Banton, mientras andaba, cabizbajo y con el alma tambaleante, en dirección
al parque, recordaba cuando conoció a Silvano en su otra realidad, aquella otra
realidad que hasta entonces creía que era de su exclusividad.
Él llegó ascendiendo hasta donde Silvano permanecía con la espalda apoyada
en un olmo, inmóvil y con cara de asombro las manos sostenían los prismáticos.
Banton jadeaba pesadamente después de la rápida subida por el sendero de la
montaña; señalándolo con el dedo índice de su mano derecha le miraba
sonriendo y con los ojos muy abiertos le habló.
-
Hola, mi nombre es Banton. Te he visto algunas veces pero siempre muy lejos
para llegar hasta ti.
El silencio respondió a sus palabras, sólo el vaivén de las ramas de los
árboles y el aletear de un águila real al posarse en un saliente rocoso de la
montaña acompañaron sus palabras.
-
Llevo demasiado tiempo solo por estos lugares. -Habló de nuevo Banton de forma nerviosa y
atropellada -En cada ocasión que vuelvo aquí siempre estoy solo y por primera
vez puedo hablar con alguien. ¿Hablas mi idioma? ¿Estás aquí permanentemente?
¿Eres real o estás en mi imaginación? ¡Háblame! Háblame si me has entendido,
por favor.
Echó sus rodillas a tierra, cogió con sus manos dos montones de arena y se
los mostró a Silvano –Es real, la siento entre mis dedos. ¿Eres real?
-
Mi nombre es Silvano. Llevo poco tiempo viniendo por aquí y hasta ahora
pensaba que era la única persona viviendo esta…….esta ilusión, este sueño
continuado.
-
Así es, un sueño continuado en el que también estoy yo desde hace demasiado
tiempo. No. Has entrado también en mi sueño desde hace poco. Creo…
-
Creo que vengo a este lugar desde hace un mes o así, y me encuentro muy
reconfortado y relajado. La verdad, no esperaba a nadie más. –Dijo Silvano
observando al águila real que no les quitaba ojo.
-
A mí también me ocurrió igual al principio….. pero de ello hace mucho
tiempo.
-
Pues ahora somos dos –dijo Silvano haciendo un gesto amistoso tendiéndole
la mano.
-
Hay más personas en nuestro….ehm…sueño. -Dijo Banton estrechando su mano. -
No estamos solos. Hace días vi a una mujer bañándose en el lago pero cuando
llegué allí no hallé rastro de ella. No he vuelto a verla y pensaba que era una
aparición, pero ahora, al conocerte sé que también podríamos comunicarnos con
ella.
Quedaron en silencio los dos. Mirándose y buscando una explicación en la
observación del otro para comprender la existencia del lugar donde se
encontraban. Banton tenía una mirada como apartada, algo ausente y distante;
sus ojos negros acompasaban su larga cabellera caracolada hasta los hombros y
su nariz aguileña imprimía un carácter algo sombrío a su manera de gesticular
cuando hablaba. Avanzó dos pasos a su izquierda y señalando la prolongación del
sendero comenzó a andar, Silvano le siguió en un silencio de iglesia gótica.
Cuando llevaban una media hora bajando por el sendero sur de la montaña
vieron como el águila real pasaba por encima de ellos siguiendo su misma
dirección en su vuelo.
Divisaron el lago y Banton le señaló a lo lejos una zona de rocas. Silvano
miró con sus prismáticos en la dirección señalada, ajustó sus lentes y barrió
la zona observando el verdor de las aguas del lago entre las montañas y el gris
pálido de las enormes rocas pulidas por el tiempo. Detuvo su movimiento de
visión, agarró del brazo a su compañero con la otra mano y le cedió los prismáticos
señalándole el punto de visión y diciéndole -¿Ves lo que yo veo?
-
Es ella. No estamos solos.
Comenzaron a descender con mayor rapidez hacia el lago. El águila real que
sobrevolaba los cielos inició un descenso hacia donde se encontraba la mujer,
tendida desnuda boca abajo sobre una gran piedra y con apariencia de estar
dormida. Se posó a su lado aleteando ruidosamente. La mujer reaccionó de
su somnolencia y sonrió al águila. Al instante vio a los dos hombres acercarse
hacia ella velozmente; se puso en pie mirándolos con sus manos apoyadas en su
cintura diciendo - ¡Hombres!- y se lanzó de cabeza a las aguas del lago.
Silvano y Banton llegaron a la gran roca donde segundos antes la mujer
misteriosa tomaba el sol y ahora la veían nadar con gran soltura muy lejos,
casi perdiéndose de su vista con la compañía del águila real que revoloteaba en
círculos cerca de ella.
-
No estamos solos – dijo Banton observando como ella se acercaba a la
otra orilla
* Masmoc Utopía
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