lunes, 8 de junio de 2015

MUNDO CAUSAL VI "Mara"



Voy en coche acompañada por un reciente amigo conocido en una de mis noches de diversiones amargas. Me está llevando a un lugar especial que conoce y que me va a dejar, según él, a boca abierta. Estamos atravesando la noche y los campos oscuros con sus tenebrosas siluetas de ramas y árboles. Mi amigo no es para nada antipático pero tampoco nada especial. Viajo con él con la convicción de que esta historia, como tantas otras, será destinada a quedarse en un micro recuerdo del pasado. Más que viajar, huyo de mi realidad y de mí misma después de una serie de experiencias traumáticas, de separaciones, de personas y situaciones que me están llevando tambaleante y a empujones hacia la edad adulta de los cuarenta años.
Mientras el hombre habla entusiasmado del misterioso lugar donde vamos, reflexiono sobre la edad. Me doy cuenta que no se puede determinar una edad adulta concreta. Quizás sea una decisión consciente y racional el determinarla. O quizás una serie de experiencias fuertes concentradas en un espacio temporal limitado lo que te lleva a ello. Después queda elaborarlo todo. Con sorpresa descubres un día que han pasado años antes de que tu sufrimiento se sedimente en tu interior como el aceite que se sedimenta en el culo de una botella. Entonces te das cuenta que finalmente lo has metabolizado.

-         ¿Cuántos años tienes, Simón? –Le pregunto de repente a mi amigo conductor.
-         ¿Quién, yo? –Pregunta un poco sorprendido. –Ah pues 38 años, ¿por qué?
-         No, nada, curiosidad. Eres más pequeño que yo.

Miro su perfil salvaje de ojos grandes y rizos negros y lúcidos. Su físico robusto no corresponde a su edad psicológica. Él también se ha quedado atascado por alguna edad de su pasado adolescencial. Dice que tiene un hijo ilegítimo. No por causa suya sino porque  su madre  no  deja reconocerle. Todas las mañanas pasa delante del niño mientras va al colegio y él al trabajo. Pero no lo puede saludar, ni besar, ni abrazar. Para él su padre es un perfecto extraño. Así los días pasan unos tras otros con la esperanza de que la madre se decida a reconocer la paternidad. Mientras tanto, la tristeza le muerde el alma.
Para exorcizarla, mi amigo de vez en cuando se pone en posición de yoga, con la cabeza apoyada en el suelo y el cuerpo de 1,80 cm de altura a candela, esté donde esté. Creo que nunca entenderá que esa posición es la consecuencia del amor. Y que la es la causa de que le echen de bares y locales nocturnos.

De repente el coche frena bruscamente, al menos lo suficiente de sacarme de mi abstracción.
-         Hemos llegado. –Me dice con voz algo cansada.
-         Ah, bien; pero no se ve nada. Está completamente oscuro este lugar.
-         Sí, hay luna menguante pero te va a encantar. Ya lo verás.
Nos acercamos a una especie de lago, creo al menos. El agua fluye, la siento fluir por alguna parte.
-         ¿Dónde estamos? –digo un poco intimidada por la oscuridad absoluta. –No se ve nada.
-         No te preocupes, te guío yo.

Mi amigo me lleva lentamente y cogida de la mano como a un niño temeroso. Nos paramos cerca de una roca grande y levigada de piedra gris madreperla por el reflejo de la luna. Entonces empiezo a ver algo, seguramente mis ojos se están acostumbrando a la oscuridad. Veo siluetas de personas echadas sobre las grandes piedras que contornean la laguna. Otras personas están metidas dentro del agua. Siento las voces que se mezclan con el sonido de las cascadas.
-         Son termas. –Me dice mi amigo.
-         Ah, interesante.
-          Sí, lo más interesante es venir aquí y bañarse de noche. Prueba. Mete los pies en el agua y siente como está caliente.Ésta era la sorpresa.
-         De acuerdo espera un poco, me tengo que aclimatar al ambiente.
-         Vale, tómate el tiempo que quiera pero después nos bañamos.

Mientras me aclimato sentada en la dura roca me pregunto qué hago yo aquí. No me gusta para nada esta situación. Soy una que quiere ver claro, me gusta mirar, y aquí no veo nada. Era mejor venir durante el día. ¿Por qué  sigo haciendo cosas que no me interesan? Me siento perdida en este  momento de mi vida y lo peor que hago es ponerme en manos de otros que están perdidos y dolidos como yo. No puedo arriesgar siquiera salir a cien Kms de la ciudad.

Mientras me estoy fustigando con mis pensamientos veo venir una figura de silueta cupe y umbrosa a poca distancia. Camina y va golpeando con un bastón las piedras al borde de la laguna con fuerza.
No sé, pero su persona no me es completamente extraña. A medida que se acerca comienzo a reconocerlo. Sus pantalones negros ajustados, su capa oscura, su bastón que lo usa como una especie de arma.
Es él, es la figura oscura que se presenta en mis sueños, desprotegida de toda presencia que me quiera visitar. Su actitud es provocadora, me fastidia y me da miedo.
Ahora está aquí. ¿Cómo puede ser? ¿Qué hace en este lugar y por qué me sigue en mis sueños y ahora aquí, en mi realidad? Estoy segura ahora que es él ahora que ya está a dos pasos de mí. Veo su cara, sus ojos negros penetrantes y pequeños. Su nariz afilada y corvina como una diminuta navaja Sus labios sutiles sin ningún movimiento La inexpresión de su rostro.
El ansia crece. Lo tengo ya muy cerca de mí. Siento los golpes secos del bastón sobre las piedras. La figura tenebrosa me pasa al lado, dejando caer un objeto que se balancea en el aire mientras llega al suelo. Miro para atrás para seguirlo con la mirada pero se ha perdido en las sombras de la noche.

