lunes, 8 de junio de 2015

MUNDO CAUSAL VI "Mara"



Voy en coche acompañada por un reciente amigo conocido en una de mis noches de diversiones amargas. Me está llevando a un lugar especial que conoce y que me va a dejar, según él, a boca abierta. Estamos atravesando la noche y los campos oscuros con sus tenebrosas siluetas de ramas y árboles. Mi amigo no es para nada antipático pero tampoco nada especial. Viajo con él con la convicción de que esta historia, como tantas otras, será destinada a quedarse en un micro recuerdo del pasado. Más que viajar, huyo de mi realidad y de mí misma después de una serie de experiencias traumáticas, de separaciones, de personas y situaciones que me están llevando tambaleante y a empujones hacia la edad adulta de los cuarenta años.
Mientras el hombre habla entusiasmado del misterioso lugar donde vamos, reflexiono sobre la edad. Me doy cuenta que no se puede determinar una edad adulta concreta. Quizás sea una decisión consciente y racional el determinarla. O quizás una serie de experiencias fuertes concentradas en un espacio temporal limitado lo que te lleva a ello. Después queda elaborarlo todo. Con sorpresa descubres un día que han pasado años antes de que tu sufrimiento se sedimente en tu interior como el aceite que se sedimenta en el culo de una botella. Entonces te das cuenta que finalmente lo has metabolizado.

-         ¿Cuántos años tienes, Simón? –Le pregunto de repente a mi amigo conductor.
-         ¿Quién, yo? –Pregunta un poco sorprendido. –Ah pues 38 años, ¿por qué?
-         No, nada, curiosidad. Eres más pequeño que yo.

Miro su perfil salvaje de ojos grandes y rizos negros y lúcidos. Su físico robusto no corresponde a su edad psicológica. Él también se ha quedado atascado por alguna edad de su pasado adolescencial. Dice que tiene un hijo ilegítimo. No por causa suya sino porque  su madre  no  deja reconocerle. Todas las mañanas pasa delante del niño mientras va al colegio y él al trabajo. Pero no lo puede saludar, ni besar, ni abrazar. Para él su padre es un perfecto extraño. Así los días pasan unos tras otros con la esperanza de que la madre se decida a reconocer la paternidad. Mientras tanto, la tristeza le muerde el alma.
Para exorcizarla, mi amigo de vez en cuando se pone en posición de yoga, con la cabeza apoyada en el suelo y el cuerpo de 1,80 cm de altura a candela, esté donde esté. Creo que nunca entenderá que esa posición es la consecuencia del amor. Y que la es la causa de que le echen de bares y locales nocturnos.

De repente el coche frena bruscamente, al menos lo suficiente de sacarme de mi abstracción.
-         Hemos llegado. –Me dice con voz algo cansada.
-         Ah, bien; pero no se ve nada. Está completamente oscuro este lugar.
-         Sí, hay luna menguante pero te va a encantar. Ya lo verás.
Nos acercamos a una especie de lago, creo al menos. El agua fluye, la siento fluir por alguna parte.
-         ¿Dónde estamos? –digo un poco intimidada por la oscuridad absoluta. –No se ve nada.
-         No te preocupes, te guío yo.

Mi amigo me lleva lentamente y cogida de la mano como a un niño temeroso. Nos paramos cerca de una roca grande y levigada de piedra gris madreperla por el reflejo de la luna. Entonces empiezo a ver algo, seguramente mis ojos se están acostumbrando a la oscuridad. Veo siluetas de personas echadas sobre las grandes piedras que contornean la laguna. Otras personas están metidas dentro del agua. Siento las voces que se mezclan con el sonido de las cascadas.
-         Son termas. –Me dice mi amigo.
-         Ah, interesante.
-          Sí, lo más interesante es venir aquí y bañarse de noche. Prueba. Mete los pies en el agua y siente como está caliente.Ésta era la sorpresa.
-         De acuerdo espera un poco, me tengo que aclimatar al ambiente.
-         Vale, tómate el tiempo que quiera pero después nos bañamos.

Mientras me aclimato sentada en la dura roca me pregunto qué hago yo aquí. No me gusta para nada esta situación. Soy una que quiere ver claro, me gusta mirar, y aquí no veo nada. Era mejor venir durante el día. ¿Por qué  sigo haciendo cosas que no me interesan? Me siento perdida en este  momento de mi vida y lo peor que hago es ponerme en manos de otros que están perdidos y dolidos como yo. No puedo arriesgar siquiera salir a cien Kms de la ciudad.

