viernes, 29 de mayo de 2015

MUNDO CAUSAL IV "Banton"

  
 Seis de la mañana. Suena el despertador. Maldito sonido que me despierta y me dice que tengo una misión que realizar. Cuando mejor descansaba, sin recordar nada de mis sueños, en un vacío eterno. ¡Puta mierda!, ¡puto tó!. ¿Por qué carajo no puedo evitar esta sensación de vacío que me llama a dejar lo poco que tengo y al mismo tiempo me impulsa con tanto vigor a hacer algo que no sé qué es?

Me levanto y enciendo un cigarrillo. Pongo el café. Aún es de noche y voy aclarando mis ideas al mismo ritmo que comienza a amanecer. Desde que abandoné a mi familia y vivo en este sucio cuartucho, parece que me sincronizo con la naturaleza con gran facilidad. Puedo sentir la tierra que me mantiene pegado a ella y el viento que me ayuda a intentar volar. Pero la verdad es que no deseo hacer nada. Me he estado dejando llevar por mis impulsos más primarios y creo que soy un animal, nada más. Hasta ahora sólo esperaba el momento de irme a dormir y, si Dios quiere, quedarme ahí y no volver más a la realidad. Pero desde que se repite ese sueño siento una gran inquietud que estoy decidido a calmar como sea.

El olor a café recién hecho me reconforta en cierta forma y me libera de esa sensación que me persigue desde hace años. La sensación de no ser nadie, no ser nada. Pero al mismo tiempo creo que hay algo por lo que sigo vivo, que tengo algo que hacer, solo o en compañía de otros elegidos para algo que se me escapa.
Ese sueño que se repite me obsesiona. Pero hoy estoy decidido a poner fin a esa angustia y sin duda voy a acudir a la reunión a la que estoy convocado, no sé por quién o por qué, quizás sólo sea mi enferma imaginación. Sólo sé que una noche de borrachera me desperté en un banco del parque y en mi mano tenía un pañuelo rojo. Ese mismo puto pañuelo rojo que llevan anudado al cuello todos los que veo en mis sueños y me llaman a acudir a un encuentro en la ¨realidad”. La verdad es que creo que ya no distingo la realidad, que nadie sabe qué es real, pero sí estoy seguro que formo parte de algo y que da igual que sea sueño o vigilia, tengo una misión encomendada.

Me afeito e intento que mi aspecto no parezca lamentable. Escojo mis prendas más decentes y me visto pausadamente. Ya es completamente de día, me despido de mi compañero de habitación que canturrea alegremente en su jaula. Parece feliz en su mundo limitado por unos barrotes y le pregunto cual es la clave de la felicidad.

Por fin, me anudo el pañuelo rojo al cuello y salgo a la calle. Conozco un parque con un hermoso lago y una glorieta donde los niños dan de comer a los peces del pequeño estanque. Precisamente el mismo sitio donde amanecí con el misterioso pañuelo rojo en la mano. Debe ser ahí donde tengo que volver, no tengo dudas. En mi último sueño los veía sentados cerca del lago esperándome, llamándome como si yo fuera una pieza más de un engranaje que necesita que todo encaje para funcionar. Me han robado mis sueños, o mi realidad, lo cierto es que tengo que acabar con esto.
Me dirijo como un sonámbulo al encuentro.

Soy el poeta del amanecer, mis versos se desvanecen con la luz del nuevo día, espero a la musa que sea capaz de capturarlos y encerrarlos en la realidad.



           * JARR




lunes, 25 de mayo de 2015

MUNDO CAUSAL III "Nuevo acompañante"



No encontraba Silvano una explicación para su profunda tristeza, para su hastío diario consigo mismo, no hallaba motivos concretos que justificaran su mal sabor de la vida que llevaba. Aparentemente, con su familia, con sus compañeros de trabajo, con sus pocos amigos, llevaba una relación cordial y fluida. Cualquiera lo situaría como un hombre afortunado y él recibía también esa percepción que le transmitían.

Pero cada día, desde una noche de insomnio repleta de reflexiones, el desaliento interior con su existencia y el hastío asfixiante culminaba siempre, cada noche, con su lascerante grito interior y silencioso que imploraba otras vidas. Cuando las sábanas le cobijan al final de cada jornada, cuando el sueño acude a él reclamándolo, es cuando siente la pulsión latente, el imperioso deseo animal de cambiar, de encontrarse en otra vida fuera de su existencia, el profundo deseo de hallarse en otro mundo, en otra realidad muy alejado de sí. Sumergiéndose en el sueño, cerrando sus ojos con fuerte desesperación, todo su ser suplica ayuda y el anhelo de otra vida.

En sus sueños, Silvano comprobó que volvía al mismo entorno noche tras noche, mientras dormía. Una naturaleza que de algún modo le resultaba algo familiar, un lugar que acrecentaba su serena claridad y que le animaba a reflexionar y observar el idílico entorno donde continuaba caminando.  Se encontraba solo en sus paseos por el bosque, sentado en la piedra roma desde donde contemplaba amaneceres siempre diferentes, orilleando el caudaloso río, descubriendo nuevos lugares en el bosque. Su pañuelo rojo anudado al cuello le acompañaba, y eso le gustaba y le reconfortaba.

La última noche, cuando todo su ser desesperaba por salir de sí mismo, logró dormirse y de nuevo se encontró en su sueño de vida, en la cima de una montaña ya conocida. Desde allí se sorprendió al ver a lo lejos a un caminante que subía por un serpenteante sendero entre la frondosa vegetación. Era la primera vez en sus paseos oníricos que veía a otra persona en su mundo. Cogió unos prismáticos que llevaba en su bolsa al hombro y pudo ver mejor al hombre que subía sonriente, sin aparente esfuerzo y mirando hacia arriba, como si estuviera buscándole. Un sobresalto le llegó al ver nitidamente aumentado, cuando reguló mejor las lentes, que su visitante llevaba anudado a su cuello un pañuelo rojo idéntico al suyo.

Entonces recordó, de una manera clara y transparente como el cielo azul que los iluminaba, que en su último despertar en la habitación de hotel se encontró con el pañuelo rojo que portaba en sus sueños tan real e inesperado como su nuevo acompañante.



            * Masmoc Utopía




viernes, 15 de mayo de 2015

MUNDO CAUSAL II "Silvano"



El crujir de la hojarasca bajo mis botas, resuena como una melodía otoñal que me envuelve en el paisaje.
El fluir de un río cercano me atrae, abandono lo más tupido de este bosque de álamos temblones y descubro la luminosidad del día reflejada sobre la espuma de unas aguas agitadas por la bravura de su juventud.
Descansar sobre la piedra roma que me espera en cada paseo que realizo en mi letargo.
Descalzarme de las botas que abrazan mis pies cansados.
Desmenuzar inquietudes que me acompañan en mi viaje causal.
Disfruto de este paisaje salvaje que aúna un bosque milenario cansado y sabio con la juventud desgarradora del arroyo vecino.
Qué ímpetu tienes, digno de tu inocencia; inocencia que da tu falta de años, escucha los consejos que te legan los álamos.
Silva el viento entre las ramas de su sabiduría, avisándote de los males que te acechan, pero tú no escuchas.
Pasaras por lugares inhóspitos, irá cesando tu violencia, tu inconformismo y cuando te creas vencedor en tu viaje, la mansedumbre se apoderará de ti, entonces ¡serás tú el vencido!