-         ¿Quién es ese hombre? –pregunto a mi amigo para paralizar el miedo que me invade.
-         No sé, no lo he visto antes.
-         Pero ¿qué está haciendo con ese bastón golpeando las piedras? ¿Por qué golpea las piedras?
-         Tampoco lo sé. Pero es verdad que es raro el personaje. ¿Tienes miedo? No te preocupes, estoy yo aquí para defenderte. –Dijo Simón levantando una carcajada.
Seguramente mi amigo no tiene temores porque no lo conoce, ni yo tampoco, pero lo he visto ya en mis sueños. Estoy convencida.
-         Vale, Simón, pero no estoy tranquila. Por favor, vayámonos de aquí. No me gusta este lugar.
-          ¿Cómo es posible? Hemos hecho 100 Kms. ¡Era mi deseo  mostrarte estas termas!
De prisa nos levantamos tras mi incitamiento. Ahora veo el objeto que ha dejado caer el tenebroso señor. Es un pañuelo rojo. Lo cojo y lo meto en mi bolsillo. Quizás lo ha tirado al suelo a propósito para que yo lo recoja; lo analizaré luego en casa.

 De prisa nos metemos de nuevo en el coche de vuelta a la ciudad. Mi amigo conduce en silencio. Su propósito ha fracasado, nosotros también. No obstante duermo toda la noche en su casa y a la mañana siguiente me acompaña a la mía. Nos despedimos sabiendo que no nos volveremos a ver de nuevo.

El día está llegando a su fin envuelto en un violáceo ocaso. Este momento de la jornada me pone siempre melancólica y me suspende en un estado existencial vago y solitario. Decido salir por el barrio, me calzo mis botas altas y me pongo mi gabardina.
Podría caminar con los ojos cerrados por estas calles después de tantos años. Miro el alto campanario de la antigua iglesia. A la mente me viene la experiencia de la noche pasada en las termas y mientras acaricio el pañuelo en mi bolsillo, recuerdo algo de un sueño que he tenido esta última noche cuando dormía en casa de Simón.

En mi sueño saltaba desde una alta roca del lago y me zambullía en las cálidas aguas envolviéndome como en un líquido placentero. Nadaba hacia el profundo turqués  hasta que mi respiración en apnea me lo permitía y salía a superficie explotando en un respiro liberatorio. En una de estas inmersiones y subidas vi al tenebroso señor. Estaba ahí con su bastón como si buscara algo entre las rocas. Me miraba con su penetrante mirada y sentía que me decía algo. Desde el centro del lago no conseguía oírlo. Se acercó más a la orilla y palabreó con una cierta ironía.
-         ¿Tú los conoces a esos dos? –Señaló con el bastón hacia una dirección en el bosque. –Aquél es el hijo de esa mujer que tiene la tienda de mercería en tu barrio.  –Volvió a hablar pausadamente. –Es una buena mujer, y el otro es el que su padre trabajaba en……….
Repentinamente sus palabras resultaron ofuscadas por el grito de una majestuosa águila que volteaba sobre nuestras cabezas en círculos ascendentes. La observé mientras subía en lo alto del cielo hasta perderla de vista. Después miré hacia el bosque para ver a los dos personajes que me había indicado con el bastón el misterioso hombre. Vi dos figuras que parecían dos sombras que se movían entre los árboles del bosque y miraban fijamente al punto donde yo me encontraba. No podía a la distancia reconocer sus caras ni detalle alguno.

A ese punto me desperté del sueño.

De vuelta a mi portal me repito en silencio como un mantra terapéutico “La vida es sueño y los sueños sueños son."

Me siento cansada. Quiero volver a casa. Dormir y volver a soñar…..


          * INDACO


miércoles, 3 de junio de 2015

MUNDO CAUSAL V "No estamos solos"


Banton, mientras andaba, cabizbajo y con el alma tambaleante, en dirección al parque, recordaba cuando conoció a Silvano en su otra realidad, aquella otra realidad que hasta entonces creía que era de su exclusividad.

Él llegó ascendiendo hasta donde Silvano permanecía con la espalda apoyada en un olmo, inmóvil y con cara de asombro las manos sostenían los prismáticos. Banton jadeaba pesadamente después de la rápida subida por el sendero de la montaña; señalándolo con el dedo índice  de su mano derecha le miraba sonriendo y con los ojos muy abiertos le habló.

-         Hola, mi nombre es Banton. Te he visto algunas veces pero siempre muy lejos para llegar hasta ti.

El silencio respondió a sus palabras, sólo el vaivén de las ramas de los árboles y el aletear de un águila real al posarse en un saliente rocoso de la montaña acompañaron sus palabras.

-         Llevo demasiado tiempo solo por estos lugares. -Habló  de nuevo Banton de forma nerviosa y atropellada -En cada ocasión que vuelvo aquí siempre estoy solo y por primera vez puedo hablar con alguien. ¿Hablas mi idioma? ¿Estás aquí permanentemente? ¿Eres real o estás en mi imaginación? ¡Háblame! Háblame si me has entendido, por favor.

Echó sus rodillas a tierra, cogió con sus manos dos montones de arena y se los mostró a Silvano –Es real, la siento entre mis dedos. ¿Eres real?

