jueves, 28 de febrero de 2013
SUBSUELO VIII
- ¡Detengan a esos infractores! – El Guardián de Plaza Strummer gritó señalando a Enter y Moniz con su vara sinestética de mando, un artefacto mucho más potente y mayor que la barra usual , haciéndola oscilar de arriba abajo y encendiendo su punta rojiza.
- ¡Naaadie! ¡Nadie puede estar ausente de mis dominios,….. mientras se celebra El Ángel Exterminador! –Volvió a gritar de forma contundente, enérgico y marcando el tono imperativo. Una sonrisa lasciva impregnada de hiel afloró a sus labios al cruzar la mirada con Moníz. Sacó un frasquito de un líquido rojo de su bolsillo y se lo bebió sin dejar de observarla.
- Ahora no podemos hacer nada Enter -agarrando sus manos con fuerza le habló Moníz de forma pausada y serena. -Ya tendremos nuestra oportunidad; o eso espero.
Seis guardias S.C. salieron de no se sabe dónde y los detuvieron.
Enter tenía la cara pálida y el ánimo arrastrándose por el suelo tras él. Moníz conservaba su aire de entereza y sobriedad ante los insultos y empujones de los guardias. El Guardián de Plaza Strummer encabezaba la comitiva que se adentraba por puertas y pasillos ocultos, siempre avanzando en sentido descendente, hacia lo profundo, por inacabables senderos cada vez más estrechos y peor iluminados, hasta que llegaron ante una puerta de acero macizo con la palabra en relieve INFRA grabada en color rojo.
El jefe del grupo activó su vara de mando a media potencia y la fue colocando sobre cada letra, encajando sobre ellas perfectamente en algún lugar concreto. Al terminar en la A, la puerta se abrió emitiendo un ruido seco y oscuro, igual de tenebroso que el olor que salía desde dentro.
- Ya hemos llegado a las mazmorras. Aquí seguro que aprenderéis a obedecer sin pensarlo. –Dijo el Guardián cruzando la puerta y penetrando en una estancia circular y abovedada, con siete puertas numeradas.
- ¿Qué me traes Guardián? –Una voz resonó desde lo alto; se trataba de un enano que estaba de pie sobre una plataforma suspendida en el aire. Manejaba unos mandos a modo de joystick sobre una pantalla que le permitían moverse en el aire con su aparato, desafiando la gravedad a su antojo.
- Dos infractores, Comandante. Abandonaron mi plaza durante la celebración del Ángel Exterminador.
- Bien, ya decidiré si van a la cadena de producción selectiva. Allí hace falta personal.
- Comandante Infra, creo que a estos dos pajaritos les vendría mejor antes una temporada en el aislamiento intensivo.
- Ya lo decidiré yo, Guardián. No es asunto suyo. –Contestó moviéndose con la plataforma en el aire, alrededor de los presos.
El hombrecillo llevaba unas gafas anudadas de un color indefinido pues según le llegaba más o menos intensidad de luz, cambiaban de tonalidad. Sus ojos estaban totalmente ocultos. Tenía el cabello pajizo, el rostro agrietado y hierático mantenía una expresión cuasi eterna de media sonrisa. Sus dedos ágiles sobre los mandos le permitían manejar la pequeña plataforma voladora y al mismo tiempo le servían de sujeción en sus desplazamientos aéreos.
En la sala de acceso a las mazmorras la temperatura había subido unos cinco grados. Enter se quitó su chaqueta, que estaba empapada de sudor, Moníz se desabrochó el cinturón de su gabardina sin desprenderse de ella al observar que el jefe del grupo la miraba con ojos empapados de lujuria.
- ¿Tenéis calor pajaritos? Pronto podréis sentir el frescor si el Comandante Infra os destina a la cadena de producción selectiva. Necesitaréis ir abrigados.
- ¡Silencio, Guardián! Los reos no deben saber nada sobre el destino que les pueda aguardar –dijo el Comandante de forma seca y cortante, haciendo descender su plataforma móvil y colocándose cerca del grupo pero sin llegar a estar a su alcance.
- Creo que en principio los infractores irán a la puerta siete. Mientras tanto usted y sus guardias pueden pasar a reponer fuerzas, ahora son mis invitados. Y de paso me cuenta detalles del próximo aspirante al “Ángel Exterminador”.
Seguidamente accionó un botón de su panel de mandos y la puerta número 7 se abrió lentamente. Dos guardias cogieron a los dos reos haciéndoles entrar donde un hombre de unos dos metros de altura con la cara cubierta con la capucha de verdugo los agarró por los cabellos y los introdujo en una celda de piedra húmeda y enmohecida, cerrando la puerta y dejándolos en una semioscuridad que teñía el alma de negritud.
- ¿Estás bien, Moníz?
- Sí. He estado en sitios peores, aunque según decían lo peor está por llegar cuando lo decida el hombrecito.
- ¿Sabías de este lugar?
- No, no conocía las mazmorras del subsuelo. Una vez escuché a un S,C. hablar de este agujero carcelario y esa era la única referencia que tenía. Se trata de un secreto muy bien guardado. Ahora me explico el destino de las personas que son apresadas por los S.C. y porqué no se les vuelve a ver.
Se sentaron en el suelo, uno junto al otro, de espaldas a la pared más alejada de la puerta. Enter resopló mirando al techo y siguió hablando.
- No hay escapatoria. Esas fueron las palabras del anciano misterioso la primera vez que me crucé con él. Por lo que se ve, tenía razón, no hay escapatoria.
- Igual te retaba a encontrarla, ¿no lo has pensado?
- Lo cierto es que su rostro me resulta vagamente familiar, pero no lo sitúo en ningún momento de mi pasado. Y me habla a mí, es como si me conociera, y muy bien para saber que los retos casi imposibles son los que me han hecho avanzar en mi vida.
- Pues salir de las mazmorras lo es. Es un reto casi imposible.
Un halo de tristeza asomó al rostro de Moníz al decir sus últimas palabras, un peso de culpa lacerante y agónica. Se llevó sus manos al rostro para tapárselo.
- Perdóname Enter, no calibré bien los riesgos de tu incursión en el subsuelo. Y este lugar ya nos supera…
Guardaron silencio mirándose uno al otro ya habituados a la escasa luminosidad de la celda, Enter sonrió a Moníz diciéndole – Cómo me gusta oír tu voz.
Enter se puso en pie de forma brusca y repentina y fue palpando las paredes, inspeccionando las piedras. Acercó su oído a una esquina en la parte baja, casi pegado al suelo. Moníz hizo ademán de levantarse pero él le hizo señas para que se quedara quieta y en silencio.
- Hay alguien aquí detrás de esta pared que está intentando decirnos algo – dijo él en voz baja pegando su oreja a la pared.
- Igual es tu anciano misterioso –dijo ella incorporándose con una amplia sonrisa y guiñando un ojo.
Los dos se pegaron a la pared intentando captar algún sonido proveniente del otro lado del muro. Débilmente se oía una voz lejana, casi inaudible.
- Soy Niquaoj Ajeb. ¿Hay alguien ahí?
Moníz agarró a Enter del brazo haciendo que la mirara de frente y así mostrarle su cara de asombro ante lo que había oído. El que estaba en la celda contigua era Niquaoj Ajeb, el “Ángel Exterminador” que pretendió utilizar su cetro para ayudar a suavizar las condiciones de vida en el subsuelo, el que se rebeló y renunció a su corona de privilegios comandando una resistencia a los S.C. que tuvo una corta vida. Moníz le explicó a Enter quién era el poseedor de la voz misteriosa.
- Debéis intentar escapar a la primera ocasión que se presente. Ahora todavía estáis a tiempo, cuando os designen un destino fuera de la puerta siete ya será imposible. Os mantendrán atados con cadenas sinestéticas que os impiden abandonar las mazmorras con vida –la cadencia débil de la voz de Niquaoj Ajeb, el “Ángel Exterminador” que mayor tiempo llevó el cetro por no acceder a los privilegios del poder, llegaba con poca fuerza pero con claridad.
- ¿Cómo podemos escapar? –preguntó Enter.
- El verdugo de las siete puertas; su punto débil está en la cabeza y la luz le trastorna, necesita estar en la penumbra y la oscuridad, si no es así enloquece. No perdáis la ocasión cuando venga a trasladaros. Será vuestra única posibilidad.
- ¿Por dónde podremos salir de las mazmorras? –preguntó Moníz.
- Lo fundamental es que no os coloquen las cadenas sinestéticas, si no, estáis perdidos. Os introducirán a través del oído una microcapsula que será vuestra cadena a las mazmorras; si abandonáis la zona la energía sinestética se activa en vuestro cerebro y os convierte en un vegetal.
- ¿Hay alguna escapatoria?
- No lo sé. La puerta 3, en la cadena de producción es el sitio donde creo que podréis tener alguna opción ya que vienen a recoger la producción y debe existir comunicación con el exterior. No puedo seguir hablando, oigo pasos. Siento no poder ayudaros más. Recordad que la única lucha que se pierde es la que se abandona. ¡Suerte!
La puerta de la celda se abrió de repente. El verdugo de las siete puertas les miraba con sus ojos achinados tras la capucha, en su mano derecha llevaba el manojo de llaves de las celdas y en su izquierda empuñaba una pequeña pistola comprimida para colocar la cadena sinestética. La imponente altura y volumen de su cuerpo, su rostro invisible por la tenebrosa capucha, la ausencia de voz y sus movimientos rudos y cortantes; todo ello emitía un temor que paralizaba los sentidos ante su presencia.
El gigante avanzó dos pasos, agarró a Enter por los pelos inmovilizándolo en el suelo y acercó la pistola comprimida a su cabeza. Moníz actuó con rapidez, se quitó el cinturón de su gabardina y clavó su hebilla en la cabeza del verdugo antes de que pudiera usar la pistola.
Cayó de inmediato de cara al suelo, sin emitir sonido alguno, se quedó inmóvil y sin vida. Moníz cogió las llaves del verdugo y la pistola. Enter continuaba absorto ante la determinación y agilidad de Moníz.
