La niebla. La niebla arañaba en el interior de Banton, horadaba en su inconsciente como si invadiera otras vidas que llevara sobre su alma. Percibió un tirón hacia dentro de sí mismo y sintió cómo él mismo salía de su cuerpo y se observaba desde fuera, permaneciendo allí inmóvil y embelesado en la contemplación de la nube rosada y violácea que avanzaba hacia ellos. El discurrir del tiempo quedó congelado para todos, aunque el aura de Banton se movía libre por el entorno rocoso. No apreció que a sus amigos les sucediera igual que a él, ellos permanecían como piedras sujetas a las blanquecinas rocas y no sintió sus espíritus fuera de sus cuerpos.
Entonces avanzó
hacia el centro de la planicie rocosa, envolviendo su aura en nieblas multicolores.
Apreció un intenso olor a ozono que le hizo recordar a Lugosian.
Súbitamente vio pasar su
vida, desde su nacimiento hasta ese mismo instante, en un fulgor de luz que lo
irradió completamente como un rayo líquido de plasma. Todos sus compañeros en
este mundo especial permanecían inmóviles; entonces asimiló que su espíritu era
la esencia que le permitía observar desde algún punto del universo la escena
paralizada, para que su alma absorbiera sus fracasos y desengaños, sus miles de
amaneceres en lucha con su fantasma autodestructivo, con su asesino perenne que
le llevaba al ocaso.
Espontáneamente, elevó sus brazos lateralmente hacia el
cielo describiendo la imagen de una circunferencia al tocar sus manos en lo
alto; un haz de armoniosa luz celeste acompañaba el trayecto de sus manos cerrando el
círculo. Mantuvo las palmas de sus manos unidas, la luz celeste refulgía
formando la línea del círculo cuando ésta se desplazó hasta sus manos elevadas
sobre su cabeza; Banton bajó sus manos unidas, envueltas en luminosa energía, hasta el centro de su pecho, deteniéndose allí y sintiendo como la llama de luz
penetraba en su interior. Mirando a la espesa niebla que lo envolvía vio
proyectada una imagen en la que se apreciaba nitidamente cómo el oscuro abismo de desesperación y abandono que
iba engullendo su alma se hacía más pequeño hasta desaparecer, tragado por un
océano de luz que inundó su espíritu seco y polvoriento ausente de afecto.
Sumido
en una paz infinita, como nunca antes había sentido, supo que brotaba en lo más
profundo de su ser la semilla del perdón consigo mismo. Y con ello su
renacimiento.
El rugido seco de
un rayo luminoso a su espalda hizo girar a Banton para contemplar la figura
misteriosa de Lugosian sobre el suelo empedrado.
- Esperaba poder hablar contigo, Banton.
- Soy otra persona desde la última vez que nos
vimos en la terraza de un bar. Ahora comienzo a reconocerme. Dime, Lugosian.
- Es cierto, te noto cambiado. Será por la nueva
compañía en este mundo. ¿Te han hecho bien?
- Me han devuelto la fe en mí, no sé si se lo
han llegado a proponer pero siento que la luz de la esperanza brota de nuevo en
mi interior.
Lugosian iba a
seguir la conversación, pero se detuvo entrecortado al recibir la oleada de
serenidad que emanaba desde la figura astral de Banton. Quedó en silencio
mientras una fina lluvia comenzó a caer lastimeramente. Se dio la vuelta,
palpando con su bastón el suelo rocoso, y comenzó a andar mirando al cielo como
esperando una aparición, alejándose de Banton cuando éste le preguntó..
- ¿Por qué pude estar hablando contigo en el
mundo real y al instante aparecer de nuevo aquí¿ ¿Cómo podía hacerlo? He
intentado hacerlo de nuevo sin éxito.
- Era fácil para ti entonces, con una pequeña
ayudita mía. Ahora no podría ser, has cambiado.
- ¿Me ayudarías a conseguirlo, Lugosian?
- Eras la presa más fácil para mí, estabas
invadido por la negritud del hastío y el abandono. Eras mi favorito para
acompañarme en mi vagar por los planos astrales y oníricos capturando almas
para mis amos, los Fobios. Ahora tus vivencias en este mundo y la luz que has
encontrado fortalecen enormemente tu alma; pereceríamos los dos si emprendemos
el mismo camino.
- Entonces, eres el lacayo de los Fobios, eres
el que recoge alimento para que persista su maldad, eres su siervo.
- Y tú ibas a ser mi aprendiz, mi compañero para
cuando la flaqueza y las dudas pudieran arrinconarme y tú me auxiliaras. Aunque
ahora no estoy nada seguro; “La que todo lo ve” ha reavivado las brasas en hogueras
de dolor arrinconadas y olvidadas, los recuerdos han vuelto y algo casi muerto
golpea en mi interior, el remordimiento y la pena están llegando.
Alejándose de
Banton mientras él permanecía inmóvil, su voz iba siendo más baja, sus
movimientos al andar más lentos y pesados.
- Puede que Fripp tuviera razón, después de
todo.
Fueron sus
últimas palabras en un tono casi inaudible antes de desaparecer engullido por
una niebla violácea.
*Masmoc Utopía
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