-         Mi nombre es Silvano. Llevo poco tiempo viniendo por aquí y hasta ahora pensaba que era la única persona viviendo esta…….esta ilusión, este sueño continuado.
-         Así es, un sueño continuado en el que también estoy yo desde hace demasiado tiempo. No. Has entrado también en mi sueño desde hace poco. Creo…
-         Creo que vengo a este lugar desde hace un mes o así, y me encuentro muy reconfortado y relajado. La verdad, no esperaba a nadie más. –Dijo Silvano observando al águila real que no les quitaba ojo.
-         A mí también me ocurrió igual al principio….. pero de ello hace mucho tiempo.
-         Pues ahora somos dos –dijo Silvano haciendo un gesto amistoso tendiéndole la mano.
-         Hay más personas en nuestro….ehm…sueño. -Dijo Banton estrechando su mano. - No estamos solos. Hace días vi a una mujer bañándose en el lago pero cuando llegué allí no hallé rastro de ella. No he vuelto a verla y pensaba que era una aparición, pero ahora, al conocerte sé que también podríamos comunicarnos con ella.

Quedaron en silencio los dos. Mirándose y buscando una explicación en la observación del otro para comprender la existencia del lugar donde se encontraban. Banton tenía una mirada como apartada, algo ausente y distante; sus ojos negros acompasaban su larga cabellera caracolada hasta los hombros y su nariz aguileña imprimía un carácter algo sombrío a su manera de gesticular cuando hablaba. Avanzó dos pasos a su izquierda y señalando la prolongación del sendero comenzó a andar, Silvano le siguió en un silencio de iglesia gótica.

Cuando llevaban una media hora bajando por el sendero sur de la montaña vieron como el águila real pasaba por encima de ellos siguiendo su misma dirección en su vuelo.
Divisaron el lago y Banton le señaló a lo lejos una zona de rocas. Silvano miró con sus prismáticos en la dirección señalada, ajustó sus lentes y barrió la zona observando el verdor de las aguas del lago entre las montañas y el gris pálido de las enormes rocas pulidas por el tiempo. Detuvo su movimiento de visión, agarró del brazo a su compañero con la otra mano y le cedió los prismáticos señalándole el punto de visión y diciéndole -¿Ves lo que yo veo?
-         Es ella. No estamos solos.

Comenzaron a descender con mayor rapidez hacia el lago. El águila real que sobrevolaba los cielos inició un descenso hacia donde se encontraba la mujer, tendida desnuda boca abajo sobre una gran piedra y con apariencia de estar dormida. Se posó a su lado aleteando  ruidosamente. La mujer reaccionó de su somnolencia y sonrió al águila. Al instante vio a los dos hombres acercarse hacia ella velozmente; se puso en pie mirándolos con sus manos apoyadas en su cintura diciendo - ¡Hombres!- y se lanzó de cabeza a las aguas del lago.

Silvano y Banton llegaron a la gran roca donde segundos antes la mujer misteriosa tomaba el sol y ahora la veían nadar con gran soltura muy lejos, casi perdiéndose de su vista con la compañía del águila real que revoloteaba en círculos cerca de ella.

-          No estamos solos – dijo Banton observando como ella se acercaba a la otra orilla



    * Masmoc Utopía



viernes, 29 de mayo de 2015

MUNDO CAUSAL IV "Banton"

  
 Seis de la mañana. Suena el despertador. Maldito sonido que me despierta y me dice que tengo una misión que realizar. Cuando mejor descansaba, sin recordar nada de mis sueños, en un vacío eterno. ¡Puta mierda!, ¡puto tó!. ¿Por qué carajo no puedo evitar esta sensación de vacío que me llama a dejar lo poco que tengo y al mismo tiempo me impulsa con tanto vigor a hacer algo que no sé qué es?

Me levanto y enciendo un cigarrillo. Pongo el café. Aún es de noche y voy aclarando mis ideas al mismo ritmo que comienza a amanecer. Desde que abandoné a mi familia y vivo en este sucio cuartucho, parece que me sincronizo con la naturaleza con gran facilidad. Puedo sentir la tierra que me mantiene pegado a ella y el viento que me ayuda a intentar volar. Pero la verdad es que no deseo hacer nada. Me he estado dejando llevar por mis impulsos más primarios y creo que soy un animal, nada más. Hasta ahora sólo esperaba el momento de irme a dormir y, si Dios quiere, quedarme ahí y no volver más a la realidad. Pero desde que se repite ese sueño siento una gran inquietud que estoy decidido a calmar como sea.

El olor a café recién hecho me reconforta en cierta forma y me libera de esa sensación que me persigue desde hace años. La sensación de no ser nadie, no ser nada. Pero al mismo tiempo creo que hay algo por lo que sigo vivo, que tengo algo que hacer, solo o en compañía de otros elegidos para algo que se me escapa.
Ese sueño que se repite me obsesiona. Pero hoy estoy decidido a poner fin a esa angustia y sin duda voy a acudir a la reunión a la que estoy convocado, no sé por quién o por qué, quizás sólo sea mi enferma imaginación. Sólo sé que una noche de borrachera me desperté en un banco del parque y en mi mano tenía un pañuelo rojo. Ese mismo puto pañuelo rojo que llevan anudado al cuello todos los que veo en mis sueños y me llaman a acudir a un encuentro en la ¨realidad”. La verdad es que creo que ya no distingo la realidad, que nadie sabe qué es real, pero sí estoy seguro que formo parte de algo y que da igual que sea sueño o vigilia, tengo una misión encomendada.

Me afeito e intento que mi aspecto no parezca lamentable. Escojo mis prendas más decentes y me visto pausadamente. Ya es completamente de día, me despido de mi compañero de habitación que canturrea alegremente en su jaula. Parece feliz en su mundo limitado por unos barrotes y le pregunto cual es la clave de la felicidad.