Desanudo el pañuelo rojo que mi cuello pasea en mis viajes y seco el sudor de la frente, confluyen mi pasado y mi futuro, me pierdo en el aroma de este presente, pero el duermevela que me provoca...es sustituido por el sonido ronco de un reloj.
Vuelvo a respirar el hastío que me acompaña en mi mundo real, penetran en mí los sonidos ruidosos de la ciudad.
Abro los ojos esperando que mis oídos me estuviesen engañando, pero la habitación de este hotel me devuelve la desesperanza.
El traje sobre  la percha del armario abierto, la camisa que deje el día anterior planchada sobre la silla y esa corbata que me acompaña cada día, con el anagrama de mi empresa, comienza una nueva mentira.
Me levanto en un desperezo matutino que me lleva hasta el baño, apenas entro, lo veo, allí junto al lavabo, no recuerdo haberlo dejado, ni siquiera recuerdo haber visto ninguno en este mundo…
 ¡Un pañuelo rojo! Sin duda hoy será diferente.



       * Tartessus Baobab



sábado, 9 de mayo de 2015

MUNDO CAUSAL I "Glorieta de los lotos"



Era una tarde amarilleada en su ocaso por un sol desgarrado y lastimero. En el parque de frondosos y altos árboles una niña de cabello rubio y uniforme colegial, echaba migas de pan a los peces del pequeño estanque junto a la glorieta. La niña se sobresaltó al oír muy cerca el metálico chirrido de una silla de ruedas. El hombre que sentado en ella avanzaba, se detuvo al filo del estanque y con gesto nervioso, se sacó un pañuelo blanco del bolsillo para secar el sudor de su frente y miró a la niña con sus pequeños ojos, ayudados por unas gafas de cristal grueso con gran aumento.
A la niña le llamó la atención el pañuelo rojo que el hombre llevaba anudado al cuello y que le recordaba a un pistolero de una película antigua del Oeste, que vio con su abuelo hace dos días.
Una mujer de pelo ensortijado, embutida en una gabardina beige y botas altas, llegó silenciosamente,  y con movimientos lentos se sentó al otro extremo del estanque; las gafas oscuras que llevaba reforzaban la hierática frialdad de su rostro. En su cuello destacaba un pañuelo rojo, como si no le perteneciera.
La niña arrojó con prisa al agua los restos de pan que le quedaban, sintió un escalofrío con un pinchazo de miedo y enorme soledad. Corrió hacia su madre que charlaba con otra mujer en un banco, algo más alejado, cruzándose con un hombre enfundado en un elegante atuendo deportivo y con un abultado pañuelo rojo al cuello. La niña miró hacia atrás en su carrera febril y pudo ver como llegaban otras personas y se detenían al borde del estanque en la glorieta del parque de sus juegos.

Al encontrarse ellos juntos por primera vez en el mundo real les envolvió una pesada sensación de temor y debilidad. Sobre ellos giraba un compartido eco de ansiedades, repleto de carencias y anhelos. Sus miradas apagadas y recelosas no hacían más que aumentar la inquietud y el desasosiego en el grupo. El hombre de la silla de ruedas, despojándose de su pañuelo rojo del cuello, en voz baja dijo:

-         Estamos juntos en el mundo real….



Pero será mejor que empecemos por el principio de esta nueva historia. Y ya que vamos al origen de esta reunión en el mundo real, lo más certero será que cada uno de nuestros personajes cuente su visión y circunstancias que lo llevaron a conocer el mundo causal. Ellos son los protagonistas...



            * Masmoc Utopía








sábado, 14 de febrero de 2015

CARRERISTA


Me adentro en la noche, calentando los músculos con un ritmo acorde al comienzo del recorrido. Un viento frío e intermitente azota mi rostro en oleadas de ventiscas, al tiempo igualmente voy cogiendo buena temperatura corporal con el avance de los minutos. Enfundado con pantalón ajustado de carrerista, chaleco acremalllado al cuello y calzado deportivo cómodo, pisada tras pisada voy avanzando en mi carrera por la acera de la gran avenida del Este.

Me cruzo con algunas personas que van bien abrigadas, algunas con bolsas de compras en sus manos, otras a un paso ligero y solitario, y también alguna pareja en animada conversación; no veo a ningún niño por las calles.

La luces de neón de tiendas y comercios dan algo de calor y color a una noche oscura y helada. Los árboles desnudos saludan mi paso con sus sombras mortecinas y alargadas. Los vehículos ruedan por el asfalto en riada procesional, aunque su presencia voy dejando de sentirla con mayor prontitud. Un ciclista pasa cerca de mí pedaleando por el carril bici y lo veo alejarse cual oscuro fantasma silencioso.
Logro un ritmo de velocidad en el que comienzo a sentirme mejor, mis latidos acompañan juguetones a mi respiración, el calor de mi cuerpo me traslada una energía emocional adicional. Observo a la luna, henchida de luz, que aparece tras un alto edificio de oficinas. Y sigo mis pasos, continúo avanzando con mi carrera en la noche, encontrándome fuera y dentro de mí.

En un tramo de mi recorrido corro entre hierbas semicrecidas donde no se distingue el firme, bastante desigual, y me agarro a mi intuición, que no me falla, centrado en ella con mis pasos, pero sin sentirme encerrado en ello, cualquier imprevisto lo recibo como parte inherente a la acción, lo que me inunda como una llamarada en mi consciencia en el momento presente, indivisible y único. Siento que este es mi sitio, mi momento, mi sentimiento pleno y alerta dentro y fuera de mí.


Se van disolviendo los sonidos de la calle, ya casi sólo oigo mi acompasada respiración y mis pasos en la noche. Mis ojos contemplan la niebla blaquecina que envuelve mi recorrido y desde lo más profundo de mí lo agradezco como un regalo barroco de un sueño perdido; no hay nada más allá del movimiento de mis piernas, mis brazos acompasados, la respiración armonizada y el silencio que voy encontrando fuera y en mi interior.

Acabo de penetrar en el vacío donde el tiempo se queda en suspenso, en el vacío donde sólo existe la consciencia del movimiento y el avance, el vacío que me devuelve el sentido del equilibrio donde todo está bien, donde no hay nada y no falta nada.

Me sorprendo y me regocijo. No se trata de un trance ni de una ausencia de los sentidos, sino de una suave inmersión en una multitud de nuevos movimientos. Corro, y en mi profundo interior veo cómo las cosas se mueven, cercano a un punto en medio del Infinito, la consciencia me atrapa en la intensa convicción de que el universo se mueve de por sí, de que cambia, de que sus leyes se transforman, de que no hay nada permanente ni absoluto durante este eterno movimiento, de que las explicaciones mecánicas de cualquier acción operan dentro de límites precisos y que al derribarse barreras, las antiguas explicaciones se derrumban y se disuelven barridas por nuevos movimientos.

