viernes, 6 de agosto de 2010

lunes, 2 de agosto de 2010

Dueño de mi propio mundo

Capítulo XIV(Final): Enter K

Carmina Burana encrechendo, sonido que llega a mis oídos y me despierta de un sueño provocado; ¿todo ha sido un sueño? ¿Me encuentro aún en mi nave?
Me agito con impaciencia, pero mi cuerpo no reacciona ante las órdenes mandadas por mi cerebro y permanezco yerto ante la espera de acontecimientos.
Un líquido amargo penetra por mi boca y poco a poco mis sentidos se van despertando; la música que parecía fruto de mi imaginación, se sigue desarrollando en la lejanía. La estancia se manifiesta con una frialdad que penetra en mis huesos aún inmóviles. Y tras un despertar lento y sincronizado, escucho una voz familiar:
- Melkart, ya hemos llegado.
Miro con la impaciencia que me provoca el desconocimiento de los hechos, y encuentro ante mis ojos como Eritra, Renaín y Godbluf esperan que vuelva a Utobab.
- Estáis aquí, ¿Qué me ha pasado?
Godbluf, con la tranquilidad que lleva en su espíritu, me explicó cómo habían transcurrido los días siguientes a la batalla y el viaje que realizamos hasta llegar al lugar donde nos hallábamos.
Me ayudaron a levantar de unas parihuelas en las que había sido transportado hasta aquel lugar.
- Los Hermanos de Sol te han traído hasta aquí, a partir de esta puerta solo podremos entrar los cuatro.
Dijo Renaín con palabras amables.
Nos despedimos de aquellos cuatro amigos que flanquearían la puerta hasta que volviéramos.
Pude ver como aquella puerta de entrada a tan descomunal pirámide, se adentraba en una rampa descendente hacía la mas completa oscuridad.
Caminaba apoyado en Eritra y Renaín, eran un apoyo firme en el camino; a cada paso unas luces se iban encendiendo y guiándonos. Godbluf iba explicándome el motivo de nuestra visita a aquel lugar, y el porqué de no esperar a mi recuperación.
“El que Perdura” quería vernos y nos enseñaría el legado, al cual pertenecíamos, sin duda esa era la clave de todos aquellos misterios que nunca pude llegar a comprender, por lo que mi impaciencia por conocer todos los secretos de Utobab conseguía que volviera la fuerza a mi cuerpo rápidamente.
La música cada vez se podía escuchar con mayor claridad cuando una puerta nos flanqueaba el camino, un gran sol igual al que portaba junto a mi pecho presidía el centro de esta.
Godbluf y Renaín se colocaron unas gafas de cristal dorado, posaron sus manos sobre el dibujo durante unos segundos y al comenzar a oírse un silbido débil apartaron las manos. Desde el centro de la imagen del sol apareció un rayo de luz dirigido de igual modo a los ojos de los dos, la estela luminosa duró unos segundos y la puerta se abrió lentamente.
Todo a partir de aquella puerta me parecía familiar, como haber vivido antes el recorrer las estancias de aquel lugar.
- Ahora vamos a entrar en el Salón de Tablas, en este lugar los Hermanos del Sol presentan su Tabla de Honor a “El que Perdura”, aquí lo conoceréis.
Dijo Godbluf con su habitual voz parsimoniosa.
Frente a nosotros una gran sala en cuyo centro la pantalla atraía mis ojos y lo inundaban de incontables estrellas que brillaban sobre un universo infinito.
La cúpula celeste hacía aún más conocido el lugar, sin duda parecía una réplica de mi nave.
Ensimismado en todo aquello, tardé en descubrir la figura que se encontraba frente a nosotros envuelta en una capa azul.
- Sed bienvenidos.
En su pecho comenzó a brillar algo que colgaba de él y no había logrado distinguirlo aún qué era, cuando sobre mi pecho también brilló el sol que había portado durante todo este tiempo, sin duda ya estaban interconectados.
Miré a Eritra y me devolvió una mirada en la que reflejaba una conmoción inusual en ella.

