Veo los ojos del joyero frente a mí,
fijos y luminosos, mirándome como esperando alguna reacción en los míos.
Parpadeo para percibir que soy yo cuando el Joyero despliega una sonrisa
trémula que me aporta serenidad.
Compruebo que sigo entrelazado con
las personas con las que estaba hace unos instantes en una resplandeciente
playa, siendo unos niños.
-¡Mano de Santo, guárdame! –Oígo la voz en alto de Nicks junto a mí.
Nos soltamos nuestros brazos al
unísono, de igual manera que el resto de personas acopladas. Rostros relajados
y sonrientes.
-
¿Qué tal Zawinul?
Miro al Joyero sin responderle,
bebiendo un trago y asintiendo con la cabeza. Observo ahora que él es la única
persona que no se ha entrelazado. Los rostros del resto transmiten cierta
felicidad, con algo así como media sonrisa, o los ojos medio perdidos sobre las
luces que se proyectan sobre las paredes desde la bola de cristales, como
recordando la experiencia anterior que habrán tenido con lo que llaman “Mano de
Santo”. Intento encontrar una explicación, me giro y me dirijo a Nicks, una
mujer de unos 24 años con un carisma arrebatador que desprenden sus ojos azules
y sus movimientos gráciles, y a su pequeño acompañante.
-
¿Podéis explicarme qué ha ocurrido?
-
Mi nombre es Guy. –Sentado en su alta
banqueta el enano me ofrece su mano para
estrecharla con la mía. Dudo dos segundos y finalmente nos saludamos, notando
el fuerte apretón que imprime a sus pequeños dedos. –Tú eres Zawinul, o así te
llama el Joyero.
-
Sí, así me ha llamado.
La extraña música que oía en el local
ha tornado a un sonido de jazz tenue y algo embriagador, con notas perdidas de
piano y un saxo frío y cristalino. El Joyero, haciendo movimientos sinuosos al
ritmo lento de la música, se dirige bailando hacia la puerta de entrada y quita
la enorme tranca que la bloqueaba.
-
Zawinul, has sido tocado por Mano de
Santo. Y lo que has vivido junto a Guy y a mí es tan real como que ahora
estamos aquí hablando, igual que hace poco éramos niños permaneciendo en un
lugar, en un Tiempo perteneciente a mi existencia de hace muchos años. –Me dice
Nicks expandiendo una sonrisa luminosa.
-
¿Cómo es eso posible?
-
Lo es gracias a Nicks. Ella descubrió
esa capacidad dentro de ella, llegó a controlarla e incluso poder compartirla.
-
Ya es hora de marcharnos, Guy. La
noche está a punto de caer y ya sabes que no me sienta muy bien.
Trato de asimilar la información que
me dan, intento digerir la experiencia con Mano de Santo, y observo la mirada
de confusión que destilan mis ojos al contemplarlos en el espejo rectangular
con marco dorado detrás del Joyero. Nicks y Guy se despiden de mí, no sin antes
decirme que un día a la semana vienen al local del Joyero y que esperan que nos
volvamos a ver.
Sigo absorto en mis pensamientos,
recordando la visión en la playa de Nicks y Guy siendo niños, yo mismo siendo
niño, notando mis manos infantiles apoyadas en la blanca arena. La sensación de
bienestar, de seguridad, de serena tranquilidad interior que sentí cuando
regresaba de la experiencia conjunta, y sobre todo la completa ausencia de
miedos ni temores en mi todo mi ser.
Le pido al Joyero algo de comer y me
responde que solo tiene bocadillos de tomate sarmiento. Lo acepto sin saber muy
bien a qué sabrá y en cuatro bocados acabo con él. La bebida que me fabricó el
Joyero, junto al cupachups energizante y el bocadillo han logrado reponerme del
tremendo cansancio que llevaba conmigo cuando entré en el local.
Me despido del Joyero y salgo afuera,
a caminar algo por la carretera y encontrar algún sitio para reposar y dormir;
tengo que descansar y dormir. Que la noche y el silencio me resguarden, que el
gong hipnagógico suene en mi cerebro y pueda comunicarme con El Sentir; espero
encontrar respuestas.
*Masmoc Utopía
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