Corro, y siento pasar dentro de mí, círculos del pasado que agrandan mi sensación volátil del presente. Soy un estanque de agua donde yo mismo he lanzado una moneda que crea círculos concéntricos en mis recuerdos más olvidados.
Corro, y emergen en mi mente supuestas líneas de futuro, vectores posibles e imposibles que iluminan lo efímero de cada nuevo amanecer. Soy la llama de una cerilla que yo mismo he encendido sintiendo su quemazón.
Corro, y el mundo se mueve conmigo. El universo nos contempla y nos cobija en sus acogedores brazos relajantes. El universo sonríe al sentir la serenidad de la acción conjunta. El movimiento y el todo, la quietud.
El Mundo es mi compañero. El Universo me transforma.
Se diluye la niebla. Emerjo renovado.
Correré..

                 * Masmoc Utopía



miércoles, 31 de diciembre de 2014

EN ALGÚN LUGAR, EN ALGÚN TIEMPO


Llega a mis oídos una voz lejana, cubierta de susurros que aturden mis sentidos, empapada de una melancólica embriaguez de dulzura, llena de verdad sincera que se cuela de improviso en mi consciencia. Sus palabras traen consigo un atisbo de alegría, de renovada ilusión por los nuevos días.
Me giro hacia atrás, busco con la mirada y sólo veo unos ojos claros y una sonrisa. Los ojos se abren aún más y la boca encarminada se mueve como si me hablara, pero no logro distinguir sonido alguno. Ya no siento la voz, sólo percibo el eco lejano reverberando en mi alma.

Alrededor solamente hay oscuridad, y frío. Intento palpar con las manos en todas direcciones, sin éxito. Un vacío silencioso donde flotan los ojos y la sonrisa, acompaña mis movimientos.
“Había perdido la capacidad de sonreir”. oigo claramente que las palabras provienen de arriba y abajo, de un suelo que no veo y de un techo inexistente sin perspectiva.
"Había perdido la capacidad de sonreir", de nuevo llegan a mis oídos las palabras pronunciadas en cascada cristalina. Avanzo a ciegas, siguiendo la imagen de los bellos ojos claros y los generosos labios color carmesí.
-          ¿Por qué? –consigo decir sorprendiéndome de mi voz.

"La alegría se evaporó. Fue un proceso lento y discreto, sin estridencias ni dramas, un gris devenir repetido y aumentado pacientemente día tras día. Y me dejó; no podía sentir el impulso de reir, no podía percibir ni emitir gestos de alegría. La fuerza interior que acciona el resorte de la alegría, se desterró de mi ser. Me acostumbré a ser no siendo, habité con el ocaso perpetuo de todos los días tristes. No sabía sonreir, era algo del pasado, de otro ser, no de mí. Había perdido la capacidad de sonreir".

Como una lenta canción soul las palabras se colaban en mis oídos, transpiraban mi piel y punzaban mi corazón.
"Había perdido la capacidad de sonreir aunque ahora, al encontrarte en la Nada, me ha llegado el olvidado recuerdo de cuando dije a los vientos que tus impulsos vitales me hacen sentirme libre".

Un aroma húmedo de mar con arena de playa mojada golpea mi rostro en mi caminar silencioso dentro de la oscuridad. Busco y rebusco sus ojos, sus labios. Abro una puerta cubierta de flores que llega hasta mí y me sumerjo en el océano de su calor, crucificado en la dulce euforia del reencuentro humedecido por sus labios, iluminado por un sol de medianoche que logra sacarme una sonrisa juvenil.

Logras mi rendición, me sonríes como nadie lo haría, me miras con una paz ajena a estos tiempos.  Y encontramos la forma de sonreir, encontramos el resorte de hacerlo juntos, cazando nubes.......en algún lugar, en algún tiempo.

Habíamos perdido la capacidad de sonreir.

-         ¿Por qué? –me digo a mí mismo




              * MASMOC  UTOPÍA



jueves, 25 de diciembre de 2014

PUNTO Y CALLE


* Conectado con Etiqueta Caballitos de Cañas,
PARTIDITO

Mi calle, o mejor dicho "la calle", de esas que sólo puedes tener una idea escuchando un nostálgico tango argentino, era todo un concentrado de humanidad, de vivencias, de historias de amores prohibidos, de relatos clandestinos, de idas y retornos, de posguerra, de tragedias y alegrías, de miseria y riquezas. De hombres trabajadores y de hombres iluminados. De mujeres que nunca se dieron por vencidas. Todo ello contenido en el aparente y dignificado silencio. Esas calles ya no existen porque ahora carecen de identidad y por lo tanto no pueden ser objeto de historias.

Era fundamentalmente masculina, si le tuviera que dar un género. Los niños, los barones, eran su gran mayoría y los juegos dominantes eran el  fútbol, peniques, trompos, retos peligrosos e intercambios de estampillas.
Siendo  del otro género, la cosa a veces me disturbaba aunque los niños te podían enseñar en pocos minutos lo que las niñas guardaban en callado silencio para la eternidad. Compañerismo, juego de equipos, solidaridad, fidelidad, e incluso pequeñas lecciones de vida venían impartidas por los niños. Eran los últimos niños, una raza en extinción como las calles mismas.
Sí, de esos que jugaban por el barrio hasta el atardecer, de esos que iban buscando aventuras y misterios que en sus casas o dentro de las aulas de un colegio no podrían haber nunca descubierto. De esos que al doblar la esquina se pavoneaban pensando ya de ser adultos.

Como en cada calle que se respete no podían faltar sus personajes. Uno de ellos era Alberto,
Nadie sabe de dónde, cuándo y cómo llegó Alberto y abrió su famosa taberna denominada por los últimos niños “El punto”
A veces, lo veías caminado por la acera con su paso lento y cadencioso como aquel, sin ninguna arrogancia, al que la vida  le hubiese enseñado ya todo lo que tenía que saber. Otras veces podías encontrarlo  sentado en la puerta de su taberna como en el trono de un dios del Olimpo. Silencioso  como competen a las paternidades divinas que sólo observan compresivos y vehementes desde el alto de sus altares.
Su expresión no tenía ni edad ni tiempo y ninguna señal de derrota o acritud contra el mundo transpiraba en su rostro. Al contrario, su eterna sonrisa reflejaba todas las sonrisas de los últimos niños en un concentrado de bondad y casi de inocencia....



** Indaco.

jueves, 31 de julio de 2014

CINE CASABLANCA




-      He visto esta mañana en la Plaza de Abastos el carrito de Manolillo el de las carteleras y la peli tiene que estar guapa. –Nos dice Lorencito frotándose las manos sonriendo.
- ¡Hombre! A ti es que te encantan todas las películas de romanos. –Responde Rogelio cuando los cuatro  ya doblamos la esquina de nuestra calle con Santuario de la Cabeza.
Manolito “el Chico” viene andando por la otra acera de la calle comiéndose un helado napolitano, tan concentrado en ello que no nos ve.
-      Manolito, que  vas a tropezar con un árbol, mirando al napolitano. A ese ritmo no llega entero a tu casa. –Le digo haciéndole señas con la mano mientras seguimos caminando.
-      ¡Claro!, que si no mi madre me riñe si me ve con el helado, porque después me duele la garganta.

