteriormente y haberse comunicado con él, se volvía a sentir impresionado, algo mareado y confuso. Se cubrió el rostro con ambas manos. Un sonido de pasos metálicos le alertó, al apartar sus manos contempló ante sí a una persona vestida con traje de astronauta y escafandra con la visera tintada ofreciéndole otro traje para que se lo pusiera y haciéndole señas para que lo siguiera. Enter se incorporó, cogió el traje espacial y se lo puso, colocándose el casco y avanzando hasta la cámara antigravedad tras su misterioso astronauta. Éste pulsó un interruptor y se cerró la puerta tras ellos.
  -  No está activada. Puedes quitarte el casco. –Le dijo mientras se quitaba la escafandra y se daba la vuelta hacia él.
  -  ¡Moníz! –puso una mano en la pared más cercana apoyándose.

No podía ser. Pensaba que estaba viendo una aparición, que había perdido la cordura, que todo lo ocurrido había sido superior a su comprensión mental y emocional. Creía que había enloquecido. Se quedó petrificado, sin reacción, en una lucha interior entre la razón y la emoción, sin palabras…

  -  Soy Darshan –le dijo la mujer con el rostro de Moníz, su pelo oscuro recogido, su sonrisa envolvente y tranquilizadora, sus sensuales labios, sus bellos ojos.
Enter se quitó el casco y una fuerza mayor que su razón le impulsó a abrazarla, sollozando en silencio con una agitación como nunca había sentido.
  -  Tranquilo Enter. Lo peor ha pasado. –Su voz sedosa le calmó.
  - ¿Darshan? –preguntó Enter agarrando las manos de ella.
  -  Así es. Sabía que nuestro encuentro te sorprendería y por ello hemos entrado en la cámara antigravedad. Es de los pocos lugares en Diamond Dogs en los que no pueden oírnos ni vernos.
-  ¡Darshan!. –Dijo Enter enfatizando con lentitud y sonriendo levemente.

Ella le explicó que Moníz era un prototipo muy avanzado de la línea robótica desarrollada por ella misma y su pequeño grupo de colaboradores. Descubrió que la utilidad de la corporación a su creación era con fines militares y el campo de pruebas se realizaría en el subsuelo. De forma casual e inexplicable para ella, le llegó información de los siniestros planes ocultos y de la existencia desconocida del subsuelo.
Darshan reaccionó destruyendo los documentos, planos e investigaciones del proyecto, simulando un accidente. Salvó a Moníz del incendio sin que ellos lo detectaran y la pudo introducir en el subsuelo.

- Enter, te necesito. Contigo podremos cambiar el oscuro futuro de millones de almas. Desde dentro, desde la raíz podremos investigar de forma paralela y secreta, y brindar otras alternativas a los planes truculentos de Diamond Dogs. La cruel realidad que has sufrido en el subsuelo emerge proyectada al exterior, y está en tu mano y en la mía intentar poder cambiarla. –Darshan le agarró de la mano mientras él guardaba silencio observándola ensimismado.

Salieron juntos de la cámara antigravedad embutidos en los trajes espaciales. Se los iban quitando mientras Darshan representaba su papel charlando animosamente sobre la alegría que representaba para la empresa el contar con su presencia en el Proyecto Omnius.
  -  Pareces algo fatigado. ¡Claro! demasiadas novedades en poco tiempo, ¿no? –Comentó Darshan con una sonrisa giocondina.
  -  Algo así. –Respondió Enter con cara de encajar alguna sorpresa más.
  -  Pues nada. Nos vamos a almorzar a un restaurante cercano y allí podremos seguir conociéndonos mejor, ya que vamos a trabajar mano a mano.

Darshan y Enter andaban por la calle en dirección al restaurante. Ella hablaba con el teléfono móvil con dispositivo auricular con alguien.
Enter observaba los edificios, los árboles, el devenir de la gente, alguna risa de un niño, el rugir de la ciudad. Un torbellino de preguntas se alzaban crepitando en la hoguera de su mente. Suspiró profundamente e invocó a sus adentros a la diosa de la paciencia, esa que había sido su compañera a lo largo de su vida, para que no le abandonara.

El fluir del tiempo había tomado con su entrada en el subsuelo una dirección nueva, sabía que podría alterar aún más el futuro de toda la humanidad, podría luchar moldeando el presente paso a paso para cristalizar en un mañana que trajera esperanzas.
Él ya no sería el elegante anciano del traje blanco, él ya sería otro.

Miró a Darshan mientras ella continuaba hablando por teléfono; se pararon en un semáforo, ella gesticulaba en su diálogo y él sonreía al ver sus movimientos. Ella lo miró sonriéndole y agarrándolo por el brazo para cruzar la calle.
Enter supo en ese preciso momento que la esperanza sería su motor para el futuro, que su copiloto sería la mujer que le cogía del brazo, que tendrían por delante miles de carreteras posibles para llegar a su destino y la música que siempre les acompañaría sería “Play Dead”.

La tarde caía veloz, el rojo de un sol atosigado vertía de tenue luz el oscuro asfalto, dándole un aspecto de espejismo e ilusión que el futuro no podría borrar.



                                                                       FIN



* Tartessus Baobab y Masmoc Utopía

domingo, 19 de mayo de 2013

SUBSUELO X


Las lágrimas que inundan mis ojos me nublan la visión de mi amada. Inerte reposa sobre mis brazos, qué belleza creada para poder seducir y conquistar a cualquier ser de este repugnante planeta; y de todos los posibles candidatos me tocó a mí, a un simple provinciano temeroso de mi propia persona, envuelto en esta trama de dominio y poder, de miseria y humillación.

Tu clepsidra tenía una fecha de caducidad demasiado breve y por mi culpa la has acortado, dejándome solo, solo como nunca me había sentido; ni cuando estuve a orillas del Tuk, ni cuando entré en este abismo del subsuelo...solo sin ti, sin la Luz que me ilumine.
Lejos de sentirme importante, ahora me siento el ser más pequeño de todos, sin ti no puedo seguir, te necesito Moniz.
- ¿Por qué te has ido? Te necesito...

Levanté la cabeza hacia un cielo imaginario implorando, y su silueta se descubrió frente a nosotros, con su larga melena rubia revuelta por la situación vivida y unos ojos acuosos por los que emanaban lágrimas que se precipitaban al vacío de un suelo transparente. Lejos de interrumpir nuestra despedida, permanecía en un segundo plano esperando a que el mundo atemporal en el que estábamos se volviese a poner en funcionamiento.

- Celix; nos ha dejado, todo está perdido.
- ¿Perdido? No sabes lo que dices. Gracias a vosotros todo acaba de comenzar, nuestro futuro está en marcha. El subsuelo comienza a levantarse contra la opresión y la barbarie. Todo se está organizando. Esa arenga, y esas imágenes han sido increíbles, nadie que tenga una gota de sangre en las venas se ha podido quedar impasible.
Y ahora vamos levántate, yo me encargaré de Moniz, primero te llevaré a la salida.
- No puedo Celix, no sé cómo salir de aquí, ya lo intenté y alguna fuerza me obligó a volver, no se puede salir de aquí.
- Yo sé cómo salir.
- ¿Tú, cómo puedes saberlo?
- Moniz me lo explicó, de alguna manera ella sabía que no superaría este día. Mientras volvíamos me dijo donde teníamos que ir si a ella le pasaba algo (recuerdo haberle dicho, no seas tonta no te pasará nada, qué ingenua fui). Tenemos que contactar con Caroncero, él tiene la llave de salida de este lugar para ti. Ya fuera, todo quedará en tus manos. Me dijo que tu misión era crucial para tener ese futuro que todos deseamos, que sin ti allí afuera, ninguna revolución será eterna.

