Capítulo VI: "El que Perdura"
Renaín miraba con ojos incrédulos el medallón que colgaba del cuello del hombre, al portador de este y a la mujer que le acompañaba. Los músculos en tensión, vigilante, expectante ante la inesperada presencia de ambos allí. La Gran Caza tenía que ser una experiencia solitaria y personal, sin espectadores, solamente el fiero animal y él. No lograba encajar a los dos extraños en la escena mental de su última prueba de aprendizaje en la dehesa.
Dos días atrás comenzó su fase de ayuno y recogimiento antes de iniciar el camino de La Gran Caza, que eran tres días y tres noches aunque él sólo lo hizo durante el resto de un día y una noche completa. “El que perdura” así lo ordenó por primera vez.
Cuando el amanecer llegó, su Maestro de Día y su Maestro de Tarde lo escoltaron hasta llegar a la puerta de la Gran Piramide . Los dos acompañantes se pusieron una especie de gafas de un cristal dorado, se acercaron a dos figuras de piedra con forma de animal mezcla entre gran buey y toro, cada uno agarró con las dos manos los cuernos de la figura que tenía frente a él y enfrentó su mirada a través de las gafas doradas, pegándolas a los ojos del toro-buey. La puerta se abrió hacia arriba silenciosamente. Ambos se quitaron sus extrañas gafas, las guardaron en sus ropas y se adentraron en la Gran Pirámide seguidos por Renaín. Caminaban en sentido descendente, a medida que avanzaban se iba iluminando el pasillo sin que se observara de donde provenía la luz directamente. Las paredes de piedra estaban adornadas con dibujos de gran colorido de todo tipo de animales, con la curiosidad de que todos miraban hacia arriba. El techo representaba un cielo claro y luminoso, escaso de nubes, tan real que parecía que se encontraban al descubierto.
Renaín recordaba su pasado, sus años de infancia, la imagen de sus padres a los que no llegó a conocer, el día en que lo eligieron para ser aprendiz y el orgullo que sintió, los años de aprendizaje con sus dos maestros y los últimos acontecimientos que le habían llevado hasta allí. Siempre había estado esperando ese momento en el que podría conocer a “El que perdura” y presentar su Tabla de Honor, había luchado por ello y superado muchas pruebas de habilidad y conocimiento. Pero ahora que estaba allí dudaba si de verdad se merecía ese derecho, no tenía tan claro que realmente estuviera preparado para su futuro.
El sonido en aumento de una música rítmica de percusión le sacó de sus pensamientos, el volumen crecía conforme avanzaban, hasta que llegaron ante una puerta de metal lisa con un dibujo del sol idéntico al que llevaban los maestros en sus ropas. Las percusiones cesaron. Los dos maestros se colocaron de nuevo las gafas de cristal dorado, posaron sus manos sobre el dibujo central de la puerta durante unos segundos y al comenzar a oirse un silbido débil apartaron las manos, manteniéndose ambos en la misma posición delante de su aprendiz y de cara a la puerta metálica. Desde el centro de la imagen del sol en la puerta salió un rayo de luz dirigido de igual modo a los ojos de los maestros, la estela luminosa duró unos pocos segundos y cuando acabó de emitir, la puerta metálica se abrió totalmente. Los tres cruzaron la entrada penetrando en una estancia donde las paredes estaban acolchadas, igual que el techo; el suelo ya no era de piedra y estaba cubierto por una especie de alfombra de color azul. Los dos maestros se quitaron las gafas y las ocultaron en sus ropas.
-Renaín, vas a entrar por primera vez al Salón de Tablas y podrás conocer a “El que perdura”-dijo el Maestro de Día.
-Cada dos años, como bien sabes un aprendiz de Hermano del Sol menor de veinte años es elegido para emprender la Gran Caza. Por primera vez ese privilegio ha recaido en alguien tan joven como tú -dijo el Maestro de Tarde con una expresión de satisfacción en su rostro.
- Cierto es también que hasta hoy no ha habido ningún aprendiz con tantas cualidades para merecerlo. Por ello estás aquí antes de lo previsto. Es justo que sepas ahora que “El que perdura” siempre mostró un especial interés en la evolución de tu adiestramiento desde que eras muy joven – dijo el Maestro de Día acompañando una amplia sonrisa.
Renaín permanecía en silencio oyendo las palabras de sus maestros; estaba descubriendo unas estancias que muy pocos verían en su vida, y estaba descubriendo circunstancias de su vida que no conocía.
- Entremos pues en el Salón de Tablas – dijo el Maestro de Tarde.
Los dos maestros entraron en otra estancia, seguidos por Renaín, donde se veía sobre una pared una gran pantalla y dentro de esta se observaba una imagen del espacio repleto de estrellas brillantes. En las otras paredes colgaban cuadros de pinturas de muy variados estilos, había varias esculturas repartidas armónicamente por la habitación y se palpaba en el ambiente una sensación de paz y quietud acrecentada por la tenue luz celeste que provenía del techo en forma de cúpula. Una figura con capa azul observaba en pie la gran pantalla, de espalda a los maestros y al joven. Dándose la vuelta con un elegante movimiento les dijo – Sed bienvenidos al Salón de Tablas.