Dejamos atrás la Academia Rojas, ahora callada sin el bullicio de los días de clase escolar, pasamos por delante de la Plaza de Abastos, donde Lorencito vio las carteleras con fotografías de la película que veremos esta noche. Al pasar junto al kiosko de Vitoriano, Monti salta del grupo en silencio, como si algún dios romano le hubiera hecho señales que él sólo podía percibir, y se planta en el kiosko. Nosotros nos detenemos cerca de la Peña Sevillista y permanecemos en silencio, observando su regreso con el rostro sonriente, ondulando su cuerpo a ambos lados, saludando con la mano izquierda mientras con la derecha saborea un napolitano recién comprado.
-      ¡Anda que no eres nadie, Monti! –Le dice Lorencito mientras él saborea su helado en silencio, sonriéndonos.
-      Vamos a poner dos o tres pesetas cada uno, que vamos a comprar kikos. –Les digo a los tres.

  El albero, humedecido por el agua de la recalentada manguera media hora antes, nos recibe con cierto frescor, cuando la noche comienza lentamente a bajar y el olor penetrante de los jazmines en la entrada nos sitúa sensorialmente en el Cine Casablanca.
Una vez que el portero nos parte el ticket, buscamos el mejor sitio posible por el centro y no demasiado cerca de la pantalla. Una pantalla inmensa y blanca como el frío vaso de leche que tomé en la merienda. Las paredes encaladas dan un ambiente de frescura y pureza que al cobijarnos las estrellas nos envuelve en un mundo de aventura y misterio por el que el tiempo no traspasa.

-      La que vimos la semana pasada de El Santo Enmascarado de Plata sí que estuvo bien. –Nos comenta Rogelio.
-      Las pelis de Fuman Chú sí que están guapas. –Alza  la voz Monti con determinación, mientras nos sentamos en las recalentadas sillas.
-      La última que vi de Maciste estuvo regular. –Le digo a los amigos.
-      A mí me gustó. –Salta rápido Lorencito.
-      Es que a tí te gustan todas las que salgan romanos y espadas. Y si salen peleas de gladiadores, "no te digo ná", te vuelves loco.  –Le apunta Rogelio oportunamente, a lo que todos nos reímos.
-      Pero si Maciste cogía unos pedruscos enormes y los lanzaba a los “malos”, y se veía claramente que eran de goma por los botes altos que pegaban en la tierra. –Insisto en lo mío.
-      Eso es verdad. –Apunta Monti mirando la pantalla del cine de verano.
-      A mí me gustó. –Se reafirma Lorencito, sin dejar de moverse en su asiento.
-      Bueno,  a ver si la película de hoy, "Maciste guerrero de Esparta" está bien. –Les digo poniéndome de pie, mirando hacia las filas de atrás por si veo a alguna chica conocida..
-      Pasa los kikos. –Le dice Monti a Rogelio, sin dejar de sonreír..

Ha caído la noche, las canciones de Simon y Garfunkel que despiden los altavoces dejan de sonar, encienden el proyector, dos salamanquesas corretean por la pantalla antes de ser “destrozadas” por Maciste, nos miramos sonrientes y contemplamos el gran espectáculo de nuestro verano que comienza en el Cine Casablanca.

Así, nuestro particular espectáculo vivencial continúa, cuando el verano nos abre sus puertas como una película de aventuras y descubrimientos, siempre lleno de momentos especiales y únicos que perdurarán el resto de nuestras vidas.


          * Masmoc Utopía





           

sábado, 31 de mayo de 2014

SOLO, CON EL TIEMPO


Estoy solo.

Después de volver de mi paseo matutino por la playa, me dispongo a preparar el almuerzo. Hoy toca ensalada de pulpo rociado con tintilla reserva.
Corto una verde y fresca lechuga de mi pequeño huerto, distribuyo en el cuenco trozos del pulpo que capturé muy temprano y que después herví, medio hipnotizado por las llamas del fuego, algo de especias, un poquito de sal, aceite de oliva virgen extra y removerlo todo enérgicamente.

 Ahora viene el toque maestro, que descubrí por casualidad una noche turbia en la que, algo ebrio, volqué el vaso de vino de tintilla sobre la ensalada recién preparada. Aquella noche no cené, me quedé dormido sentado en un taburete con la cabeza reposada sobre la mesa de la cocina. Al día siguiente desperté con hambre y un regusto infantil y azucarado en mi boca. Al volver de la playa después de darme un baño en el mar me fijé en la ensaladera de plata llena de la ensalada de pulpo preparada en la noche anterior. La removí un poco con el tenedor y gustosamente la probé.
Una sensación exquisita, una novedad gustativa, un sabor no encontrado anteriormente. Me incorporé y dí dos vueltas a la mesa pensando en los ingredientes cuando golpeé con uno de mis pies descalzos una copa moribunda en el suelo, y mi memoria me rescató de la confusión al mostrarme la botella de vino de tintilla reserva  totalmente vacía.

El tiempo. El tiempo necesario para que adquiriera ese sabor macerado, a mar profundo y a campiña primaveral, sabor a barcas y redes de pesca y también a silenciosas bodegas de dioses antiguos. El tiempo transcurrido de la noche al día con un sol en lo más alto del cielo le dio el noble y complejo sabor que embriagó mi deleite.

Hice la ensalada de pulpo otro día y repetí los ingredientes, incluida la copa de tintilla final, pero no conseguí el fulgurante sabor. Volví a intentarlo varias veces y no lo logré. Hasta que una noche hice la receta cuidadosamente y brindando con mi licor preferido esparcí el contenido de la copa sobre la ensalada, seguidamente salí al porche a contemplar las estrellas e intentar situar a algunas por su nombre. Al día siguiente, nada más despertar y aún desvaneciéndose mi último sueño con multitudes, probé la ensalada de pulpo con tintilla reserva y mi paladar volvió a danzar y jugar con los dioses. Era de gloria refulgente.

Necesitaba su tiempo para complementarse y dar todo su sabor.
Y tiempo es todo lo que tengo.

Estoy solo en mi mundo.

No recuerdo cuando fue la última vez que vi a alguien. Nadie pasa por aquí ni tampoco yo voy a encontrarme con nadie.
La espesa sensación de ser no siendo, continúa dándome compañía cada mañana al despertarme, cobijándome, meciéndome como a un bebé cuando abro mis parpados a la claridad matutina. Todo lo que tengo es el tiempo; el tiempo que me quede de vida, solitario y sin palabras compartidas, sin miradas que cruzar ni manos que agarrar.

Observando el océano y la espuma de las olas besar mis pies, pienso que el tiempo será el compañero que me permita dar reposo y paciencia a mi existencia
El ir y venir de las olas, el llegar y abandonarse para recrear una nueva llegada, me muestran mis días de renovación y abandono.
Me sugiero a mí mismo que degustar todo este tiempo en esta inmensidad tan vacía, podría conseguir complementar mi vida bañándome en la soledad profunda de todos mis días presentes y futuros.
Incluso podría dejar de sentirme tan contaminado por la culpa, acompañado sólo con el tiempo.
Puede ser que logre sentirlo.

Solo, con el tiempo.

Estoy solo con el mundo.




