Oculto sobre la alta
copa de un árbol, mimetizado con el tronco, con total ausencia de movimientos,
tan sólo sus verdes ojos se movían sorprendidos observando a la mujer desnuda que salía
del agua y a otra mujer que iba a su encuentro para recibirla, cubriéndola con
una manta. Mara recibe con gratitud el cobijo del cálido arrope natural;
el cariñoso abrazo de Monchian le hace brotar una sonrisa, intercalada con el
rechinar de dientes por el intenso frío provocado por las aguas heladas del
lago. Es una excelente nadadora y hoy, de forma caprichosa en esta naturaleza
juguetona, la temperatura del agua del lago estaba a muy pocos grados. Monchian
eleva su mano izquierda enguantada y a los pocos segundos Bennu se posa en su
brazo.
Gabriel observa desde
las alturas como las dos mujeres y el águila se adentran en el bosque en
animada y risueña conversación sobre la súbita aparición de los dos hombres y
su inmersión en el lago de aguas inesperadamente frías. Él deja pasar unos
minutos para luego descender del árbol ágilmente, con su carcaj de flechas al
hombro y su arco entrelazado a su espalda. Su juventud de quince años le
permite saltar felinamente desde una altura considerable para rodar y asentarse
de pie. Seguidamente se acerca al lago, oculto tras unas ramas se acuclilla y
mira hacia la orilla opuesta donde observa a Banton y Silvano que miran hacia
su posición, por donde hace un rato emergió del agua Mara para ser recibida por
Monchian. Sin duda no pueden verlo.
Busca con la mirada a
Lugosian por entre el amplio campo de rocas junto al lago, aunque sin éxito.
Gabriel sabe que no está muy lejos, huele su presencia por el ozono que
desprende cuando aparece, siempre entre las rocas y piedras apoyado por su
bastón.
Recordaba
la primera vez que lo vio, al segundo o tercer día de llegar a su nuevo mundo.
Él se encontraba desorientado y perdido en esa nueva naturaleza, en esa
inmensidad de bosques, arroyos, ríos y lagos, tan diferentes de su lugar
anterior donde iba consumiendo los días y noches, rutinaria y pesadamente.
Allí, en el reformatorio donde cumplía su condena menor por posesión y tráfico
de drogas, un lugar inhóspito donde iba consumiéndose y donde le quedaban aún
catorce meses para poder salir.
Su único momento feliz
lo encontraba dos horas a la semana con las clases de literatura con el
profesor Fripp y la hora quincenal de tutoría personal con el mismo docente. Le
descubrió un mundo inesperado en las historias que desgranaba cada semana en
las novelas y poesías que el Sr. Fripp le presentaba, y sus charlas de tutoría
eran un navío estable al que asirse dentro de su propio océano de desesperada
tristeza y abismal soledad desde que tenía uso de razón.
El
último recuerdo de su mundo anterior era de una noche de fría lluvia, sentado
sobre el alfeizar del edificio más alto del reformatorio, mezclándose sus
lágrimas con las gotas de lluvia, con una pena oscura y solitaria al conocer
que el profesor Fripp no volvería a verlo porque le habían dicho que había
tenido un accidente del que no se recuperaría. Su última visión de su vida en
el mundo real fue el suelo que se acercaba a él hundiéndose en la oscuridad.
Observando las rocas
grisáceas junto al lago, Gabriel recordaba la primera aparición sorpresiva de
Lugosian ante él. Una figura alta y corpulenta, algo encorvado, ataviado con
una especie de impermeable o gabardina plástica de un color violeta incluyendo
extensión de capucha que dejaba ver muy poco de su rostro. Unas grandes gafas
del mismo color le daba un aspecto aún más grotesco y siniestro. Los golpes del
bastón sobre las piedras ejercían un ritmo hipnótico mientras avanzaba hacia
donde él se encontraba, subido en una roca alta contemplando el riachuelo cómo
discurría entre las piedras.
-
¿Te encuentras bien en tu nuevo hábitat, Gabriel? –Le dijo
Lugosian con una voz ronca y algo forzada, una vez que llegó a su altura sobre
la gran roca granítica.