Por fin, me anudo el pañuelo rojo al cuello y salgo a la calle. Conozco un parque con un hermoso lago y una glorieta donde los niños dan de comer a los peces del pequeño estanque. Precisamente el mismo sitio donde amanecí con el misterioso pañuelo rojo en la mano. Debe ser ahí donde tengo que volver, no tengo dudas. En mi último sueño los veía sentados cerca del lago esperándome, llamándome como si yo fuera una pieza más de un engranaje que necesita que todo encaje para funcionar. Me han robado mis sueños, o mi realidad, lo cierto es que tengo que acabar con esto.
Me dirijo como un sonámbulo al encuentro.

Soy el poeta del amanecer, mis versos se desvanecen con la luz del nuevo día, espero a la musa que sea capaz de capturarlos y encerrarlos en la realidad.



           * JARR




lunes, 25 de mayo de 2015

MUNDO CAUSAL III "Nuevo acompañante"



No encontraba Silvano una explicación para su profunda tristeza, para su hastío diario consigo mismo, no hallaba motivos concretos que justificaran su mal sabor de la vida que llevaba. Aparentemente, con su familia, con sus compañeros de trabajo, con sus pocos amigos, llevaba una relación cordial y fluida. Cualquiera lo situaría como un hombre afortunado y él recibía también esa percepción que le transmitían.

Pero cada día, desde una noche de insomnio repleta de reflexiones, el desaliento interior con su existencia y el hastío asfixiante culminaba siempre, cada noche, con su lascerante grito interior y silencioso que imploraba otras vidas. Cuando las sábanas le cobijan al final de cada jornada, cuando el sueño acude a él reclamándolo, es cuando siente la pulsión latente, el imperioso deseo animal de cambiar, de encontrarse en otra vida fuera de su existencia, el profundo deseo de hallarse en otro mundo, en otra realidad muy alejado de sí. Sumergiéndose en el sueño, cerrando sus ojos con fuerte desesperación, todo su ser suplica ayuda y el anhelo de otra vida.

En sus sueños, Silvano comprobó que volvía al mismo entorno noche tras noche, mientras dormía. Una naturaleza que de algún modo le resultaba algo familiar, un lugar que acrecentaba su serena claridad y que le animaba a reflexionar y observar el idílico entorno donde continuaba caminando.  Se encontraba solo en sus paseos por el bosque, sentado en la piedra roma desde donde contemplaba amaneceres siempre diferentes, orilleando el caudaloso río, descubriendo nuevos lugares en el bosque. Su pañuelo rojo anudado al cuello le acompañaba, y eso le gustaba y le reconfortaba.

La última noche, cuando todo su ser desesperaba por salir de sí mismo, logró dormirse y de nuevo se encontró en su sueño de vida, en la cima de una montaña ya conocida. Desde allí se sorprendió al ver a lo lejos a un caminante que subía por un serpenteante sendero entre la frondosa vegetación. Era la primera vez en sus paseos oníricos que veía a otra persona en su mundo. Cogió unos prismáticos que llevaba en su bolsa al hombro y pudo ver mejor al hombre que subía sonriente, sin aparente esfuerzo y mirando hacia arriba, como si estuviera buscándole. Un sobresalto le llegó al ver nitidamente aumentado, cuando reguló mejor las lentes, que su visitante llevaba anudado a su cuello un pañuelo rojo idéntico al suyo.

Entonces recordó, de una manera clara y transparente como el cielo azul que los iluminaba, que en su último despertar en la habitación de hotel se encontró con el pañuelo rojo que portaba en sus sueños tan real e inesperado como su nuevo acompañante.



            * Masmoc Utopía




viernes, 15 de mayo de 2015

MUNDO CAUSAL II "Silvano"



El crujir de la hojarasca bajo mis botas, resuena como una melodía otoñal que me envuelve en el paisaje.
El fluir de un río cercano me atrae, abandono lo más tupido de este bosque de álamos temblones y descubro la luminosidad del día reflejada sobre la espuma de unas aguas agitadas por la bravura de su juventud.
Descansar sobre la piedra roma que me espera en cada paseo que realizo en mi letargo.
Descalzarme de las botas que abrazan mis pies cansados.
Desmenuzar inquietudes que me acompañan en mi viaje causal.
Disfruto de este paisaje salvaje que aúna un bosque milenario cansado y sabio con la juventud desgarradora del arroyo vecino.
Qué ímpetu tienes, digno de tu inocencia; inocencia que da tu falta de años, escucha los consejos que te legan los álamos.
Silva el viento entre las ramas de su sabiduría, avisándote de los males que te acechan, pero tú no escuchas.
Pasaras por lugares inhóspitos, irá cesando tu violencia, tu inconformismo y cuando te creas vencedor en tu viaje, la mansedumbre se apoderará de ti, entonces ¡serás tú el vencido!

Desanudo el pañuelo rojo que mi cuello pasea en mis viajes y seco el sudor de la frente, confluyen mi pasado y mi futuro, me pierdo en el aroma de este presente, pero el duermevela que me provoca...es sustituido por el sonido ronco de un reloj.
Vuelvo a respirar el hastío que me acompaña en mi mundo real, penetran en mí los sonidos ruidosos de la ciudad.
Abro los ojos esperando que mis oídos me estuviesen engañando, pero la habitación de este hotel me devuelve la desesperanza.
El traje sobre  la percha del armario abierto, la camisa que deje el día anterior planchada sobre la silla y esa corbata que me acompaña cada día, con el anagrama de mi empresa, comienza una nueva mentira.
Me levanto en un desperezo matutino que me lleva hasta el baño, apenas entro, lo veo, allí junto al lavabo, no recuerdo haberlo dejado, ni siquiera recuerdo haber visto ninguno en este mundo…
 ¡Un pañuelo rojo! Sin duda hoy será diferente.