Me levanté depositando suavemente a Moniz sobre el suelo transparente, no sin antes besarla con tal dulzura que mis labios parecieron encontrar respuesta en ella.
-Tienes razón, si no continuamos, su pérdida habrá sido estéril.

Celix avanzaba por Plaza Strummer seguido de cerca por Enter. La gente iba y venía con rapidez y agitación en sus movimientos; sus rostros tensos con la vista perdida. Guardias de Seguridad Central habían multiplicado por cinco su presencia en los pasillos, trenes y plazas del subsuelo. Al cruzar la gran plaza, Enter notó que el volumen del sonido ambiental habitual era bastante bajo para lo acostumbrado. Un murmullo silencioso, tenue y lineal impregnaba hasta los raíles de las vías, una vibrante calma que precede a la tormenta que Celix estaba atrayendo hacia el subsuelo.
Enter observaba como ella se dirigía con decisión hacia zonas de la plaza donde se encontraba alguien del grupo de resistencia organizado, levantaba su brazo haciendo oscilar su marfileña mano antes de chocárselas y decirle Play Dead. Los que recibían la consigna salían con presteza en distintas direcciones del subsuelo para repetir la señal dada por Celix para que todos supieran el momento de accionar la sublevación.

- Celix, ¿qué significa Play Dead? –preguntó Enter una vez entraron en un vagón con dirección a Plaza Auster.
- “Play Dead” es una canción bellísima de Bjork. Muy, muy antigua. Enigmática, sugerente, emotiva… -dijo Celix observándose a sí misma y a él en el reflejo del cristal de la ventanilla del vagón frente a ellos.
- Creo que no la he oído nunca.
- Eso es normal. Aquí todo el mundo la conoce –guardó silencio girando su vista hacia él con una sonrisa de caramelo en sus labios.
- Play Dead.... Espero poder oírla alguna vez.
- Seguro que sí. Cuando Niquaoj Ajeb ,“El Ángel Exterminador” más grande que ha habido en el subsuelo, llegaba al ring siempre sonaba su música favorita, y ésta no era otra que “Play Dead”. Pero será mejor que puedas oírla en el exterior ya que se escuchará en unos quince minutos por todo el subsuelo y será la señal del comienzo de nuestro levantamiento.
- Prefiero oírla fuera de aquí y llegar a tiempo a Diamond Dogs.
- No te preocupes, estamos llegando a tu salida.

El tren se detuvo. Bajaron deprisa y se dirigieron a la salida de Plaza Auster. Cerca de las escaleras de salida, Celix paró en seco su paso veloz, se giró lentamente hacia Enter que le seguía a escasos metros, miró el gran reloj blando daliniano que presidía la plaza y comprobó que sólo quedaba un minuto para la hora señalada, alargó su mano estrechando la de él diciéndole –Eres la esperanza para que el futuro pueda cambiar. Renueva el destino.
Enter miró el gran reloj y Celix salió corriendo con las dos manos levantadas gritando Play Dead repetidas veces hasta que comenzó a oírse por toda la megafonía del subsuelo a gran volumen la canción emblema de Ajeb. Enter subió corriendo las escaleras mientras a sus espaldas un carnaval de explosiones, peleas, gritos, descarrilamientos…. Había comenzado.

Llegó hasta el gentil hombre que le ayudó a sacar el ticket de entrada a su llegada y le desvió para adentrarlo en el subsuelo. Le pareció que eso le había ocurrido a otra persona, no a él. Como si estuviera recordando una película lejana en el tiempo. De hecho era otra persona con ideas y conceptos muy distintos con los que llegó en su primer día a la gran ciudad. Y todo gracias a Moníz. Le acongojó recordar su perdida y al segundo, su imagen y sacrificio le generó fuerza y determinación para seguir.

- Caroncero, soy Heracles del Subsuelo, aunque podría haber sido Orfeo. –Enter pronunció las palabras que Moniz le transmitió a Celix para que él pudiera abandonar el subterráneo mundo de los condenados al olvido.
- Privilegiado eres al poder llegar hasta mí desde ahí abajo. Nadie acude subiendo esas escaleras. Yo sólo adentro almas a extinguir pero Moníz me habló de otro posible futuro, uno que yo no podré ver pero Heracles del Subsuelo tendría la llave para ello.
Caroncero hablaba en un tono bajo, difícil incluso de oír, como si le costara pronunciar las palabras, arrastrándolas en un lento discurso para sí mismo.
- Ve hacia la luz, y tráenosla. –Le dijo abriendo una portezuela tras él aparentemente inexistente.

La voz de Bjork sonaba cada vez más alto, la música envolvía en una tela multicolor las luchas cuerpo a cuerpo entre los S.C. y los condenados, disparos, explosiones, gritos, cuerpos desgarrados.
Enter cruzó la puerta cerrándose tras él y cesando todo el sonido del vértigo anterior. Un pasillo estrecho que se iba iluminando a medida que avanzaba le llevó hasta otra puerta que se iluminó al acercarse y se abrió automáticamente al tocarla.
La luz de una mañana luminosa junto con el sonido de algunos pajarillos le sobresaltó, el aire fresco y húmedo del amanecer le renovó.

Diamond Dogs y el Proyecto Omnius le estaban esperando, aunque no sabían lo que de verdad les esperaba a ellos.



*Tartessus Baobab y Masmoc Utopía.

domingo, 28 de abril de 2013

domingo, 24 de marzo de 2013

SUBSUELO IX


Lentamente se entreabrían las puertas de la plataforma ascensor; un haz de luz nos inundaba proyectando la imagen de Moniz y embelleciendo aún más su figura.
El aire que penetraba por las rendijas fue inhalado por mis fosas nasales y conducido hasta unos pulmones ávidos de conseguir materia prima tan pura; la sangre que se generaba en mi cuerpo irradió una frescura que llenó mi cerebro de nuevas sensaciones.
Quizás fue este el motivo, o quizás ya rondaba por mi cabeza, atascado en cualquier recóndito lugar, pero entonces fue cuando emanó tan bruscamente que mi reacción sobresaltó a Moniz.