- No perdamos tiempo, busquemos a Niquaoj. No podemos abandonarle –dijo Moníz sacándolo de su asombro.
Abrieron la celda contigua con una de las llaves del gigante. Niquaoj estaba de pie frente a la puerta de la celda; de pelo rizado y castaño, complexión atlética y un metro ochenta de altura aproximadamente. Su expresión sonriente no transmitía la visión de su cuerpo lleno de moratones, cicatrices y heridas que pudieron contemplar debido a que sólo llevaba puesto un ruinoso pantalón de lucha carcomido. Su poblada y descuidada barba, y su delgadez hacían difícil que Moníz pudiera reconocer al hombre que se enfrentó a la organización represiva del subsuelo.
- Démonos prisa. Hay que aprovechar la sorpresa. Están tan confiados que no esperan algo así. Hay que salir de aquí antes de que puedan reaccionar –dijo Ajeb saliendo de su celda con rapidez y agarrando el manojo de llaves que le tendió Moníz. Después rebuscó en la ropa del cuerpo inerte del verdugo y sacó un artefacto pequeño –Nuestra llave maestra.
Llegaron a la sala abovedada, ahora desierta, y se colocaron delante de la puerta 3. Niquaoj Ajeb proyectó el mando de apertura hacia la puerta que les conduciría a la cadena de producción selectiva y lo accionó.
- ¿Qué podemos encontrarnos? –preguntó Enter.
- No he estado aquí; solamente sé que es el lugar donde entra y sale mercancía de las mazmorras pero no conozco lo que nos espera – afirmó Ajeb colocando a sus acompañantes detrás de él y poniéndose en guardia ante la apertura de la puerta 3.
Se adentraron lentamente y en completo silencio observando como la puerta volvía a cerrarse a sus espaldas. Desde la pasarela alta de entrada en la que se encontraban podían divisar perfectamente la cadena de producción selectiva. Un amplio espacio dividido en tres grandes estancias comunicadas por un pasillo central muy iluminado y aséptico. En la zona más cercana a la entrada un grupo de unas diez personas seleccionaban el material cárnico en tres diferentes contenedores despiezando y cortando, en la sala central unos veinte operarios envasaban los alimentos y aplicaban diferentes etiquetas; en el espacio más alejado a la entrada se encontraba la zona de recepción de animales para matadero y la salida de los productos. En el centro de la zona tres, pegado al techo se hallaba un centro de vigilancia con dos S.C. que controlaban y observaban el proceso productivo desde arriba.
La temperatura era muy baja y algunos llevaban escasa ropa para soportar el frío. El aspecto de los que manipulaban los futuros alimentos era penoso, a algunos se les veía al límite de sus fuerzas para soportar el ritmo frenético de producción. Un chico joven se desmayó emitiendo temblores espasmódicos hasta que quedó inmóvil. Los que se encontraban a su lado se quedaron quietos mirando arriba a los S.C.
- ¡Comprobad! –se oyó por megafonía la orden de un guardia.Los dos que se encontraban cerca se agacharon y le palparon el pulso, el que iba más abrigado le hizo la señal del pulgar hacia abajo a los S.C del centro de vigilancia.
- ¡Recuperad! ¡Deprisa!
Cogieron el cuerpo del joven entre los dos y lo llevaron hasta la puerta de acceso a la gran plataforma ascensor, le despojaron del chaleco y los pantalones que llevaba. Desde el centro de vigilancia un guardia accionó el mando de apertura abriendo sus puertas y allí lo depositaron.
- ¡Continúa la producción!
Todos continuaron con la rutina productiva, soportando la baja temperatura, notando en su cerebro el dolor cuando se paraban sin una orden, debido a la cadena sinestética que les acompañaría durante su penosa existencia, la cadena que les controlaba y les doblegaba haciéndoles esclavos obreros ausentes de cualquier posible futuro que albergara esperanzas.
Los tres fugados comprendieron que cuando algún habitante del subsuelo era apresado por los S.C. su destino sin retorno siempre sería acabar en las mazmorras. Y que la puerta 3 era un especial “matadero” que producía productos cárnicos para alguna empresa perteneciente a Diamond Dogs y que a su vez eliminaba a infractores del subsuelo exprimiéndole la vida. Comprendieron que la única escapatoria posible pasaba por subir a la plataforma ascensor, con vida y sin cadena, y no abandonarían esa lucha.
Un aire enrarecido impregnado de desolada resignación inundaba todo el “matadero”.
- Ellos han abandonado la lucha, han olvidado lo que significa resistir y no doblegarse…… y han perdido, como siempre ocurre –dijo Niquaoj en voz baja señalando abajo.
- Tenemos que intentar escapar, pronto nos buscarán –apremió Enter.
- Ya deben estar haciéndolo. Sólo hay una salida, y ésta es la pasarela ascensor. Hay que cruzar la sala y poder subir. Colocaos tras de mí, tenemos que actuar con rapidez –Niquaoj descendió sigilosamente seguido por Enter y Moníz.
Cuando llegaron al final de la rampa, Enter que iba el último en la fila, vio como se abría la puerta 3. El Comandante Infra entró a gran velocidad subido en su plataforma voladora dirigiéndose hacia lo más alto del “matadero” para colocarse junto al puesto de vigilancia. Hizo una señal con la mano a los guardias y al instante se oyó por megafonía la orden.
- ¡Continuad con la producción! ¡Nadie mira hacia arriba!
El hombrecito volador, desde su posición, divisó a los fugados y reaccionó inmediatamente lanzándose en picado hacia ellos. Los guardias dieron la alarma y comenzaron a llegar más S.C.
- Hay que separarse –gritó Ajeb iniciando una carrera por la zona central de envasado.
Enter aceleró el paso y comenzó a sortear operarios en la zona de despiece, logrando agarrar un gran cuchillo de matarife.
Moníz emprendió una veloz carrera en dirección a la zona más alejada, donde se encontraba la pasarela ascensor.
El Comandante Infra dirigió su máquina voladora hacia Moníz. Ajeb se subió a un contenedor de carne y comenzó a arrojarle todo lo que encontraba a mano al pequeño jefe de las mazmorras, sin éxito alguno pues estaba muy alejado de su distancia.
Enter se topó de frente con un S.C. armado con su barra sinestética preparada para usarla contra él, el guardia atacó con la punta de su arma buscando el contacto con el cuerpo de Enter, una sola sacudida bastaría para dejarlo inconsciente. Enter logró esquivarlo gracias a que un operario zancadilleó al S.C. haciéndole caer, lo que aprovechó Enter para golpearle en la cabeza y continuar avanzando.
- Infractor que pisa las mazmorras no puede abandonarlas con vida –dijo el hombrecillo volador a punto de atropellar a Moníz.
La enorme puerta de acceso a la plataforma ascensor estaba a escasos cincuenta metros de Moníz. Bruscamente detuvo su carrera, se dio la vuelta mirando cómo se acercaba la amenaza rugiente por el aire, se quitó la gabardina tirándola al suelo a sus pies y cuando la plataforma voladora conducida por el Comandante Infra estaba a punto de arrollarla, Moníz se dejó caer de rodillas, cogió su gabardina y la arrojó hacia arriba cubriéndolo por completo y logrando que perdiera la visibilidad y la orientación a la gran velocidad que iba, haciendo que se estrellara sobre la gran puerta de la plataforma ascensor.
- No tendréis… escapatoria…... –dijo el enano con su eterna media sonrisa en los labios antes de dejar de respirar.
Niquaoj y Enter llegaron hasta Moníz, la ayudaron a levantarse y los tres se dirigieron corriendo hasta la puerta de la pasarela ascensor. Guardías S.C. se acercaban desde todas posiciones acorralándolos. Ajeb cogió la llave maestra y la proyectó hacia la inmensa puerta delante suyo, ésta se abrió, Moníz y Enter entraron rápidamente en la plataforma ascensor, se volvieron esperando que su compañero les siguiera pero lo que hizo fue lanzarles la llave maestra con una sonrisa.
- Puede que os sea útil en el futuro, el mío es muy corto pero mi espíritu seguirá latiendo en vuestras vidas. Recordadme en el futuro y no abandonéis la lucha porque todos nos necesitamos – accionó el botón de subida y la enorme puerta comenzó a cerrarse delante suya. Enter le arrojó el cuchillo matarife y él lo agarró en el aire.
- Siempre estarás con nosotros….
La puerta terminaba de cerrarse cuando pudieron ver aún a Niquaoj Ajeb de espaldas a ellos, todavía protegiendo su huída, enfrentándose a todos los S.C. sin abandonar la lucha hasta el último aliento.
Moníz y Enter subían con una sensación de infinita soledad, empequeñecidos por la enorme pasarela ascensor, en silencio, comprendiendo que su héroe se había sacrificado por ellos, que él no podía escapar porque llevaba implantado la cadena sinestética y a pesar de ello luchó por lograr un futuro para los dos.
Continuaban ascendiendo hacia un lugar desconocido, sólo llevaban consigo la esperanza y la fuerte determinación de luchar hasta el final de sus fuerzas. No abandonarían la lucha.
Se paró la gran pasarela ascensor que los sacaba de las mazmorras, del infierno del subsuelo, Enter y Moniz se agarraron de la mano y la gran puerta comenzó a abrirse……….
*Masmoc Utopía
lunes, 28 de enero de 2013
Subsuelo VII
El calor de su cuerpo me inunda, acalora un cuerpo frío y desorientado que se ve superado por unos acontecimientos surrealistas, para una vida acomodada como la mía.