      * Masmoc Utopía.



sábado, 19 de abril de 2014

Paz Atemporal


Algo me despertó, una agitación inusual en mis desvelos de madrugada me hicieron saltar de la cama, el primer contacto con el suelo de mármol, me provocó un escalofrío que recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.
Un correr silencioso me llevó hasta la habitación de mi pequeño, el verlo con la sábana trenzada a su cuerpo provocó paz en mi alma.
Me acerqué, tras luchar para desenredar su cuerpecito de las sabanas, lo besé en la frente, me lo agradeció con una sonrisa angelical.
Tras unos instante la agitación me volvió, corrí hasta el cuarto de mi niña, al comprobar como un gesto de su cara me mostraba el placido sueño que tenía, volví a tener paz en mi ser. La besé, sin abandonar las desventuras de su mundo onírico, su mano acarició mi rostro.
Entonces, la agitación regresó, recordé que ella dormía junto a mí, había salido con tanta precipitación del dormitorio que no había mirado hacia su lado de la cama.

Volví a mi cuarto, la luz de la farola que penetraba por la ventana se reflejaba sobre su cara, descubría un respirar tranquilo.
Volvió a mí una paz en mi aura que me llevó a rodear la cama y postrarme sobre ella para besar unos labios secos por el frío de la noche.
Su cuerpo pasó de un sueño profundo a un duermevela que aproveché para decirle:
¡Gracias por todo!
Ella me correspondió en un susurro con un ¡te quiero! para volver a entregarse en los brazos de Morfeo.

La agitación volvió a mí, una luz cegadora inundó la habitación para descubrirme la silueta de mi cuerpo acostado junta a ella.
Me volví hacia la luz, envolviéndome en su manto y provocando en mi una...
¡paz atemporal de espíritu!



     * Tartessus Baobab


jueves, 6 de marzo de 2014

ELLA ES

Ella es la redención.
Ella es el aposento,
aire de vida al viento.

Ella es la emoción.
Ella es fluir silencios,
renacer en mis adentros.

Ella es la salvación.
Ella es música sin tiempo,
luz fulgente, mi alimento.

Cabezas parlantes
resuenan en mi alma
exánime y suplicante
para que no caiga.

Ritmo y melodía latente,
brújula que me salva
del Leviatán estridente;
sin navíos, sin plegarias.

Ella es mi creación.
Yo soy la expiación.


* Masmoc Utopía.

miércoles, 19 de febrero de 2014

ELLA NO ESTÁ

Promesas sugerentes brotan irreales
de tus húmedos labios,
sedientos en eterna espera.

Cuando voy a abrazarte
mis manos se cruzan en la nada
apretando mi espalda.

Cuando voy a hablarte
el silencio es una cruel garra
que aprisiona mi garganta.

No te respiro, hace demasiado tiempo
y aún sigo enfermo de amor.

En mi torre de farero espero paciente;
la soledad y las olas rompen........
rompen tu dulce imagen.

Solamente me queda esa música.................



* Masmoc Utopía

martes, 3 de diciembre de 2013

EN MI MULTITUD


En la multitud.
Busco tus gestos,
escucho paciente las voces, desde la lejanía.
En la multitud.
Miro los rostros,
observo anhelante las miradas, como árbol muerto.
En la multitud.
Persigo una utopía,
palpo suplicante el espacio, por caminos angostos.

Tormentas de distancia nos separan,
océanos de tiempo que nos quema.
Ojalá estuvieras aquí.

Truenos de fuego nos engalanan,
desiertos de luz que nos cercena.
Ojalá estuvieras aquí.

En vuelo libre enlazaremos arcoíris,
alimentado por tu eterna voz
reteniendo mi alma
para que no caiga.

En mi multitud..
Susurro a los vientos
y aguardo expectante tu eco en la noche fría.

En mi multitud...
Silencio de otoño
que muerde sin piedad mi espíritu incierto.

En mi multitud...
Abismos día a día
sobre un puente de cascotes y destrozos.

Ojalá estuvieras aquí
llenando con el jugo de tu luz
mi bosque encantado.......
Reteniendo mi alma
para que no caiga.



* Masmoc Utopía

miércoles, 30 de octubre de 2013

PROFECÍAS DEL SUBSUELO I

* CONECTADO CON ETIQUETA SUBSUELO


Escribo las profecías del Subsuelo
que se desvanecen con la luz.
Atentos a su mirada afilada,
acero que rasga y quema.
La toma de conciencia
será más cruel aún.
De las ciénagas
nacerá la vida
que vendrá.


* JARR  (Poeta del amanecer)

lunes, 9 de septiembre de 2013

HAZAÑAS BÉLICAS DEL BAOBAB Y UNA REFLEXIÓN SOBRE LA VIOLENCIA

* Conectado con etiqueta "Caballitos de cañas",  Hazañas Bélicas.



Mi compañero Adler se encontraba al mando del otro nido de ametralladora. Tanto él como yo estábamos bajo las órdenes del inepto oficial Karl, poco apreciado entre los soldados alemanes. Si nuestra misión fracasaba, la culpa debería, sin duda, recaer sobre él, puesto que se trataban de maniobras sencillas las que había que ejecutar y órdenes simples las que había que dar, ya que las circunstancias se nos habían mostrado favorables durante todo el transcurso de la batalla. Adler y yo disparábamos con furia hacia los judío-comunistas que pretendían avanzar hacia nuestra posición. Casi habíamos conseguido, desde nuestra privilegiada situación, eliminar al escuadrón enemigo -uno de tantos- que nos hacía frente, pues apenas quedaban escasos componentes. Adler y yo calculábamos que no superarían la decena.
De repente, en medio de estos pensamientos, nos vimos sorprendidos por el que probablemente fuera el último ataque enemigo, el cual contaba con un alto riesgo de muerte, posibilidad que sin duda habrían barajado, pero por la que se habían decidido debido probablemente a las cuantiosas bajas que habíamos ocasionado a los enemigos de la esvástica, así como a la falta de munición y de recursos. Era un ataque a la desesperada que teníamos que repeler como fuese. Un soldado avanzaba hacia nosotros lanzando granadas que nos impedían apuntar con precisión, apoyado además por otro que estaba atrincherado a lo lejos y le proporcionaba fuego de cobertura. Inesperadamente, el soldado que avanzaba hacia nosotros desapareció de entre el humo, por lo que dejamos de disparar, sin tener claro si lo habíamos abatido o había encontrado un resquicio en el que esconderse, por lo que no podíamos bajar la guardia. En este momento, se produjo el instante más trágico que he tenido que vivir: sin saber muy bien de donde provenía, una granada se alojó en el nido de ametralladora de Adler, abatiendo a mi compañero de viaje en esta travesía que es la vida...
-¡Friedrich! ¡Ya está bien de batallas!- Con esas palabras, mi padre rompió el maravilloso mundo que yo, como todo niño que se precie, había creado mediante mi imaginación sin ningún esfuerzo.


Porque otro punto de vista es posible siempre.
No podemos negar, pues hacerlo sería extirpar una parte fundamental de la vida, que la violencia es un elemento crucial, en la naturaleza humana en particular y en la naturaleza en general. Negar que la violencia es una expresión natural de cualquier ser vivo que se precie no es estar ciego, sino hacérselo. Por eso, creo que lo más conveniente es relacionarla con el niño; el niño debe jugar la violencia, sentirla en todo su esplendor, para que en un futuro sea consciente del instrumento tan poderoso del que dispone así como de cuando debe usarlo. Puede ocurrir que, como pasa con el sexo, si la violencia es ocultada al niño, el día que la descubra -evidentemente habiendo dejado de ser niño-, sienta una embriaguez de tal calibre que no quiera volver a apartarse de ella. Por eso considero necesario que debe ser mostrada, con sus ventajas y sus inconvenientes, a una temprana edad.
Sean felices.