       * Tartessus Baobab



sábado, 9 de mayo de 2015

MUNDO CAUSAL I "Glorieta de los lotos"



Era una tarde amarilleada en su ocaso por un sol desgarrado y lastimero. En el parque de frondosos y altos árboles una niña de cabello rubio y uniforme colegial, echaba migas de pan a los peces del pequeño estanque junto a la glorieta. La niña se sobresaltó al oír muy cerca el metálico chirrido de una silla de ruedas. El hombre que sentado en ella avanzaba, se detuvo al filo del estanque y con gesto nervioso, se sacó un pañuelo blanco del bolsillo para secar el sudor de su frente y miró a la niña con sus pequeños ojos, ayudados por unas gafas de cristal grueso con gran aumento.
A la niña le llamó la atención el pañuelo rojo que el hombre llevaba anudado al cuello y que le recordaba a un pistolero de una película antigua del Oeste, que vio con su abuelo hace dos días.
Una mujer de pelo ensortijado, embutida en una gabardina beige y botas altas, llegó silenciosamente,  y con movimientos lentos se sentó al otro extremo del estanque; las gafas oscuras que llevaba reforzaban la hierática frialdad de su rostro. En su cuello destacaba un pañuelo rojo, como si no le perteneciera.
La niña arrojó con prisa al agua los restos de pan que le quedaban, sintió un escalofrío con un pinchazo de miedo y enorme soledad. Corrió hacia su madre que charlaba con otra mujer en un banco, algo más alejado, cruzándose con un hombre enfundado en un elegante atuendo deportivo y con un abultado pañuelo rojo al cuello. La niña miró hacia atrás en su carrera febril y pudo ver como llegaban otras personas y se detenían al borde del estanque en la glorieta del parque de sus juegos.

Al encontrarse ellos juntos por primera vez en el mundo real les envolvió una pesada sensación de temor y debilidad. Sobre ellos giraba un compartido eco de ansiedades, repleto de carencias y anhelos. Sus miradas apagadas y recelosas no hacían más que aumentar la inquietud y el desasosiego en el grupo. El hombre de la silla de ruedas, despojándose de su pañuelo rojo del cuello, en voz baja dijo:

-         Estamos juntos en el mundo real….



Pero será mejor que empecemos por el principio de esta nueva historia. Y ya que vamos al origen de esta reunión en el mundo real, lo más certero será que cada uno de nuestros personajes cuente su visión y circunstancias que lo llevaron a conocer el mundo causal. Ellos son los protagonistas...



            * Masmoc Utopía








sábado, 14 de febrero de 2015

CARRERISTA


Me adentro en la noche, calentando los músculos con un ritmo acorde al comienzo del recorrido. Un viento frío e intermitente azota mi rostro en oleadas de ventiscas, al tiempo igualmente voy cogiendo buena temperatura corporal con el avance de los minutos. Enfundado con pantalón ajustado de carrerista, chaleco acremalllado al cuello y calzado deportivo cómodo, pisada tras pisada voy avanzando en mi carrera por la acera de la gran avenida del Este.

Me cruzo con algunas personas que van bien abrigadas, algunas con bolsas de compras en sus manos, otras a un paso ligero y solitario, y también alguna pareja en animada conversación; no veo a ningún niño por las calles.

La luces de neón de tiendas y comercios dan algo de calor y color a una noche oscura y helada. Los árboles desnudos saludan mi paso con sus sombras mortecinas y alargadas. Los vehículos ruedan por el asfalto en riada procesional, aunque su presencia voy dejando de sentirla con mayor prontitud. Un ciclista pasa cerca de mí pedaleando por el carril bici y lo veo alejarse cual oscuro fantasma silencioso.
Logro un ritmo de velocidad en el que comienzo a sentirme mejor, mis latidos acompañan juguetones a mi respiración, el calor de mi cuerpo me traslada una energía emocional adicional. Observo a la luna, henchida de luz, que aparece tras un alto edificio de oficinas. Y sigo mis pasos, continúo avanzando con mi carrera en la noche, encontrándome fuera y dentro de mí.

En un tramo de mi recorrido corro entre hierbas semicrecidas donde no se distingue el firme, bastante desigual, y me agarro a mi intuición, que no me falla, centrado en ella con mis pasos, pero sin sentirme encerrado en ello, cualquier imprevisto lo recibo como parte inherente a la acción, lo que me inunda como una llamarada en mi consciencia en el momento presente, indivisible y único. Siento que este es mi sitio, mi momento, mi sentimiento pleno y alerta dentro y fuera de mí.


Se van disolviendo los sonidos de la calle, ya casi sólo oigo mi acompasada respiración y mis pasos en la noche. Mis ojos contemplan la niebla blaquecina que envuelve mi recorrido y desde lo más profundo de mí lo agradezco como un regalo barroco de un sueño perdido; no hay nada más allá del movimiento de mis piernas, mis brazos acompasados, la respiración armonizada y el silencio que voy encontrando fuera y en mi interior.

Acabo de penetrar en el vacío donde el tiempo se queda en suspenso, en el vacío donde sólo existe la consciencia del movimiento y el avance, el vacío que me devuelve el sentido del equilibrio donde todo está bien, donde no hay nada y no falta nada.

Me sorprendo y me regocijo. No se trata de un trance ni de una ausencia de los sentidos, sino de una suave inmersión en una multitud de nuevos movimientos. Corro, y en mi profundo interior veo cómo las cosas se mueven, cercano a un punto en medio del Infinito, la consciencia me atrapa en la intensa convicción de que el universo se mueve de por sí, de que cambia, de que sus leyes se transforman, de que no hay nada permanente ni absoluto durante este eterno movimiento, de que las explicaciones mecánicas de cualquier acción operan dentro de límites precisos y que al derribarse barreras, las antiguas explicaciones se derrumban y se disuelven barridas por nuevos movimientos.