- ¡Tenemos que volver al subsuelo! Cierra esa puerta y marca la planta del subsuelo; no hemos terminado aquí. Si no volvemos, no tendrán escapatoria, pero si volvemos...
- ¿ Pero qué dices, Enter? ¿No comprendes que acabamos de escapar del INFRA, que ahora todos los S.C. estarán a punto de ser informados?, ¿que pronto se movilizará todo el subsuelo buscando a dos personas, sin nombre, pero con unos determinados rasgos que tardarán muy poco en ser difundido por todas las pantallas del subsuelo?.
¡Es una locura!
- ¿Una locura? ¿Y todo lo que pasa aquí no lo es? Tú me hiciste llegar hasta el subsuelo para que conociera ese infierno, para que lo analizara y para que actuara en consecuencia. Pues ahora lo veo claro, ahora sé que antes de mi misión en Diamond Dogs, tengo que terminar la que nos compete aquí.
Ellos no tienen escapatoria, no Moníz, pero sí tienen futuro. El futuro que nos acaba de enseñar Ajeb, el futuro de la lucha contra la opresión.
Para ello tienen que conocer qué pasa realmente en el subsuelo, cómo se los manipula, cual es su futuro en el INFRA, y por supuesto lo más importante.
- ¿Lo más importante, y qué es más importante que eso?
- Lo más importante es que conozcan a Niquaoj Ajeb, a alguien que murió luchando por un grupo de personas a las que apenas conocía. Pero aún así sabía que nadie merece ser subyugado por intereses tan depravados.
¡Eso les hará reaccionar, y solos se labrarán su futuro!

Las puertas se fueron cerrando, tan lentamente como se habían intentado abrir antes, con la última brisa que entró por la rendija, brotó una lágrima de unos ojos acuosos llenos de resignación.
- Sé cómo podríamos hacerlo.
- ¿Cómo?
- Necesitamos llegar hasta mi guarida
- ¿Al observatorio?
- Sí, desde allí podremos acceder al ordenador central, sólo necesitaré unos minutos, espero.
- Necesitaremos convencer a todos de lo que hemos visto, será difícil.
- Pero no imposible, ya se nos ocurrirá algo.
La conversación nos hizo olvidar el tiempo dentro de la plataforma y para cuando teníamos decidido nuestro plan, ya se estaba abriendo la compuerta que nos adentraría en la oscuridad de un pasillo impregnado de hedor.

Enter meditaba si su idea de volver al pozo carcelario era la acertada mientras andaban por un largo pasillo dentro del subsuelo. Al mirar a Moníz y contemplar cómo se recogía el pelo con destreza y soltura, haciendo que su belleza hipnótica se realzara, sus dudas se disiparon de inmediato. Estaba en el camino correcto.
Casi al final del largo corredor vieron a alguien escribiendo con rapidez en la pared, de espaldas a ellos. Al oír sus pasos, detuvo su mano ágil, les miró fijamente y continuó con su escritura veloz. Ellos se detuvieron para contemplar lo que el personaje de la gorra de beisbol escribía a grandes letras.
“ El miedo mata la mente. El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total. Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.”

Se dio la vuelta hacia ellos, se quitó la gorra saludándoles y descubriendo su luminoso cabello rubio cobrizo y ondulado, su tez clara y unos ojos brillantes y ensoñadores. Era una mujer delgada y estilizada que les sonreía como esperando algún comentario a lo que acababa de escribir.
- Hola, me llamo Celix –les dijo alargando su mano para estrechárselas.
Después de las presentaciones Enter y Moníz leyeron con calma lo que ella había escrito en la pared. La autora guardó silencio observándoles.
- Por vuestra imagen, se diría que habéis afrontado algo más que “miedo” –dijo Celix sonriente.
Fue entonces cuando ambos se dieron cuenta del aspecto sucio y lamentable que arrastraban.
- Mucho más que miedo ha pasado sobre nosotros y seguimos estando aquí. Ahora intentaremos que todos vean donde se localiza el horror del subsuelo –dijo Moníz.
- Puedo ayudaros. Pertenezco a un grupo reducido que intenta organizar alguna forma de rebelión contra esta vida carcelaria. Aunque lo cierto es que es muy peligroso, y cuando detienen a alguno de los nuestros no volvemos a verlo jamás.
- A algunos de tus compañeros habremos visto en el sitio de dónde venimos, de las mazmorras del subsuelo –dijo Enter con tristeza palpable en su voz.
- Hay que ponerse en marcha, deben estar buscándonos – Moníz apremió.

Los tres iniciaron el paso con rapidez, mezclándose entre la multitud que se movía por andenes y pasillos, escaleras y plazas, Enter iba unos metros detrás de la pareja que formaban ellas, Moníz aceptó la gorra que le ofreció Celix colocándosela de modo que ocultaba algo su rostro.
Entraron en un vagón apresuradamente y Enter logró entrar con las puertas semicerradas. Agitado por el vértigo de la carrera, sudoroso y con la respiración acelerada, se agarró a un pasa manos, permaneciendo de pie y buscando con la mirada entre el vagón repleto a Celix y Moníz.
El gusano mecánico inició su movimiento. Un pasajero que estaba de pie junto a él le dijo en voz baja - Hermano, debes llevar poco tiempo por estos lares para desconocer que con el aspecto que llevas, los S.C. te detendrán en cuanto te vean.
El tren realizó su parada y el hombre se bajó, cruzándose con dos S.C. que se adentraban en el vagón. Enter pudo localizar con la mirada a Celix y Moníz que se encontraban sentadas, también ellas se percataron de la presencia amenazante de los guardias.
Moníz le hizo señas para que bajaran en la siguiente estación, Enter se colocó lo más apretujado posible entre los viajeros para pasar desapercibido. La pareja de Seguridad Central apartaba a los viajero a su paso buscando a Moníz con la referencia de la imagen que se transmitía por las pantallas de información del tren, una imagen poco clara en la que se la veía con gabardina y su rostro semioculto por el cabello; la imagen de Enter ,que iba junto a ella, no se le distinguía en absoluto la cara al ser tapado por uno de los S.C. cuando lo llevaban a las mazmorras.
Celix le pasó a Moníz un ejemplar de “Bajo la ruedas” de Herman Hesse y ella se lo puso cerca de sus ojos leyéndolo y ocultando su rostro.
La siguiente parada llegó y con rapidez se levantaron, saliendo del vagón; Enter emergió entre la masa en la que estaba oculto y saltó del vagón cuando las puertas iniciaban el cierre.

Ya estaban cerca del observatorio secreto de Moníz; ahora podrían seguir con su plan.

¿Qué diferente se ven los pasajeros, desde mi primer viaje?, parece que ha pasado tanto tiempo, ahora sé qué piensan, sé porqué esos rostros evitan el más leve contacto con su compañero, entiendo la deshumanización de estos seres enclaustrados en el subsuelo. Como dijo alguien que ahora no logro recordar: “para saber cómo piensan las hormigas debes ser una de ellas”.
- ¿En qué piensas Enter?
- ¿Qué? No nada, nada, cosas que me rondan por dentro.
- Lo conseguiremos, ya estamos tan cerca.
Al fondo de aquel pasillo se divisaba el cartel de ¡Beba Coca Cola! y el brillo en los ojos nos delataba una adrenalina emergiendo de nuestro interior.

- Celix, ¿todo claro?
- No te preocupes Moniz, tendrás Plaza Auster rebosando de personas ávidas de conocer otra realidad del subsuelo.
Después de escuchar las consignas que mi “luz del subsuelo” le indicó y explicarle el emplazamiento del observatorio secreto, decidida y estimulada por las revelaciones que acababa de conocer, Celix se marchó hacia su cometido.
Sin duda Moniz era una gran estratega, Celix aprovecharía sus influencias y su intensa fuerza persuasiva para que todo ser vivo en el subsuelo con un mínimo de inquietudes estuviera cerca de Plaza Auster, y con ello las reacciones serían más efectivas.
Siempre que alguien enciende una mecha, si quiere una gran explosión, debe tener cerca una buena carga de dinamita, no solo explotará la pólvora cercana, también lo hará la que se encuentre lejos por simpatía.