     * Migue Terrible.

jueves, 1 de agosto de 2013

domingo, 2 de junio de 2013

SUBSUELO XI


La intensidad de este sol, ya casi olvidado por mis pupilas ávidas de luz, me obligan a tener un parpadeo constante. Resuena la música de Bjork, entremezclada con el estruendo de la lucha en mis oídos; esa música, ¡con qué fuerza me hace avanzar por la ciudad!, repleta de urbanitas que deambulan de un sitio a otro, con prisas, con la celeridad que da el creer ir a alguna parte.

Ahora me doy cuenta de la ínfima diferencia que existe entre el subsuelo y la calle; tan solo la luz, esa luz que aún no dominan mis ojos, ni tan siquiera mi cerebro se acostumbra al brillo que da la mañana.
Me siento observado; todos los actores de este nuevo escenario parecen estar esperando a que yo consiga salvarlos, sin palabras me dicen: corre no pierdas más tiempo, termina con este carrusel que nos asfixia.
Acelero mi paso empujado por el temor a ser descubierto en cualquier momento y devuelto al subsuelo.

Frente a mí, aparece Diamond Dogs, impresiona su visión desde la distancia. Surge como del subsuelo y se eleva tan alto, que me obliga a reclinar mi cuerpo hacia atrás para poder divisar su cima. Unas instalaciones recubiertas de espejos que repelen la imagen de la ciudad devolviéndosela con un brillo más intenso.
Me acerco a la entrada pensando en una excusa razonable que haga creíble mi retraso, hasta este momento no lo había tenido en cuenta. No sé cuanto retraso llevo, días seguro, pero ¿cuántos?

Ya la imagen del vigilante está visible frente a mí y aún mi cerebro no ha encontrado la excusa adecuada.
  - Buenos días, ¿Qué desea?
Una sonrisa aparece pintada sobre un rostro abrupto y en cierta manera agresivo, que se me asemeja al de cualquier S.C. de los sufridos en el subsuelo.
  - Venía para una entrevista...
Aún no sabía las disculpas que expondría por mi retraso, cuando una señorita, vestida de un blanco resplandeciente, apareció junto al guardián y con una afabilidad inhabitual, se interpuso entre nosotros.
  - ¿Enter? ¿es usted el profesor Enter K?
  - Si, soy yo ¿Y usted es?
  - Mi nombre no es importante, pero si mi cometido, le acompañaré a su entrevista, ¿viene a ver al Director de investigaciones Dr. Publio Cornelio, verdad? Llega usted algo pronto, podrá esperar en la sala de reuniones.
¿Pronto? La expresión de mi cara tuvo que cambiar bruscamente, porque no fue pasada por alto a mi simpática cicerone.
  - ¿Le pasa algo?
Busqué a un lado y otro de la recepción, sin duda sobre alguna de aquellas paredes tenía que haber algún calendario, algún reloj, algo que me sacara de la incertidumbre de mi pronta llegada a mi cita con Diamonds Dogs.
Techos, suelo, paredes, mostradores y escritorios, todo de un blanco que dañaba mis aún dilatadas pupilas, tan solo las grandes pantallas sobre paredes y techos cambiaban la tonalidad de la estancia.
El día y la hora exacta corrían por debajo de lugares exóticos que reflejaban las pantallas. Quince minutos antes de la hora prefijada para mi cita con el Director de investigaciones.
¿Un sueño? Imposible, todo había pasado, el subsuelo existía, Célix, Caroncero, el Ángel Exterminador, todos existían. Moniz había pasado sus últimos minutos en aquella oquedad sobre mis brazos, pero entonces, el tiempo, ¿qué había pasado con el tiempo?

  - Profesor, ¿está usted bien?
Las palabras de la amable azafata me devolvieron a la realidad.
  - Ya estamos aquí, avisaré al Dr.Aníbal, el ayudante del director, de que usted ha llegado.
La estancia, en la que me abandonó a mis incertidumbres, no se diferenciaba del resto del edifico, la blancura de sus paredes, incluso la mesa de reuniones que presidía la habitación era de un mármol tan puro como blanco. Una de sus paredes si atraía la visión de sus visitantes, estaba ocupada por una inmensa pantalla simulando ser un ventanal abierto a un paisaje, ¡ al vado del Tuk!.
Aquella imagen me relajaba, no me dejaba interrogarme: ni sobre el tiempo, ni sobre mi entrevista, ni siquiera sobre qué demonios hacía aquel paisaje, tan entrañable para mí, sobre la pared de Diamonds Dogs.

Sólo lo sentí; ni lo escuché, ni lo vi reflejado en ninguna sombra; sólo lo sentí detrás mía, sabía que era él, incluso antes de darme la vuelta.
Traje blanco, con sombrero en la cabeza escondiendo un tupido pelo cano, en su mano un bastón.
  - ¿Usted es el Dr. Publio Cornelio?
Una leve sonrisa neutra fue su respuesta. Se volvió hacia el paisaje, que cambiaba, reflejando el sol sobre el río Tuk.
  - Bonito lugar, sin duda.
  - ¿Lo conoce?
  - Bromeas, esta imagen siempre fue junto a mí, mi paz interior se refleja en este paisaje. Todos tenemos un lugar en nuestro interior en el que quisiéramos estar siempre, para mí el Vado del Tuk es ese sitio. Esta pantalla refleja ese sitio idealizado en la mente de cada uno.
  - ¿Quiere decir, que cada persona que observa esta pantalla ve un lugar diferente?
Me miró, como un padre mira a su hijo cuando ha comprendido su explicación, reflejaba ternura y gratitud.
  - Veo que lo has comprendido. Es bonito ¿verdad?
  - Una idea maravillosa, algo manipuladora, pero sí, podría clasificarlo de bonita.
  –  En algunos aspectos veo que aún eres aquel chico inocente que entró en el subsuelo.
  –  ¿A qué se refiere?
  –  ¿No recuerdas? “Nada es lo que parece ser”. Esta pantalla tan sólo es un medio; todo en Diamond Dogs está pensado para manipular, claro que sí, pero además está pensado para controlarnos, con esta pantalla conocen quien puede ser controlado. Esta imagen que tú ves también la ven ellos, con lo que obtienen información de tus pensamientos. Debes aprender a esconderlos, ellos sólo deben ver lo que tú quieras mostrarles, nada más.
  –  Pero, ¿quiénes son ellos? Y ¿cómo podré dominar mis pensamientos?
  –  Ellos son todos los que te encuentres en Diamonds Dogs; todos excepto Darshan y sus compañeros, sabrá mostrarte la forma de eludir tus pensamientos, a esconder tu verdadero yo hasta de ti mismo. Recuerda “nadie es lo que parece ser”.
  –  Si nadie es lo que parece, ¿cómo sabré que puedo confiar en Darshan?
  –  Lo sabrás
  –  ¿Y usted? ¿Quién es usted?
Una sonrisa cómplice apareció ahora en su rostro.
  –  ¿No te reconoces en mí?, ¿tanto se cambia con el paso del tiempo?
  –  Pero...
  –  Sí, soy tu futuro, necesitabas que volviera para enseñarte el camino. Te engañaron, o mejor dicho me engañaron, me manipularon y consiguieron sus objetivos gracias a mi trabajo. Contigo será diferente, tú tendrás mis conocimientos y al mismo tiempo conocerás la verdad a tiempo, es más, ya la conoces.