Seguidamente se colocó entre dos esculturas de mármol rosado con forma de árbol e inclinó la cabeza tres veces, dirigiendo la mirada cada vez a cada uno de los presentes. El Maestro de Día se colocó en el lado izquierdo de la habitación, el Maestro de Tarde caminó hasta ponerse frente a él, en el lado derecho de la sala, y Renaín se colocó en el centro del Salón de Tablas, sobre un dibujo del sol grabado en el suelo.
“El que perdura” alzó los brazos lateralmente hasta llevarlos arriba en paralelo, los bajó a la altura del pecho y manteniendo sus manos entrecruzadas dijo – Maestro de Día Starless, Maestro de Tarde Godbluf presentadme pues la Tabla de Honor de Renaín.
Durante cinco minutos Starless le contó la evolución de Renaín en sus años de aprendizaje, sus progresos y dificultades superadas. A continuación fue Godbluf quien, también en cinco minutos, habló de las cualidades de su aprendiz, recalcando su humildad y carácter noble. Seguidamente Renaín alzó la cabeza para mirar a lo alto, una luz se proyectó hacia él desde el techo abovedado, bañándolo en colores cambiantes y unas voces de niños a modo de coro con una melodía repetitiva sonaba dulcemente.
”El que perdura” era algo más alto que Renaín, de complexión esbelta y equilibrada, de cabello corto y oscuro peinado hacia atrás, sus ojos de color azul intenso y rasgos faciales de corte clásico. Se mantenía con las manos entrecruzadas a la altura del pecho, tapando algo que colgaba de su cuello. Su ropa de color azul brillante terminando en pantalones ajustados en los tobillos y la capa azul oscuro, junto con su expresión petrea le daba un aire de ausencia e inalterabilidad en la escena que se desarrollaba.
La música cesó, Renaín continuaba mirando hacia la luz que lo cubría de infinitos colores cambiantes desde lo alto. Los dos maestros se mantenían en silencio mirando a su aprendiz. “El que perdura” bajó sus brazos dejando ver un medallón dorado con forma de sol colgando de su cuello, avanzó hacia Renaín deteniéndose a dos pasos de él, hizo un gesto en el aire con su mano izquierda y el rayo de luz que bañaba al joven cambió a un color carmesí. Renaín le miró, inclinó la cabeza sin dejar de mirarlo y dijo –Soy Renaín.
Su voz sonó potente y segura, firme y clara. El rayo de luz casrmesí que lo bañaba inundó toda la estancia, iluminando también a Starless y a Godbluf.
- Soy quien soy gracias a mi Maestro de Día y a mi Maestro de Tarde-, dijo mirando a su izquierda y derecha donde estaba cada uno.-Presento pues mi Tabla de Honor ante “El que perdura”.
Este agarró el medallón con forma de sol que colgaba de su cuello y se lo puso en la frente al aprendiz durante unos segundos diciendo – Eres digno de la Gran Caza.
La luz carmesí que impregnaba el Salón de Tablas se desvaneció, volviendo al color celeste. Los dos maestros rodearon a Renaín y lo abrazaron efusivamente cuando “El que perdura”, mirando la pantalla que colgaba de una de las paredes dijo –No hay tiempo que perder.
Los tres se acercaron para ver a qué se refería. En la pantalla se veía un mapa de la zona a la que tendría que encaminarse Renaín para la Gran Caza.
- En este punto deberás acometer tu desafío, no en otro lugar, tiene que ser aquí.-“El que perdura señaló una zona del mapa en la pantalla.-Y debes hacerlo en menos de quince horas.
Se hizo un silencio hueco en la estancia, los dos maestros se miraban con gesto de interrogación, Renaín miraba la pantalla buscando respuestas a la premura y a un lugar concreto tan limitado para la Gran Caza, ninguno de los tres esperaba esa circunstancia.
- Hay que partir ya.-Dijo “El que perdura” tocándose el medallón dorado con la mano izquierda.- Pero antes de marchar debes saber Renaín que en la Gran Caza te espera tu futuro, y también el destino de tu pueblo. Desde aquí le hablo al viento para que nos traigas respuestas.
Renaín comenzó a sentir un sudor frío, sus piernas temblaban. El hombre y la mujer lo miraban en silencio. Él señalaba el medallón que colgaba del cuello del hombre intentando decir algo, pero las palabras no llegaban a salir de su boca, su visión se nublaba hasta que perdió el conocimiento por completo y se desmayó ante los dos extraños.
- Creí que no caería nunca – dijo la mujer.
Masmoc Utopía
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La historia se va complicando
ResponderEliminarsigue siendo entretenida,
yo sigo aquí esperando
quiero leerla enseguida.
Me gusta como narráis,
es como si estuviera dentro,
casi veo los personajes
y también sus movimientos.
Impresionante. Me ha sorprendido gratamente la historia y el estilo. El primer relato de Renaín me recorba al "pequeño saltamontes" y ahora ha tornado a "Stargate"; buenas historias como inspiradoras. Estoy impaciente por ver como evoluciona. Saludos a los escribientes.
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