Horas han pasado desde que mi llegada a la gran ciudad me llevara a tomar la decisión de adentrarme en sus entrañas, años me parecen a mí, años desde que Caroncero cambió mi billete; de un tren subterráneo que me llevara a las puertas de mi destino, Diamond Dogs, por los abismos del subsuelo donde mi destino y mis objetivos, aún sin aclararse, sin duda tomaran otro camino.Gente indiferente, violencia desmesurada, viejos enigmáticos, salidas que sin puertas que te eviten huir de este purgatorio, te hacen retroceder. Y por encima de todo y de todos, Moníz, pero ella hace que todo esto merezca la pena, aunque fuese cómplice en la conjura que me trajo hasta esta oquedad, deseaba estar junto a ella, de alguna manera creía haber estado esperando conocerla desde siempre.
Necesito entenderlo todo, ¿que pinto yo en toda esta locura?, ¿qué puede aportar un provinciano como yo para que toda esta injusticia, que se declara a cada paso que doy por estos pasillos interminable y que siempre te llevan al mismo lugar, acabe?
¡Que comience la lucha!
Los dos aspirantes comenzaron a gira por el ring pentagonal, provocando a todos los asistentes que comenzaron a gritar desesperadamente, aclamando cada uno a su favorito.
Cuando los dos luchadores habían recorrido todo el ring, se volvieron uno hacia el otro, los segundos que cruzaron las miradas se llenaron de silencio, silencio en los que tan solo llegaban a mis oídos los latidos del corazón de Moníz, conocedora de lo que acontecería entre los dos aspirantes, se aceleraba de una forma brusca.
Todo estalló en un violento grito que se extendió desde dentro del campo de lucha, provocado por los aspirantes, como una onda expansiva que inundó la Plaza Strummer.
La primera embestida fue repelida por el luchador mas joven con la misma agresividad como había sido el arranque de su agresor; este rodó por los suelos y la primera aparición de sangre en la boca, reactivó la algarabía y el clamor de todos.Mi cerebro cada vez se aislaba más de todo aquello, todo me superaba, ese ruido, ese chico que apenas llegaría a los 20 años de edad, fuerte de musculatura , agresivo en los gestos que realizaba para reivindicar su primera victoria en la lucha que comenzaba. Ese otro luchador que pasados los 30 años y con rasgos de haber estado en mas lides como aquella; se levantaba y escupía la sangre que le había producido el desgarro de dos dientes sobre la mampara que los rodeaba. Saltó sobre su contrincante, subiéndose a sus espaldas, mientras este jaleaba al público , de un bocado le desgarro la oreja izquierda escupiéndola al suelo, mientras el joven chillaba de dolor y caía al suelo. Al caer aprovechó para deshacerse de su enemigo y tras una vuelta sobre el suelo y de un salto ágil se levantó, pateando el estómago de su adversario: una, dos, tres veces, hasta que con un gesto de contracción agarro el pie del musculoso joven y con un rápido giro lo tiró al suelo junto a él, se revolcaron juntos por el ring.
Quería huir de aquello, Moníz me apretaba cada vez más fuerte y yo cada vez lo sentía menos,... hasta que la imagen de la lucha desapareció y me volví a encontrar en el vado del Tuk.
Fue una mañana diferente, la carta que había recibido me llenó de incertidumbre, todo mi mundo podía desaparecer, la gran ciudad y los proyectos en los que me invitaban a participar me llenaban de miedo hacía lo desconocido.
Por eso me adentré en el bosque en la tarde plácida de primavera y llegue mas allá de mi camino habitual, hasta el vado del Tuk, donde me recosté junto a una piedra roma, buscando la tranquilidad de espíritu que me ayudara a discernir mi futuro.
Aquella piedra de parar el tiempo me absorbió, me tendí sobre ella y me provocó un duermevela que me llevó hasta que la sobras alargadas se transformaron en una noche oscura, amenizada por los diamantes de la noche que adornaban el firmamento.Claroscuros del paisaje, me guiaban la mirada al monte que superaba el bosque al otro lado del Tuk, la cima de la montaña en forma piramidal relucía por la claridad de una luna reflejada sobre ella. Parecía apuntar hacia el firmamento de estrellas, miré el imaginario objetivo que me descubría ..., y allí estaba sobresaliendo sobre todas las demás,¡La Vara de Asclepio!, si, estaba allí arriba esperándome sin duda, con ese nombre se conocía a la constelación de Ofiuco y parecía señalarme mi nuevo destino, cuantas veces de pequeño la había contemplado desde el tejado de mi casa, imaginando cada estrella y cada planeta de la constelación, nombrándolas: Ofiuchi, Gliesse, Otivus, Utobab.. unas reales otras inventadas en las noches de vigilia, ahora gracias a Diamond Dogs tendría la oportunidad de conocer otros mundo mas de cerca, reavivar mis sueños dormidos de la infancia. Volví a dormirme soñando con la inmensidad del universo, en mis sueños viaja por mundos desconocidos.
Desperté bruscamente con el rugido de la multitud que aclamaba la ejecución del joven luchador, permanecía con la cabeza aprisionada sobre el suelo del ring por la bota de su enemigo.
Todos callaron y lentamente apretó su pie sobre la cabeza del joven luchador, hasta que crujió una vez, dos..., los estertores de la muerte llegaron lentamente, nadie se movía, solo cuando el ganador levantó su puño y rugió, todos aclamaron al nuevo aspirante a “Ángel Exterminador”.
Me deshice de Moníz y corrí tropezando con la multitud, solo buscaba una salida, tenía que salir de allí, tanta violencia superaba todo lo que era y todo lo que yo quería ser.
Encontré un resquicio por el que salir sin ser visto por los S.C.. Fuera de la Plaza Strummer el silencio dañaba mis oídos provocando un zumbido que enloquecía mi ya escasa cordura; me arrodillé y lloré como un niño.
Gemía y me lamentaba cuando intuí una presencia que me observaba, levanté la cabeza y allí estaba.., El anciano de traje blanco se encontraba frente a mí, compasión por mi reflejaban sus ojos, un aire familiar me traslucía su rostro arrugado por el paso de los años.
No somos lo que parecemos ser.
La sorpresa por lo enigmático de sus palabras me anularon el razonamiento y no supe que decir.
Enter, ¿que haces ahí?
Oí a mis espaldas, era Moníz que asustada por mi huida repentina me había seguido, volví la cara para verla, y cuando me volví a girar para presentarle a mi anciano y enigmático amigo, ya no estaba.
¿No lo has visto verdad? le pregunté.
¿A quien?, contestó ella.
Tartessus Baobab
domingo, 16 de diciembre de 2012
SUBSUELO VI
Enter miraba a Moníz sorprendido por sus palabras, se dirigió a ella gesticulando con las manos.
- Está ahí, Moníz. ¿Pero es que no lo ves igual que yo? Está sentado en el banco y ahora ¡Nos está observando! ¡Está mirándonos!
- Algo raro debe ocurrirte, puede que sea la fatiga de un día demasiado extraño para ti. En ese banco no hay nadie sentado. – Dijo su compañera mirando el sitio que él señalaba y observando indistintamente una pantalla con la imagen del lugar.
- Esto ya es de locos; ahora se levanta del asiento, va vestido con un traje blanco, me saluda con su sombrero y se está alejando. Moníz, por favor dime que lo estás viendo igual que yo.. Estás bromeando conmigo, ¿no?
Señalaba hacia abajo, a través del transparente suelo del compartimento observatorio de Plaza Auster. Hacía gestos nerviosos, se frotaba los ojos, se tocaba los cabellos. Se sentó en el suelo transparente, se cruzó de brazos y musitó en voz baja.
- No entiendo nada. Ayúdame a comprender algo de lo que sucede aquí por favor.
Moníz se sentó junto a él, le pasó su brazo por los hombros, cogió su barbilla con su mano derecha y giró su cabeza hasta atraer la mirada de él a la claridad serena de sus ojos. A Enter le pareció que el tiempo se había congelado, que se adentraba en un mar de tranquilidad iridiscente, llegando al islote de su pupila con la luz de un nuevo día. Se sintió muy calmado, después de la tensión provocada por la visión del anciano.
- Moníz, conocerte es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Eres mi luz del subsuelo.
Cerró los ojos un instante y de nuevo los abrió buscando consuelo y paz en sus ojos.
Ella sonrió sonrojándose antes de levantarse y tenderle la mano para que se incorporara.
- Y tú, Enter, sigues siendo la esperanza de un nuevo amanecer para todos.
Desde el observatorio se podía ver in situ la Plaza Auster a través del suelo transparente. Moníz le contó que descubrió el lugar y que lo encontró abandonado y olvidado por otro nuevo con más medios por lo S.C.. Además se podían observar la mayoría de las diferentes zonas y pasillos por medio de varias pantallas que Moníz había trucado y conseguido conectar al centro de mando de Seguridad Central. No conocían de su existencia ni de su nueva operatividad.
También lo había acondicionado para poder vivir; con sus limitaciones, pero le servía.
Moníz se sentó en la mesa de control y fue mostrando en las doce pantallas todos los ángulos de visión de la totalidad de las cámaras del subsuelo, aunque no lograron ver al anciano del traje blanco.
- De todos modos, hay algunas zonas a las que las cámaras no llegan – dijo Moníz al observar que el rostro de perplejidad de él iba en aumento. – Chico, pues entonces vamos a dar un paseo a buscar a tu “amigo imaginario”.
Bajaron por la escalera de caracol en semioscuridad gracias a la pequeña linterna que ella portaba. En el corto descenso Enter interiorizó y acepto que su vida se deslizaba hacia profundos cambios, que el concepto del mundo existente ya no le servíría, que de su interior surgiría un nuevo ser imbuido de criterio y percepción de la realidad hasta ahora desconocido.
Al llegar a la salida,Moníz hizo el ritual disciplinario acostumbrado para no ser descubiertos; observó la pantalla de la cámara oculta que había instalado en el pasillo de salida, esperó hasta que la zona estuvo solitaria, accionó una palanca y salieron tras el cartel publicitario.
Se sentaron en el banco donde él le contó que tuvo su primer encuentro con el anciano del traje blanco que estaban buscando. Enter pensó que se encontraba muy bien acompañado por Moníz, contrastando la amarga experiencia de palpar el subsuelo con su dulce presencia junto a él. Mientras comían una pizza familiar Enter recuperaba ánimos para continuar la conversación.