Gabriel se quedó mudo,
no sabía si responder, salir corriendo…..Llevaba dos días por allí y era la
primera persona que veía pero no le conocía y él sí sabía su nombre. La
confusión y su natural desconfiada ante los extraños le hicieron permanecer
callado.
-
Eres el primer habitante de este……mundo especial. Sí, es muy
especial, al igual que tú. –Lugosian hizo un gesto señalando con el bastón en
movimiento hacia los árboles y hacia Gabriel – La paz que transmite es muy
diferente a la reluctante tensión enclaustrada del reformatorio.
Gabriel volvió de su
recuerdo y centraba su atención en la visión del campo de rocas junto al lago,
donde Lugosian le dijo en su primer encuentro que sería uno de los lugares en
los que podría encontrarse con él en sus visitas a su nuevo mundo. –En zona de
piedras y rocas, nunca pisando tierra ni vegetación.
Esperaba encontrase
con Lugosian para preguntarle por las nuevas personas que estaban llegando al
mundo especial, ¿por qué?
Él estimaba que
llevaba unos cuatro meses allí. A las tres semanas vio que llegó Banton, y
semana tras semana fueron apareciendo Silvano, Mara, Monchian y el último fue
Franz, además de ese extraño ave que tan bien se lleva con las mujeres. Pero
ninguno permanece allí día y noche, todo el tiempo, cada uno de ellos
desaparece y de nuevo vuelve al día siguiente. Siempre, desde el primer momento
en que captó sus llegadas, ocurre así.
Él no. Es su espacio
vital continuo y allí permanece. También ha notado que, a medida que los
extraños están llegando, la naturaleza se está volviendo muy caprichosa y
extremadamente cambiante de un día para otro. La placidez primaveral de sus primeras
semanas se ha ido convirtiendo en un clima imprevisible y a veces muy extremo.
Gabriel inició una
carrera bordeando el lago, siempre apartado de la vista de Banton y Silvano que
continuaban hablando sobre
la roca al borde del agua. Sentía más presente el fuerte olor a ozono a medida
que avanzaba hacia una zona de pedriscas rocosas junto a un brazo semi oculto
del lago, esperando encontrarse con Lugosian. Al llegar al centro, en la zona
más estable empedrada detuvo su avance y permaneció en silencio, expectante,
observando su alrededor. El sonido del bastón golpeando las piedras a su
espalda le hizo girar encarándolo.
-
¿Qué ocurre, Lugosian?
-
Gabriel, tengo muy poco tiempo. Ellos también participan de este
mundo por una causa especial aunque su situación en el mundo real es diferente
a la tuya. No puedo decirte mucho más, no por ahora.
-
Pero
este hábitat está cambiando. ¿Es por ellos?
-
Sí y no. Será mejor que establezcas contacto con los nuevos
habitantes cuanto antes. Os tendréis que ayudar unos a otros. Eres el que mejor
conoce la zona y el que lleva mayor tiempo por aquí. -Hablaba
rápidamente de forma algo nerviosa mirando a un lado y a otro.
-
No entiendo, Lugosian.
-
Perdóname, Gabriel. Ahora es mejor no buscar explicaciones, no
puedo darlas. Tienes que confiar en mí y sé que te costará hacerlo. Se acercan
peligros y debéis afrontarlos lo más unidos posible.
Un viento frío llegó
desde la nevadas montañas del norte. Gabriel y Lugosian permanecieron en
silencio mirando en derredor, como si un latido interno, una alerta interior
les hubiera avisado de no sabían qué peligro.
-
Lugosian, mira, por allí se acerca esa especial águila real y
viene hacia nosotros.
-
Es Bennu. Debo irme, Gabriel. Conecta con los demás. El hecho
causal está comenzando. Te pido que te esfuerces y confíes.
Las últimas palabras
de Lugosian llamearon en el aire desprendiendo un olor a cables quemados. El
sonido del bastón contra las piedras era un eco lejano perdiéndose entre el
arrullo del viento junto a su imagen, con una medio sonrisa en su casi oculto
rostro desvaneciéndose en el atardecer.
* Masmoc Utopía
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