La oscuridad de las escaleras de subida al observatorio, o sieth que era el nombre con que Celix lo había rebautizado, parecía un día claro comparado con todo lo que habían vivido recientemente.
Después de comer algo rápido y ligero, Moniz le indicó que sería más que oportuno y saludable que se duchara y se cambiara, en su vestidor encontraría ropa adecuada. Enter se desprendió de su harapienta vestimenta, irreconocible a la que llevaba cuando bajó las escaleras del subsuelo por primera vez.
Recordó de nuevo que tenía pendiente la entrevista en Diamond Dogs en pocas horas y era fundamental llegar a tiempo y lograr introducirse en su estructura de investigación científica y desarrollo sinestético.
El agua caliente de la ducha sobre su cuerpo le relajaba y reconfortaba, se encontraba ausente de todo, de sí mismo, cuando de improviso la puerta de la mampara se abrió, produciéndole un sobresalto, más aún cuando vio como Moníz se incorporaba a una ducha conjunta en la que los dos se fundieron en una eterna ausencia de todo, de sí mismos; se fundieron en un eterno hallazgo de la nada, en una fusión de fuego y silencio interior bendecida por el líquido elemento.

- Me queda poco tiempo –le dijo Moníz preparando la mesa de mandos del observatorio.
- No te preocupes, podremos hacerlo y espero poder llegar a la reunión en Diamond Dogs. Es vital para el futuro y tú seguirás siendo mi guía, mi luz del subsuelo ….y de todo.
- Nada es lo que parece ser. Espero y deseo que estés preparado para las próximas novedades, Enter.
Enter recordó la misma frase que le oyó al misterioso anciano de blanco en la segunda ocasión que le habló. El personaje misterioso que sólo él lograba ver también le afirmó con claridad esa idéntica observación. ¿Tendría relación?
Guardó silencio observando a Moníz, temiendo preguntarle, temiendo repuestas inesperadas. Sólo se mantuvo en silencio contemplándola mientras ella manipulaba con destreza la computadora, permaneció inmóvil y hechizado viéndola actuar rebosante de energía y determinación, plena de seguridad y firmeza.

Sólo se dirigió a mí cuando tenía la conexión totalmente preparada.
- Bien Enter, tu turno.
- Pero, y las imágenes, no tenemos nada que corrobore nuestra versión.
Hasta aquel momento no había comprendido que no bastaría con mis palabras, sabía qué decir, pero ¿por qué me iban a creer? ¿Qué podría aportarle para que creyeran en mí?
- No te preocupes por las imágenes, tú sólo di lo que tienes que decir, cuando termines, yo me encargaré del resto.
No dudé ni un instante de ella, su firmeza me dio lo poco que me faltaba.

El sonido de las agujas del reloj sonaba en el silencio más profundo, justo cuando llegó la manecilla grande a las doce, hora prefijada por Moniz y Celix, mi micrófono estaba abierto, comencé a hablar para todos los habitantes del subsuelo:
- Bienvenidos todos al conocimiento. Todo cambio tiene un principio, el vuestro ha llegado.
Os habla un desconocido, un desconocido como tantos y tantos que os cruzáis cada día en los andenes.
Yo llegué un día y os observé, no merecíais nada, no ofrecíais nada, tan solo veía en vosotros indiferencia.
Pero tuve la suerte de encontrar a alguien; sí, a alguien que ahora podéis tener a vuestro lado puede ser el guía, cualquiera de ellos puede ser quien os enseñe. ¿A qué? A conoceros, a conocer lo bueno que hay en cada uno de vosotros.
Aquí existe un régimen que fomenta lo contrario, fomenta vuestro egoísmo individual, la lacra de la sociedad.
Si cada uno miramos a nuestro alrededor y solo vemos enemigos, jamás saldremos de este lugar; todos los que tenéis a vuestro alrededor son iguales a vosotros, son vuestro pilar, si nos apoyamos en el prójimo conseguiremos una sociedad más justa, más ecuánime y ante todo más humana.
Os tienen un velo sobre los ojos, ¿de verdad no os habéis preguntado nunca hacia donde viajáis? ¿qué objetivo tenéis en esta cárcel de pasillos y andenes?
Yo os lo voy a contar: Os utilizan, esos que en pos de la seguridad manejan el subsuelo, esos que gobiernan un caos permanente, esos que han hecho del terror su principal baza; esos tan solo os utilizan para fines totalmente económicos. Con vosotros tienen mano de obra gratuita, esclavos escondidos en las entrañas de un mundo caótico, sin saberlo trabajáis para ellos, subsistís para ello con el dominio del miedo.
Con las ganancias que obtienen financian nuevos proyectos, y en breve dominarán el mundo, este que es aunque mísero, pero nuestro mundo.
Por eso hoy os pido que nos rebelemos todos juntos. Nunca olvidemos que la única lucha que se pierde es la que se abandona.
No sé si todos conocisteis a Niquaoj Ajeb, después de hoy todos le conoceréis, él se rebeló contra el sistema, él fue el primero que creyó en todos vosotros.
Lo conocí en las mazmorras ¿que donde están esas mazmorras?, donde van todos los que se llevan, donde poco a poco iréis todos si no lucháis, Él me enseñó que merecéis la pena, que todos merecemos ser libres, libres para elegir, libres de cadenas para ser tal como somos, murió por vosotros y eso sin conoceros a la mayoría, él debe ser vuestro guía.
Tan solo os quiero decir una última cosa:
No sé si hay escapatoria, pero si lucháis tendréis futuro.

Dicho esto el silencio paralizó a todos en el subsuelo, hasta yo quedé mirando hacia un futuro sin verlo. Tan solo Moniz con presteza se subió la camiseta y de unos abdominales marcados bajo sus pechos apareció una pequeña cavidad, de la que brotó un mecanismo articulado que se conectó a la computadora que había manejado con tanta presteza.
Todo parecía imaginado, todo excepto las imágenes que se fueron proyectando en los monitores de nuestro alrededor y todos los del subsuelo. Como en una película digna de una superproducción, minuto a minuto se fue viendo las miserias del subsuelo que habíamos experimentado en las mazmorras, cómo Ajeb nos había ayudado, y cómo era utilizado el ser humano para fines ruines.