- Comes poco – le dijo mientras él devoraba porción tras porción -. ¿No tienes hambre? - Soy de poco comer y hay cosas como la fruta que ni la pruebo. Debería, ¿no? pero es superior a mí. Las verduras sí que me atraen más, son fáciles de digerir y me mantienen ligera y vital.
Sostenía en su mano el resto del único trozo que cogió y que ya terminaba de comer a pequeños bocados.
Enter acabó de comer y observó como ella aún mantenía un pequeño trozo que acabó por introducírselo en la boca lentamente, para luego sonreírle al ver que él la observaba.
- Estás para hacerte una foto y enmarcarla en tu observatorio.
Dos guardias de S.C. que pasaban cerca detectaron las risas y la alegría inusual y llamativa por esas profundidades. Se dirigieron hacia ellos, uno se adelantó para hablarles mientras su compañero llamó al mando, sin dejar de mirarlos.
Moníz se puso tensa, sus sentidos estaban alerta observando a los guardias, calibrando el entorno, evaluando las posibilidades de salida, las probabilidades de éxito en caso de conflicto y lucha.
A Enter se le cambió el rostro, parecía que hubiera encogido sentado en el banco, que rebuscara en sus adentros un espacio donde desaparecer. Él miraba al guardia fornido que avanzaba hacia ellos con paso decidido y enérgico, y su mente se esforzaba en ralentizar lo que su visión le mostraba, esperaba que las leyes físicas se alteraran en ese mismo instante, que se pudiera avanzar en el espacio-tiempo y así sortear lo que se les venía encima.
Moníz agarró su mano diciéndole en voz baja – Tranquilo, no hay que preocuparse, que no detecten el miedo.
Enter guardó silencio y no movió un músculo cuando el hombre de uniforme se detuvo delante del banco en el que permanecían sentados.
- Señorita, está usted armando jaleo. ¿Tienen algún problema usted y su amiguito, o lo están buscando?
- En absoluto agente. – Moníz se puso de pie tirando de la mano a Enter para que se incorporara. Quedó a la altura de sus ojos y ella le mantuvo la mirada en silencio.
El otro guardia acabó la conversación con el móvil y le hizo señas de que no había ninguna información para detenerlos. Este, con la barra sinestética en la mano la dirigió señalando a los dos y diciéndoles – Tened cuidado.
En ese momento el otro guardia avanzó también hasta su altura y con un tono seco y tajante habló.
- Deben abandonar la plaza de inmediato para poder llegar a tiempo a Plaza Strummer. Dense prisa si no quieren infringir la norma. El Ángel Exterminador estará presente en media hora.
Durante el trayecto para acudir a la ineludible cita con el Ángel Exterminador ella le recordó que al entrar en Diamond Dogs debería esforzarse en averiguar las claves ocultas del Proyecto Omnius, que no olvidara la existencia del subsuelo. El ya lo había conocido gracias a Caroncero, que lo desvió hacia las profundidades ocultas del sistema represivo que imperaba en el mundo. Él se iba acercando a la verdad de la realidad y no a lo que había vivido hasta ahora. Él sabía que la existencia del subsuelo no era una pesadilla, no era un mal sueño febril; todo lo contrario, era una cárcel que amenazaba con subir a la superficie en cuanto que los que controlaban todo así lo decidieran.
Moníz y Enter bajaron del tren y llegaron al sector de mayor confluencias de líneas de todo el subsuelo, un lugar de enormes dimensiones de forma circular y con una luz más intensa y potente que en el resto. Habían llegado a Plaza Strummer.
En el centro de la plaza se encontraba un estanque circular coronado con una fuente florentina, algo acomplejada dada la enormidad del espacio. Alrededor del estanque se alinearon guardias de S.C cada dos metros, mirando a la multitud que se iba agolpando con rapidez. Unas vallas de seguridad los separaban del gentío, cada vez más numeroso y excitado.
El latente rugido ambiental del griterío no permitía oír a Enter lo que Móniz le estaba diciendo. Él le hizo señas de que no escuchaba nada, ella sonrió y alzando mucho la voz logró hacerse entender diciéndole – Ya llega el Ángel Exterminador.
El estanque con la pequeña fuente central desapareció tragado por la tierra y en su lugar emergió un ring de forma pentagonal, protegido del exterior por fuertes paredes transparentes que permitían ver plenamente la zona de lucha. Levantado a unos tres metros, se podía ver perfectamente desde cualquier posición.
Todos los guardias levantaron sus barras sinestéticas que emitieron una luz roja avisando de su activación a máxima potencia. De inmediato el ruido ensordecedor cesó, todo el mundo guardó silencio mientras por megafonía una voz clara y potente se oyó.
“Bienvenidos al encuentro con el Ángel Exterminador.
Hoy, como cada diez días, nos congregamos aquí para aclamar a nuestro campeón.
Los dos aspirantes se enfrentan entre sí ante la presencia de nuestro poseedor del cetro.
El que venza tendrá mañana la oportunidad de disputar el título a nuestro campeón.
La lucha ya sabemos que es a muerte o abandono, aunque pocos eligen el abandono sabiendo lo que les espera al perder y renunciar a la posibilidad de ganar, el laboratorio cerebral.
Y ya sabemos que si el cetro exterminador permanece durante tres celebraciones consecutivas en manos de la misma persona, el Ángel Exterminador podrá pasar a formar parte del grupo avanzado de Seguridad Central.
Demos la bienvenida al Ángel Exterminador”.
Enter estaba absorto contemplando los prolegómenos del “espectáculo”. Mientras oía la megafonía y veía los rostros a su alrededor, ávidos de sangre , excitados y expectantes ante la muerte, Enter reflexionaba sobre que éste era el elemento compensatorio que daba “pan y circo” a la sociedad opresiva del subsuelo, la esperanza salvaje y animal teñida de espectáculo para las masas. El sinsentido individual encuentra cobijo en el sinsentido global.
Moníz cogió la mano de Enter y con lágrimas en sus ojos le dijo al oído.
- Acércate a mí, abrázame en mi noche eterna.
*Masmoc Utopía
viernes, 14 de diciembre de 2012
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Subsuelo V
¿Que extraña fuerza me traería hasta este lugar?
No paro de darle vueltas a mi cabeza y cada vez encuentro mas inverosimil esta situación. Yo, siempre rodeado de libros, rutinarios viajes que iban de mi casa a la universidad y de la universidad a mi casa,(previo paso por la librería donde recibía, casi a diario, los tratados sobre robótica, desarrollo plasitrónico y un sin fín de tendencias robotecnicistas que me ayudaban en mi proyecto), ahora me encuentro aquí...
Mi unica aventura hasta hoy pasaba por aquel día, ¡ese día si fue diferente!, creo que todo empezó alli en el vado del río Tuk, rodeado de un calor insoportable y deslumbrado por una belleza jamas estudiada en mis libros....
- ¿Me oyes, Enter?
- ¿Como?, perdona estaba en otro lugar.
- Todos los que estamos aquí abajo querríamos estar en otro sitio. Te decía que si no tienes hambre.
- Por supuesto, llevo horas incontables sin comer, pero no tengo dinero.
- Por eso no te preocupes.
-¡Aparta estúpido!
Tardé en recuperarme de la conmoción unos segundos, los que necesitó aquel otro tipo rapado al cero para aproximarse a mi agresor y con un movimiento tan rápido como violento le incrustó una navaja en el cuello; la sangre, que salía a borbotones de su carótida, salpicó mi rostro hasta hacerme apartar la mirada.
- ¡PELUSOS QUE HACEIS EN NUESTRO TERRITORIO, VENID Y MORIR TODOS COMO VUESTRO AMIGO!
Aquel grito me hizo reaccionar, me levanté lo mas rapido que mis articulaciones pudieron responder, pero ya era tarde; la batalla por la posesión del territorio había comenzado.
Las dos pandillas se agredía con una virulencia y un odio desmesurado, no digna ni de la conquista del territorio mas rico.
Moníz me agarró con fuerza y tiró de mi apartandome de una batalla en toda regla, sobre los restos del chico que yacía inundado por el reguero de su propia sangre
Moníz apartó un cartel de ¡Beba Coca-Cola! Y con su vigorosa fuerza me empujó hacia la oscuridad más absoluta y un silencio opresivo, por una cavidad escondida tras la publicidad. Todo pasaba con una celeridad no apta para mi tranquilo espiritu. Asido de la muñeca por una mano invisible, Moníz tiraba de mí hacia arriba, por unas escaleras en caracol.
La oscuridad fue transformandose paulatinamente en una turbidez, que acabó en una resplandeciente luz proveniente del suelo;suelo que desapareció bajo mis pies, provocandome un intento de retroceso, frustrado tan solo por la firmeza con la que Moníz tiraba de mí, ella se paró justo encima de la nada mas absoluta.
- ¿Y el suelo?
- Esta aquí ¿no lo ves? Es transparente, observa.
Bajo mis pies todo un andén lleno de personas dispuestas a embarcarse en los gusanos eléctricos que oradaban el subsuelo, por el pasillo del fondo se podían adivinar carreras y gritos, provocados por la batalla de las dos pandillas, y sin duda reforzada con la aparición de los S.C, raudos a disolver el problema a base de sus barras sinestéticas.
- Si, esto es un observatorio
- ¿Un qué?
- Un observatorio, un lugar desde el que se vigila el comportamiento de todos los viajeros del subsuelo. Desde aquí y muchos mas lugares como este, los S.C. nos observan.Por eso llegan siempre a tiempo, por eso todo esta controlado.
- ¿Todo esta controlado?
- Si, todo, nada pasa al azar,la causalidad no existe para ellos, prueban sus teorias sobre: la sociabilidad, sobre las reacciones a epidemias(provocadas por ellos mismos) y tantas otras cosas que se les ocurra.No somos mas que ratas de laboratorio al servicio de los que mandan.
