Capítulo XII: Alexio
Renaín se dirigió a los que todavía continuaban con vida. –Este camino aún no ha terminado, seguimos adelante. Hemos perdido a bastantes seres queridos. Para despedirnos de ellos y honrar su memoria, permitidme que entone mi plegaria.
Todos se acomodaron en el suelo y guardaron silencio. Godbluf hizo señales invitando a Eritra y Melkart a sentarse a cada lado suyo.
Renaín apoyó su espalda sobre el árbol más próximo y con la vista hacia los cielos comenzó a recitar de forma melodiosa, lentamente, con alegre tristeza en su voz y en sus ojos.
Cierro los ojos y sigues ahí, inmutable,
le hablo a los vientos y mi voz no llega a ti,
palpo en el aire el hueco indescifrable
y oigo en mi alma el ruego de tu canto.
Liso es el sendero
por el mar del futuro.
Llano es mi cielo,
por mi viento, el tuyo.
Aplaca mi desconsuelo
que no llego a mi mundo,
agárrame…, ya no espero.
Da a mi camino un rumbo.
Todo el grupo permaneció en silencio, inmóviles y con la mirada puesta en el nuevo Maestro de Día, como espectadores de una obra teatral que esperan un siguiente acto. Godbluf giró su cabeza para observar a Eritra, esta le devolvió la mirada un segundo e inmediatamente se puso de pie y avanzó hacia Renaín con una amplia sonrisa en su rostro y lo abrazó. Renaín le devolvió el abrazo fundiéndose los dos invadidos por la emoción.
- Nuestro legado nos dice que el guía no estará solo, que se unirá a él, su más firme apoyo en el camino del futuro.- Godbluf continuaba hablando con la emotividad que desprendía el instante, a los que quedaban del pueblo de Tull -. Nos dice, como todos sabéis, que será alguien muy especial que encontrará un nuevo rumbo en el camino de nuestro guía.
Eritra y Renaín permanecían agarrados de la mano escuchando a Godbluf. Eritra no sabía porqué había reaccionado de esa forma, porqué se había levantado y unido al guía de Tull, pero allí estaba junto a él, percibiendo en sus circuitos plasitrónicos algo nuevo e imprevisto en su fuente de datos. Al ver los rostros de admiración hacia ella por parte de los tuluníes supo que hizo lo adecuado.
Godbluf se dirigió hacia Eritra y la abrazó diciéndole – Eres la Luz de Utobab.
De repente un silbido monótono, suave y creciente se oyó procedente de la Laguna del Ensueño. Desde el agua emergió a gran velocidad algo que parecía una pequeña nave espacial elevandose hacia los cielos hasta desaparecer. Todos quedaron en silencio sin encontrar explicación, miraban a Renaín y a Godbluf buscando en su mirada una respuesta, cuando este dijo – Utobab se manifiesta y está con nosotros.
Godbluf miró a Renaín para explicarle mentalmente el porqué de esa aparición; este sonrió y le comentó a Eritra en voz baja que ya habría un momento oportuno para hablar sobre lo ocurrido en la laguna.
Acamparon en la Laguna del Ensueño.
Melkart se dirigió a la tienda donde descansaba Renaín para fraguar un plan de ataque a las tropas de Exipión.
- Creo que es nuestra única posibilidad. Debemos reunirnos con Euritión en la nave.-dijo Melkart.
Cuando estaban debatiendo la fórmula correcta de afrontar la situación de ataque sorpresa llegaron Eritra y Godbluf que aportaron estrategias e ideas nuevas para ponerlas en práctica.
Salieron los tres de la tienda de Renaín, se despidieron de él y marcharon a descansar para afrontar el siguiente paso en el camino.
Melkart permaneció un momento a solas, observando el campamento, mirando el resplandor de la luna reflejada en el agua de la laguna, de cuando en cuando miraba el firmamento inagotable de estrellas y pensaba……
“Siento que hace tiempo que deje de ser dueño de mi propio mundo, ya tan sólo me considero parte de él, parte que quizás pueda ser la culpable de su destrucción.