“El que perdura” avanzó dos pasos invitando con un gesto a que tomaran asiento. Melkart no ocultaba su expresión de asombro escrutando el Salón de Tablas. Eritra continuaba absorta contemplando fijamente a “El que perdura”. Renaín se movía en su asiento con cierta impaciencia. Godbluf mantenía su aspecto sereno y relajado.
- No hay planetas en el universo en los que puedan caber los sentimientos de gratitud de un pueblo, de un mundo hacia la Luz
de Utobab y su Guardián
“El que perdura” hizo una pausa mirando a Eritra y Melkart continuando seguidamente.
- Godbluf comparte conocimientos conmigo sobre el Legado de las Estrellas, por su condición de Maestro de Tarde. Nuestro nuevo Maestro de Día todavía no ha tenido ocasión de adentrarse en los secretos de La Historia, por lo que algunas revelaciones serán nuevas para él.
Acarició el medallón y tomó asiento en el sillón giratorio que estaba frente a la gran pantalla.
- Es el momento de conocer el pasado, la realidad del presente y un futuro más claro para Utobab. Melkart, ¿te dice algo esta estancia?
- Con algunas diferencias, es similar a la sala central de mando de la nave espacial que nos trajo aquí.- Dijo Melkart.
- Exacto. Estamos en una nave parecida a la que llegasteis. Aunque esta tiene unas innovaciones tecnológicas que la hacen única. El más grande científico que haya habido en la Tierra la creó con avances en la conjunción con el medio natural y ecológico, dotándola de características muy especiales. Algunas de ellas las habéis vivido en las llamadas manifestaciones de Utobab.
- Pero hemos entrado a la Gran Pirámide, ¿está la nave oculta?-dijo Melkart.
- Cierto es. La nave se encuentra camuflada bajo la Gran Pirámide. Y puede ponerse en movimiento sin afectar la estructura de la edificación y sin que nadie externo lo note.
Renaín descubría secretos inimaginables antes de emprender la Gran Caza. Le parecía que habían pasado años desde entonces y que Eritra y Melkart formaban parte de su vida desde siempre.
- ¿Llegaron en esta nave desde la Tierra? – preguntó Eritra.
- Hace muchos años llegué aquí acompañado por una tripulación de veintiuna personas. Encontramos un poblado humano muy primitivo, con unas costumbres elementales y básicas. La misión que traía la expedición era similar a la que os trajo aquí, en principio.
- ¿También teníais que encontrar un planeta habitable para los habitantes de la agonizante Tierra?- preguntó Melkart.
- Así era en su origen el contenido de la misión. Pero la primera expedición en la que llegamos tenía unas características muy especiales.
“El que perdura” se puso de pie frente a la gran pantalla donde observaba las estrellas, se quedó callado durante unos cinco segundos, silencio total que fue respetado por todos. Se giró con parsimonia y continuó hablando.
- El creador de la nave bautizada cómo Exilum tenía su propia misión
fraguada en su interior. Su sabiduría le llevó a la conclusión de que había que buscar un nuevo renacer para la raza humana, en otro planeta. Pero a diferencia de la misión oficial que era localizar un planeta habitable, comprobar sus condiciones, conquistarlo si hiciera falta y regresar para trasladar a los habitantes de una Tierra moribunda; el Profesor Enter K. comprendió que todo ese proceso no sería posible, que la Tierra y el hombre estaban abocados a la destrucción y si se lograba encontrar un mundo habitable, el conocimiento de tal descubrimiento llevaría a la última gran guerra por conseguir billete al “paraíso”. Por ello se encargó del diseño y construcción del Exilum, una vez realizado destruyó los planos y las claves para lograr una nave igual de avanzada. Solamente dejó plasmado un segundo proyecto de nave espacial con las coordenadas secretas de configuración de vuelo espacial, disponiendo esta también de la posibilidad de llegar al mismo destino de la primera expedición. Aunque esta segunda nave no disponía de la nueva tecnología conjuntada con el medio natural. El Profesor Enter K. convenció a las autoridades de que dicha tecnología no se había desarrollado convenientemente y para una segunda expedición sería más seguro prescindir de ella.
- Entonces nosotros somos la segunda expedición.- Dijo Melkart.