- ¿Los que mandan?¿quienes?
- ¿Que quienes?, los que mandan en el mundo de arriba, los que mandan en el subsuelo.Los que te contrataron, la empresa Diamond Dogs, y otras grandes corporaciones.Mantienen arriba un mundo creado para que todos sean felices, felices para poder consumir, para que todo sea perfecto, viviendo esclavos de unas normas de las que no te puedes apartar.Al menor paso en falso que hagas, te envían aquí,si , aquí venimos todos los deportados, la escoria de la sociedad la envían a los subsuelos donde nos esconden de su maravilloso mundo.
- Pero, sigo sin entenderlo, entonces si a mi me contrataron, ¿porque me enviaron aquí?.
- Aqui no te enviaron ellos, es más no saben aún que estas aquí, somos nosotros los que te hemos traido.
- ¿Como?
- ¿Recuerdas el hombre tan amable que te ayudó a sacar el billete? Su nombre es Caroncero, gracias a él, tú pudiste entrar.
- ¿Y para que lo hicisteis?
- Para que conocieras la verdad, ellos te quieren para algo importante, no sabemos exactamente lo que tú puedes aportarles, pero sabemos que es esencial en sus nuevos proyectos, tú puedes cambiarlo todo.
- ¡No hay escapatoria!
- ¿Como dices Enter?
- Ese anciano que esta sentado ahí abajo, en el banco junto al expendedor de bebida, me dijo esas palabras.
- ¡Enter, en ese banco no hay nadie!...
jueves, 22 de noviembre de 2012
SUBSUELO IV
Dos guardias de Seguridad Central llevaban a un mendigo arrastrándolo por el suelo. De su cabeza un reguero de sangre llegaba a manchar sus ropas, ya de por sí sucias y harapientas, dándole una aspecto ruinoso. El hombre trataba de hablar a los transeúntes, gesticulaba en el aire con una mano, implorando atención, pero no emitía sonido alguno, sus ojos estaban casi cerrados .A punto de desvanecerse, logró pedir ayuda con un hilo de voz cuando un guardia le golpeó con la barra sinestética mientras el otro le propinó una patada en las costillas.
Enter contemplaba boquiabierto cómo los guardias levantaban al indigente con suma facilidad, cada uno agarrándolo por un brazo abrían una puerta roja con las iniciales S.C. adentrándose tras ella, no sin antes uno de los guardias percatarse de la mirada fija de nuestro hombre, y avanzando en su dirección le dijo:
– Ten mucho cuidado con lo que ves.
Al mismo tiempo le señalaba con su barra sinestética moviéndola de arriba a abajo. Él continuó inmóvil y callado, como un poste de luz. Las personas que circulaban cerca de la escena aceleraban el paso y seguían con la mirada perdida al frente. El amenazante guardia se dio la vuelta y cerró con un portazo.
Una capa de tristeza y congoja le cubrió el alma. Un vértigo candente inundó su ser. Se dejó caer lentamente en el suelo, recostando su espalda en la pared. Recordó entonces cuando tenía unos once años, al salir de clase un día en que tres niños bravucones le apremiaban a que le entregaran el reloj y lo que llevara de valor, y cómo se deshizo de la amenaza en una veloz carrera por las calles que lindaban con el río. Una sonrisa triste se le escapó al recordar que uno de los chicos cayó a las frías aguas al tropezar con una red de pescadores que puso en su camino, lo que hizo que los otros dos cesaran la persecución.
Una suave voz femenina suena por los altavoces sacándolo del agradable calor de su pasado; comunica que no deben pararse en zonas de tránsito continuo, que deben respetar las líneas de color que indican destinos, que deben no elevar la voz, que no deben comer ni beber salvo en lugares destinados a ello, que deben, que no deben.. Una larga letanía que resuena en todas partes cada cierto tiempo para que a nadie se le olvide. También anuncian que si encuentran “algo inadecuado deben denunciarlo a S.C.” Todo ello siempre “por el bien de la comunidad”.
Frente a él, justo delante de una valla publicitaria de Coca Cola un hombre muy delgado y con los ojos hundidos con la vista fija en el infinito, sostenía entre sus brazos extendidos una pancarta blanca con grandes letras en rojo formando la palabra “HAMBRE”. Un pañuelo blanco con dos monedas se posaba en el suelo delante de él..
Enter había llegado a la ciudad donde iba a comenzar a trabajar en la mayor empresa de desarrollo aeroespacial y plasitrónico. Había estudiado mucho para llegar hasta el comienzo de su nueva vida, había salvado inconvenientes económicos, dificultades familiares pues se quedó huérfano a los quince años, y en la etapa de selección para su nuevo trabajo tampoco le fue fácil pese a su extraordinario expediente académico. Recién acabado sus estudios de astrofísica nuclear y de ciencias plasitrónicas no le faltaron ofertas de trabajo, incluso antes de finalizarlos, pero Enter tenía claro que quería formar parte del ambicioso Proyecto Omnius en la empresa Diamond Dogs. Ahora estaba en disposición de comenzar su sueño, ayudar a mejorar las condiciones de vida de la Tierra, a potenciar las capacidades humanas y aminorar las diferencias injustas entre los pueblos. Era una ardua tarea, ambiciosa, con su toque cuasi utópico que le gustaba encontrar en los retos a lo largo de su vida. Él tenía una determinación en su horizonte vital e iba a por ello, por muy lejos que apareciera en un desierto calcinado.
Enter se incorporó del suelo observando cómo el hombre que sostenía la pancarta la recogía plegándola con rapidez, se guardaba el pañuelo con las escasas monedas en un bolsillo y emprendía la carrera por una pasillo lateral, intentando esquivar a un guardia de Seguridad Central.
“Malos tiempos; esto tiene que cambiar; esta deshumanización debe acabar; este vértigo oscuro no debe tener futuro. La luz aparecerá por los recónditos rincones del subsuelo”. Sus pensamientos caldeaban en su mente la sensación desagradable de desencanto que le acompañaba de forma creciente a lo largo de su recorrido por los sótanos de la mayor urbe del planeta. Todo lo contrario a lo que se le antojaba iba a encontrar; un día ilusionante, esperado y esperanzado en tiempos mejores.
Cuando se disponía a reanudar el paso para intentar salir del subsuelo y llegar a su destino, observó que una mujer le miraba fijamente desde el andén contrario. Le sorprendió que comenzara a andar hacia la pasarela que permite acceder a su andén, sin dejar de mirarlo con intensidad y misterio, como si le estuviera pidiendo que lo esperara, o eso le parecía percibir. Al perderla en su ángulo de visión, reaccionó y comenzó a andar, abandonando su peregrina impresión anterior.
Un río humano se cruza con él, de un lado para otro, vienen unos bajando a toda prisa por escaleras, otros ascienden, carreras y carreras, vallas publicitarias sugestivas, luces cansinas, guardias de S.C. patrullando haciendo ondular sus barras sinestéticas, susurro de raíles sin engrasar, gusanos mecánicos que horadan el mundo… hermética sinfonía del subsuelo.
Desde detrás de una gran columna salió de repente la mujer misteriosa y se paró a dos metros delante de Enter. Iba vestida con ceñida gabardina de cuero negro hasta las rodillas, se dejaba ver una ajustada falda del mismo estilo, medias y zapatos de tacón del mismo color. Llevaba guantes de color carmesí.
- Podremos escapar de este horizonte sombrío, Señor Enter.
- No entiendo. ¿La conozco?
- Ahora es el momento de que me conozca y de que conozca la verdad.
Enter se quedó inmóvil, no sabía cómo reaccionar, no encontraba explicación a sus palabras, no comprendía porqué se dirigía a él esa bella mujer. La inesperada mujer comenzó a andar alrededor de él, de forma pausada, en círculos, mirándolo. El silencio intenso surgido entre los dos le sirvió a Enter para observar su cuerpo, la seguridad que irradiaba a cada paso que daba. Medía un metro setenta, era morena y de ojos claros. Su rostro emanaba una fiera curiosidad, algo que te hacía desear apartar la mirada y al segundo su belleza te capturaba con sus ojos serenos. Había en ella una elegancia cautelosa que despedía con su atractiva figura y sus movimientos sinuosos.
Los sonidos del subsuelo volvieron a ser conscientes para Enter cuando ella se paró frente a él, muy cerca, casi tocándose, y con una amplia sonrisa que despedía triunfo e inmensa alegría volvió a hablarle.
- Le iré dando información mientras paseamos, si le parece.
- ¿Pasear? Yo lo que quiero es llegar a mi primer día de trabajo, señorita. Por cierto, ¿cuál es su nombre? Ya que sabe el mío, no estaría mal que supiera el suyo.
- Mil perdones. Mi nombre es Moníz.
Ella le cogió del brazo con un elegante y cercano gesto que a Enter le pareció de lo más natural que fueran andando por el subsuelo entrelazados.
- Debo llegar a la empresa donde comienzo a trabajar, no dudo de que es agradable pasear con usted pero..
- Enter, llegarás hoy, te lo aseguro. Aunque antes permíteme mostrarte un sitio especial en el subsuelo que nadie conoce.
- ¿Un sitio especial que nadie conoce?
- Sí. Allí podrás comprender mejor lo que te voy a contar.
Sus palabras sonaban tan melódicas y sugerentes que Enter nada más que pudo guardar silencio cuando Moníz comenzó a contarle su historia mientras avanzaban por el subsuelo....
* Masmoc Utopía.
lunes, 29 de octubre de 2012
Subsuelo III
¿Que me ha pasado? Esas miradas me
invitaban a continuar aquí dentro, a seguir viviendo esta miseria
que me asfixia e inunda mis sentidos provocandome nauseas.
Volveré a
integrarme en la marea humana que vierte cada cavidad, ya sea
ascendente como descendente, y buscaré el motivo de mi ilógica
decisión.