Esta buena gente están unidas a mi destino como yo estoy unido al de ellas, raros sentimientos se debaten en mi cabeza ¿Cómo puedo estar mas unidos a ellos que a mis raíces?; sé que algo se esconde en Utobab, algo que aún no puedo llegar a comprender.
Ahora lo importante es ganar la última batalla, con ella la guerra será nuestra….
Curioso el firmamento que observo, desde un punto tan lejano de mi primaveral casa, la ventana que se abre sobre nosotros me muestra un paisaje tan maravilloso y lleno de inagotables mundos que me devuelven a noches de mi juventud, juventud en la que soñaba con conquistarlas todas, sin llegarme a preguntar por sus moradores; ahora la simetría que encuentro con aquel momento se parte en mi mente, provocada por una empatía que descubre lo equivocado de aquel afán de descubrimiento y conquista en mi lejano amanecer.
Los pensamientos se multiplicaban en mi cuando mi cuerpo me pidió descanso para poder afrontar un día lleno de nuevos acontecimientos, ya Morfeo había poseído parte de mí cuando aún en mi mente retumbaba la pregunta ¿qué era esa nave aparecida sobre la Laguna del Ensueño?, y la complacencia de todos a las palabras de Godbluf, Utobab se manifiesta y está con nosotros…”
Al alba del día siguiente Renaín dio la señal de partida y todo el grupo inició la marcha. Durante el trayecto Godbluf fue explicando la estrategia de ataque a algunos del grupo. La intención era llegar a la nave que custodiaba Euritión e inmediatamente contraatacar con ella al diezmado ejército de Exipión. Según Melkart explicó, era la única posibilidad de derrotarlos.
Tras abandonar la Laguna del Ensueño y siguiendo el camino trazado por Melkart, esperaban llegar pronto a la zona donde ocultaron la nave en la que llegaron a Utobab.
- Melkart, ¿has podido comunicarte con Euritión? – preguntó Godbluf.
- No es posible, parece que está nublado y mi sol no aparece – señalando a la figura de sol pendiendo de su cuello.
- Es posible que se haya estropeado en la última batalla contra los droides.- Renaín se incorporó a la conversación.- No perdamos la esperanza.
Eritra se distanció con rapidez unos metros adelante del grupo, se subió a una gran roca enmohecida y miró el paisaje que tenía a unos trescientos metros, un calvero en el bosque de álamos temblones. Se giró con una amplia sonrisa hacia el grupo que ya se encontraba muy cerca, las manos apoyadas en la cintura y dijo: - Hemos llegado al Gigante Tembloroso.
Renaín la miraba desconcertado, miró a Godbluf esperando respuestas pero este le devolvió la mirada igual de sorprendido. Ambos dirigieron su mirada interrogante a Melkart, mientras Eritra bajó de la roca de un salto realizando un giro completo en el aire y cayendo de pie justo al lado de Melkart.
- El Gigante Tembloroso es el nombre que Eritra puso a este bosque de álamos, en el centro se encuentra un calvero donde escondimos la nave. Euritión debe estar esperándonos, démonos prisa.- Dijo Melkart iniciando el paso.
Aceleraron el ritmo con Melkart y Eritra en la vanguardia del grupo.
El sol ya comenzaba a quemar, la ausencia de algo de viento aumentaba la sensación de calor y cansancio. Los álamos permanecían extrañamente rígidos y silenciosos, muy diferentes al día en que se despidieron de Euritión tras camuflar la nave de reconocimiento. Ya se encontraban en el calvero cuando Renaín y Godbluf se miraron y comentaron mentalmente, para no alarmar al resto, que la profunda quietud y ausencia de sonidos del bosque les avisaba para que avanzaran con sumo cuidado.
- Caminad todos en silencio y vigilad en todas direcciones.- Dijo Renaín en voz baja.
Eritra se detuvo en seco, levantó una mano y todos se pararon menos Melkart, que avanzaba con sigilo. La Luz de Utobab se dejó caer de rodillas en el suelo, de espaldas a Melkart. Cuando este llegó a su altura vio como sostenía entre sus brazos la cabeza de Euritión y unos metros más adelante permanecía el cuerpo sin energía del que fuera un excelente robot de combate, gran piloto y experto explorador.