Desde el sieth, Enter observaba a Celix y a un grupo que la seguía cómo iban inflamando la llama que ellos habían prendido. Se volvió buscando con la mirada a su compañera y la vio echada en el suelo, tratando de desconectarse a la computadora .
Enter se arrodilló junto a ella y la sostuvo en sus brazos mientras ella se quitó los últimos apliques.
- Sí, Enter. Soy un robot.
Él permaneció en silencio, sosteniéndola y acariciándole el cabello.
- Ya te dije que me quedaba poco tiempo y con el acople al ordenador central, mi existencia llega a su punto término.
- Pero, con todos mis conocimientos en energía sinestética y módulos plasitrónicos, no me he dado cuenta de tu naturaleza robótica. No lo entiendo.
- Soy el resultado de las más avanzadas tecnologías llevadas en secreto por Diamond Dogs. Es muy difícil distinguir alguna escasa diferencia exterior con un cuerpo humano. La idea que tienen es crear iguales a mí, un arma de combate, teledirigido y programado. Yo soy el prototipo avanzado.
Darshan supo de los fines a los que nos destinarían y destruyó el proyecto, sin que la organización sospechara de él. Les hizo creer que yo también había sido destruida en un incendio fortuito.
- Deja de hablar, no importa ahora. Hay que buscar fuente de alimentación sinestética para recuperar tus constantes.
- Déjame terminar de explicarte. Es importante para el futuro. Entrarás en el proyecto Omnius si logras salir del subsuelo. Conocerás a Darshan y será tu apoyo mayor en Diamond Dogs; a mí me descubrió la realidad y por eso llegué hasta ti, para que podamos tener esperanza y justicia en un futuro y tú tendrás mucho que hacer para lograrlo.
- Está bien Moníz, lo entiendo pero ahora tenemos que reponer los daños causados en tus circuitos plasitrónicos. Tengo que intentar…
- Yo no tengo escapatoria –Moniz le interrumpió tocando sus labios con un dedo y sonriéndole.
- Pero…
- Enter, entiéndelo, me quedan pocos minutos de existencia. De todas formas tenía mi caducidad prevista para dentro de 14 días 19 horas, 26 minutos y 32 segundos. Mi tiempo de existencia es sólo de 5 años. Por ello tuve que recurrir a atraerte hacia el subsuelo tan bruscamente. No hubiera tenido otra oportunidad para que conocieras lo que ocurre bajo la superficie.
- ¡No te vayas! Podré buscar alguna solución. Moníz por favor, no me dejes…
- No hay tiempo –sus ojos se entrecerraban y sus palabras salían cada vez más espaciadas y lentas
- ¡Moníz! –Enter sollozaba como un crío, abrazándola y sosteniendo su cabeza. La besaba el cabello, desbordado por las lágrimas. Le besó en los labios. Moníz parecía querer decir algo.
- Darshan te ayudará. Seguro que...te.... encontrará….....
No me olvides, Enter…..
- ¡Moníz!

Lanzó un grito desgarrado pronunciando su nombre, bañado en lágrimas con ella en sus brazos, inundado por una soledad abismal.



*Tartessus Baobab y Masmoc Utopía.





jueves, 28 de febrero de 2013

SUBSUELO VIII




- ¡Detengan a esos infractores! – El Guardián de Plaza Strummer gritó señalando a Enter y Moniz con su vara sinestética de mando, un artefacto mucho más potente y mayor que la barra usual , haciéndola oscilar de arriba abajo y encendiendo su punta rojiza.
- ¡Naaadie! ¡Nadie puede estar ausente de mis dominios,….. mientras se celebra El Ángel Exterminador! –Volvió a gritar de forma contundente, enérgico y marcando el tono imperativo. Una sonrisa lasciva impregnada de hiel afloró a sus labios al cruzar la mirada con Moníz. Sacó un frasquito de un líquido rojo de su bolsillo y se lo bebió sin dejar de observarla.
- Ahora no podemos hacer nada Enter -agarrando sus manos con fuerza le habló Moníz de forma pausada y serena. -Ya tendremos nuestra oportunidad; o eso espero.
Seis guardias S.C. salieron de no se sabe dónde y los detuvieron.

Enter tenía la cara pálida y el ánimo arrastrándose por el suelo tras él. Moníz conservaba su aire de entereza y sobriedad ante los insultos y empujones de los guardias. El Guardián de Plaza Strummer encabezaba la comitiva que se adentraba por puertas y pasillos ocultos, siempre avanzando en sentido descendente, hacia lo profundo, por inacabables senderos cada vez más estrechos y peor iluminados, hasta que llegaron ante una puerta de acero macizo con la palabra en relieve INFRA grabada en color rojo.
El jefe del grupo activó su vara de mando a media potencia y la fue colocando sobre cada letra, encajando sobre ellas perfectamente en algún lugar concreto. Al terminar en la A, la puerta se abrió emitiendo un ruido seco y oscuro, igual de tenebroso que el olor que salía desde dentro.

- Ya hemos llegado a las mazmorras. Aquí seguro que aprenderéis a obedecer sin pensarlo. –Dijo el Guardián cruzando la puerta y penetrando en una estancia circular y abovedada, con siete puertas numeradas.
- ¿Qué me traes Guardián? –Una voz resonó desde lo alto; se trataba de un enano que estaba de pie sobre una plataforma suspendida en el aire. Manejaba unos mandos a modo de joystick sobre una pantalla que le permitían moverse en el aire con su aparato, desafiando la gravedad a su antojo.
- Dos infractores, Comandante. Abandonaron mi plaza durante la celebración del Ángel Exterminador.
- Bien, ya decidiré si van a la cadena de producción selectiva. Allí hace falta personal.
- Comandante Infra, creo que a estos dos pajaritos les vendría mejor antes una temporada en el aislamiento intensivo.
- Ya lo decidiré yo, Guardián. No es asunto suyo. –Contestó moviéndose con la plataforma en el aire, alrededor de los presos.

El hombrecillo llevaba unas gafas anudadas de un color indefinido pues según le llegaba más o menos intensidad de luz, cambiaban de tonalidad. Sus ojos estaban totalmente ocultos. Tenía el cabello pajizo, el rostro agrietado y hierático mantenía una expresión cuasi eterna de media sonrisa. Sus dedos ágiles sobre los mandos le permitían manejar la pequeña plataforma voladora y al mismo tiempo le servían de sujeción en sus desplazamientos aéreos.
En la sala de acceso a las mazmorras la temperatura había subido unos cinco grados. Enter se quitó su chaqueta, que estaba empapada de sudor, Moníz se desabrochó el cinturón de su gabardina sin desprenderse de ella al observar que el jefe del grupo la miraba con ojos empapados de lujuria.
- ¿Tenéis calor pajaritos? Pronto podréis sentir el frescor si el Comandante Infra os destina a la cadena de producción selectiva. Necesitaréis ir abrigados.
- ¡Silencio, Guardián! Los reos no deben saber nada sobre el destino que les pueda aguardar –dijo el Comandante de forma seca y cortante, haciendo descender su plataforma móvil y colocándose cerca del grupo pero sin llegar a estar a su alcance.
- Creo que en principio los infractores irán a la puerta siete. Mientras tanto usted y sus guardias pueden pasar a reponer fuerzas, ahora son mis invitados. Y de paso me cuenta detalles del próximo aspirante al “Ángel Exterminador”.
Seguidamente accionó un botón de su panel de mandos y la puerta número 7 se abrió lentamente. Dos guardias cogieron a los dos reos haciéndoles entrar donde un hombre de unos dos metros de altura con la cara cubierta con la capucha de verdugo los agarró por los cabellos y los introdujo en una celda de piedra húmeda y enmohecida, cerrando la puerta y dejándolos en una semioscuridad que teñía el alma de negritud.