Corro, y siento pasar dentro de mí, círculos del pasado que agrandan mi sensación volátil del presente. Soy un estanque de agua donde yo mismo he lanzado una moneda que crea círculos concéntricos en mis recuerdos más olvidados.
Corro, y emergen en mi mente supuestas líneas de futuro, vectores posibles e imposibles que iluminan lo efímero de cada nuevo amanecer. Soy la llama de una cerilla que yo mismo he encendido sintiendo su quemazón.
Corro, y el mundo se mueve conmigo. El universo nos contempla y nos cobija en sus acogedores brazos relajantes. El universo sonríe al sentir la serenidad de la acción conjunta. El movimiento y el todo, la quietud.
El Mundo es mi compañero. El Universo me transforma.
Se diluye la niebla. Emerjo renovado.
Correré..

                 * Masmoc Utopía



miércoles, 31 de diciembre de 2014

EN ALGÚN LUGAR, EN ALGÚN TIEMPO


Llega a mis oídos una voz lejana, cubierta de susurros que aturden mis sentidos, empapada de una melancólica embriaguez de dulzura, llena de verdad sincera que se cuela de improviso en mi consciencia. Sus palabras traen consigo un atisbo de alegría, de renovada ilusión por los nuevos días.
Me giro hacia atrás, busco con la mirada y sólo veo unos ojos claros y una sonrisa. Los ojos se abren aún más y la boca encarminada se mueve como si me hablara, pero no logro distinguir sonido alguno. Ya no siento la voz, sólo percibo el eco lejano reverberando en mi alma.

Alrededor solamente hay oscuridad, y frío. Intento palpar con las manos en todas direcciones, sin éxito. Un vacío silencioso donde flotan los ojos y la sonrisa, acompaña mis movimientos.
“Había perdido la capacidad de sonreir”. oigo claramente que las palabras provienen de arriba y abajo, de un suelo que no veo y de un techo inexistente sin perspectiva.
"Había perdido la capacidad de sonreir", de nuevo llegan a mis oídos las palabras pronunciadas en cascada cristalina. Avanzo a ciegas, siguiendo la imagen de los bellos ojos claros y los generosos labios color carmesí.
-          ¿Por qué? –consigo decir sorprendiéndome de mi voz.

"La alegría se evaporó. Fue un proceso lento y discreto, sin estridencias ni dramas, un gris devenir repetido y aumentado pacientemente día tras día. Y me dejó; no podía sentir el impulso de reir, no podía percibir ni emitir gestos de alegría. La fuerza interior que acciona el resorte de la alegría, se desterró de mi ser. Me acostumbré a ser no siendo, habité con el ocaso perpetuo de todos los días tristes. No sabía sonreir, era algo del pasado, de otro ser, no de mí. Había perdido la capacidad de sonreir".

Como una lenta canción soul las palabras se colaban en mis oídos, transpiraban mi piel y punzaban mi corazón.
"Había perdido la capacidad de sonreir aunque ahora, al encontrarte en la Nada, me ha llegado el olvidado recuerdo de cuando dije a los vientos que tus impulsos vitales me hacen sentirme libre".

Un aroma húmedo de mar con arena de playa mojada golpea mi rostro en mi caminar silencioso dentro de la oscuridad. Busco y rebusco sus ojos, sus labios. Abro una puerta cubierta de flores que llega hasta mí y me sumerjo en el océano de su calor, crucificado en la dulce euforia del reencuentro humedecido por sus labios, iluminado por un sol de medianoche que logra sacarme una sonrisa juvenil.

Logras mi rendición, me sonríes como nadie lo haría, me miras con una paz ajena a estos tiempos.  Y encontramos la forma de sonreir, encontramos el resorte de hacerlo juntos, cazando nubes.......en algún lugar, en algún tiempo.

Habíamos perdido la capacidad de sonreir.

-         ¿Por qué? –me digo a mí mismo




              * MASMOC  UTOPÍA



jueves, 25 de diciembre de 2014

PUNTO Y CALLE


* Conectado con Etiqueta Caballitos de Cañas,
PARTIDITO

Mi calle, o mejor dicho "la calle", de esas que sólo puedes tener una idea escuchando un nostálgico tango argentino, era todo un concentrado de humanidad, de vivencias, de historias de amores prohibidos, de relatos clandestinos, de idas y retornos, de posguerra, de tragedias y alegrías, de miseria y riquezas. De hombres trabajadores y de hombres iluminados. De mujeres que nunca se dieron por vencidas. Todo ello contenido en el aparente y dignificado silencio. Esas calles ya no existen porque ahora carecen de identidad y por lo tanto no pueden ser objeto de historias.

Era fundamentalmente masculina, si le tuviera que dar un género. Los niños, los barones, eran su gran mayoría y los juegos dominantes eran el  fútbol, peniques, trompos, retos peligrosos e intercambios de estampillas.
Siendo  del otro género, la cosa a veces me disturbaba aunque los niños te podían enseñar en pocos minutos lo que las niñas guardaban en callado silencio para la eternidad. Compañerismo, juego de equipos, solidaridad, fidelidad, e incluso pequeñas lecciones de vida venían impartidas por los niños. Eran los últimos niños, una raza en extinción como las calles mismas.
Sí, de esos que jugaban por el barrio hasta el atardecer, de esos que iban buscando aventuras y misterios que en sus casas o dentro de las aulas de un colegio no podrían haber nunca descubierto. De esos que al doblar la esquina se pavoneaban pensando ya de ser adultos.