Intenté pronunciar alguna palabra, pero un pequeño movimiento de su mano me pidió que esperara.
  –  Supongo que te preguntas que cómo estoy aquí, la fórmula aún sería incomprensible para ti, pero lo conseguirás, el espacio-tiempo será tu dominio, de hecho creo que ya has sido consciente de sus resultados. Pero dominarás muchos más campos que ahora son incluso impensables: la robótica marcará un antes y un después con el profesor Enter K, la procreación, incluso la inmortalidad. Llegarás a ser “dueño de tu propio mundo” , ese será el momento para el que debes estar preparado, entonces sólo debes recordar una cosa  “no por tener el poder debes sentirte superior a nadie” , si dominas ese momento lo habrás conseguido, pero ante todo, recuerda que nada tendrá sentido si no consigues crear ese mundo diferente, en tu mano estará. En ese momento Diamonds Dogs dejará de ser útil y deberá ser exterminado.

Esas palabras resonaron en mis oídos comprendiendo que nuestra conversación había finalizado. Mientras se alejaba hacia la puerta, ésta se abrió y por ella entraron dos tipos con corbatas, camuflados por una bata de un blanco inmaculado.
Mi mirada perpleja divisaba a mi viejo amigo ignorado por los nuevos visitantes. Se quitó el sombrero en gesto de saludo, y cuando ya sus canas eran tapadas por este, vi cómo desaparecía por la puerta, justo cuando uno de los personajes que había entrado, me extendía la mano diciendo:
  -  Buenos días, profesor K, espero que haya tenido un buen viaje, mi nombre es Publio Cornelio y mi compañero es el Dr. Aníbal.


Enter asimiló su encuentro exclusivo con su otro yo de un futuro, que ya sería diferente, desde un presente que había sido alterado por él mismo al entrar en el subsuelo. Comprendió que de alguna manera su otro yo había logrado controlar el trasvase en el tiempo aunque sólo era perceptible por él mismo. Lo sentía, lo veía, había podido comunicarse; era como una proyección holográfica conectada sólo con él mismo, consigo mismo del futuro que ahora pretendía cambiar para él y el resto de la humanidad.
  -  Buenos días. –Enter estrechó sus manos con cierta rigidez y sonrisa dubitativa.
  -  Nos alegra tenerle con nosotros. Es una gran noticia el poder contar en la gran familia de Diamond Dogs con el científico joven más prometedor de los últimos tiempos.

El misterioso anciano del subsuelo había comprimido el tiempo durante su estancia allí. Lo había ralentizado. De alguna forma, en su senectud había conseguido cierto dominio del espacio-tiempo. Mientras permaneció en el subsuelo observando las andanzas de su otro yo del presente, el Enter del futuro provocó que el desarrollo de la duración del tiempo allí fuera más lento.
Había realizado el viaje en el tiempo, podía observar lo que ocurría en el tiempo actual aunque nadie lo pudiera percibir dentro del subsuelo, era invisible para todo el mundo excepto para su propio yo del presente.
El Enter del presente comprendió lo que había sucedido, y lo hizo mientras realizaba la entrevista de trabajo. Se sentía más firme, más seguro de lo que nunca había estado en su vida, en su cabeza fluían ideas sobre algunas teorías que había publicado en revistas científicas. Ahora sabía que era posible el gran sueño de su vida, y ahora dispondría de los medios y el convencimiento para mejorar aún más lo que había descubierto el Enter del futuro.

Las personas con las que mantenía la entrevista laboral no sabían de la profundidad del conocimiento que ya tenía Enter sobre Diamond Dogs. Era inimaginable para ellos que el candidato mejor situado para el puesto de mayor trascendencia en el área de la investigación en la corporación conociera la existencia del subsuelo, y menos aún que hubiera estado allí.
  -  ¿Está claro entonces que la responsabilidad del Proyecto Omnius será dirigido por mí y el equipo científico que elija? –Preguntó Enter con sobriedad.
  -  Así es. –Dijo Publio Cornelio, el jefe absoluto de las investigaciones científicas, con sonrisa de hiena.
  -  De acuerdo entonces. Por mi parte acepto el cargo. Estoy deseando empezar a trabajar para el futuro. –Dijo Enter muy seriamente, haciendo énfasis en su última palabra.
  -  Estupendo. Dr. Aníbal, si es tan amable, firme los documentos necesarios y gestione su incorporación inmediata a la dirección del Proyecto Omnius.
  -  Por supuesto señor. –Dijo Aníbal extrayendo de su carpeta los documentos precisos.
  -  Bien, si me disculpan, tengo otros asuntos que atender. –Dijo Publio Cornelio con expresión gatuna y estrechando la mano de Enter.

Una vez que realizaron trámites de lectura de documentos, firmas, registro de huella dactilar, huella de iris y demás asuntos contractuales y de seguridad, el Dr. Aníbal y el profesor Enter K. se dirigieron a conocer a la persona que sería la mano derecha en el Proyecto Omnius. Alguien que trabajaba ya en el proyecto científico y que le sería de gran utilidad, según le había asegurado el Dr. Aníbal.
En el trayecto por las inmensas instalaciones Enter recordaba su incursión en el subsuelo; la violencia latente desde lo más profundo, la insolidaridad que se masticaba a cada paso entre sus pasillos y vagones, la densa soledad y ausencia de esperanzas, el inexorable final de las mazmorras, Moníz, Ajeb, Celix, el Ángel Exterminador, el Comandante Infra….
Se encontraba muy cansado y a la vez con su espíritu animado porque sabía que nada sería ya igual como el mundo del que había regresado su otro yo. Sus palabras “nada tendrá sentido si no consigues crear ese mundo diferente” ahondaban en su mente en busca de luz. Vértices de posibles futuros en los que él se disponía a emprender una nueva vía diferente, otra posibilidad en la que emprendería sus energías en combatir la sinrazón de la opresión manipuladora desde dentro de su núcleo, Diamond Dogs y todas las incontables ramificaciones que abarcaba la corporación.

- Bueno, ya hemos llegado hasta la sección donde se desarrolla el Proyecto Omnius. Por favor, haga el mismo procedimiento que yo para poder entrar, se trata del reconocimiento de seguridad. –Dijo Anibal; pronunció su nombre hacia una pantalla negra junto a una gran puerta de color azul, colocó su rostro a la altura de la pantalla unos segundos, un haz de luz cruzó sus ojos, luego puso sus dos manos sobre la misma hasta que la puerta se abrió hacia arriba con suma rapidez, como si hubiera desaparecido. Anibal entró y la puerta volvió a aparecer cerrada.
Enter repitió los mismos pasos y se introdujo de igual modo una vez la puerta se abrió.