- ¿Estás bien, Moníz?
- Sí. He estado en sitios peores, aunque según decían lo peor está por llegar cuando lo decida el hombrecito.
- ¿Sabías de este lugar?
- No, no conocía las mazmorras del subsuelo. Una vez escuché a un S,C. hablar de este agujero carcelario y esa era la única referencia que tenía. Se trata de un secreto muy bien guardado. Ahora me explico el destino de las personas que son apresadas por los S.C. y porqué no se les vuelve a ver.
Se sentaron en el suelo, uno junto al otro, de espaldas a la pared más alejada de la puerta. Enter resopló mirando al techo y siguió hablando.
- No hay escapatoria. Esas fueron las palabras del anciano misterioso la primera vez que me crucé con él. Por lo que se ve, tenía razón, no hay escapatoria.
- Igual te retaba a encontrarla, ¿no lo has pensado?
- Lo cierto es que su rostro me resulta vagamente familiar, pero no lo sitúo en ningún momento de mi pasado. Y me habla a mí, es como si me conociera, y muy bien para saber que los retos casi imposibles son los que me han hecho avanzar en mi vida.
- Pues salir de las mazmorras lo es. Es un reto casi imposible.
Un halo de tristeza asomó al rostro de Moníz al decir sus últimas palabras, un peso de culpa lacerante y agónica. Se llevó sus manos al rostro para tapárselo.
- Perdóname Enter, no calibré bien los riesgos de tu incursión en el subsuelo. Y este lugar ya nos supera…
Guardaron silencio mirándose uno al otro ya habituados a la escasa luminosidad de la celda, Enter sonrió a Moníz diciéndole – Cómo me gusta oír tu voz.

Enter se puso en pie de forma brusca y repentina y fue palpando las paredes, inspeccionando las piedras. Acercó su oído a una esquina en la parte baja, casi pegado al suelo. Moníz hizo ademán de levantarse pero él le hizo señas para que se quedara quieta y en silencio.
- Hay alguien aquí detrás de esta pared que está intentando decirnos algo – dijo él en voz baja pegando su oreja a la pared.
- Igual es tu anciano misterioso –dijo ella incorporándose con una amplia sonrisa y guiñando un ojo.
Los dos se pegaron a la pared intentando captar algún sonido proveniente del otro lado del muro. Débilmente se oía una voz lejana, casi inaudible.
- Soy Niquaoj Ajeb. ¿Hay alguien ahí?
Moníz agarró a Enter del brazo haciendo que la mirara de frente y así mostrarle su cara de asombro ante lo que había oído. El que estaba en la celda contigua era Niquaoj Ajeb, el “Ángel Exterminador” que pretendió utilizar su cetro para ayudar a suavizar las condiciones de vida en el subsuelo, el que se rebeló y renunció a su corona de privilegios comandando una resistencia a los S.C. que tuvo una corta vida. Moníz le explicó a Enter quién era el poseedor de la voz misteriosa.
- Debéis intentar escapar a la primera ocasión que se presente. Ahora todavía estáis a tiempo, cuando os designen un destino fuera de la puerta siete ya será imposible. Os mantendrán atados con cadenas sinestéticas que os impiden abandonar las mazmorras con vida –la cadencia débil de la voz de Niquaoj Ajeb, el “Ángel Exterminador” que mayor tiempo llevó el cetro por no acceder a los privilegios del poder, llegaba con poca fuerza pero con claridad.
- ¿Cómo podemos escapar? –preguntó Enter.
- El verdugo de las siete puertas; su punto débil está en la cabeza y la luz le trastorna, necesita estar en la penumbra y la oscuridad, si no es así enloquece. No perdáis la ocasión cuando venga a trasladaros. Será vuestra única posibilidad.
- ¿Por dónde podremos salir de las mazmorras? –preguntó Moníz.
- Lo fundamental es que no os coloquen las cadenas sinestéticas, si no, estáis perdidos. Os introducirán a través del oído una microcapsula que será vuestra cadena a las mazmorras; si abandonáis la zona la energía sinestética se activa en vuestro cerebro y os convierte en un vegetal.
- ¿Hay alguna escapatoria?
- No lo sé. La puerta 3, en la cadena de producción es el sitio donde creo que podréis tener alguna opción ya que vienen a recoger la producción y debe existir comunicación con el exterior. No puedo seguir hablando, oigo pasos. Siento no poder ayudaros más. Recordad que la única lucha que se pierde es la que se abandona. ¡Suerte!

La puerta de la celda se abrió de repente. El verdugo de las siete puertas les miraba con sus ojos achinados tras la capucha, en su mano derecha llevaba el manojo de llaves de las celdas y en su izquierda empuñaba una pequeña pistola comprimida para colocar la cadena sinestética. La imponente altura y volumen de su cuerpo, su rostro invisible por la tenebrosa capucha, la ausencia de voz y sus movimientos rudos y cortantes; todo ello emitía un temor que paralizaba los sentidos ante su presencia.
El gigante avanzó dos pasos, agarró a Enter por los pelos inmovilizándolo en el suelo y acercó la pistola comprimida a su cabeza. Moníz actuó con rapidez, se quitó el cinturón de su gabardina y clavó su hebilla en la cabeza del verdugo antes de que pudiera usar la pistola.
Cayó de inmediato de cara al suelo, sin emitir sonido alguno, se quedó inmóvil y sin vida. Moníz cogió las llaves del verdugo y la pistola. Enter continuaba absorto ante la determinación y agilidad de Moníz.
- No perdamos tiempo, busquemos a Niquaoj. No podemos abandonarle –dijo Moníz sacándolo de su asombro.

Abrieron la celda contigua con una de las llaves del gigante. Niquaoj estaba de pie frente a la puerta de la celda; de pelo rizado y castaño, complexión atlética y un metro ochenta de altura aproximadamente. Su expresión sonriente no transmitía la visión de su cuerpo lleno de moratones, cicatrices y heridas que pudieron contemplar debido a que sólo llevaba puesto un ruinoso pantalón de lucha carcomido. Su poblada y descuidada barba, y su delgadez hacían difícil que Moníz pudiera reconocer al hombre que se enfrentó a la organización represiva del subsuelo.
- Démonos prisa. Hay que aprovechar la sorpresa. Están tan confiados que no esperan algo así. Hay que salir de aquí antes de que puedan reaccionar –dijo Ajeb saliendo de su celda con rapidez y agarrando el manojo de llaves que le tendió Moníz. Después rebuscó en la ropa del cuerpo inerte del verdugo y sacó un artefacto pequeño –Nuestra llave maestra.

Llegaron a la sala abovedada, ahora desierta, y se colocaron delante de la puerta 3. Niquaoj Ajeb proyectó el mando de apertura hacia la puerta que les conduciría a la cadena de producción selectiva y lo accionó.
- ¿Qué podemos encontrarnos? –preguntó Enter.
- No he estado aquí; solamente sé que es el lugar donde entra y sale mercancía de las mazmorras pero no conozco lo que nos espera – afirmó Ajeb colocando a sus acompañantes detrás de él y poniéndose en guardia ante la apertura de la puerta 3.