Como en cada calle que se respete no podían faltar sus personajes. Uno de ellos era Alberto,
Nadie sabe de dónde, cuándo y cómo llegó Alberto y abrió su famosa taberna denominada por los últimos niños “El punto”
A veces, lo veías caminado por la acera con su paso lento y cadencioso como aquel, sin ninguna arrogancia, al que la vida  le hubiese enseñado ya todo lo que tenía que saber. Otras veces podías encontrarlo  sentado en la puerta de su taberna como en el trono de un dios del Olimpo. Silencioso  como competen a las paternidades divinas que sólo observan compresivos y vehementes desde el alto de sus altares.
Su expresión no tenía ni edad ni tiempo y ninguna señal de derrota o acritud contra el mundo transpiraba en su rostro. Al contrario, su eterna sonrisa reflejaba todas las sonrisas de los últimos niños en un concentrado de bondad y casi de inocencia....



** Indaco.

jueves, 31 de julio de 2014

CINE CASABLANCA




-      He visto esta mañana en la Plaza de Abastos el carrito de Manolillo el de las carteleras y la peli tiene que estar guapa. –Nos dice Lorencito frotándose las manos sonriendo.
- ¡Hombre! A ti es que te encantan todas las películas de romanos. –Responde Rogelio cuando los cuatro  ya doblamos la esquina de nuestra calle con Santuario de la Cabeza.
Manolito “el Chico” viene andando por la otra acera de la calle comiéndose un helado napolitano, tan concentrado en ello que no nos ve.
-      Manolito, que  vas a tropezar con un árbol, mirando al napolitano. A ese ritmo no llega entero a tu casa. –Le digo haciéndole señas con la mano mientras seguimos caminando.
-      ¡Claro!, que si no mi madre me riñe si me ve con el helado, porque después me duele la garganta.

Dejamos atrás la Academia Rojas, ahora callada sin el bullicio de los días de clase escolar, pasamos por delante de la Plaza de Abastos, donde Lorencito vio las carteleras con fotografías de la película que veremos esta noche. Al pasar junto al kiosko de Vitoriano, Monti salta del grupo en silencio, como si algún dios romano le hubiera hecho señales que él sólo podía percibir, y se planta en el kiosko. Nosotros nos detenemos cerca de la Peña Sevillista y permanecemos en silencio, observando su regreso con el rostro sonriente, ondulando su cuerpo a ambos lados, saludando con la mano izquierda mientras con la derecha saborea un napolitano recién comprado.
-      ¡Anda que no eres nadie, Monti! –Le dice Lorencito mientras él saborea su helado en silencio, sonriéndonos.
-      Vamos a poner dos o tres pesetas cada uno, que vamos a comprar kikos. –Les digo a los tres.

  El albero, humedecido por el agua de la recalentada manguera media hora antes, nos recibe con cierto frescor, cuando la noche comienza lentamente a bajar y el olor penetrante de los jazmines en la entrada nos sitúa sensorialmente en el Cine Casablanca.
Una vez que el portero nos parte el ticket, buscamos el mejor sitio posible por el centro y no demasiado cerca de la pantalla. Una pantalla inmensa y blanca como el frío vaso de leche que tomé en la merienda. Las paredes encaladas dan un ambiente de frescura y pureza que al cobijarnos las estrellas nos envuelve en un mundo de aventura y misterio por el que el tiempo no traspasa.

-      La que vimos la semana pasada de El Santo Enmascarado de Plata sí que estuvo bien. –Nos comenta Rogelio.
-      Las pelis de Fuman Chú sí que están guapas. –Alza  la voz Monti con determinación, mientras nos sentamos en las recalentadas sillas.
-      La última que vi de Maciste estuvo regular. –Le digo a los amigos.
-      A mí me gustó. –Salta rápido Lorencito.
-      Es que a tí te gustan todas las que salgan romanos y espadas. Y si salen peleas de gladiadores, "no te digo ná", te vuelves loco.  –Le apunta Rogelio oportunamente, a lo que todos nos reímos.
-      Pero si Maciste cogía unos pedruscos enormes y los lanzaba a los “malos”, y se veía claramente que eran de goma por los botes altos que pegaban en la tierra. –Insisto en lo mío.
-      Eso es verdad. –Apunta Monti mirando la pantalla del cine de verano.
-      A mí me gustó. –Se reafirma Lorencito, sin dejar de moverse en su asiento.
-      Bueno,  a ver si la película de hoy, "Maciste guerrero de Esparta" está bien. –Les digo poniéndome de pie, mirando hacia las filas de atrás por si veo a alguna chica conocida..
-      Pasa los kikos. –Le dice Monti a Rogelio, sin dejar de sonreír..

Ha caído la noche, las canciones de Simon y Garfunkel que despiden los altavoces dejan de sonar, encienden el proyector, dos salamanquesas corretean por la pantalla antes de ser “destrozadas” por Maciste, nos miramos sonrientes y contemplamos el gran espectáculo de nuestro verano que comienza en el Cine Casablanca.

Así, nuestro particular espectáculo vivencial continúa, cuando el verano nos abre sus puertas como una película de aventuras y descubrimientos, siempre lleno de momentos especiales y únicos que perdurarán el resto de nuestras vidas.


          * Masmoc Utopía





           

sábado, 31 de mayo de 2014

SOLO, CON EL TIEMPO


Estoy solo.

Después de volver de mi paseo matutino por la playa, me dispongo a preparar el almuerzo. Hoy toca ensalada de pulpo rociado con tintilla reserva.
Corto una verde y fresca lechuga de mi pequeño huerto, distribuyo en el cuenco trozos del pulpo que capturé muy temprano y que después herví, medio hipnotizado por las llamas del fuego, algo de especias, un poquito de sal, aceite de oliva virgen extra y removerlo todo enérgicamente.