Anibal estaba algo alejado de la zona de entrada hablando con alguien que llevaba una bata blanca y un casco de astronauta en la mano izquierda, era la única persona allí, Enter no podía ver su rostro y desvió su atención a la gran sala provista con todos los adelantos tecnológicos científicos para la investigación plasitrónica, equipos de dimensionado aleatorio fulgente, cabinas de expansión ultra-luz y otros elementos de máxima innovación científica. Estaba maravillado ante las posibilidades que se le presentaban en su visión.
  -  Profesor Enter K. me marcho, mi tiempo autorizado en esta zona es muy limitado. Le dejo ahora con la persona que trabajará estrechamente con usted, me ha pedido que obvie las presentaciones, así que le deseo un buen futuro en su nueva aventura científica.
  -  Gracias Dr, Anibal . Mi cometido será precisamente buscar un mejor futuro que nuestro presente actual.
Anibal repitió las pautas de seguridad identificativa y se marchó.

Enter se giró avanzando hacia la gran sala principal Omnius, se paró de nuevo para contemplarla con toda claridad, recreándose en sus detalles. Imaginó que su otro Enter del futuro habría pasado por algo muy similar en su vértice del tiempo, habría dispuesto de los mismos medios, sólo había cambiado el conocimiento y la experiencia de la existencia del subsuelo que él sí tenía. También la percepción de que podría desarrollar sus teorías científicas más increíbles relacionadas con el espacio-tiempo y la robótica: Desde el futuro había llegado él mismo para asegurárselo. ¡No! para aleccionarlo a conseguir los logros antes de lo que él mismo lo realizó.

- Cuando logres llegar a la encrucijada del volumen de dimensionado aleatorio fulgente en fase ultra-luz potencial, recuerda no tomar la dirección más evidente, rodéala, mantenla estacionada más tiempo del aconsejado. Luego tú decidirás la vía a tomar, es tu elección. Podrás llegar antes de lo que lo hice yo, o igual no. Yo lo hice algo tarde pero sí he conseguido al menos llegar a mi pasado interconectado conmigo mismo, es decir comunicado contigo. No puedo decirte nada más, mi tiempo se acorta y no creo que pueda volver para contemplar tus progresos. Mi tiempo vital llega a su fin.

El anciano del inmaculado traje blanco, corbata roja carmesí, bastón elegante y oscuras gafas le saludaba quitándose el sombrero y sonriendo bondadosamente, como un trueno silencioso, de nuevo desapareció.

Enter se sentó en la silla más cercana que encontró. A pesar de haberlo visto anteriormente y haberse comunicado con él, se volvía a sentir impresionado, algo mareado y confuso. Se cubrió el rostro con ambas manos. Un sonido de pasos metálicos le alertó, al apartar sus manos contempló ante sí a una persona vestida con traje de astronauta y escafandra con la visera tintada ofreciéndole otro traje para que se lo pusiera y haciéndole señas para que lo siguiera. Enter se incorporó, cogió el traje espacial y se lo puso, colocándose el casco y avanzando hasta la cámara antigravedad tras su misterioso astronauta. Éste pulsó un interruptor y se cerró la puerta tras ellos.
  -  No está activada. Puedes quitarte el casco. –Le dijo mientras se quitaba la escafandra y se daba la vuelta hacia él.
  -  ¡Moníz! –puso una mano en la pared más cercana apoyándose.

No podía ser. Pensaba que estaba viendo una aparición, que había perdido la cordura, que todo lo ocurrido había sido superior a su comprensión mental y emocional. Creía que había enloquecido. Se quedó petrificado, sin reacción, en una lucha interior entre la razón y la emoción, sin palabras…

  -  Soy Darshan –le dijo la mujer con el rostro de Moníz, su pelo oscuro recogido, su sonrisa envolvente y tranquilizadora, sus sensuales labios, sus bellos ojos.
Enter se quitó el casco y una fuerza mayor que su razón le impulsó a abrazarla, sollozando en silencio con una agitación como nunca había sentido.
  -  Tranquilo Enter. Lo peor ha pasado. –Su voz sedosa le calmó.
  - ¿Darshan? –preguntó Enter agarrando las manos de ella.
  -  Así es. Sabía que nuestro encuentro te sorprendería y por ello hemos entrado en la cámara antigravedad. Es de los pocos lugares en Diamond Dogs en los que no pueden oírnos ni vernos.
-  ¡Darshan!. –Dijo Enter enfatizando con lentitud y sonriendo levemente.

Ella le explicó que Moníz era un prototipo muy avanzado de la línea robótica desarrollada por ella misma y su pequeño grupo de colaboradores. Descubrió que la utilidad de la corporación a su creación era con fines militares y el campo de pruebas se realizaría en el subsuelo. De forma casual e inexplicable para ella, le llegó información de los siniestros planes ocultos y de la existencia desconocida del subsuelo.
Darshan reaccionó destruyendo los documentos, planos e investigaciones del proyecto, simulando un accidente. Salvó a Moníz del incendio sin que ellos lo detectaran y la pudo introducir en el subsuelo.

- Enter, te necesito. Contigo podremos cambiar el oscuro futuro de millones de almas. Desde dentro, desde la raíz podremos investigar de forma paralela y secreta, y brindar otras alternativas a los planes truculentos de Diamond Dogs. La cruel realidad que has sufrido en el subsuelo emerge proyectada al exterior, y está en tu mano y en la mía intentar poder cambiarla. –Darshan le agarró de la mano mientras él guardaba silencio observándola ensimismado.

Salieron juntos de la cámara antigravedad embutidos en los trajes espaciales. Se los iban quitando mientras Darshan representaba su papel charlando animosamente sobre la alegría que representaba para la empresa el contar con su presencia en el Proyecto Omnius.
  -  Pareces algo fatigado. ¡Claro! demasiadas novedades en poco tiempo, ¿no? –Comentó Darshan con una sonrisa giocondina.
  -  Algo así. –Respondió Enter con cara de encajar alguna sorpresa más.
  -  Pues nada. Nos vamos a almorzar a un restaurante cercano y allí podremos seguir conociéndonos mejor, ya que vamos a trabajar mano a mano.

Darshan y Enter andaban por la calle en dirección al restaurante. Ella hablaba con el teléfono móvil con dispositivo auricular con alguien.
Enter observaba los edificios, los árboles, el devenir de la gente, alguna risa de un niño, el rugir de la ciudad. Un torbellino de preguntas se alzaban crepitando en la hoguera de su mente. Suspiró profundamente e invocó a sus adentros a la diosa de la paciencia, esa que había sido su compañera a lo largo de su vida, para que no le abandonara.

El fluir del tiempo había tomado con su entrada en el subsuelo una dirección nueva, sabía que podría alterar aún más el futuro de toda la humanidad, podría luchar moldeando el presente paso a paso para cristalizar en un mañana que trajera esperanzas.
Él ya no sería el elegante anciano del traje blanco, él ya sería otro.

Miró a Darshan mientras ella continuaba hablando por teléfono; se pararon en un semáforo, ella gesticulaba en su diálogo y él sonreía al ver sus movimientos. Ella lo miró sonriéndole y agarrándolo por el brazo para cruzar la calle.
Enter supo en ese preciso momento que la esperanza sería su motor para el futuro, que su copiloto sería la mujer que le cogía del brazo, que tendrían por delante miles de carreteras posibles para llegar a su destino y la música que siempre les acompañaría sería “Play Dead”.

La tarde caía veloz, el rojo de un sol atosigado vertía de tenue luz el oscuro asfalto, dándole un aspecto de espejismo e ilusión que el futuro no podría borrar.



                                                                       FIN



* Tartessus Baobab y Masmoc Utopía