Renaín y Godbluf llegaron a su altura y contemplaron la escena, el resto del grupo continuó parado, en silencio y vigilantes.
Renaín hizo señales a dos hombres del grupo para que exploraran y buscaran sobre el terreno la nave de reconocimiento. No la encontraron, sólo hallaron huellas y señales de la pelea que Euritión había librado con sus atacantes; seis droides de combate ausentes de energía estaban diseminados varios metros alrededor, algunos tenían la cabeza desprendida del cuerpo. Eritra se unió a la inspección de los restos que quedaron, cogió un brazo mecánico diferente a los demás, pues estaba recubierto de piel sintética a la altura de la mano, y lo llevó ante sus compañeros.
- Euritión luchó como el excelente guerrero que era. No pudo evitar que se llevaran la nave de reconocimiento pero aquí dejó seis bajas del enemigo y algo más, el brazo de Exipión.
- ¿La mano no es mecánica?- preguntó Renaín.
- Sí lo es. Solamente que está recubierta por piel sintética muy parecida a la de un humano. Al ser un componente altamente sofisticado y caro en su producción, para el resto del brazo no es necesario al estar bajo el ropaje militar.- Aclaró Melkart a Renaín y a Godbluf, aunque a este no pareció sorprenderle tanto.
Los tuluníes aguardaban en silencio agrupados aunque sus rostros desprendían la preocupación y el temor ante este nuevo revés de los acontecimientos.
Melkart observó al grupo y sintió esa preocupación y el fuerte temor dentro de sí, se volvió hacia Renaín y le dijo – Nuestra oportunidad falló. Estamos sin rumbo en el camino.
Un niño de unos seis años salió corriendo del grupo hacia Renaín gritándole:
- Eres nuestro guía, Renaín. Contigo está la Luz de Utobab. ¿Daréis a nuestro camino un rumbo?
Llegó hasta Renaín y se paró a un metro de él, mirando a Eritra repitió:
- ¿Daréis a nuestro camino un rumbo?
- ¿Cómo te llamas?
- Mi nombre es Alexio.
Cuando Renaín se disponía a contestarle, un hombre del grupo gritó:
- Alerta, nos atacan...
Desde los árboles frente al calvero del bosque el ejército droide se dirigía hacia ellos a toda velocidad y ya se encontraban a menos de cien metros.
Renaín llamó a todos a agruparse en círculo y luchar.
Desde la zona por donde habían venido observaron cómo se acercaba una pequeña nave espacial en dirección hacia ellos.
- Es la nave de reconocimiento que vinimos a buscar. Estamos rodeados.- Dijo Melkart con pesar.
El niño llamado Alexio tiró de la ropa de Eritra reclamando su atención, salió del círculo de defensa y se dirigió corriendo hacia la zona de arboles más cercana, situada a su izquierda. Eritra le siguió perdiéndose ambos de la vista de los demás.
- No hay salida, Renaín. Estamos perdidos...
- Hay que luchar.- Le contestó este a Melkart.
El Gigante Tembloroso comenzó a agitarse y danzar por primera vez en el día. Los sonidos chirriantes del avance droide acompasaban la avalancha mecánica, los álamos silbaban la melodía de la batalla, el monótono ulular de la nave espacial crecía en sus oídos hasta casi poder tocarlo cuando Renaín ordenaba que todos se pusieran las máscaras de combate y empuñaran arcos y falcatas. Dio un atronador grito:
- ¡Hay que luchar! ……………..
* Tartessus Baobab-Masmoc Utopía*
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Todo va confluyendo y se va acelerando para un insospechado final. Ahora me alegro de no haber podido leerlo antes y tener que esperar a la próxima entrega, la cual será devorada ipso facto. Gracias por vuestro esfuerzo y buen hacer literario.
ResponderEliminar"Contar leyendas es un arte, y es un arte vivirlas" (Dicho del antiguo Kaitain)