Las voces de las
pantallas gigantes que cubren las paredes publicitan productos que
nos ayudaran a vivir mejor, a ser mas bellos, mas fuertes, mas
inteligente..., llenan el espacio de mensajes subliminales que
taladran a los transeúntes.
Al girar uno de
tantos pasillos subterráneo me encuentro con un suelo por el que
parece correr un río de aguas turbulentas, y que a su vez esta
resbaladizo.
A unos metros de
mi, una señora resbala y cae dándose un golpe en la cabeza, unos
chicos que van junto a ella se inclinan y para asombro de unos ojos
incautos, veo como le quitan el bolso que llevaba y el mas pequeño
se ensaña con un collar, que se aferraba al cuello de su dueña,
arrancándolo con una violencia inusual.
Corrí hacia ellos
gritando improperios, pero tan solo me valieron para ser recibido por
el chico mayor con un palo que saco de no se donde, y lo estrelló
sobre mi cabeza, mientras los demás transeúntes pasaban por mi lado
esquivando la situación; hasta que no perdí la conciencia no paró
de golpearme.
Desperté tras un
tiempo incontable, solo, dolorido y humillado me encontraba en aquel
suelo azul y luminoso. Miré a mi alrededor, nadie, ni siquiera la
señora; si no sintiera tanto dolor, pensaría que habría sido un
sueño, pero no, había sucedido, había sido real, los moratones en
mi cuerpo y la lógica desaparición de mi cartera, que antaño tanto
había protegido, me aseguraban que no había sido un sueño.
Pero, ¿como no
había acudido nadie a ayudarnos?¿donde estaba la señora a la cual
había intentado defender?
-SENSECIONS, LA
NUEVA CREMA QUE LE HACE REJUVENECER EN 3 DIAS
Las pantallas
reflejaban como viejas arrugadas lucían una eterna juventud nada mas
ser embadurnadas con la crema milagrosa; en aquel momento desee
tener una crema de esas, pero para que desaparecieran los dolores que
tenía.
Me levanté como
pude y me dirigí hacia algún lugar mas transitado, quizás en
aquella plaza donde me encontré con el viejo vestido de blanco,
quizás el me pudiera explicar algo sobre estos comportamientos tan
incivicos, ¿se querría referir a algo de esto con sus palabras?,
¿como dijo?
¡No hay
escapatoria!
Tartessus Baobab
domingo, 14 de octubre de 2012
Subsuelo II
Él salio del vagón, se paró a unos pasos del andén, volvió su mirada hacia los demás pasajeros que salían aturrullados y presurosos. La escena le hipnotizó, dejándolo abstraído con la visión de la masa humana silenciosa vomitada por el gusano eléctrico.
El denso grupo vertido en el andén se disolvió dividido por unos que bajan con rapidez por una escalera, otros que se suben en una rampa mecánica que los lleva en línea recta hacia delante, perdiéndolos también de vista, y los últimos van colocándose en los escalones ascendentes de una escalera mecánica.
De alguna forma extraña le parece percibir cierta emoción en el vertido humano que asciende por las escaleras mecánicas, cree ver algo diferente en sus rostros, algo más relajados. Aunque sólo es una impresión de la que al instante desconfía.
Trata ahora de situarse, mira las tres opciones para continuar, lee los letreros, contempla cómo nuevas personas llegan al andén, y reemprende el paso con decisión, sin olvidar no aparentar ser un forastero. Toma el pasillo de la escalera mecánica ascendente en busca de su estación de destino.
Se sorprende al ver de repente la imagen de un bonito rostro femenino que le sonríe desde el pasamanos metálico de la escalera ascendente. Respira de nuevo al comprobar que se trata del reflejo de un cartel publicitario sobre la pared más próxima. Lo cierto es que le reconforta observar ese rostro perfecto, bello, rebosante de vitalidad, alegre y optimista. Igual podría ser que su estación final estuviera repleta de luz y armonía, algo que no ha logrado encontrar en su viaje por el subsuelo de la ciudad.
Termina el trayecto ascendente, llegando a un espacio más grande que los anteriores, a modo de centro vectorial, con tiendas, bares y lugares de encuentro. Ahora se sienta en un banco donde un aciano con sombrero blanco reluciente, traje igualmente de color blanco impoluto, apoyado con su mano izquierda en un bastón rojo carmesí y zapatos y corbata del mismo vivo color, le ofrece asiento. Lleva unas gafas muy oscuras y una medio sonrisa gentil acompaña sus gestos. Permanecen los dos en silencio aunque él mira de vez en cuando al elegante anciano con la intención de entablar conversación, pero algo le impide hacerlo, será la desconfianza, será la timidez, será el ambiente que le ha acompañado durante todo el recorrido desde que se adentró en el sótano de la urbe. Pero después de cada intento, algo le imide comunicarse, guarda silencio de nuevo y el anciano continúa observando a los transeúntes con su expresión medio sonriente.
El anciano se levanta, se coloca frente a nuestro personaje, se quita el pulcro sombrero diciéndole - ¡No hay escapatoria!
Seguidamente se marcha confundiéndose con la marea humana vertiginosa, que a nuestro hombre le parece que hayan acelerado el paso, que el ritmo frenético que deambula delante de él cobra una velocidad irreal e imposible. Intenta observar los rostros de las personas que circulan tan rápidamente pero no le es posible, no logra ver sus caras.
Aturdido, desorientado y desconfiando de cualquiera que esté a menos de dos metros de él, inicia el paso todo lo ligero que puede sin llamar la atención. Intenta vigilar a todo el que se cruza o circule cerca de él. Aviva todavía más el paso, con la certeza de que nadie le mira, es como si no estuviera allí, se siente casi invisible aunque extrañamente vigilado.
Ya está corriendo por un pasillo, siguiendo la flecha de “Salida”, el sudor corre por su frente, continúa mirando a derecha e izquierda en su carrera para salir de allí. Un silbido monótono del quejido de las vías resuena cada vez más lejano en sus oídos, haciéndole recobrar vigor, sobre todo cuando divisa cómo la luz del exterior penetra débilmente desde la boca de metro de Plaza Auster, es su salida más próxima y por fin ha llegado a las escaleras de subida al exterior.
Se detiene, contempla los escalones, mira hacia atrás intentando desprenderse de la sensación de ser un fugitivo; observa a las personas que se adentran bajando las escaleras y se queda petrificado, inmóvil, con la respiración cortada, un sudor helado le deja paralizado al comprobar que todos los que descienden hacia su lugar de destino le miran y sonríen.
No puede subir las escaleras, intenta adelantar el primer paso y al momento decide que no es conveniente, que no debe salir todavía. Algunas personas también le observan al cruzarse con él y con la mirada sonriente le invitan a continuar adentro.
Alguna fuerza dentro de él le retiene allí y allí permanece. En el subsuelo.
* Masmoc Utopía.
El denso grupo vertido en el andén se disolvió dividido por unos que bajan con rapidez por una escalera, otros que se suben en una rampa mecánica que los lleva en línea recta hacia delante, perdiéndolos también de vista, y los últimos van colocándose en los escalones ascendentes de una escalera mecánica.
De alguna forma extraña le parece percibir cierta emoción en el vertido humano que asciende por las escaleras mecánicas, cree ver algo diferente en sus rostros, algo más relajados. Aunque sólo es una impresión de la que al instante desconfía.
Trata ahora de situarse, mira las tres opciones para continuar, lee los letreros, contempla cómo nuevas personas llegan al andén, y reemprende el paso con decisión, sin olvidar no aparentar ser un forastero. Toma el pasillo de la escalera mecánica ascendente en busca de su estación de destino.
Se sorprende al ver de repente la imagen de un bonito rostro femenino que le sonríe desde el pasamanos metálico de la escalera ascendente. Respira de nuevo al comprobar que se trata del reflejo de un cartel publicitario sobre la pared más próxima. Lo cierto es que le reconforta observar ese rostro perfecto, bello, rebosante de vitalidad, alegre y optimista. Igual podría ser que su estación final estuviera repleta de luz y armonía, algo que no ha logrado encontrar en su viaje por el subsuelo de la ciudad.
Termina el trayecto ascendente, llegando a un espacio más grande que los anteriores, a modo de centro vectorial, con tiendas, bares y lugares de encuentro. Ahora se sienta en un banco donde un aciano con sombrero blanco reluciente, traje igualmente de color blanco impoluto, apoyado con su mano izquierda en un bastón rojo carmesí y zapatos y corbata del mismo vivo color, le ofrece asiento. Lleva unas gafas muy oscuras y una medio sonrisa gentil acompaña sus gestos. Permanecen los dos en silencio aunque él mira de vez en cuando al elegante anciano con la intención de entablar conversación, pero algo le impide hacerlo, será la desconfianza, será la timidez, será el ambiente que le ha acompañado durante todo el recorrido desde que se adentró en el sótano de la urbe. Pero después de cada intento, algo le imide comunicarse, guarda silencio de nuevo y el anciano continúa observando a los transeúntes con su expresión medio sonriente.
El anciano se levanta, se coloca frente a nuestro personaje, se quita el pulcro sombrero diciéndole - ¡No hay escapatoria!
Seguidamente se marcha confundiéndose con la marea humana vertiginosa, que a nuestro hombre le parece que hayan acelerado el paso, que el ritmo frenético que deambula delante de él cobra una velocidad irreal e imposible. Intenta observar los rostros de las personas que circulan tan rápidamente pero no le es posible, no logra ver sus caras.
Aturdido, desorientado y desconfiando de cualquiera que esté a menos de dos metros de él, inicia el paso todo lo ligero que puede sin llamar la atención. Intenta vigilar a todo el que se cruza o circule cerca de él. Aviva todavía más el paso, con la certeza de que nadie le mira, es como si no estuviera allí, se siente casi invisible aunque extrañamente vigilado.