Mientras me estoy fustigando con mis pensamientos veo venir una figura de silueta cupe y umbrosa a poca distancia. Camina y va golpeando con un bastón las piedras al borde de la laguna con fuerza.
No sé, pero su persona no me es completamente extraña. A medida que se acerca comienzo a reconocerlo. Sus pantalones negros ajustados, su capa oscura, su bastón que lo usa como una especie de arma.
Es él, es la figura oscura que se presenta en mis sueños, desprotegida de toda presencia que me quiera visitar. Su actitud es provocadora, me fastidia y me da miedo.
Ahora está aquí. ¿Cómo puede ser? ¿Qué hace en este lugar y por qué me sigue en mis sueños y ahora aquí, en mi realidad? Estoy segura ahora que es él ahora que ya está a dos pasos de mí. Veo su cara, sus ojos negros penetrantes y pequeños. Su nariz afilada y corvina como una diminuta navaja Sus labios sutiles sin ningún movimiento La inexpresión de su rostro.
El ansia crece. Lo tengo ya muy cerca de mí. Siento los golpes secos del bastón sobre las piedras. La figura tenebrosa me pasa al lado, dejando caer un objeto que se balancea en el aire mientras llega al suelo. Miro para atrás para seguirlo con la mirada pero se ha perdido en las sombras de la noche.

-         ¿Quién es ese hombre? –pregunto a mi amigo para paralizar el miedo que me invade.
-         No sé, no lo he visto antes.
-         Pero ¿qué está haciendo con ese bastón golpeando las piedras? ¿Por qué golpea las piedras?
-         Tampoco lo sé. Pero es verdad que es raro el personaje. ¿Tienes miedo? No te preocupes, estoy yo aquí para defenderte. –Dijo Simón levantando una carcajada.
Seguramente mi amigo no tiene temores porque no lo conoce, ni yo tampoco, pero lo he visto ya en mis sueños. Estoy convencida.
-         Vale, Simón, pero no estoy tranquila. Por favor, vayámonos de aquí. No me gusta este lugar.
-          ¿Cómo es posible? Hemos hecho 100 Kms. ¡Era mi deseo  mostrarte estas termas!
De prisa nos levantamos tras mi incitamiento. Ahora veo el objeto que ha dejado caer el tenebroso señor. Es un pañuelo rojo. Lo cojo y lo meto en mi bolsillo. Quizás lo ha tirado al suelo a propósito para que yo lo recoja; lo analizaré luego en casa.

 De prisa nos metemos de nuevo en el coche de vuelta a la ciudad. Mi amigo conduce en silencio. Su propósito ha fracasado, nosotros también. No obstante duermo toda la noche en su casa y a la mañana siguiente me acompaña a la mía. Nos despedimos sabiendo que no nos volveremos a ver de nuevo.

El día está llegando a su fin envuelto en un violáceo ocaso. Este momento de la jornada me pone siempre melancólica y me suspende en un estado existencial vago y solitario. Decido salir por el barrio, me calzo mis botas altas y me pongo mi gabardina.
Podría caminar con los ojos cerrados por estas calles después de tantos años. Miro el alto campanario de la antigua iglesia. A la mente me viene la experiencia de la noche pasada en las termas y mientras acaricio el pañuelo en mi bolsillo, recuerdo algo de un sueño que he tenido esta última noche cuando dormía en casa de Simón.

En mi sueño saltaba desde una alta roca del lago y me zambullía en las cálidas aguas envolviéndome como en un líquido placentero. Nadaba hacia el profundo turqués  hasta que mi respiración en apnea me lo permitía y salía a superficie explotando en un respiro liberatorio. En una de estas inmersiones y subidas vi al tenebroso señor. Estaba ahí con su bastón como si buscara algo entre las rocas. Me miraba con su penetrante mirada y sentía que me decía algo. Desde el centro del lago no conseguía oírlo. Se acercó más a la orilla y palabreó con una cierta ironía.
-         ¿Tú los conoces a esos dos? –Señaló con el bastón hacia una dirección en el bosque. –Aquél es el hijo de esa mujer que tiene la tienda de mercería en tu barrio.  –Volvió a hablar pausadamente. –Es una buena mujer, y el otro es el que su padre trabajaba en……….
Repentinamente sus palabras resultaron ofuscadas por el grito de una majestuosa águila que volteaba sobre nuestras cabezas en círculos ascendentes. La observé mientras subía en lo alto del cielo hasta perderla de vista. Después miré hacia el bosque para ver a los dos personajes que me había indicado con el bastón el misterioso hombre. Vi dos figuras que parecían dos sombras que se movían entre los árboles del bosque y miraban fijamente al punto donde yo me encontraba. No podía a la distancia reconocer sus caras ni detalle alguno.

A ese punto me desperté del sueño.

De vuelta a mi portal me repito en silencio como un mantra terapéutico “La vida es sueño y los sueños sueños son."

Me siento cansada. Quiero volver a casa. Dormir y volver a soñar…..


          * INDACO


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