Se adentraron lentamente y en completo silencio observando como la puerta volvía a cerrarse a sus espaldas. Desde la pasarela alta de entrada en la que se encontraban podían divisar perfectamente la cadena de producción selectiva. Un amplio espacio dividido en tres grandes estancias comunicadas por un pasillo central muy iluminado y aséptico. En la zona más cercana a la entrada un grupo de unas diez personas seleccionaban el material cárnico en tres diferentes contenedores despiezando y cortando, en la sala central unos veinte operarios envasaban los alimentos y aplicaban diferentes etiquetas; en el espacio más alejado a la entrada se encontraba la zona de recepción de animales para matadero y la salida de los productos. En el centro de la zona tres, pegado al techo se hallaba un centro de vigilancia con dos S.C. que controlaban y observaban el proceso productivo desde arriba.
La temperatura era muy baja y algunos llevaban escasa ropa para soportar el frío. El aspecto de los que manipulaban los futuros alimentos era penoso, a algunos se les veía al límite de sus fuerzas para soportar el ritmo frenético de producción. Un chico joven se desmayó emitiendo temblores espasmódicos hasta que quedó inmóvil. Los que se encontraban a su lado se quedaron quietos mirando arriba a los S.C.
- ¡Comprobad! –se oyó por megafonía la orden de un guardia.Los dos que se encontraban cerca se agacharon y le palparon el pulso, el que iba más abrigado le hizo la señal del pulgar hacia abajo a los S.C del centro de vigilancia.
- ¡Recuperad! ¡Deprisa!
Cogieron el cuerpo del joven entre los dos y lo llevaron hasta la puerta de acceso a la gran plataforma ascensor, le despojaron del chaleco y los pantalones que llevaba. Desde el centro de vigilancia un guardia accionó el mando de apertura abriendo sus puertas y allí lo depositaron.
- ¡Continúa la producción!
Todos continuaron con la rutina productiva, soportando la baja temperatura, notando en su cerebro el dolor cuando se paraban sin una orden, debido a la cadena sinestética que les acompañaría durante su penosa existencia, la cadena que les controlaba y les doblegaba haciéndoles esclavos obreros ausentes de cualquier posible futuro que albergara esperanzas.

Los tres fugados comprendieron que cuando algún habitante del subsuelo era apresado por los S.C. su destino sin retorno siempre sería acabar en las mazmorras. Y que la puerta 3 era un especial “matadero” que producía productos cárnicos para alguna empresa perteneciente a Diamond Dogs y que a su vez eliminaba a infractores del subsuelo exprimiéndole la vida. Comprendieron que la única escapatoria posible pasaba por subir a la plataforma ascensor, con vida y sin cadena, y no abandonarían esa lucha.

Un aire enrarecido impregnado de desolada resignación inundaba todo el “matadero”.
- Ellos han abandonado la lucha, han olvidado lo que significa resistir y no doblegarse…… y han perdido, como siempre ocurre –dijo Niquaoj en voz baja señalando abajo.
- Tenemos que intentar escapar, pronto nos buscarán –apremió Enter.
- Ya deben estar haciéndolo. Sólo hay una salida, y ésta es la pasarela ascensor. Hay que cruzar la sala y poder subir. Colocaos tras de mí, tenemos que actuar con rapidez –Niquaoj descendió sigilosamente seguido por Enter y Moníz.
Cuando llegaron al final de la rampa, Enter que iba el último en la fila, vio como se abría la puerta 3. El Comandante Infra entró a gran velocidad subido en su plataforma voladora dirigiéndose hacia lo más alto del “matadero” para colocarse junto al puesto de vigilancia. Hizo una señal con la mano a los guardias y al instante se oyó por megafonía la orden.

- ¡Continuad con la producción! ¡Nadie mira hacia arriba!
El hombrecito volador, desde su posición, divisó a los fugados y reaccionó inmediatamente lanzándose en picado hacia ellos. Los guardias dieron la alarma y comenzaron a llegar más S.C.
- Hay que separarse –gritó Ajeb iniciando una carrera por la zona central de envasado.
Enter aceleró el paso y comenzó a sortear operarios en la zona de despiece, logrando agarrar un gran cuchillo de matarife.
Moníz emprendió una veloz carrera en dirección a la zona más alejada, donde se encontraba la pasarela ascensor.

El Comandante Infra dirigió su máquina voladora hacia Moníz. Ajeb se subió a un contenedor de carne y comenzó a arrojarle todo lo que encontraba a mano al pequeño jefe de las mazmorras, sin éxito alguno pues estaba muy alejado de su distancia.
Enter se topó de frente con un S.C. armado con su barra sinestética preparada para usarla contra él, el guardia atacó con la punta de su arma buscando el contacto con el cuerpo de Enter, una sola sacudida bastaría para dejarlo inconsciente. Enter logró esquivarlo gracias a que un operario zancadilleó al S.C. haciéndole caer, lo que aprovechó Enter para golpearle en la cabeza y continuar avanzando.
- Infractor que pisa las mazmorras no puede abandonarlas con vida –dijo el hombrecillo volador a punto de atropellar a Moníz.

La enorme puerta de acceso a la plataforma ascensor estaba a escasos cincuenta metros de Moníz. Bruscamente detuvo su carrera, se dio la vuelta mirando cómo se acercaba la amenaza rugiente por el aire, se quitó la gabardina tirándola al suelo a sus pies y cuando la plataforma voladora conducida por el Comandante Infra estaba a punto de arrollarla, Moníz se dejó caer de rodillas, cogió su gabardina y la arrojó hacia arriba cubriéndolo por completo y logrando que perdiera la visibilidad y la orientación a la gran velocidad que iba, haciendo que se estrellara sobre la gran puerta de la plataforma ascensor.
- No tendréis… escapatoria…... –dijo el enano con su eterna media sonrisa en los labios antes de dejar de respirar.

Niquaoj y Enter llegaron hasta Moníz, la ayudaron a levantarse y los tres se dirigieron corriendo hasta la puerta de la pasarela ascensor. Guardías S.C. se acercaban desde todas posiciones acorralándolos. Ajeb cogió la llave maestra y la proyectó hacia la inmensa puerta delante suyo, ésta se abrió, Moníz y Enter entraron rápidamente en la plataforma ascensor, se volvieron esperando que su compañero les siguiera pero lo que hizo fue lanzarles la llave maestra con una sonrisa.
- Puede que os sea útil en el futuro, el mío es muy corto pero mi espíritu seguirá latiendo en vuestras vidas. Recordadme en el futuro y no abandonéis la lucha porque todos nos necesitamos – accionó el botón de subida y la enorme puerta comenzó a cerrarse delante suya. Enter le arrojó el cuchillo matarife y él lo agarró en el aire.
- Siempre estarás con nosotros….

La puerta terminaba de cerrarse cuando pudieron ver aún a Niquaoj Ajeb de espaldas a ellos, todavía protegiendo su huída, enfrentándose a todos los S.C. sin abandonar la lucha hasta el último aliento.


Moníz y Enter subían con una sensación de infinita soledad, empequeñecidos por la enorme pasarela ascensor, en silencio, comprendiendo que su héroe se había sacrificado por ellos, que él no podía escapar porque llevaba implantado la cadena sinestética y a pesar de ello luchó por lograr un futuro para los dos.