Ya está corriendo por un pasillo, siguiendo la flecha de “Salida”, el sudor corre por su frente, continúa mirando a derecha e izquierda en su carrera para salir de allí. Un silbido monótono del quejido de las vías resuena cada vez más lejano en sus oídos, haciéndole recobrar vigor, sobre todo cuando divisa cómo la luz del exterior penetra débilmente desde la boca de metro de Plaza Auster, es su salida más próxima y por fin ha llegado a las escaleras de subida al exterior.
Se detiene, contempla los escalones, mira hacia atrás intentando desprenderse de la sensación de ser un fugitivo; observa a las personas que se adentran bajando las escaleras y se queda petrificado, inmóvil, con la respiración cortada, un sudor helado le deja paralizado al comprobar que todos los que descienden hacia su lugar de destino le miran y sonríen.
No puede subir las escaleras, intenta adelantar el primer paso y al momento decide que no es conveniente, que no debe salir todavía. Algunas personas también le observan al cruzarse con él y con la mirada sonriente le invitan a continuar adentro.
Alguna fuerza dentro de él le retiene allí y allí permanece. En el subsuelo.
* Masmoc Utopía.
miércoles, 3 de octubre de 2012
Subsuelo I
Hoy me he sentido solo, en una ciudad tan cosmopolita como esta, rodeado de personas de diferentes edades e innumerables nacionalidades, me sentí aislado de todos mis semejantes.
Llegue a La gran ciudad con el suficiente tiempo como para preferir viajar, a mi lugar de destino, rodeado de toda una población que a aquellas horas se desplazaban a sus trabajos, recorriendo las entrañas de la ciudad. No me apetecía montarme en un taxi y escuchar durante media hora todo un monólogo sobre lo mal que va el país, al taxista de turno, mientras yo procuro recordar las calles por las que me desplazo, e intento averiguar si estoy siendo estafado u honradamente llevado a mi destino.
La única persona que me demuestra ciudadanía se encuentra junto a unas maquinas expendedoras, donde encontrar tu lugar de destino para poder sacar el billete ya merece toda una gran capacidad de deducción, y a eso contribuye esta persona, a que nadie se equivoque y saque su billete correctamente.
Tras pasar unos tornos me engulle unos pasillos llenos de carreras digna de cualquier competición, como cada recoveco me obliga a corroborar la dirección que debo tomar en carteles diseminados por todas las paredes, me aparto para no ser arrollado.
En el anden se posicionan todos salvando distancias entre unos y otros, conservando cada uno su espacio vital, y preparados para el asedio de un tren que aparece luminoso y ruidoso saliendo de una cavidad oscura y misteriosa.
Se abren las puertas y sin apenas ser desalojados los vagones, entramos todos en avalancha. Todo mi espacio vital acaba en ese momento, unas sobre otras se apiñan las personas, cada pequeño resquicio del vagón es rellenado por una masa de carne perteneciente a cualquiera de los concurrentes.
Yo, debido a mi inexperiencia en estos avatares, me dejo llevar por la marea y tan solo me preocupo por rodear mi cartera con la mano, para no ser desvalijado, ya habréis deducido que soy de natural desconfiado.
Así las paradas se eternizan y solo me quedan ojos para ver un señor que en medio de esa amalgama de articulaciones humanas que sobresalen de nuestra cabezas para agarrarse a las barras, en la mano que le queda libre porta un libro entreabierto del que parece estar leyendo. Para mi la lectura es un placer, cada vez que he visitado la orilla de un río, lo alto de una montaña, un parque o cualquier sitio que haya desprendido tranquilidad y paz de espíritu, he pensado: aquí ahora solo me falta un libro y soy el hombre mas feliz; pero ¿en medio de ese amasijo de seres?, ¿en medio de tanto vaivén?
Esto me sirvió para entretener mi mente hasta que los altavoces anunciaron mi parada.
Tras salir expulsado del tren, me dirigí hacia la salida del anden, cada vez mas integrado en corrientes de personas que se desplazaban por las cavidades subterráneas, pero con el lógico cuidado del que mide cada paso para no parecer forastero.
Al llegar al próximo anden donde tenía que coger el otro tren, todo parecía mas tranquilo, sin lugar a dudas esta línea de metro no tenía tanta concurrencia.
Igual que en el caso anterior el tren apareció de la nada mas profunda e inundo con un estruendo el anden donde nos encontrábamos.
Entré junto a varias personas, pero el vagón no se encontraba lleno, por lo que pude posicionarme para observar a todos mis compañeros de viaje.
Y fue en ese momento cuando me di cuenta; estaba solo, si solo, y no me refiero a que no conocía a nadie, eso era lógico si estaba en una ciudad como esta donde confluyen varios millones de personas, difícil sería que me encontrara a alguien conocido y mas teniendo en cuenta que yo era de fuera.
Me refiero a que nadie se interesaba lo mas mínimo por mi, ni por mi ni por cualquier otro que tuviese a su alrededor. Para ser exacto lo que hacia cada persona era eludir el más mínimo contacto, tanto verbal como visual.
A mi derecha se situaba una pareja, esas eran las únicas personas que parecían no haber sido envueltas en aquel estado de individualismo y abstracción en el que estaban todo el resto de seres de aquel vagón.
Frente a ellos, dos chicos sentados uno junto al otro cada uno con sus móviles escribiendo no se que y con unos cascos que adornaban sus orejas, abstracción absoluta de un entorno poco atrayente.
Sentada junto a mi se encontraba una señora que postraba sobre su faltriquera un libro abierto que combinaba con el constante teclear de su móvil, debido a mi cotilleo os puedo asegurar que no paso la hoja de su libro en todo el viaje.
Frente a mi un chico saco de un pequeño bolso una psp y con unos cascos que colgaban de sus orejas se internó en el mundo de los juegos.
A mi izquierda otro chico chaqueteado, tipo vendedor de centro comercial importante, leía muy ensimismado un libro "tipo tocho" como yo los llamo, que yo tan solo suelo leer sobre una mesa, ya sabéis por evitar el posible esguince de muñeca.
Pocos más eran los habitantes fugaces que portaba dicho vagón, todos eludiendo el contacto con los vecinos de viajes.
Recuerdo viajes por el campo, a tempranas horas de la mañana, paseos vespertinos de verano a la orilla de una playa ya desierta, y siempre me sentí participe del medio, en cualquier momento alguien aparecería y seguro que me hablaría, se preocuparía de recordarme que estaba allí, que yo era alguien y que ese alguien le interesaba.
En aquel vagón todos tenían indiferencia, les era indiferente relacionarse, les era indiferente el prójimo, solo les interesaba su estación de destino, nada más.
Eso me producía soledad, soledad y desesperanza, nada puede producir más dolor que la indiferencia, en una ciudad donde tantos millones de personas conviven, y en su subsuelo se cuece el mayor cardo de cultivo para acabar con los seres humanos, el aislamiento del prójimo, el hombre un animal colectivo pasa a ser en el cénit del progreso, "un indiferente".
Estación en curvas, suena una voz por los altavoces, segundos antes de que el frenazo del tren me haga volver en mi, y corro fuera del vagón hacia mi destino.
Tartessus Baobab
miércoles, 18 de julio de 2012
¿TE IMAGINAS?
-
El
Jabato es el que más me ha gustado desde que fui dejando de leer los Tío Vivo, Pulgarcito,
TBO y demás. –Dice Luiso con claridad.
-
Hombre,
Luiso, El Jabato está guapo, pero con el que mejor me lo paso es con El Capitán
Trueno. Es parecido al otro guerrero, pero además se encuentra con más
historias fantásticas, con personajes extraños…… y Sigrid está de miedo. –Le
digo, ondeando con mis manos en el aire la figura y las curvas de la novia de
mi héroe favorito.
-
Pues
yo me quedo con Hazañas Bélicas. Las historias de la 2ª Guerra Mundial son más
cercanas y reales. Las batallas son emocionantes. –Asevera Monti con una
sonrisa.
-
Ya..
–Les digo, apoyado en el 850 de mi padre, aparcado en la puerta de casa.
Desde
la puerta de la taberna El Punto se acerca hacia nosotros Alberto, con su andar
cansino y gastado. Nos observa, con su mirada torva y los brazos en jarra; remangada
la camisa blanca se aprecia claramente su tatuaje en el brazo, recuerdo de su
antigua época de marino. Monti, Luiso y yo nos quedamos en silencio a ver por
dónde sale.
-
¿Hoy
no queréis un vaso de casera fresquita? Hace calor y es lo que pega ¿no?
-
Es
que no tenemos dinero, Alberto. –Le dice
Luiso, secamente.
-
No
importa, el que quiera beber su vaso de casera fresquita que lo haga, y mañana
pagará la peseta. –Responde con rotundidad.
-
Vale,
me apunto.
Monti
y yo guardamos silencio y también nos adentramos tras ellos en la taberna El
Punto. La alfombra de virutas bajo nuestros pies nos hace sentir en territorio
extraño, el olor concentrado por Baco en la estancia llega a su mayor
intensidad a la altura del mostrador, su aroma se mastica. Alberto sirve un
vaso de gaseosa La Casera y Luiso se lo bebe de un tirón, mientras algunos
pajarillos revolotean entrando y saliendo del establecimiento.
Félix
se asoma a la taberna desde la calle buscándonos, nos llama, y al verlo también
Alberto le grita con énfasis –¡Felicín, mórdiles! –Félix echa a correr en dirección a su casa y
desaparece como una bala.
Sonreímos,
nos despedimos de Alberto y volvemos a nuestro mundo perfecto, la calle.
Doy
una palmada al aire diciendo –Asiento
"patrés" –y al oír los
demás la clave, nos dirigimos en silencio hasta nuestro lugar señalado, el
escalón de entrada a un piso alto, junto al "Zapa", donde sólo
cabemos tres, y algo apretados. Con el calor del comienzo del verano el denso olor
a cuero y betún nos llega a oleadas intermitentes.
-
Los
que sí me están gustando cada vez más son los nuevos, creo que les llaman
comics, que tienen una forma diferente a los tebeos, es como un libro pero con
las viñetas; los de superhéroes. Ya voy cogiéndole el rollo a los personajes y
las historias son increíbles. –Les comento, retomando la conversación de hace un
rato.