 Ahora viene el toque maestro, que descubrí por casualidad una noche turbia en la que, algo ebrio, volqué el vaso de vino de tintilla sobre la ensalada recién preparada. Aquella noche no cené, me quedé dormido sentado en un taburete con la cabeza reposada sobre la mesa de la cocina. Al día siguiente desperté con hambre y un regusto infantil y azucarado en mi boca. Al volver de la playa después de darme un baño en el mar me fijé en la ensaladera de plata llena de la ensalada de pulpo preparada en la noche anterior. La removí un poco con el tenedor y gustosamente la probé.
Una sensación exquisita, una novedad gustativa, un sabor no encontrado anteriormente. Me incorporé y dí dos vueltas a la mesa pensando en los ingredientes cuando golpeé con uno de mis pies descalzos una copa moribunda en el suelo, y mi memoria me rescató de la confusión al mostrarme la botella de vino de tintilla reserva  totalmente vacía.

El tiempo. El tiempo necesario para que adquiriera ese sabor macerado, a mar profundo y a campiña primaveral, sabor a barcas y redes de pesca y también a silenciosas bodegas de dioses antiguos. El tiempo transcurrido de la noche al día con un sol en lo más alto del cielo le dio el noble y complejo sabor que embriagó mi deleite.

Hice la ensalada de pulpo otro día y repetí los ingredientes, incluida la copa de tintilla final, pero no conseguí el fulgurante sabor. Volví a intentarlo varias veces y no lo logré. Hasta que una noche hice la receta cuidadosamente y brindando con mi licor preferido esparcí el contenido de la copa sobre la ensalada, seguidamente salí al porche a contemplar las estrellas e intentar situar a algunas por su nombre. Al día siguiente, nada más despertar y aún desvaneciéndose mi último sueño con multitudes, probé la ensalada de pulpo con tintilla reserva y mi paladar volvió a danzar y jugar con los dioses. Era de gloria refulgente.

Necesitaba su tiempo para complementarse y dar todo su sabor.
Y tiempo es todo lo que tengo.

Estoy solo en mi mundo.

No recuerdo cuando fue la última vez que vi a alguien. Nadie pasa por aquí ni tampoco yo voy a encontrarme con nadie.
La espesa sensación de ser no siendo, continúa dándome compañía cada mañana al despertarme, cobijándome, meciéndome como a un bebé cuando abro mis parpados a la claridad matutina. Todo lo que tengo es el tiempo; el tiempo que me quede de vida, solitario y sin palabras compartidas, sin miradas que cruzar ni manos que agarrar.

Observando el océano y la espuma de las olas besar mis pies, pienso que el tiempo será el compañero que me permita dar reposo y paciencia a mi existencia
El ir y venir de las olas, el llegar y abandonarse para recrear una nueva llegada, me muestran mis días de renovación y abandono.
Me sugiero a mí mismo que degustar todo este tiempo en esta inmensidad tan vacía, podría conseguir complementar mi vida bañándome en la soledad profunda de todos mis días presentes y futuros.
Incluso podría dejar de sentirme tan contaminado por la culpa, acompañado sólo con el tiempo.
Puede ser que logre sentirlo.

Solo, con el tiempo.

Estoy solo con el mundo.




      * Masmoc Utopía.



sábado, 19 de abril de 2014

Paz Atemporal


Algo me despertó, una agitación inusual en mis desvelos de madrugada me hicieron saltar de la cama, el primer contacto con el suelo de mármol, me provocó un escalofrío que recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.
Un correr silencioso me llevó hasta la habitación de mi pequeño, el verlo con la sábana trenzada a su cuerpo provocó paz en mi alma.
Me acerqué, tras luchar para desenredar su cuerpecito de las sabanas, lo besé en la frente, me lo agradeció con una sonrisa angelical.
Tras unos instante la agitación me volvió, corrí hasta el cuarto de mi niña, al comprobar como un gesto de su cara me mostraba el placido sueño que tenía, volví a tener paz en mi ser. La besé, sin abandonar las desventuras de su mundo onírico, su mano acarició mi rostro.
Entonces, la agitación regresó, recordé que ella dormía junto a mí, había salido con tanta precipitación del dormitorio que no había mirado hacia su lado de la cama.

Volví a mi cuarto, la luz de la farola que penetraba por la ventana se reflejaba sobre su cara, descubría un respirar tranquilo.
Volvió a mí una paz en mi aura que me llevó a rodear la cama y postrarme sobre ella para besar unos labios secos por el frío de la noche.
Su cuerpo pasó de un sueño profundo a un duermevela que aproveché para decirle:
¡Gracias por todo!
Ella me correspondió en un susurro con un ¡te quiero! para volver a entregarse en los brazos de Morfeo.

La agitación volvió a mí, una luz cegadora inundó la habitación para descubrirme la silueta de mi cuerpo acostado junta a ella.
Me volví hacia la luz, envolviéndome en su manto y provocando en mi una...
¡paz atemporal de espíritu!



     * Tartessus Baobab


jueves, 6 de marzo de 2014

ELLA ES

Ella es la redención.
Ella es el aposento,
aire de vida al viento.

Ella es la emoción.
Ella es fluir silencios,
renacer en mis adentros.

Ella es la salvación.
Ella es música sin tiempo,
luz fulgente, mi alimento.

Cabezas parlantes
resuenan en mi alma
exánime y suplicante
para que no caiga.

Ritmo y melodía latente,
brújula que me salva
del Leviatán estridente;
sin navíos, sin plegarias.

Ella es mi creación.
Yo soy la expiación.


* Masmoc Utopía.