Continuaban ascendiendo hacia un lugar desconocido, sólo llevaban consigo la esperanza y la fuerte determinación de luchar hasta el final de sus fuerzas. No abandonarían la lucha.

Se paró la gran pasarela ascensor que los sacaba de las mazmorras, del infierno del subsuelo, Enter y Moniz se agarraron de la mano y la gran puerta comenzó a abrirse……….




*Masmoc Utopía



lunes, 28 de enero de 2013

Subsuelo VII


El calor de su cuerpo me inunda, acalora un cuerpo frío y desorientado que se ve superado por unos acontecimientos surrealistas, para una vida acomodada como la mía.
Horas han pasado desde que mi llegada a la gran ciudad me llevara a tomar la decisión de adentrarme en sus entrañas, años me parecen a mí, años desde que Caroncero cambió mi billete; de un tren subterráneo que me llevara a las puertas de mi destino, Diamond Dogs, por los abismos del subsuelo donde mi destino y mis objetivos, aún sin aclararse, sin duda tomaran otro camino.
Gente indiferente, violencia desmesurada, viejos enigmáticos, salidas que sin puertas que te eviten huir de este purgatorio, te hacen retroceder. Y por encima de todo y de todos, Moníz, pero ella hace que todo esto merezca la pena, aunque fuese cómplice en la conjura que me trajo hasta esta oquedad, deseaba estar junto a ella, de alguna manera creía haber estado esperando conocerla desde siempre.
Necesito entenderlo todo, ¿que pinto yo en toda esta locura?, ¿qué puede aportar un provinciano como yo para que toda esta injusticia, que se declara a cada paso que doy por estos pasillos interminable y que siempre te llevan al mismo lugar, acabe?

¡Que comience la lucha!

Los dos aspirantes comenzaron a gira por el ring pentagonal, provocando a todos los asistentes que comenzaron a gritar desesperadamente, aclamando cada uno a su favorito.
Cuando los dos luchadores habían recorrido todo el ring, se volvieron uno hacia el otro, los segundos que cruzaron las miradas se llenaron de silencio, silencio en los que tan solo llegaban a mis oídos los latidos del corazón de Moníz, conocedora de lo que acontecería entre los dos aspirantes, se aceleraba de una forma brusca.
Todo estalló en un violento grito que se extendió desde dentro del campo de lucha, provocado por los aspirantes, como una onda expansiva que inundó la Plaza Strummer.
La primera embestida fue repelida por el luchador mas joven con la misma agresividad como había sido el arranque de su agresor; este rodó por los suelos y la primera aparición de sangre en la boca, reactivó la algarabía y el clamor de todos.
Mi cerebro cada vez se aislaba más de todo aquello, todo me superaba, ese ruido, ese chico que apenas llegaría a los 20 años de edad, fuerte de musculatura , agresivo en los gestos que realizaba para reivindicar su primera victoria en la lucha que comenzaba. Ese otro luchador que pasados los 30 años y con rasgos de haber estado en mas lides como aquella; se levantaba y escupía la sangre que le había producido el desgarro de dos dientes sobre la mampara que los rodeaba. Saltó sobre su contrincante, subiéndose a sus espaldas, mientras este jaleaba al público , de un bocado le desgarro la oreja izquierda escupiéndola al suelo, mientras el joven chillaba de dolor y caía al suelo. Al caer aprovechó para deshacerse de su enemigo y tras una vuelta sobre el suelo y de un salto ágil se levantó, pateando el estómago de su adversario: una, dos, tres veces, hasta que con un gesto de contracción agarro el pie del musculoso joven y con un rápido giro lo tiró al suelo junto a él, se revolcaron juntos por el ring.
Quería huir de aquello, Moníz me apretaba cada vez más fuerte y yo cada vez lo sentía menos,... hasta que la imagen de la lucha desapareció y me volví a encontrar en el vado del Tuk.

Fue una mañana diferente, la carta que había recibido me llenó de incertidumbre, todo mi mundo podía desaparecer, la gran ciudad y los proyectos en los que me invitaban a participar me llenaban de miedo hacía lo desconocido.
Por eso me adentré en el bosque en la tarde plácida de primavera y llegue mas allá de mi camino habitual, hasta el vado del Tuk, donde me recosté junto a una piedra roma, buscando la tranquilidad de espíritu que me ayudara a discernir mi futuro.
Aquella piedra de parar el tiempo me absorbió, me tendí sobre ella y me provocó un duermevela que me llevó hasta que la sobras alargadas se transformaron en una noche oscura, amenizada por los diamantes de la noche que adornaban el firmamento.
Claroscuros del paisaje, me guiaban la mirada al monte que superaba el bosque al otro lado del Tuk, la cima de la montaña en forma piramidal relucía por la claridad de una luna reflejada sobre ella. Parecía apuntar hacia el firmamento de estrellas, miré el imaginario objetivo que me descubría ..., y allí estaba sobresaliendo sobre todas las demás,¡La Vara de Asclepio!, si, estaba allí arriba esperándome sin duda, con ese nombre se conocía a la constelación de Ofiuco y parecía señalarme mi nuevo destino, cuantas veces de pequeño la había contemplado desde el tejado de mi casa, imaginando cada estrella y cada planeta de la constelación, nombrándolas: Ofiuchi, Gliesse, Otivus, Utobab.. unas reales otras inventadas en las noches de vigilia, ahora gracias a Diamond Dogs tendría la oportunidad de conocer otros mundo mas de cerca, reavivar mis sueños dormidos de la infancia. Volví a dormirme soñando con la inmensidad del universo, en mis sueños viaja por mundos desconocidos.

Desperté bruscamente con el rugido de la multitud que aclamaba la ejecución del joven luchador, permanecía con la cabeza aprisionada sobre el suelo del ring por la bota de su enemigo.
Todos callaron y lentamente apretó su pie sobre la cabeza del joven luchador, hasta que crujió una vez, dos..., los estertores de la muerte llegaron lentamente, nadie se movía, solo cuando el ganador levantó su puño y rugió, todos aclamaron al nuevo aspirante a “Ángel Exterminador”.
Me deshice de Moníz y corrí tropezando con la multitud, solo buscaba una salida, tenía que salir de allí, tanta violencia superaba todo lo que era y todo lo que yo quería ser.
Encontré un resquicio por el que salir sin ser visto por los S.C.. Fuera de la Plaza Strummer el silencio dañaba mis oídos provocando un zumbido que enloquecía mi ya escasa cordura; me arrodillé y lloré como un niño.
Gemía y me lamentaba cuando intuí una presencia que me observaba,  levanté la cabeza y allí estaba.., El anciano de traje blanco se encontraba frente a mí, compasión por mi reflejaban sus ojos, un aire familiar me traslucía su rostro arrugado por el paso de los años.

No somos lo que parecemos ser.

La sorpresa por lo enigmático de sus palabras me anularon el razonamiento y no supe que decir.

Enter, ¿que haces ahí?

Oí a mis espaldas, era Moníz que asustada por mi huida repentina me había seguido, volví la cara para verla, y cuando me volví a girar para presentarle  a mi anciano y enigmático amigo, ya no estaba.

¿No lo has visto verdad? le pregunté.
¿A quien?, contestó ella.

Tartessus Baobab