-
A
mí me gusta Spiderman. De superhéroe es la caña, y cuando no actúa como
Spiderman, cuando es Peter Parker, no le salen las cosas demasiado bien. Dice
Luiso.
-
A
mí también es el que más me gusta y además tiene líos con las novias y se
agobia bastante. –Confirma Monti.
-
Y
lo que estaría guapo sería que vinieran en color, no sólo la portada. ¿No? –Monti
y Luiso me dan la razón con un gesto de cabeza al unísono.
-
El
superhéroe que más me gusta es Thor. –Les digo muy convencido. –Es diferente;
llega a la Tierra a aprender de los humanos y a ayudarles. Me gusta su nobleza.
Nos
quedamos unos instantes en silencio, cada uno de nosotros tres está recordando
escenas de las historias de Marvel. Monti reinicia el diálogo.
-
Ahora,
¿os dais cuenta que hay poca gente que conozca a estos personajes superhéroes?
Solamente a unos pocos nos interesa.
-
Sí.
No son famosos como Superman, ni creo que lleguen a serlo.
-
O
a lo mejor sí, Luiso. –Les digo, esperando su reacción.
-
¡Anda
ya! –Me repiten los dos haciéndome
gestos de que he perdido la cabeza.
-
Demasiada
fantasía tienes tú. –Me dispara Monti.
-
Además,
Superman es sólo uno. Aquí están Spiderman, Thor, Dan Defensor,La Patrulla X,
Los Vengadores, Los 4 Fantásticos..... Muy complicado, demasiados superhéroes
para este mundo. –Apostilla Luiso.
Se
levantan los dos del asiento "patrés" casi al mismo tiempo.
-
Luiso
¿Te imaginas poder verlos en el cine?
-
Eso
sería demasiado. –Me contesta.
-
Eh,
Monti ¿Te imaginas ir al cine a ver una peli de Spiderman o de Thor, o incluso
de Los Vengadores? Poder ver a Spiderman en una pantalla de cine colgarse de
sus telarañas y balancearse de un edificio a otro. Ver a Thor lanzar su
martillo….
Me
incorporo del asiento y me quedo mirándolos esperando alguna reacción.
-
Demasiada
fantasía para eso. –Me dice Luiso, comenzando a andar.
-
Demasiada
imaginación habría que tener. –Sentencia Monti con una sonrisa.
Junto
a los adoquines, en la carretera de nuestra calle, unos zapateros revuelan
cerca del charco dejado por un sifón medio vaciado de un camión de la fábrica
de gaseosas La Juncal. La calle se va quedando solitaria. El calor sigue
apretando. La sombra ya nos espera en casa. Es la hora del almuerzo.
Monti
abre la cancela de su casa, adentrándose en el patio exterior diciéndonos.
–¿Jugamos después una partida de monopoly?
-
Bien,
buena idea – contesta Luiso.
Los
dos me miran a ver qué digo, se quedan callados, esperando.
-
¿Te
imaginas verlos en el cine? ¿Te imaginas?
Monti nos sonríe despidiéndose con un
movimiento de su mano.
Luiso
y yo caminamos en silencio rumbo a casa. Antes de entrar vuelvo al
ataque.
-
¿Te
imaginas una peli de Los Vengadores?
-
Eso
será cuando toree El Guindi. – Me dice iniciando una carrera.
-
Ya,
pero...¿Te imaginas?.... –Y corro también intentando imaginar.
*Masmoc Utopía
miércoles, 27 de junio de 2012
Aún queda esperanza
Hoy me invaden recuerdos, nostalgias, deseos aun por conseguir, cúmulo de sensaciones encontradas.
El desarrollo de todo, camina impasible por un páramo oculto entre montañas tan altas que no dejan vislumbrar su final.
Sosegar las ansias de vivencias banales, corregir la cólera de posiciones encontradas, destruir todo desprecio hacia mis semejantes y conseguir convivir con lo inaceptable, son logros arduos, estos que se van consiguiendo batalla a batalla hacen que pueda sentirme más persona cada día.
Deambular por pedregales descalzo hiere unos pies cansados amoratando las plantas de la base que me mantiene erguido.
Una cadencia acompasada de amaneceres y crepúsculos bambolean mi ser y me embriagan postulando un futuro incierto en esa búsqueda continuada.
Cierro este razonamiento totalmente irracional defendiendo lo único real que logro discernir:
Si coincide en mi cabeza este galimatías puedo asegurar que aún queda esperanza.
Tartessus Baobab
domingo, 24 de junio de 2012
OLVIDAMOS LA NADA
Perdimos el mar;
huyó por entre la arena de tus ojos
buscando rendijas de salida.
Perdimos la sal.
Olvidamos la llama;
se apagó al crecer las estrellas,
se inundó de lunas traicioneras.
Olvidamos la nada.
El mar nos encontraba
y nos balanceaba.
La nada nos buscaba
y nos cobijaba.
Sigo anhelando tu mar
bajo estrellas que se alejan.
Oigo crepitar el fuego
en mi alma soñolienta.
Olvidamos la nada
que nos hizo ser todo.
Y ahora...
naufragamos en el lodo.
*Masmoc Utopía
huyó por entre la arena de tus ojos
buscando rendijas de salida.
Perdimos la sal.
Olvidamos la llama;
se apagó al crecer las estrellas,
se inundó de lunas traicioneras.
Olvidamos la nada.
El mar nos encontraba
y nos balanceaba.
La nada nos buscaba
y nos cobijaba.
Sigo anhelando tu mar
bajo estrellas que se alejan.
Oigo crepitar el fuego
en mi alma soñolienta.
Olvidamos la nada
que nos hizo ser todo.
Y ahora...
naufragamos en el lodo.
*Masmoc Utopía
domingo, 27 de mayo de 2012
GRATITUD INQUEBRANTABLE
Una de mis estrellas del nuevo día
brilla con tu lealtad inquebrantable
que los años no lograron borrar.
Iluminas el rail de la vía,
rebosante con tu aliento inagotable
que sólo tú puedes realizar.
El destino del puzle no podría
ir llenando de colores imborrables
si no es con la pieza de tu amistad.
Gratitud que me invade,
lealtad inquebrantable.
* Masmoc Utopía.
AGRADECIMIENTOS-PROPUESTA
Agradecimientos a la Comunidad Baobaliana por sus comentarios y apuntes de ánimo y conexión. Es muy grato encontrar notas de comentarios en los escritos que vamos lanzando al espacio desde Utobab. Nuestro Universo se expande con vuestras aportaciones.
Por ello pensamos que sería muy bien recibido por todos los Baobalianos que pudiérais participar aportando escritos que tuvieran relación, continuación, modulación o rasgos personales sobre personajes de nuestras historias, sobre nuevos relatos paralelos, relacionándolos y dádole riqueza. Buscamos agrandar las emociones, expandirlas y renovarlas con vuestros escritos relacionados con el Universo Baobaliano.
Nuestra mayor gratitud para Loli, M.Beltran, Anny, Montse B, Josefina, T.Gar, Sócrates Cerreño, JARR, El escriba de Thot, El Beja, Manu-Muabdib, Carla, MigueTerrible, Halada y a todos los anónimos que puedan dar color a la imaginación baobaliana.
El método de transmisión sería a través de la dirección de correo de Tartessus o de Masmoc.
"El que perdura" sonrió al conocer la propuesta y nos dijo que no tiene prisas, que dispone de todo el tiempo y recalcó - ¡Aventurarse! ¿Hay alguien ahí?
Por ello pensamos que sería muy bien recibido por todos los Baobalianos que pudiérais participar aportando escritos que tuvieran relación, continuación, modulación o rasgos personales sobre personajes de nuestras historias, sobre nuevos relatos paralelos, relacionándolos y dádole riqueza. Buscamos agrandar las emociones, expandirlas y renovarlas con vuestros escritos relacionados con el Universo Baobaliano.
Nuestra mayor gratitud para Loli, M.Beltran, Anny, Montse B, Josefina, T.Gar, Sócrates Cerreño, JARR, El escriba de Thot, El Beja, Manu-Muabdib, Carla, MigueTerrible, Halada y a todos los anónimos que puedan dar color a la imaginación baobaliana.
El método de transmisión sería a través de la dirección de correo de Tartessus o de Masmoc.
"El que perdura" sonrió al conocer la propuesta y nos dijo que no tiene prisas, que dispone de todo el tiempo y recalcó - ¡Aventurarse! ¿Hay alguien ahí?
lunes, 26 de marzo de 2012
Asi me mantengo vivo
Llegué buscando lo que nunca había hallado,
llegué soñando lo que siempre había anhelado,
llegué esperando tener todo aquello que nunca había tenido...
Pero tras todo este tiempo aquí sigo;buscando, soñando y esperando tener lo que aún me falta...
Todo eso me hace saber que sigo vivo.
Tartessus Baobab
llegué soñando lo que siempre había anhelado,
llegué esperando tener todo aquello que nunca había tenido...
Pero tras todo este tiempo aquí sigo;buscando, soñando y esperando tener lo que aún me falta...
Todo eso me hace saber que sigo vivo.
Tartessus Baobab
viernes, 23 de marzo de 2012
Cesará la quietud
Cesará la quietud de la tarde,
los vientos del Norte helarán el Páramo,
y yo, seguiré aquí tras mi ventana
esperando una lucidez perdida en antaño
postergando mi final con esta nada.
Crepitar de llamas efimeras
reflejo de un atardecer crepuscular,
envidia de una levedad deseada,
deseada...para encontrarme con mi amada.
Tartessus Baobab
los vientos del Norte helarán el Páramo,
y yo, seguiré aquí tras mi ventana
esperando una lucidez perdida en antaño
postergando mi final con esta nada.
Crepitar de llamas efimeras
reflejo de un atardecer crepuscular,
envidia de una levedad deseada,
deseada...para encontrarme con mi amada.
Tartessus Baobab
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