- Sí, así es. El profesor, junto a un reducido grupo de científicos localizaron un punto en la galaxia que podría albergar vida, sólo que el llegar allí era muy complejo y peligroso. La ruta por el espacio descubierta no se basaba en patrones científicos hasta entonces conocidos. Si la primera expedición no regresaba, más tarde iría la segunda, aunque con un sentido militar más pronunciado.
- Yo no conocía la existencia de la primera misión. Para mí era la única expedición.-Dijo Melkart visiblemente afectado por su debilitamiento y las revelaciones que estaba oyendo.
- Por supuesto, todo se llevaba con el máximo secreto. El Profesor Enter K. comprendió que el final de la historia iba a ser muy diferente de su idea original e intentó hacer cambiar de opinión a los gobernantes de la Tierra. Todo fue inútil. Se asegurarían de que la expedición de la nave Dúox conseguiría el objetivo, con la fuerza militar exclusivamente. Entonces consiguió colocar en la tripulación a Eritra. Aunque la tripulación de esta nave era bien distinta; en la Exilum me acompañaban veintiuna personas, mientras que en la nave Dúox, Melkart, eras el único humano.
Godbluf y Renaín miraron con asombro y sorpresa a Eritra mientras “El que perdura” realizó una breve pausa. Eritra continuaba mirando a “El que perdura” como hechizada ante su visión.
- Exactamente así es caballeros. Cómo bien sabe Melkart, Eritra es un robot. Lo que él no conoce es que se trata de un modelo de única generación que fue creado por el Profesor Enter K, formaba parte del mecanismo de navegación de la Dúox; sin ella la nave no podría encontrar las difíciles coordenadas de este planeta. Aunque ni ella sabía que disponía de esas características tan especiales y asociadas obligatoriamente a la segunda misión. No existe en la Tierra un robot tan perfeccionado como nuestra Luz de Utobab; su aspecto externo es igual que un humano, su perfección de piel sintética es magnífica. Es casi imposible determinar que es un robot.
- ¿Por qué yo estaba unida al dispositivo de navegación de la nave? – preguntó Eritra algo conmocionada.
- Tu creador se aseguró de que fueras en la Dúox para, de alguna manera, compensar el peso militar de la expedición. Afortunadamente Melkart no actuó como esperaban aunque eso hizo que el dispositivo militar reserva se activase por sí solo.
Eritra se puso de pie, posó su mano en una de las dos columnas que adornaban la sala y mirando a Renaín ya Godbluf dijo.-Me hizo con unas cualidades muy especiales y exclusivas que incluso estoy descubriendo y creo que seguiré potenciando en el futuro, ¿no es así?
- Así es y así será.- Respondió “El que perdura”.
- Nuestro Legado de las Estrellas nos decía que vendrían unos extranjeros del espacio exterior.- Dijo Renaín
- El Legado de las Estrellas lo escribí yo. Los primeros exploradores del espacio llegamos en la Exilum hace ya ciento veintiséis años. Nos mezclamos con el grupo reducido de habitantes primitivos que encontramos a orillas del Gran Río. Reiniciamos entonces una nueva civilización basada en valores ya perdidos o en desuso en la antigua Tierra. Sabíamos que llegaría una segunda expedición y debíamos estar preparados para luchar o compartir.
- Pero cómo es posible que estés vivo desde hace más de cien años. ¿Te acompaña algún miembro más de la antigua tripulación?
- No, Melkart. Soy el único que puede contarlo.
- Sigo sin entenderlo.- Dijo el Guardián de Utobab.
- El Profesor Enter K. lo quiso así. Mi auténtico nombre es Adaner y él fue mi creador.

Realizamos el camino de vuelta en silencio, cada uno ensimismado en sus pensamientos. Godbluf descubrió cosas en aquella reunión que jamás hubiese imaginado; Adoraba a un robot; Eritra que era un robot único por encima incluso de aquel que había creado una civilización como Tull; Renaín que era descendiente directo de nada menos que Adaner un robot con capacidad para procrear; y yo, que me quedaría para siempre en Utobab, un planeta al que había llegado sin saber que no era otro que la Tierra en sus comienzos y nuestra misión consistiría en contribuir a que siglos después no volviera a acabar devastada por la influencia del ser humano. FIN

* Tartessus Baobab-Masmoc Utopia *